"Entonces...¿Qué harás...?".
Aquella pregunta resonaba en la mente de la joven artista marcial. Por algún motivo que no entendía, el aventurero que la sacó de aquella cueva, había venido a hablar con ella, junto a la misma sacerdotisa con la que formó el grupo, junto con... Aquel chico guerrero... Y aquella joven maga...
Fue hace tan poco que ocurrió aquella tragedia, que aún podía sentir el frío suelo debajo suyo, mientras era mancillada y ultrajada por aquellas viles criaturas. Aquellas largas y sucias uñas atravesando su piel, la horrible sensación de sus asquerosas lenguas paseándose por su cuerpo.
Tan solo el pensar en aquello la hacía temblar de miedo, asco e impotencia. Se sentía tan débil y frágil que bien podría simplemente volver a su hogar y no salir nunca más de su casa. Parecía la mejor opción.
Y sin embargo...
"... Puedes venir conmigo...".
Esas palabras aún resonaban en su cabeza. No pudo ver su rostro por el casco que llevaba, pero solo con su voz, le dio una sensación extraña, era alguien sin duda fuerte, sus movimientos eran demasiado calmados. Su padre, quien la entrenó, le explicó una vez, que algunas personas hábiles en el combate llegaban a un nivel tan alto, que parecía que tenían completo control sobre sí mismos. Que llegaban a un nivel tal, que parecía que cada paso que daban estaba perfectamente calculado.
A pesar de lo sucio y descuidado que lucía su aspecto, su aura daba la sensación de ser un guerrero hábil... Y extremadamente peligroso.
Cuando le habló, más concretamente, cuando le habló de lo que harían si ella se les unía, podría jurar que vislumbró un pequeño destello, como si uno de sus ojos brillara ligeramente en un tono rojizo.
Y su acompañante, la misma sacerdotisa torpe que se les había unido en su primera aventura. Había pasado tan poco, y sin embargo, había algo diferente en ella, se le veía más confiada. Solo era un poco, solo ligeramente, pero definitivamente algo cambió en ella.
No sabía si esto lo causó ése hombre con armadura, pero de ser así, ¿Podría ella recobrar la confianza en sí misma que había perdido?. ¿Sería capaz de olvidar lo ocurrido en aquella cueva?...
No. Sabía que ésto la perseguiría por el resto de su vida. Y sin embargo...
"... Éso que sientes, nunca lo olvides, acepta lo que sucedió y úsalo como motivación...".
Aquellas palabras. ¿Podría realmente hacer éso?, ¿Simplemente aceptar lo sucedido y usarlo para motivarse?. ¿Aceptar el hecho de que fué ultrajada y usada por tan viles criaturas, que fué usada como no más que un pedazo de carne para satisfacer los deseos de ésos asquerosos seres?.
No podía, simplemente no sabía cómo. Se sentía débil, indefensa, pequeña e insignificante. Sentía que lo único que le quedaba por hacer era volver a su aldea y recluirse en su hogar por el resto de su vida.
Quería simplemente acurrucarse sobre sí misma y llorar. No quería saber nada más sobre aventuras nunca más en su vida. Se sentía mal, todo el entrenamiento por el que pasó no sirvió para nada cuando se enfrentó a enemigos reales que querían hacerle daño, todas aquellas horas mejorando su técnica, para que al final un goblin la derribara tan fácilmente.
" ... Aún estás viva, así que puedes hacer algo. Si aún te queda algo de voluntad, úsala para hacerte más fuerte, o más hábil, o más lista. Mientras vivas, siempre hay una opción, pero nunca harás nada, si solo te quedas ahí, lamentándote... ".
Sus palabras habían sido duras, y cuando las escuchó se sintió molesta por el tono tan frío que usó, incluso la jóven sacerdotisa se sorprendió al escucharlo, pero ahora que había tenido tiempo para meditar en frío lo que dijo, por mucho que le molestará, tenía razón.
Por mucho que ella llorase, o se escondiera en su hogar, no conseguiría nada simplemente lamentando lo ocurrido. ¡Ella no quería!. Su padre no la había criado para que se rindiera tan fácilmente, él la había entrenado para superarse a sí misma.
