Al regresar al Refugio, Quinn podía oler la sangre en el aire. Eso le había molestado un poco, pero sabía que era inevitable que nadie saliera herido. Había aprendido eso en el pasado. Lo que le agradecía era que el olor no fuera demasiado fuerte, lo que significaba que el daño se había mantenido al mínimo.
Al entrar al Refugio, pudo ver que había guardias de la facción Orbus colocados en el exterior que le dejaron pasar con facilidad. Todos los capaces ya estaban trabajando. Una parte del Refugio y el área abierta cerca del árbol rosa se estaban utilizando como centro de sanación. Los que habían resultado heridos se reunieron y recibieron tratamiento junto con suministros de alimentos. También se habían colocado camas temporales para todos ellos.
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