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Capítulo 3: Hierro muerto

Siete legiones habían sido enviadas para derrotar a los rebeldes de Horus Lupercal con facilidad y llevarlos ante el Emperador, para ser juzgados por sus crueles actos. Pero el Señor de la Guerra Horus había esperado aquel movimiento por parte de su padre, subvirtiendo a cuatro de las siete legiones enviadas en su contra y creando una trampa mortal para las tres restantes. El padre de hierro Har'kan Meltus había visto cómo las legiones de refuerzo de la segunda ola se habían vuelto contra ellos, matando a cientos de sus hermanos y los habían acorralado entre dos frentes de matanza. Aquella traición había enfurecido a su padre genético, Ferrus Manus y se había lanzado en un ataque frenético contra la Legión rebelde de Fulgrim, en un intento iracundo de acabar con su hermano más querido, solo para encontrar un trágico y sangriento final. Har'kan observó a los pocos supervivientes de su legión, que había conseguido reunir en aquel caótico campo de batalla y los había mantenido en movimiento. Notaba su estado de ánimo, la noticia de la muerte de Ferrus los había galvanizado y enfurecido, negándose a huir de aquel campo de batalla y solo deseaban una cosa, recuperar el cuerpo de su padre caído. Avanzaban entre los cadáveres de cientos de legionarios, cubriéndose utilizando los cráteres de los bombardeos de la artillería y los restos de vehículos destruidos hacia un lugar específico, la última posición conocida de su Primarca antes de morir.

Las explosiones y el sonido de combate se apagaban según se alejaban del frente de batalla, mientras acortaban la distancia hacia su objetivo. Har'kan frunció el ceño, podía ya ver el cuerpo de Ferrus en la distancia entre un mar de cuerpos enfundados en armaduras de color púrpura o negras. Los rostros contorsionados y deformados de los Hijos del Emperador parecían mirarle de manera lasciva y divertida, como si les hubieran sentido un gran placer en la muerte y eso lo asqueó profundamente. Sus guerreros se detuvieron al unísono y Har'kan tembló en el interior de su servo-armadura, al ver el estado del solitario cadáver de su Primarca. Ferrus Manus había sido decapitado y su cabeza había sido robada como trofeo por Fulgrim, el cuerpo estaba destrozado y mutilado, como si alguien se hubiera ensañado con el cadáver por diversión. Mientras observaban absortos y conmocionados la grotesca escena, cuatro decenas de Astartes enfundados en servo-armaduras púrpuras y sosteniendo sus armas se alzaron en silencio entre los muertos, rodeando a los Manos de Hierro. El chasquido del amartillado de las armas sacó a Har'kan y sus hombres de su pesarosa contemplación, para comprobar que estaban rodeados por guerreros de aspecto bizarro. Sus armaduras púrpuras estaban adornadas en oro y plata, cubiertas con joyas y sedas de textura vaporosa, sus manos sujetaban armas extrañas conectadas a por cables a sus generadores dorsales, sus rostros maquillados estaban contorsionados y deformados, cubiertos de piercings y pendientes, que se mezclaban con las cicatrices en patrones horrendos. El líder de aquellos estrafalarios Astartes avanzó con los brazos abiertos, sujetando una espada de duelo en cada mano y sonriendo cómo si les diera una afectuosa bienvenida.

-¡Sed bienvenidos al funeral de Ferrus! -la voz de Hijo del Emperador sonó aflautada y jovial, como si les invitará a una celebración. -Podéis darle una despedida afectuosa y pensar en rendiros ante nosotros. No seáis tan inconscientes cómo vuestro Primarca y uniros al bando vencedor, sobretodo tu Har'kan.

-Te reconozco, eres Licerian de la Guardia del Fénix -dijo con amargura Har'kan, observando con odio al Hijo del Emperador y viendo como estaban rodeados. -Mírate, tienes un aspecto asqueroso y deformado… habéis seguido a Fulgrim en su locura. No vamos a traicionar al Imperio y al Emperador, lucharemos hasta el final ante el cuerpo de Ferrus y vengaremos su muerte.

-Siempre tan estúpidos y estoicos de mente mecánica -espetó Licerian negando con la cabeza y señalando a Har'kan con una de sus espadas. -Os he dado una oportunidad de uniros y me rechazas, ahora os mataremos a todos y nos divertiremos con el cuerpo de tu Primarca.

-Yo creo que no va a pasar nada de eso -una voz femenina y vengativa retumbó en los oídos de todos los Astartes allí reunidos arrastrada por el suave viento. -El cuerpo de Ferrus es para mi señor y vuestro destino será decidido únicamente por mí.