Sabía que nunca superaría lo ocurrido; simplemente era algo demasiado horrible para olvidar, pero ella usaría ese miedo, esa impotencia… esa ira, para motivarse a seguir. Si, ella usaría toda esa ira, esa que comenzaba a crecer lentamente en su ser.
Ella se levantaría, ella entrenaría más duro que antes, ella mejoraría más de lo que lo había hecho, ella no se limitaría a sólo aquel estilo de pelea, ella aprendería lo que fuese necesario, ella soportaría cualquier cosa que tenga que soportar... Ella... Conseguiría su venganza...
"Entonces... ¿Qué harás...?".
Aquella pregunta resonó nuevamente en su cabeza. Y ahora ella tenía una respuesta.
Ella mataría a todos los goblins...
.
.
.
Con un andar calmado, Goblin Slayer se abría paso por un denso bosque que antiguamente había sido utilizado como hogar de los elfos, como tal, no sería extraño que hubiera alguna que otra trampa para disuadir a los visitantes no deseados. Usando 'Refuerzo' amplificó sus sentidos para ser capaz de notar cualquier cosa que sea mínimamente extraña.
Justo detrás de él, estaba la joven sacerdotisa que lo acompañaba. Su andar era algo torpe, quizás por lo extraño del terreno, o quizás por su falta de confianza, sea como fuere, ella se mantenía justo detrás de él, asegurándose de pisar los lugares en donde el Slayer pasaba, mientras miraba a su alrededor con nerviosismo.
Ambos comenzaban a acercarse a un gigantesco árbol, el cual antiguamente servía como hogar de los elfos que habitaban el bosque, aunque actualmente, era el nido de los goblins que invadieron el lugar.
A través de sus sentidos mejorados, el Slayer podía escuchar los ruidos de los goblins dentro de la fortaleza, aun no se habían encontrado con ningún goblin que vigile los alrededores, por lo que asumió que la mayoría, si no todos, estaban celebrando aún su victoria sobre los aventureros que llegaron antes.
Mientras comenzaba a pensar en cómo abordar la entrada a la fortaleza, notó un goblin solitario que vigilaba en una gruesa rama en lo alto de la fortaleza. El cual pareció haberlos notado, cuándo comenzó a correr dentro de la fortaleza alegremente.
— Nos vieron —. Le informó el Slayer a la sacerdotisa.
Con un suspiro, motas de luz comenzaron a formarse alrededor de su mano derecha. De pronto, un gran arco negro se formó en ésta. Con su otra mano, trazó una espada larga de aspecto simple. La única característica destacable, era el color rojizo de la hoja. La espada comenzó a reformarse hasta convertirse en una larga flecha metálica.
Colocó la flecha en el arco y tiró de la cuerda, mientras, la punta de la espada parecía volverse cada vez más roja. Esperó unos segundos, hasta que vió como el goblin regresaba junto a otro pequeño grupo. Soltó la flecha, y casi al instante, el goblin fue atravesado en la cabeza por el proyectil, el cual rebanó la mitad de su cráneo.
Sin dar tiempo a los goblins de pensar en lo que acababa de ocurrir, trazó mas flechas y las disparó hacia el grupo, cuando estas atravesaron a los goblins e impactaron en la fortaleza, éstas explotaron en una gran llamarada que comenzó a quemar todo a su alrededor.
— ¿Q-qué eran esas flechas...? —. Preguntó la sacerdotisa, sorprendida.
— Espadas con un encantamiento de fuego... —. Respondió el Slayer, mientras miraba los alrededores. — Hay que moverse. Planean escapar por la entrada principal —.
Ambos se comenzaron a mover alrededor de la fortaleza en llamas, los gritos de los goblins siendo quemados vivos se podían escuchar claramente a través de los muros de madera, cosa que parecía poner demasiado nerviosa a la joven sacerdotisa.
Goblin Slayer pareció notar su nerviosismo, y tras considerarlo unos segundos, puso su mano sobre la espalda de la joven rubia. — Cálmate. Respira profundamente y exhala. Mantén tu mente enfocada —.
