La sala de conferencias estaba atestada. Las luces de las cámaras creaban un resplandor cegador, destellando constantemente en el rostro de William Nerdy Ton, un hombre que aparentaba serenidad, pero cuyo cansancio era palpable. En su traje oscuro impecable, se mantenía firme en el centro del escenario, aunque por dentro luchaba contra un torbellino de emociones. Los periodistas estaban listos para abalanzarse sobre cualquier resquicio de debilidad en sus palabras. No esperaban respuestas, buscaban titulares, y William lo sabía.
El aire en la sala era pesado, saturado de tensión. Las sillas crujían mientras los periodistas se acomodaban, las cámaras zumbaban, y los murmullos llenaban el espacio. Frente a él, la expectación se respiraba, los ojos brillaban con curiosidad y crítica.
William escaneó la multitud, su mente ya anticipaba las preguntas que estaban a punto de lanzarle. Las había practicado una y otra vez, no solo en su cabeza, sino frente al espejo, ensayando cada palabra, cada inflexión. Y sin embargo, este momento le parecía casi trivial, una molestia más que debía superar antes de dedicarse a lo que realmente importaba. Su mirada cayó sobre uno de los periodistas que se levantaba. Era un hombre de mediana edad con gafas gruesas, que lo observaba con una mezcla de curiosidad y reproche. Lo señaló con el bolígrafo, como si intentara diseccionarlo solo con su presencia.
"Señor Nerdy Ton," su voz resonó con fuerza en la sala. "¿Puede asegurar a las familias de las víctimas que algo así no volverá a suceder? ¿Cómo puede alguien confiar en usted después de tantos fracasos?"
William sintió una punzada en su interior. Esa palabra, fracasos, le martilleaba la cabeza. Sin embargo, su expresión permaneció inalterada. Su rostro transmitía una serenidad calculada mientras respondía.
"Nadie puede garantizar el futuro," dijo, con una voz calmada que reverberó por los altavoces. "Pero puedo asegurarles que estoy tomando todas las medidas necesarias para prevenir más tragedias. He cerrado temporalmente el restaurante y, como un primer paso, me retiraré del ojo público para reflexionar y aprender de estos eventos."
Hizo una pausa breve, suficiente para permitir que sus palabras calaran en el público. Sabía que ese tipo de promesas públicas siempre sonaban huecas, pero no le importaba. Su mente estaba muy lejos de esa sala.
"Mi equipo está investigando exhaustivamente lo ocurrido. No me detendré hasta descubrir cada detalle. A las familias afectadas, quiero que sepan que, aunque los eventos no fueron directamente nuestra culpa, estoy dispuesto a asumir la responsabilidad que corresponde. Ya he comenzado a compensar a las víctimas del accidente."
Los flashes de las cámaras volvieron a explotar, capturando cada momento, pero William apenas los notó. Mientras las preguntas seguían fluyendo, su mente se separaba del bullicio de la conferencia. A cada respuesta ensayada que daba, más se sumergía en sus pensamientos más oscuros. Recordaba a su padre, Nathan Nerdy Ton, un hombre visionario que había muerto bajo circunstancias que ahora entendía mejor. La fortuna que había heredado no era solo material; venía acompañada de un legado de poder, conocimientos prohibidos que él había comenzado a explorar con más profundidad en los últimos años.
El libro, pensó. Ese libro misterioso, plagado de símbolos antiguos y oscuros secretos, lo había mantenido despierto noches enteras. Cada página que leía, cada criatura que descubría, lo acercaba más a una verdad que el mundo jamás podría comprender. William sabía que, cuando llegara el momento adecuado, ese poder oculto cambiaría todo.
"Señor Nerdy Ton, ¿cómo responde a las acusaciones de negligencia en sus investigaciones? ¿Qué tiene que decir sobre el uso de tecnologías peligrosas en un entorno no controlado?"