Cientos de zarcillos oscuros salieron de las sombras de los dos bandos de Astartes y repararon como serpientes, enróscandose en sus acorazados cuerpos e inmovilizándolos como si fueran voluminosas estatuas de antiguos titanes. Un leve destello se transformó en una herida en la misma realidad ante los pies del cadáver de Ferrus Manus y cinco figuras acorazadas salieron con paso rápido, antes que aquella abertura se cerrará con rapidez y desapareciendo como si nunca hubiera existido. Trajana se llevó las manos a la cabeza y se quitó el casco, su rostro pálido y su ceniciento pelo fue azotado por la leve brisa, que transportaba el hedor de la muerte y la traición, mientras sus cuatro guerreros formaron detrás de ella con sus armas listas para combatir. Sus oscuros ojos se posaron en la ruina que era Ferrus, aquel Primarca muerto era un botín enorme para Malal y pensaba llevárselo a cualquier precio, pero tal vez podría tener aún más ganancias en aquella situación y un poco de sangrienta diversión.

-¿Quién eres, Perra? -gruñó Licerian forcejeando sin éxito para liberarse de sus ataduras sombrías, mientras la miraba con odio y desprecio con sus pintados ojos. -Suéltame o haré que te aten a una mesa de tortura para mi diversión.

-¿Todos tus antiguos hermanos eran tan arrogantes, Lenial? -la pregunta de Trajana estaba cargada de frío desprecio y sonrió cruelmente a Licerian, mientras desenfundó su hacha del Pánico y la sopesó con tranquilidad. -Asegurad el cuerpo y preparadlo para la extracción, mientras tendré una pequeña charla con nuestros prisioneros.

-Por desgracia, todos los que siguieron a Fulgrim en su traición lo eran, mi Señora -Lenial respondió de manera respetuosa y con algo de resentimiento por su antigua Legión. -El cuerpo estará listo en unos pocos minutos, para ser extraído de forma segura.

Har'kan observó en silencio la situación, sintiendo como los zarcillos lo aprisionaban, viendo como los Hijos del Emperador y sus guerreros gruñían enredándose más y más, al luchar contra sus sombrías ataduras. No sabía quiénes eran aquellos Astartes y la mujer a la que seguían, sus colores e insignias no se correspondían con ninguna Legión y habían inmovilizado tanto a leales como traidores. Trajana caminó con paso tranquilo, como si estuviera en una simple plaza de un pueblo, en vez de en un campo de batalla y estudió con mirada escrutadora a cada Astarte como si fuera ganado, hasta detenerse en el espacio que separaba a Licerian de Har'kan y sonreír como un depredador.

-Miraos ambos bandos, estáis rotos -la voz de Trajana sonaba con un tono de reproche y de odio hacia aquellos dos grupos de Astartes. -Los hijos de Fulgrim habéis sido retorcidos y pervertidos, arrojados por vuestro padre a una espiral de decadencia eterna -una mueca de asco contorsiono su rostro al mirar a Licerian y sus hijos del Emperador, luego miró a Har'kan de manera pensativa y se tocó con delicadeza la barbilla con una de sus manos acorazadas. -Y vosotros no sois mucho mejores, despreciando vuestros cuerpos y sentimientos, siendo más máquinas que humanos. Aun así, habéis acabado aquí, buscando el cuerpo de Ferrus por vuestros remordimientos de culpa.

-Puedes ser, la carne es débil y la máquina es eficiente -respondió con frialdad Har'kan, aguantando la mirada de Trajana y formulando la pregunta que flotaba en el fondo de su mente desde que ella apareció. -Pero eso no importa ahora, por qué nos tienes en tu poder. ¿Qué es lo que deseas?

-¡No ves lo que desea, imbécil! -interrumpió Licerian enfurecido, cada vez más inmovilizado por los oscuros zarcillos que cubrían su voluminoso cuerpo. -¡Solo divertirse a nuestra costa! ¡Va a matarnos y humillarnos!

-¡Silencio perro! ¡Me he hartado de tus ladridos! -Trajana hizo girar el mango del hacha entre sus manos y descargó la hoja sobre la deforme y maquillada cabeza de Licerian. Un chorro de sangre negra manchó la armadura y su encolerizado rostro al arrancar el hacha de los restos del Hijo del Emperador y rugió al cielo. -¡Yo soy la venganza! ¡Os ofrezco ese don o la muerte! ¡Elegid bastardos!

