webnovel

Capítulo 5

Un chorro de sangre salpicó la hierba cuando la cabeza de un goblin fue cortada de su cuerpo por el Goblin Slayer. Dos más intentaron atacar por el flanco derecho. El Slayer bloqueó el ataque del primero con su escudo, para luego atravesar su pecho con la espada negra y curva que llevaba.

Cuando el primero cayó muerto, lanzó la hoja curva hacía el segundo, atravesando su cráneo hasta la empuñadura. La hoja se desvaneció en motas de luz azules, mientras una nueva espada apareció en la mano del Slayer nuevamente.

El grupo de tres había tomado una misión de exterminio de goblins, un pequeño grupo que había sido visto merodeando un pequeño pueblo de granjeros al sureste del pueblo fronterizo.

Luego de que llegaron al pequeño pueblo, investigaron sobre el suceso. Los goblins habían atacado una pequeña granja y habían robado unas gallinas, para luego huir rápidamente. Tras preguntar a dónde habían huido los goblins, descubrieron que estaban en una pequeña cueva a las afueras del pueblo. Con ésta información, decidieron ir en su búsqueda e inmediato exterminio.

Sabiendo que la cueva no era demasiado grande, y que sólo tenía una salida, el plan trazado fue sacarlos con humo. Encendieron una fogata en el interior y esperaron. Al cabo de unos minutos, varios goblins comenzaron a salir despavoridos mientras huían del lugar. Sofocados por la falta de aire.

Rápidamente el Goblin Slayer comenzó a matarlos a todos. Algunos intentaron defenderse con sus armas rudimentarias, pero fué inútil, aquel hombre era una fuerza imparable en comparación con los pequeños monstruos a los que se enfrentaba.

Cuando algunos de ellos vieron que enfrentar al guerrero humano era inútil, decidieron mejor atacar a las dos humanas que estaban paradas no muy lejos. Llenos de ira y lujuria, cuatro goblins se abalanzaron hacía la artista marcial y la jóven sacerdotisa.

Ambas se tensaron al ver ésto, mientras se preparaban para al menos defenderse hasta que su líder terminara con los que aún intentaban atacarlo. Sin embargo, para sorpresa tanto de los goblins, como de las dos aventureras, el avance de los cuatro goblins se interrumpió cuando cuatro espadas extrañas, similares a una cruz fueron lanzadas rápidamente, clavándose en las sombras de los monstruos verdes.

La artista marcial no pudo dar crédito a lo que veía, ella ya sabía que su líder tenía aquella extraña habilidad con la que podía crear armas, se lo había demostrado cuando antes de la misión, había hecho aparecer de la nada, un par de guanteletes metálicos con puntas en los nudillos. Sin embargo esto era algo completamente fuera de sus expectativas.

No tenía idea de que clase de espadas eran esas, pero seguro que muchos pagarían una fortuna por un arma que podía paralizar enemigos con solo clavarla en su sombra.

Cuando el último de los goblins que enfrentaba el Slayer cayó muerto con una herida en su cráneo, Goblin Slayer se acercó a los cuatro restantes. La artista marcial pensó que él acabaría rápidamente con ellos como había hecho con el resto, pero en lugar de eso, se quedo observándola por unos momentos. 

— Mátalos —. Ella tardó unos segundos en registrar sus palabras, y aún más en comenzar a moverse.

No sabía que estaba temblando hasta que miro sus manos. El recuerdo de ser mancillada aún estaba fresco en su memoria. La impotencia que sintió cuando fué arrastrada en aquella oscura cueva aún carcomía sus pensamientos. Tenía miedo, a pesar de haberse decidido a unirse al grupo del Goblin Slayer, aún sentía miedo por aquellas viles criaturas.

Pero, cuando los vió allí, completamente paralizados, no vió aquellas viles alimañas que rondaban su mente. Solo vió un grupo de patéticas criaturas, desesperadas por escapar, impotentes de lo que les sucedería. Vio que tenían miedo. 

Miedo de ella.

No sabía en qué momento había llegado ante el primer goblin, o cuando había comenzado a golpearlo brutalmente. Solo se dió cuenta de lo que estaba haciendo cuando el goblin cayó bruscamente al suelo con el cráneo deformado por los golpes. Cuando vió que el goblin había tenido el más mínimo espasmo en una de sus manos, se agachó hacía éste y comenzó a golpearlo nuevamente. 