Las preguntas continuaban, pero ya no importaban. William finalizó la conferencia con palabras cuidadosamente seleccionadas, excusas y promesas vacías que apaciguarían temporalmente a los medios. Una vez terminó, se retiró tras bambalinas con paso firme, sus pensamientos muy lejos de los murmullos que dejaba atrás.
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En las sombras, esperando como un fantasma del pasado, estaba Howard Stark. Su silueta se fundía en la penumbra de los pasillos, sus manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta, mientras William se acercaba sin prisa.
"William," comenzó Howard, su voz cargada de un tono de disculpa que no alcanzaba a parecer sincero. Dio un paso hacia adelante, buscando en los ojos de William una reacción que no encontró.
William lo observó con indiferencia, su mente analizándolo como una variable más en la ecuación de su vida. Howard había sido un colega de su padre, pero también parte de la maquinaria que lo había traicionado.
"Sé que no tengo derecho a pedirte nada después de todo lo que ocurrió," continuó Howard. "Pero necesito decirte algo... tu padre... su muerte no fue un accidente. Fue el resultado de un trato que hice. Trabajaba en proyectos para el estado, y parte de esa tecnología terminó en manos equivocadas. Los nazis tienen acceso a los descubrimientos de tu padre."
La ira empezó a burbujear en el interior de William, pero lo contuvo. Había aprendido a contener sus emociones, a usarlas cuando fuera necesario. Howard continuó hablando, tal vez esperando algún tipo de reacción.
"Estoy formando un equipo para mejorar el suero del súper soldado. Si te unes a mí, podríamos evitar que esa tecnología se use en nuestra contra. Incluso... te daré una parte de la fórmula. Podrías avanzar en tus propias investigaciones."
William lo observó, evaluando cada palabra. Howard creía que aún podía manipularlo, que podía ofrecerle algo que le interesara. Pero William ya no era el hombre que alguna vez había buscado la aprobación de otros científicos. Ahora, tenía sus propios planes, y el poder que había descubierto eclipsaba cualquier fórmula que Stark pudiera ofrecerle.
Sin embargo, aquella fórmula podía ser útil. No por lo que prometía, sino por cómo encajaría en los experimentos que William ya había comenzado. Una herramienta más. Un pequeño avance hacia algo mucho mayor.
"Lo pensaré," fue todo lo que dijo, su tono distante.
Howard asintió, aunque sabía que la respuesta de William no era más que una formalidad. Mientras Stark se alejaba, William ya había comenzado a planificar su siguiente movimiento. Stark sería solo una pieza más en su juego. Una vez obtenida la fórmula, no lo necesitaría más.
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De regreso a su hogar, el contraste entre la conferencia y la vida doméstica era casi cómico. La mesa estaba puesta, y su esposa le sonreía con cariño mientras servía la cena. Sus hijos reían, comentando cosas sin importancia sobre su día en la escuela. Era la imagen perfecta de una familia feliz, pero para William, esa imagen se había desvanecido hacía mucho tiempo. Lo que alguna vez había sido amor ahora era irrelevante.
Su hijo mayor, con la boca llena de puré de papas, levantó la mirada hacia él y comenzó a contarle algo sobre un proyecto escolar. William asintió mecánicamente, pero no estaba escuchando. Su mente estaba en el laboratorio, en los secretos que había descubierto en las páginas del libro. La risa de sus hijos, las sonrisas de su esposa, todo le parecía vacío, distante. Sombras, pensó. Eran sombras que se interponían en su verdadero propósito.
"Papá, ¿me estás escuchando?" preguntó su hija menor, con una sonrisa dulce.
William parpadeó, volviendo al presente solo por un momento. "Sí, claro," respondió, sin ningún interés real. Qué inútil es todo esto, pensó.
Esa vida que había construido, la familia que alguna vez había sido su ancla, ahora le parecía un obstáculo. Cada día que pasaba, sentía que se alejaba más de ellos, que la única verdad que realmente importaba estaba en las criaturas del libro, en el poder que había comenzado a dominar.
