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Cansancio

La tensión en el castillo se espesaba como la niebla nocturna. Clei, exhausto por la danza y la carga de su papel, se desplomó en un desmayo involuntario. Seian, sabiendo su naturaleza gamma, lo sostuvo con delicadeza, como si protegiera un tesoro frágil.

Idia murmuró con complicidad: "Fueron muy duros con él." Sabía que las palabras de los "hermanos" habían dejado marcas invisibles en el príncipe.

Abraxus, siempre directo, agregó: "Solo dijimos la verdad." Su mirada afilada se clavó en Clei, como si buscara culpables.

Seyan, el observador, no se quedó atrás: "Además, salió a bailar con ropa que demostraba su piel." La insinuación hizo que Seian apretara los puños. ¿Acaso su vulnerabilidad era un pecado?

Pero Eir, la voz de la razón, intervino: "BASTA. Estamos en presencia de él aún. Además, mañana tendrá otro día agotador, igual que ustedes. Aunque no me agradará el coqueteo de Clei con desconocidos, debemos descansar todos."

El príncipe yacía en brazos de Seian, su aliento frágil como el suspiro de una estrella. El festival de las estrellas había dejado huellas profundas, y Clei sabía que su papel no solo era danzar en el escenario, sino también equilibrar las relaciones y los corazones.