No se detuvo hasta que del cráneo del pequeño monstruo solo quedó una masa irreconocible de sangre y materia cerebral. Cuando se volvió a poner de pie, notó que su rostro ahora estaba manchado de sangre que había salpicado, al igual que sus guanteletes, completamente ensangrentados, pero no le importo.

Cuando volteó a ver a los tres goblins restantes, pudo ver la absoluta desesperación en sus ojos. Sabían lo que sucedería y no podían evitarlo. 

No pudo evitar sentir satisfacción ante eso.

.

.

.

Dentro del gremio de aventureros, el día transcurría con relativa normalidad. El flujo de aventureros que entraba y salía era constante, todos atendiendo sus propios asuntos sin preocuparse por el resto. Al menos la mayoría.

Había una persona que había llamado la atención de varios de los presentes. Una belleza élfica de pelo verde y esbelta figura. Se cubría con una capa, pero aun así se podía ver el arco de madera que portaba en su espalda. Sus movimientos eran gráciles y su expresión serena mientras caminaba directamente hacía la recepcionista del gremio. 

Ésta, acababa de atender a uno de los aventureros que frecuentaban el gremio, justo para ver a la elfa arquera que caminaba hacía ella. Con una sonrisa ya dominada por años de trabajo en el gremio, ésta saludó cortésmente a la recién llegada. — Bienvenida a nuestro gremio de aventureros, ¿En que puedo ayudarte? —.

— Estoy buscando a un aventurero. Escuché que frecuenta este gremio y es importante que hable con él. Lo llaman, Orcbolg —. Explicó la elfa.

La recepcionista pareció confundida. — ¿Orc...? —.

— ¡Orcbolg! —. Corrigió la elfa. — Me dijeron que está aquí —.

— Orcbolg... Un momento por favor, revisaré nuestro registro para ver si hay alguien con ese nombre —.

— ¡Hah, no te molestes!... —. Una envejecida voz detuvo a la recepcionista. — Estamos en tierras humanas, orejas largas. Ellos no entienden tu acento gracioso... —. Se trataba de un enano, de pelo largo y canoso, con una frondosa barba atada en varias trenzas. 

— ...Pero seguramente conozcas a... ¡Corta barbas! —. Dijo el enano mientras acariciaba las trenzas en su barbilla.

— Yo... Lo siento, ese nombre no me es familiar —. Se disculpó la recepcionista.

— ¿Qué?, ¡¿En serio?! —.

— Oh ho ho ho... ¿Quién habla gracioso ahora, ¿Eh?... —. Se burló la elfa arquera. — Típico de los enanos, tercos como rocas y tan seguros de tener siempre la razón —. Continuó riendo pomposamente para disgusto del chamán enano.

— Oh bueno, elfos... ¿Que se puede esperar de ellos? —. Comentó el chamán con humor, para confusión de la elfa. — Corazones duros como un yunque, e igual de planos —.

— ¡¿Qué...?! —. El rostro de la elfa se volvió rojo de la ira y vergüenza. — ¡¿Qué estás diciendo, viejo verde?!... —. Gritó ella, mientras el enano reía. —  ¡Además, todas las mujeres enanas tienen forma de barril! —. Replicó la elfa.

— Se le llama, ser rolliza. Y es mejor éso a un yunque plano y frío —. Contestó el enano.

Todo ante la nerviosa vista de la recepcionista, la cual comenzaba a preocuparse de que los dos aventureros comenzaran una pelea.

— Disculpen ustedes dos... —. Sin embargo el dúo dejo de discutir cuando una tercera voz se acercó. — No me importa si discuten, pero si lo hacen, que sea en un lugar donde no pueda verlos —. Era un hombre lagarto, su altura superaba fácilmente a los otros dos, incluso a  algunos de los aventureros más grandes del gremio. Vestía con extraños ropajes de cuero, adornado con plumas, además de algunas placas metálicas.

La recepcionista se quedó observando fascinada y confundida al extraño trío de aventureros. Un alto elfo de los bosques, famosos por su belleza y longevidad. Un enano, enemigos antiguos de los elfos, famosos por ser maestros en todo lo relacionado a la metalúrgica. Y un hombre lagarto, los cuáles rara vez se juntan con cualquiera de las otras razas. Y además, todos aventureros rango plata.

— Mis disculpas por mis irascibles compañeros, señorita —. Habló cortésmente el sacerdote lagarto.

— Descuide, nuestros aventureros también son muy apasionados, así que estoy acostumbrada —. Contestó la recepcionista con una sonrisa.