La sacerdotisa lo miró algo desconcertada por unos instantes, pero luego siguió su consejo. Comenzó a respirar calmadamente, intentando aclarar sus pensamientos, tras varias respiraciones, ella pareció calmarse un poco. Aunque los gritos la seguían perturbando, ahora lo estaba manejando mejor.
Siguieron caminando un poco más, acelerando el paso, hasta que llegaron a la entrada principal de la fortaleza, allí, vieron mejor como el fuego estaba consumiendo todo a su paso, pero más concretamente, vieron el gran grupo de goblins que corrían despavoridos intentando escapar de las llamas.
— Hazlo —. Ordenó simplemente el Slayer.
— Oh madre tierra que rebosas de piedad... —. La sacerdotisa comenzó con su cántico mientras levantaba su bastón ornamentado frente a ella. Los goblins que corrían del fuego los vieron, sacando sus armas rudimentarias para eliminar a los dos aventureros que trataban de impedir su escape. — Por el poder de la tierra, otorga seguridad a nosotros los débiles... ¡[Protección]! —. Tras este cántico, una barrera translúcida se formó en la entrada de la fortaleza, bloqueandola completamente. Sin embargo, unos pocos goblins lograron salir antes de que se formara. Miraron hacía el lugar de donde habían venido, confundidos por sus compañeros que se quedaron detrás, sin notar la figura que se acercaba a ellos a una velocidad abrumadora.
Para cuándo se percataron de ésto, ya era demasiado tarde. Cuatro goblins fueron rápidamente asesinados por el Slayer, quien sostenía una espada negra curva, mientras observaba los cadáveres de los pequeños monstruos.
— L-lo siento... Fui muy lenta con el milagro —. Se disculpó la sacerdotisa mientras se acercaba a su compañero entre jadeos.
— No te preocupes... —. Respondió el Slayer, mientras miraba con aprobación el resultado de su plan. Tan pronto como la jóven sacerdotisa le había contado sobre el nuevo milagro que le fue otorgado, el comenzó a pensar en una manera de usarlo para impedir el escape de los goblins en una situación así. — Funcionó —.
La sacerdotisa por su parte, se había mostrado algo reacia a usar un don de la madre tierra para algo cómo ésto, se suponía que su deber como devota de la Madre Tierra, era el de brindar ayuda a quien la necesite. Por éso los milagros de la diosa de la tierra estaban mayormente enfocados en brindar apoyo, ya sea curando, o como el caso de su último milagro, brindando protección.
Sin embargo, el Slayer había ideado una manera de usarlo para matar goblins. Si bien estaba feliz de ayudar en todo lo que pudiera, hubiera preferido que fuese de una manera que estuviera acorde con las enseñanzas de su iglesia.
"Madre tierra... ¿Aun soy digna de tu gracia?... ¿Incluso luego de usar una de tus bendiciones de ésta manera…?"
— Dime cuándo termines de rezar... —. Ella salió de sus cavilaciones cuando escuchó la voz de su compañero. — Buscaré supervivientes. Mantente alerta ante cualquier cosa —.
— ¿Aun con lo que hiciste con la fortaleza? —. Preguntó ella.
— Por supuesto, ningún plan es completamente infalible. Algunos pudieron haber saltado desde alguna torre. O quizás se atrincheraron. O quizás encontraron una ruta de escape —. Explicó éste.
— Tu... ¿Pensaste en todas esas posibilidades? —.
— Siempre acostumbra a pensar en todo. La imaginación es un arma, quienes no la usan suelen morir primero —. Explicó éste antes de marcharse.
Ella lo vió irse, y no pudo evitar preguntarse, ¿Cuánto habrá experimentado para ser como era?. Ella apenas podía seguir las órdenes que él le daba, no creía que fuera capaz de idear los planes que él era capaz de formular de forma tan espontánea.
La hizo sentirse algo inútil, en comparación con él, ella era solo un poco mejor que una completa carga. Posiblemente él era capaz de resolver una situación como ésta incluso sin que ella estuviera para ayudarlo. ¿Realmente era necesaria?. ¿No estaría él mejor sin ella?.
Sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos. No podía volver a pensar de esa manera, era normal que él tuviera más experiencia, era un rando plata, mientras ella era apenas una novata. Lo mejor que podía hacer ahora era intentar aprender todo lo que pudiera de él.
Notó que el humo de las llamas comenzaba a cubrir gran parte del cielo, haciendo que se oscureciera. Las nubes grises parecían acumularse alrededor, haciendo que comenzara a llover. Era algo bastante oportuno, la fortaleza estaba casi completamente en llamas, y el fuego podría salirse de control, provocando un incendio forestal. Se preguntó brevemente si esto era obra de la madre tierra.
Tras unos minutos vió como el Slayer volvía. — Terminamos —.
Ella solo asintió, y ambos se marcharon del bosque.
.
.
.
El sudor corría por su rostro. Su respiración comenzaba a volverse errática. Se sentía bastante cansada. Pero aun así, no se permitió parar. Sus oponentes no le darían esa misericordia.
Una serie de golpes que había memorizado completamente siguió. Puñetazos, patadas, barridas, derribos. Posturas que su padre le había enseñado desde temprana edad. Todos fueron ejecutados con fluidez. Sin embargo, había un atisbo de rabia en ellos. Una furia que ardía lenta pero segura en cada uno de sus golpes.
Se permitió un momento para respirar y aclarar sus ideas. No podía permitir que la rabia la domine. Por muy enojada que estuviera, aún recordaba cómo su padre le decía en incontables ocasiones que, un guerrero cegado por la rabia, ya había perdido la pelea.
No, debía controlarse a sí misma. No apartar la rabia, ni tampoco dejar que la domine, debía usarla. Debía tomarla y hacer de ella una motivación, pero no un propósito.
Tomó otra larga respiración. Se permitió una ligera sonrisa al recordar todo lo que su padre le había enseñado.
— Veo que ya has tomado una decisión —. Una voz la sacó de sus pensamientos. Volteó para ver al dúo que la había visitado esta mañana.
De alguna manera, la armadura parecía algo más sucia de lo que recordaba. Talvez ambos volvieron de alguna aventura.
— Si... —. Respondió ella. La determinación era lo único en su mirada.
— ¿Entonces...? —.
— Iré contigo... Y mataré a todos los goblins —.
Un siniestro brillo rojizo parecía salir de aquel casco. Goblin Slayer simplemente asintió. — Muy bien —. Y se dió la vuelta para irse.
La sacerdotisa sonrió incómodamente ante su actitud, pero la artista marcial no parecía importarle. — Nos vemos mañana en el gremio —. Se despidió la rubia.
.
.
.
Una figura encapuchada caminaba hasta una multitud. En medio de ésta, un bardo cantaba, entusiasta sobre algo que le llamó la atención.
Un guerrero formidable, que erraba de pueblo en pueblo, enfrentando amenazas que nadie podía, y saliendo siempre victorioso.
En otra situación, no habría prestado atención a tal historia, de no ser porque estaba buscando precisamente a ése guerrero. Cuando la multitud se alejó del lugar luego de que el bardo terminara su canción, se acercó a éste.
— Oye... —. La encapuchada llamó la atención del trovador. — El aventurero del que cantaste, ¿Es real? —.
— Oh, por supuesto señorita. Escuché que vive en un pueblo en la frontera oeste, como a dos días de aquí —. Le respondió el hombre.
La encapuchada inclinó ligeramente la cabeza. — ¿Un pueblo...? En tu canción dijiste que erraba —.
— Oh, bueno... Eso... Ya sabe... —.
— Bueno, no importa, eso es más conveniente... —. Se quitó la capucha, revelando una hermosa joven de pelo verde claro, con rasgos suaves y expresión tranquila. Su rasgo más llamativo, eran sus orejas largas y puntiagudas. Era una descendiente de las antiguas hadas. Una elfa de los bosques.
— Estoy buscando a ese aventurero... El Orcbolg —.
.
.
.
Fin del capítulo