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Tenciónes

La tensión en el aire era palpable, como si las sombras mismas se retorcieran en respuesta a las palabras de los "hermanos" de Clei. El príncipe, exhausto por la danza y la carga de su papel, se sentó en su lugar, sintiendo el peso de las miradas sobre él.

Idia, la única excepción junto son Seia, le sonrió con complicidad. Sus ojos oscuros parecían comprender más allá de las palabras. Pero los demás... oh, los demás lo veían como una presa, un objeto de deseo o desdén.

Deymon, con su amargura afilada como una espada, no perdió la oportunidad de herir. "Tranquilo, Clei. No tienes pareja, ¿verdad? No hay razón para no ser deseado." Su voz tenía un doble filo, y Clei sintió cómo se clavaba en su corazón.

Seyan, siempre observador, agregó: "Nuestro pequeño no resultó diferente a Asmodeus." La mención del demonio caído hizo que Clei se estremeciera. ¿Acaso su destino estaba escrito en las estrellas?

Pero el príncipe no se dejó acorralar. Se levantó con determinación. "YO NO coquetee con nadie. Mucho menos me acostaría con alguien de mi pueblo. Saben que confunden amor con admiración. Nunca cruzaría esa línea."

El tema se dio por sentado, pero la inquietud persistía. Clei miró al cielo estrellado, buscando respuestas. ¿Qué papel le aguardaba en este delicado equilibrio entre los reinos? Solo el tiempo y las estrellas lo dirían.