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La Bala

Sumido en el miedo a los desconocidos Abel trataba de controlar su respiración mientras miraba con preocupación a la escalera que daba acceso a la bodega, entre tanto el revólver que sostenía el hombre en sus manos temblaba constantemente de forma bastante errática y peligrosa.

No obstante, el miedo no se había apoderado completamente del hombre y pese al pánico del momento, Abel aún se mantiene medianamente cuerdo dado que se tenía confianza de poder dispararle a la persona que bajara por esas escaleras, pues no había que ser precisamente un gran tirador para darle a un blanco de más de un metro de largo y unos cuantos centímetros de ancho bajando por unas escaleras a una distancia que prácticamente podría describirse como a quema ropa.

Pese a que la idea y el coraje estaban en el cuerpo del hombre, la situación no se estaba desarrollando según lo que él esperaba y los minutos fueron pasando, hasta que finalmente pasó el suficiente tiempo como para que Abel se acercara a verificar si es que el hombre que lo estaba persiguiendo no se había retirado a pedirle ayuda al secuestrador gordo. Si eso ocurría la situación sería bastante problemática, puesto que el arma existía y estaba cargada, pero el gran detalle es que solo había una única bala para dos dementes y a no ser que los patitos se alinean en fila y el robin hood dormido en Abel despertara en el momento oportuno la situación sería más que complicada.

Abel con la lentitud de una tortuga se acercó hacia la trampilla, midiendo cada uno de sus pasos y apretando la empuñadura de su revólver en cada una de sus respiraciones; temeroso de que al acercarse lo suficiente a la entrada del sótano, el secuestrador aprovechara la oportunamente para saltar arriba de él. Aunque por suerte esa idea era bastante disparatada por el momento, puesto que el pequeño aujero en la trampilla no permitía tal hazaña.

*Cruiik*...*Cruiik*...Abel dio los últimos dos pasos que necesitaba para adquirir el ángulo para lograr ver aproximadamente que ocurría del otro lado de la trampilla en el techo, pero por desgracia al ver lo que lo esperaba el hombre se quedó completamente aturdido por unos segundos e inmediatamente levantó su revólver a la salida del sótano y gritó como un perro asustado:

—¡No te tengo miedo, cobarde!, ¡mira, estoy armado! por qué no intentas bajar y comes plomo!, no te será tan fácil agarrarme a mi, manga de subnormal!, y si no me tienes miedo a mi, entonces témele a lo que te ocurrirá en unos minutos, puesto que la policía está en camino y buscan tu culo!, ellos ya saben todo, les dije acerca de su escondite y de sus víctimas, es cuestión de tiempo para que los metan a todo su grupo de dementes preso. Les aseguro que esta vez no quedará ninguno de ustedes libre, no va a quedar un solo guía con el culo sucio en este condenado pueblo!

Por su parte el hombre apuntado por un revolver en la salida del refugio se limito a seguir sonriendo, ignorando completamente los gritos o el arma sostenida por Abel, tan demente como para no preocuparse de las advertencias del hombro o tan cuerdo como para asustarse lo suficiente como para quedarse en silencio y sin movimiento alguno, esperando que el miedo de Abel dismunullera y asi evitara comerse un balazo por error.

Lo cierto es que lo que pasaba por la cabeza de este asechador era un completo misterio y la expresión sonriente en su rostro no ayudaba mucho a revelar sus verdaeras intenciones, pese a ello su horripilante sonrisa no le daría la fama de un buen desconocido a esta persona y su falta de reacción para explicar la situación tampoco ayudaba a sacar la gran cantidad de cosas que pasaban por la cabeza de Abel en estos momentos.

Si bien este hombre y sus intenciones eran un misterio, lo innegable y lo que había asustado a Abel mas de la cuenta es que este hombre al parecer tenía la llave que evitaba la abertura de la trampilla, puesto que el candado en la misma había desaparecida y el asechador había abierto la trampilla, teniendo la posibilidad de meterse en el sótano en cualquier momento, pese a ello sus movimientos no indicaba que tuviera intenciones de entrar en este sótano.

—¡Que vas a quedarte en silencio mirándome todo el día!, Habla, carajo, o te juro que te voy a embocar un balazo!—Grito Abel enojado con la falta de respuesta de este misterioso acechador

—…—Pese a los gritos la sonrisa en el rostro del acosador no parecía siquiera poder salir de su rostro, por lo que Abel no recibió respuesta alguna más que un incómodo y extremadamente largo silencio.

—Al menos dime quien eres y por qué me estás haciendo esto a mi?, ¿nos conocemos?, te jodi la vida en algún momento por error? o por que mierda su grupito de dementes está tan comprometido a cagarme la vida de semejante forma?—Rugio Abel tomando coraje con su violenta voz, sintiéndose seguro con el arma y sabiendo que ahora mismo se encontraba en una carrera contra tiempo, tenía que lograr que este lunático le tuviera el suficiente miedo como para que no buscará ingresar a este refugio improvisado y de tal manera evitara consumir su tan preciosa bala.