— Verá señorita, buscamos a un famoso aventurero, se le conoce por los nombres de 'Orcbolg' y 'corta barbas'... —. Comenzó a explicar el reptil humanoide, sin notar el trío de personas que acababa de entrar en el gremio. — Sin embargo... Uhm... Carezco de facultad para la lengua de los hombres, pero creo que le llaman... —.

— ¡Goblin Slayer! —. Llamó la recepcionista.

— Si, exactamente —. Respondió el sacerdote lagarto.

— ¿Goblins? —. Preguntó uno de los recién llegados, mientras se acercaba a la recepcionista sin importarle el trío que hablaba con ella. — ¿Dónde? —.

.

.

.

— ¿Enserio eres un rango plata? —. Preguntó la elfa arquera mientras miraba detenidamente al hombre con armadura mugrienta sentado frente a ella.

Ella, junto a sus dos compañeros estaban dentro de una habitación aparte, que la recepcionista del gremio les había prestado para que pudieran hablar. Sin embargo, ella se encontraba escéptica. No podía creer que el hombre frente a ella fuera la legendaria figura de la que había escuchado.

— Eso es lo que dice el gremio —. Respondió el guerrero de forma uniforme.

— Pues yo no lo creo... —. Replicó la elfa. — He visto insectos más intimidantes que tú —. Dijo finalmente mientras se sentaba en uno de los sofás de la habitación.

— No seas estúpida orejas largas... —. Comentó el chamán enano mientras también analizaba al hombre con armadura frente a él. — ¿Quieres saber lo que veo yo?... —.

— ... Armadura de cuero y placas de metal para facilidad de movimiento. Cota de malla para detener dagas y flechas. Un casco para proteger la cabeza de proyectiles por la espalda. Un escudo pequeño, para facilitar moverse en lugares angostos... Sin embargo... No veo que lleves ninguna espada —.

— Solo las saco en las misiones —. Explicó simplemente el Goblin Slayer.

El enano asintió. — En todo caso, yo veo un guerrero que sabe muy bien lo que hace —. 

— Al menos podría limpiarse un poco —. Se quejó la elfa.

— Las armaduras apestan a metal si las limpias. Los goblins tienen un buen sentido del olfato —. Le respondió el Slayer. La elfa no pudo responder a eso, ella sabía varias cosas sobre el rastreo de animales, y sabía que uno debía enmascarar su olor si no quería ser detectado. Aunque en su defensa, ella no lo necesitaba, antes de que algún animal pudiera estar lo suficientemente cerca para detectarla, ella ya le habría clavado una flecha en el cráneo.

— He he, eso es lo que obtienes de una elfa que solo salió de su bosque por aburrimiento... —. Comentó el enano con humor. — Deberías obtener un poco de experiencia de tus mayores —.

— Tengo dos mil años, ¿Cuántos tienes tú? —. Le preguntó la elfa con indiferencia.

El enano permaneció en silencio por unos segundos, y de mala gana dijo. — ... Ciento siete —.

Eso se ganó otra risa pomposa de la elfa. — ¡Oh cielos!, Ja ja, ¿Te volviste arrugado tan joven? —.

— Basta de hablar sobre su antigüedad. Nos avergüenzan a los que no medimos nuestra edad en siglos —. Amonestó el hombre lagarto.

— ¿Qué es lo que quieren de mí? —. Interrumpió Goblin Slayer.

— Muchos demonios están apareciendo de forma espontánea en la capital. ¿Seguramente lo sabés? —. Comenzó la elfa.

— No lo sabía —. Respondió el Slayer.

— ... Esto es a causa del renacimiento de los dioses oscuros. Están construyendo un ejército para acabar con el mundo —. Continuó la elfa con ligero disgusto.

— Ya veo —. Respondió nuevamente el Slayer.

— ... Y esperábamos... Que con tu ayuda... —. Intentó terminar la elfa con resignación.

— Busquen a otro. Yo cazo goblins o nada —. Interrumpió a la elfa tajantemente el Slayer.

Ésto para gran consternación de la elfa. — ¡Tu...!, Un ejército de demonios se está formando, ¡Hablamos del destino del mundo!. ¡¿Entiendes eso?!—. Espetó la elfa indignada.

— Perfectamente —. Le respondió el Slayer con el mismo tono neutral.

— ¿Entonces por qué-...?! —.

— Pero antes de que termine el mundo, los goblins pondrán fin a muchas más aldeas... —. Explicó el guerrero de armadura. — No podemos ignorar a los goblins simplemente porque el mundo está en peligro —.