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Días antes, en la penumbra de su laboratorio, William había hecho un descubrimiento crucial. El libro mágico, esa reliquia ancestral que había estudiado durante años, comenzaba a revelarle sus secretos. La habitación estaba sumida en una oscuridad profunda, las cortinas cerradas solo dejaban pasar un rayo de luz que iluminaba la mesa donde el libro descansaba, abierto en una página que describía a Golden Freddy.
Mientras William recorría con sus dedos las antiguas letras, notó cómo los símbolos en la página comenzaban a transformarse, tomando formas que él nunca antes había visto. Palabras en un idioma arcano emergían lentamente de las páginas, y aunque no comprendía su significado exacto, sentía una conexión profunda con ellas.
El dibujo de Golden Freddy, antes estático, comenzó a brillar. Las líneas que formaban su figura parpadearon, y una energía vibrante le susurro secretos que antes no conocía
Esto... esto es lo que necesitaba," murmuró William para sí mismo.
Sabía que podía optar por consumir el poder del papel, absorbiendo las habilidades de Golden Freddy en su propio cuerpo. Sentía la tentación. Pero también comprendió algo más. Podía no solo controlar esa criatura, sino usarla como su marioneta. Si jugaba bien sus cartas, no solo dominaría a Golden Freddy, sino a todas las entidades que habitaban las páginas de ese libro maldito.
Las criaturas del libro serían su ejército. Las que no obedecieran serían consumidas.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, William reabrió el local que había cerrado años atrás. Esta vez, no era solo un restaurante de animatrónicos. Era el inicio de algo mucho más grande. Los animatrónicos ya no eran simples máquinas. Serían armaduras para las almas desoladas que William controlaría.
El local tenía un nuevo nombre, aunque eso poco le importaba a William. Freddy Fazbear's Pizza estaba oficialmente abierto. Mientras sonreía a la cámara y hacía una reverencia, sabía que su plan estaba en marcha.
William caminó por su laboratorio subterráneo, un espacio amplio y oscuro lleno de maquinaria avanzada, pantallas intermitentes y modelos de animatrónicos en distintas fases de desarrollo. Años de planificación culminaban aquí, en esta cámara secreta, donde sus verdaderas intenciones tomaban forma.
Miró la criatura que había elegido: un animatrónico imponente, casi completo, con ojos vacíos que parecían observarlo de vuelta. William lo había diseñado con precisión, pero no como un simple juguete musical. Esta máquina será
lo que le llevará a la cima.
Su apariencia le deja algo que desear porque el no estaba dispuesto a abandonar su apariencia humana. pero si es lo que dice el libro, significa que es lo que su padre quiso.
En realidad era un animatrónio de 10 metros de altura. Estaba diseñado para forzar una conexión con su portador.
Solo se activaría con el portador adecuado.
El traje de springtrap era la llave para activar los mecanismos del titán.
¿Porque llamarlo así?
Solo porque los animatronicos en general estaban echos para parecer muñecos humanoides de animales. Y el titán solo poseía rasgos humanos, bueno, de manera desproporcionada, pero eso tenía explicación, la tecnología de hoy en día no podía reducirse demasiado, así que poseía solo herramientas y armas especiales en su interior. Supuestamente una vez puesta la armadura, uno no saldría de una pieza, pero como ya conoce su destino, ya se preparo un taller de emergencias donde pueda reparar su traje de springtrap.
'El estado me traicionó', pensaba. 'Los científicos me robaron mi trabajo, mi legado. El gobierno permitió que todo lo que mi padre construyó se destruyera. Y ahora, la venganza será mía, no mediante palabras, sino con el poder que ellos no pueden imaginar.'
Tenía varias opciones para llevar a cabo su venganza. Durante años, había considerado las más sutiles, las más elaboradas. Regalar tecnología a sus enemigos para que se destruyeran entre sí era tentador, pero no suficiente. Quería ver el sufrimiento de aquellos que lo habían humillado. Y más aún, quería hacerlo con sus propias manos.
Hahahahahaha
HæHæHæ.
"Oye, tu oso de oro, no te rías, me das escalofríos"