Un silencio sepulcral se apoderó de aquella zona del campo de batalla, todas las miradas se clavaron en el cadáver de Licerian que se convulsionaba en pie sujeto por los zarcillos de oscuridad. Trajana se movió entre los Astartes de ambos grupos, escrutando sus mentes y almas con sus oscuros ojos, liberando de las sombras a aquellos que tenían en su corazón la sed y la amargura que deja la venganza. Se detuvo ante Har'kan y sus miradas se enfrentaron, podía notar cómo su corazón se debatía entre la venganza por la muerte de su Primarca y el deber de su Legion con un Imperio, que lo había mandado a morir a aquel matadero. Una sonrisa fría apareció en el pálido rostro de Trajana, sabiendo que podía explotar sus dudas y arrastrarlo con facilidad al camino de la venganza.

-Dudas, Har'kan -Trajana lo dijo sin tapujos al confundido padre de hierro, a la vez que señalaba con el Hacha del Pánico al cadáver ya preparado para ser transportado de Ferrus. -¿Vas a desaprovechar la oportunidad de vengarte de Fulgrim y Horus por la muerte de tu Padre? ¿Vas a dejar sin castigo la incompetencia del Imperio por conduciros a una muerte segura?

-Yo quiero vengarme…-las palabras salieron de forma dudosa de los resecos labios de Har'kan, que temblaba de indecisión aprisionado entre los zarcillos tan oscuros como su servo-armadura. -Pero si sigo ese camino… estaré yendo contra la obra de Ferrus y destruyendo su legado.

-¿El legado de Ferrus? -la pregunta de Trajana estaba cargada de ironía, conocía la historia de cada Primarca y Ferrus, no era el mejor entre ellos. -Ferrus tuvo la oportunidad de transformar Medusa en un paraíso tecnológico y de incluso crear un reino, que rivalizaría con Ultramar. Pero en vez de eso, dejo a su gente pudrirse entre la basura de eras olvidadas y mandó a cientos de millones a morir en sus campos helados -cada palabra era una puñalada en las convicciones de Har'kan y una verdad, que se había negado a reconocer. -Solo buscaba guerreros fuertes y crueles, que tuvieran un corazón tan frío como una máquina y se negó a hacer a lo que estaba destinado. Es tu última oportunidad, acepta el camino de la venganza y se libre de las cadenas que atan tu alma.

-Libérame y te serviré -Har'kan pronunció con amargura las palabras, pues había recordado las purgas de Ferrus en la Legión para liberarla de aquellos, que le parecían débiles y negado cualquier gloria a los Manos de Hierros bajo su mando. -Mis armas y conocimientos servirán a la venganza, a mi venganza contra aquellos que me han llevado a este momento y lugar.

-Que así sea -asintiendo Trajana chasqueó sus dedos y los zarcillos que cubrían a Har'kan se retiraron, dejando caer de rodillas al legionario sobre el polvoriento suelo. -Álzate guerrero, reúnete con el resto de mis nuevas huestes y preparaos para vuestra prueba de sangre.

Har'kan obedeció en silencio, avanzando hasta el cadáver de Ferrus sin atreverse a mirar atrás a sus hermanos que acababa de traicionar. Cuatro guerreros enfundados en bronce de rostros pálidos y cabellos cenicientos custodiaban el cadáver y lo observaban de manera impasible con unos ojos tan oscuros como los de su maestra. Incómodo se reunió con el resto de legionarios elegidos por Trajana, diez Astartes de ambos bandos, que se miraban en silencio y de manera desconfiada, sin apartar las manos de las empuñaduras de sus armas. Trajana dio la espalda a los legionarios aprisionados y volvió con el grupo que había formado, sus cuatro guerreros avanzaron hasta ella y saludaron golpeando sus pectorales acorazados con sus puños derechos a la vez que se arrodillaron. Har'kan y el resto de legionarios seleccionados imitaron a aquellos guerreros pálidos, guardando un incómodo silencio y notando la mirada de Trajana observándolos complacida por aquella muestra de respeto.

-Formad líneas de combate -ordenó con frialdad Trajana, girándose y sopesando su hacha, mientras los zarcillos de oscuridad liberaban a los Astartes prisioneros. -Nuestros enemigos están listos para nuestra venganza, seguidme a vuestro bautismo de sangre. ¡Por la Venganza! ¡Por Malal!