— ¡¡Acaso tu-... !! —. 

Antes de que la elfa arquera pudiera seguir gritando, fue detenida por el chamán enano. — Calma orejas largas. No vinimos aquí para obligarlo a hacer nada —.

— Mi lord Goblin Slayer. Por favor, no nos malinterpretes. De hecho, hemos venido a pedirle que mate goblins —. Intervino el Sacerdote Lagarto, siempre manteniendo el tono cordial.

— Ya veo. En ese caso acepto —. Le respondió el Slayer. — ¿Dónde están?, ¿Cuántos son?, ¿Saben si hay chamanes o trasgos? —. 

Su actitud tan extraña para el trío se ganó una carcajada del enano, un ceño fruncido de la elfa y una mirada curiosa del hombre lagarto.

— Mi lord Goblin Slayer, entiendo que los goblins son tu única prioridad, pero por favor, escucha primero nuestra historia... —. Dijo el Sacerdote lagarto. A lo que Goblin Slayer asintió.

— Como mi compañera elfa dijo, los señores demonios derrotados y sellados están renaciendo de alguna manera, y buscan exterminarnos. Por ésta razón, los jefes de nuestra tribu, los reyes de los hombres, y los líderes de los enanos y los elfos se reunieron en una gran conferencia para solventar una alianza y enfrentarlos —.

— Una gran batalla se acerca —. Agregó la elfa arquera.

— El problema, verás, es que los pequeños diablillos comenzaron a esparcirse por tierras élficas... —. Comentó el chamán enano. — No puedo culpar a ésta niña por estar tan ansiosa con esta situación —.

— Si los elfos hicieran algún movimiento a gran escala para eliminar a los goblins, los reyes humanos podrían pensar que estamos tramando algo en su contra... —. Continuó la elfa. — Así qué se encomendó a un grupo para que se encarguen de la situación como aventureros —

— Y... Nosotros, somos los representantes enviados aquí —. Agregó el Enano tosiendo ligeramente al referirse a ellos.

— Y de todos los humanos, te hemos elegido a ti, Orcbolg —. Terminó la elfa.

— Ya veo... —. Respondió el Slayer de forma simple. Luego preguntó. — ¿Tienen un mapa del lugar? —.

— Aquí mismo —. Respondió el sacerdote lagarto mientras le entregaba un pergamino enrollado.

Goblin Slayer lo tomó y lo hojeo detenidamente. — ¿Ruinas? —. Pregunto.

— Seguramente —. Volvió a responder el sacerdote reptil.

— ¿Números? —.

— Muchos —.

— Muy bien... —. Dijo el acorazado guerrero mientras se levantaba y caminaba hacía la puerta. — Iré de inmediato... Páguenme lo que quieran —.

El trío quedó sorprendido por esto. — Acaso el... ¿Planea ir solo? —.

.

.

.

La artista marcial y la joven sacerdotisa estaban sentadas juntas en uno de los sillones que el gremio tenía en la sala principal de recepción, ambas estaban tomando una taza de té, servida por la recepcionista, mientras esperaban a que su líder hablara con el extraño trío de aventureros que lo buscaba.

Ninguna habló, solo se sentaron ahí en un silencio algo incómodo. La razón, el shock que le causó a la sacerdotisa la brutal matanza que realizó su compañera artista marcial a los cuatro goblins paralizados.

Si bien, la sacerdotisa ya había visto a su líder matar goblins brutalmente, la forma en la que Goblin Slayer lo hacía, era simplemente eso, matar. Una estocada en algún punto débil, o cortar sus cuellos de forma rápida, no había sadismo o gozo en aquel acto, no al menos uno que ella pudiera ver.

Su compañera en cambio, había disfrutado golpeando a esos goblins hasta hacerlos literalmente papilla, incluso se había tomado su tiempo con uno de ellos, primero partiendo sus piernas, luego sus brazos, y luego golpeándolo una y otra vez, hasta que solo quedaba una masa irreconocible de sangre y órganos destrozados.

Ella podía entender de dónde venía éso, y no podía culpar a su compañera por su comportamiento, pero como novata, y miembro de la iglesia, no estaba mentalmente preparada para aquella vista tan grotesca y violenta.

— ...Yo... Lo siento... —. La joven sacerdotisa tardó unos segundos en registrar las palabras de su compañera. Volteó la vista para verla con la cabeza bajada mientras sostenía la taza entre sus manos.

