—Finalmente estamos aquí —se dijo a sí misma al bajarse del coche.
Ambos, ella y Xavier, entrelazaron sus brazos mientras se dirigían hacia adentro.
En cuanto el portero los vio, rápidamente abrió el portón para que ambos pudieran entrar.
Selene no lo reconoció, lo que solo significaba que el portero anterior ya se había jubilado.
Mientras avanzaban, se encontraron con algunos niños jugando despreocupados. Parecían muy felices a pesar de ser conscientes de la situación en la que estaban.
Selene reconoció a la mayoría de los niños, pero no a otros.
—¿Financiaste este lugar tú sola? —preguntó Xavier, un poco sorprendido. El edificio no era enorme, pero era una acogedora estructura de dos pisos con suficiente espacio para que los niños jugaran tanto dentro como fuera.
Vio a algunas mujeres adultas, que parecían ser las encargadas de cuidar a los niños y mantener el lugar limpio.
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