Sin mirar atrás, Trajana se lanzó a la carga contra los legionarios de los Manos de Hierro e Hijos del Emperador, que formaron una línea de combate y dejaron su enemistad para intentar sobrevivir. Escuchó detrás de ella el rugir del Bólter Pesado de Vartus, el siseo de la espada de energía de Lenial, la risa brutal de Kortal y el chirrido de la espada sierra de Dorak. Sus cuatro guerreros la escoltaban, matando de manera cruelmente eficiente y formando una punta de lanza alrededor de Trajana y rompiendo la línea de defensa de sus enemigos. Har'kan y los demás siguieron la carga de aquel pálido grupo, chocando contra sus antiguos hermanos y combatiendo de forma cruel, mientras las lágrimas amargas caían de sus ojos a la vez que sentía cierta liberación en aquel sangriento acto. Una risa de placer salió de los labios de Trajana, mientras segaba cuerpos con su hacha y disparaba a bocajarro con su Bólter contra sus enemigos, sintiendo el placer de vengarse de aquellos que habían traicionado al Imperio y de los que no habían estado a la altura, para detener la tradición de Horus. Har'kan escuchó aullar las armas sónicas de los Hijos del Emperador que había seleccionado Trajana y vio con asombro como las ondas sonoras reducían a escoria a los otros hijos de Fulgrim, mientras su hacha de energía partía a sus antiguos hermanos de batalla, sintiendo un extraño calor llenarle el pecho con cada vida que segaba. Trajana se alzó sobre dos Astartes caídos de ambas Legiones y sonrió al ver la escena con la cara totalmente empapada en sangre, todos los que había seleccionado habían sobrevivido y asesinado a sus antiguos hermanos, consagrándose sin saberlo al vengativo y anárquico dios Malal. Alzó su hacha al cielo y rugió, las sombras volvieron agitarse y envolvieron con un suave abrazo a todos los Astartes de los Hijos de Emperador y los Manos de Hierro, devorando los colores de sus Legiones y dejando en su lugar el antiguo bronce bruñido y los detalles de un color negro, que parecía devorar la luz. Har'kan y el resto gritaron al sentir la energía oscura de Malal cambiarlos, sus pieles se volvieron grises y sus cabellos cenicientos, mientras notaban como entregaban su alma a su nuevo señor, para caer finalmente al suelo de rodillas con sus oscuros ojos mirando a las cinco figuras, que observaban la escena con tranquila familiaridad de haber pasado por aquel rito.

-Dorak ponlos en pie -Trajana lo dijo con apatía y frunciendo el ceño, al notar cómo el fuego del combate y el placer de la venganza cumplida se apagaba en el interior de su corazón. -Recogeremos nuestro botín y nos marcharemos de este campo de batalla. Malal estará complacido con tener el cuerpo de un Primarca en su poder, para revivirlo y corromper lo que quede de su alma.

-Sí, mi señora -Dorak asintió y con un solo gesto de su mano, el resto de la escuadra se dispersó para levantar a los aturdidos nuevos Renacidos, obligándolos a recoger el cadáver de Ferrus y ponerse en marcha. -¿A dónde iremos ahora? ¿Cuál es nuestra próxima misión?

-Volvemos a casa, al templo de Malal -las palabras salieron con extraña suavidad de los labios de Trajana, mientras avanzó hasta donde estaba arrodillado Har'kan y le ofreció una mano para qué se levantará. -Arriba Har'kan, ahora eres el señor de las forjas de la venganza de Malal y mío, sírveme bien y te bañarás en mares de sangre de tus enemigos.

-No tengo más camino que la venganza, esa ha sido mi elección -respondió Har'kan agarrando el brazo de Trajana y levantándose, mientras vio como se movían todos los demás y empezaban a formar alrededor del cadáver de Ferrus. -¿Cómo nos iremos al Templo de Malal? ¿Tienes una nave en órbita, mi señora?

-¿Quién necesita una nave? -preguntó con cierta diversión Trajana balanceando su Hacha del Pánico y abriendo una herida en la realidad, que mostraba un templo antiguo y desgastado construido en un asteroide sobre un espacio de colores cambiantes. -¡Recoged el cuerpo de Ferrus con cuidado! ¡Nos vamos a casa!

Una docena de legionarios alzaron el cadáver de Ferrus Manus y empezaron a caminar hacia la herida de la realidad, como si fuera una procesión funeraria en silencio reverencial y pisando con indiferencia total los cuerpos de los caídos, como si fueran una simple calzada empedrada que recorrer. Trajana caminaba detrás del cuerpo del difunto Primarca, escoltada por sus guerreros y Har'kan, igual que una viuda encabezaría la marcha fúnebre de su difunto esposo. Todos fueron cruzando la herida, primero el grupo que portaba el cuerpo frío del Primarca y luego cada legionario sin dudar o mirar a sus antiguos hermanos caídos, mientras una cruel risa divina era arrastrada por la brisa complacida, por los actos allí cometidos de venganza y profanación.