— ...¿Q-qué? —.

— Por lo que pasó en la misión... Yo... Es sólo qué... Me deje llevar... Y quizás fue demasiado... Para alguien como tú... —.

— ¡Yo-!..., No tienes que preocuparte. Es cierto que fué un shock... Pero lo entiendo... Sabiendo lo que viviste, realmente no puedo culparte... —.

— Pero aún así... Me prometí que no me dejaría llevar por la ira... Pero cuando los tuve frente a mí... Completamente indefensos... Yo... —. La voz de la artista marcial se hacía más débil con cada palabra. Su expresión también parecía estar decayendo lentamente.

— Yo... No puedo decir que entiendo completamente lo que pasaste... Es decir, estaba en aquella misión, vi lo que pasó... Pero gracias a tí, no tuve que sufrir aquello... Pero tú en cambio... Lo que trato de decir, es que no te culpo por lo que hiciste, y tú tampoco deberías hacerlo... Somos humanos, es normal tener esos sentimientos y todos lo afrontamos de diferente manera... —.

La artista marcial no respondió, en cambio simplemente asimiló aquellas palabras.

— Aun así... —. Comenzó la sacerdotisa. — Debo decir que te admiro... Pasar por lo que pasaste, y aún asi tener la voluntad de luchar... No creo que yo fuera tan fuerte para hacer algo así —.

— ...Yo creo que tú también eres alguien fuerte... —. Le dijo la artista marcial con un ligero atisbo de una sonrisa. — A pesar de todo lo que viste, a pesar de no poder luchar, aún así, tienes la voluntad de ayudar a otros... Yo creo que eso es algo admirable también —.

— Yo... Gracias —. Sonrió ligeramente la sacerdotisa.

Ambas escucharon que la puerta por donde su líder había entrado junto con los tres aventureros se abrió, allí, vieron a su líder salir de la habitación con un andar apresurado, así que decidieron ir a reunirse nuevamente con él.

— Señor Goblin Slayer... Uhm... Esas personas, era una misión, ¿Cierto? —. Preguntó la sacerdotisa rubia.

— Si, matar goblins —. Respondió su líder de forma simple.

— En ese caso déjenos- —. Comenzó a decir la sacerdotisa para luego ser interrumpida por el Slayer.

— No —.

— ...¿Que? —. Preguntaron ambas confundidas. 

— Iré sólo —.

— ¿Qué?... ¡No puedes hacer eso...! —. Gritó la artista marcial más alto de lo que pretendía.

— A-al menos... Al menos deberías hablarlo con nosotras... Somos un equipo —.

Goblin Slayer inclinó muy ligeramente la cabeza, confundido. — ¿No lo estoy haciendo ahora? —.

Eso se ganó una mirada perpleja de ambas. Las cuales se miraron entre sí, para luego volver a mirar a su líder. — Yo... Supongo que lo estás haciendo... —. Murmuró débilmente la sacerdotisa.

— Si... creo que lo hace —. Murmuró la artista marcial igualmente.

Por unos segundos, ninguna dijo nada. Luego la sacerdotisa soltó un suspiro mientras se calmaba. — Bueno... Si has tomado una decisión, supongo que yo también tomaré la mía... Te ayudaré —.

— Yo igual... Somos un equipo, no podemos dejarte solo —. Respondió la artista marcial con una sonrisa más animada.

Goblin Slayer simplemente asintió mientras comenzaba a salir. — Hagan lo que quieran —.

— ¡Seguro que lo haremos!  —. Comentó la peleadora pelinegra.

No muy lejos de ellos, el trío de aventureros veía la interacción con distintos grados de interés. — Bueno, bueno... Esto puede ser interesante. Esas jovencitas prometen que el viaje será bastante interesante —. Comentó el shaman enano mientras seguía al trío.

— Ciertamente. Además, proponer una misión como ésta y no ayudar. ¿Qué dirían mis ancestros? —. Comentó el sacerdote lagarto mientras lo seguía detrás.

La elfa por su parte, observó por unos segundos al extraño aventurero con armadura. No entendía para nada su comportamiento, y realmente no sabía qué pensar sobre él, sin embargo su compañero lagarto tenía razón. Ellos ya habían sido elegidos para esta misión, ¿Que clase de aventureros serían si no participaran en ella?.

Así, el extraño grupo de seis partió, tenían una misión que completar. Tenían unos goblins que asesinar.

.

.

.

Fin—.