Paralizados por el encuentro los dos hombres se miraron fijamente por unos minutos que parecieron una eternidad mientras el silencio moribuno de la mansión de los Fisher tomaba el protagonismo de la escena.
Abel vio con horror a este hombre que lo venía acechando desde vaya a saber cuando, por la vestimenta que portaba, Abel dedujo que este secuestrador tambien era un guia que trabajaba en Golden valley dado que estaba vestido con la apariencia de un hombre burges del siglo 18, con un chaleco y pantalones negro muy porlijos, juento a una camisa blanca hecha a medida y sin una sola mancha. A primera vista, Abel distinguo que este hombre debía ser otro lunático diferente con el cual se había cursado la anterior vez, puesto que el físico de este hombre lejos de ser gordo y descuidado, era apuesto y tonificado. Con este cuerpo y con estas prendas, ciertamente uno no se asustaría por ver a este caballero en la calle y de hecho si lo viera uno diría: ¡Vaya elegancia!, ¡Qué apuesto!, ¡Qué porte que tiene este hombre!
No obstante, la parálisis de Abel no se debía al hecho de quedar maravillado con la elegancia de este hombre , sino venia del serio problema que había en su rostro, en primer lugar tanto los ojos como el pelo de este hombre estaban escondidos por un sombrero muy elegante de color negro que hacia juego con el traje, por lo que lo unico visible era la nariz de esta persona y su boca. Si bien la nariz de esta persona era particularmente grande, eso no arruinaba su apariencia y mucho menos causaría pánico al verla, pero todo lo contrario ocurría con la boca de este sujeto, no solo era anormalmente ancha y larga, sino que tenía una sonrisa forzadisima a la vista y inalterable, como si el hombre no pudiera hacer otra cosa además de sonreír, para alterar aún más los nervios de Abel los dientes de este dementes parecían haber sido pulidos de forma tal de que tenía unos dientes puntiagudos, amarillentos y afilados que daban asco solo con verlos.
Extrañamente ninguno de los dos hombres dijo ninguna palabra y en silencio se miraron por unos segundos, hasta que finalmente el caballero apuesto rompió el silencio al dar un paso hacia la dirección de Abel, provocó que el corazón del viudo por poco saliera de su pecho. Acto seguido, Abel dejó de mirar con asco la abominable sonrisa de esta persona y comenzó a bajar con las escaleras de la trampilla como si su vida dependiera de ello.
De forma automática y casi instintiva, Abel contuvo el dolor de usar su brazo roto y sacó de su bolsillo de su pantalón el encendedor que aún guardaba con el cual el viudo logro distinguir el escritorio y más importante aún, el viudo logro distinguir que arriba del escritorio se encontraba su ángel guardián: la caja de plata!
Abel corrió hacia la caja arriba del escritorio, la abrió y sacó el revólver que ahí guardaba, luego agradeció haber estado viendo video de como funcionaban las armas durante su viaje a Golden Valley. Con esos conocimientos y confiando en la increíble capacidad humana en momentos de vida o muerte, el viudo de forma bastante tosca logró sacar el tambor del revolver y colocar la bala en uno de sus agujeros, ciertamente el viudo no tenía idea si el aujero en donde puso la bala sería el beito primero aujero en dispararse o el último de todos, pero aun así confiaba en que solo tener el arma en sus manos sería suficiente como sacarle las ideas morbosas de este lunático como si de un baldazo de agua fría se tratase.
Sintiendo el poder que solo un buen arma podía otorgar en los momentos de desesperación, Abel se acomodo en una de las esquinas de la habitación y gritó en voz alta con todo su pulmón como si fuera un perro rabioso:
—Por qué no bajas ahora, malparido! ¡A ver si luego de ver el arma que tengo tienen los huevos tan grandes como para seguir rompiéndome las pelotas con esa sonrisa estúpida que tienes el rostro!
—...—No obstante nadie le respondió y dado que para entrar a este almacén subterráneo se debía usar el agujero en la trampilla que no estaba abierta el demente debía hacer mucho ruido para tratar de colarse, pese a ello como ya se mencionó: nada se estaba escuchando, parecía que el secuestrador se había quedado trabado en la puerta, o aun peor, había ido a buscar ayuda!