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Doce. Juego malabares.

—¡Billy! —grito mi padre en cuanto bajo de su coche.

Abrí la puerta de la casa y entre, dejándola abierta para que los demás entraran.

Fui a la sala y ahí estaba Eric pegado a la televisión viendo los deportes.

Rápido fui a dejar mis cosas a mi cuarto y bajé.

—Hace tiempo que no nos vemos. Confió que no sea un mal momento. —dijo Billy.

Fue lo primero que escuche de la conversación cuando baje.

—No, es magnífico. Espero que puedan quedarse para el partido. —dijo mi padre.

Jacob mostro una gran sonrisa.

—Creo que ese es el plan…nuestra televisión se descompuso la semana pasada. —

Billy le dirigió una mueca a su hijo y añadió:

—Y, por su puesto, Jacob quería volver a ver a Elina. —

Jacob frunció el ceño y agacho la cabeza, sus mejillas se pusieron rojas.

—¿Tienen hambre? —pregunto mi madre.

—No, cenamos antes de venir. —respondió Jacob.

—¿Y tú, cariño? —le preguntó a mi padre.

—Claro, amor. —le dijo con una sonrisa de agradecimiento.

Mi madre se fue a la cocina, a preparar algo de comer.

—<Elina, ¿Quieres comer tú también?> —me pregunto.

—<Si, gracias Omma.> —le dije sonriendo.

—<Ve y pregúntale a tu hermano si también quiere, por favor.> —

Con un asentimiento fui a la sala.

—"Eric, pregunta Omma ¿que si quieres algo de comer?" —

Volteo a verme

—Si, gracias me muero de hambre. —dijo mientras se sobaba el estómago.

Fui a decirle a mi madre mientras me sentaba en el pequeño comedor que estaba en la cocina, cuando siento a alguien a mi espalda.

—Bueno, ¿Y cómo te va? —preguntó Jacob.

—Muy bien. —sonreí. —¿Y a ti? ¿Ya terminaste el coche? —

—No, aun necesito piezas. Pedimos ese prestado. —dijo mientras señalaba al patio delantero.

—Lo siento, pero no he visto ninguna pieza, ¿Cuál era la que estabas buscando? —

—Un cilindro maestro. —sonrió y de repente añadió. —¿No te gusta el auto de tu hermano? —

—¿Qué? ¿Por qué lo dices? —le dije extrañada.

—Ah. Me lo preguntaba porque hace rato estaba otro coche en la entrada. —

—Di un paseo con un amigo. —

—Un buen coche. —comento con admiración. —Aunque no reconocí al conductor. Creía conocer a la mayoría de los chicos de por aquí. Parecía que papá lo conocía. —

—Elina, ¿Me puedes pasar los platos?, por favor. —me dijo mi madre.

—Claro. —dije mientras me levantaba y le pasaba cuatro platos.

—Gracias cariño. —me dijo. Mientras me iba a sentar a donde estaba antes.

—¿Quién es? —pregunto Jacob cuando me senté a su lado.

—Edward Cullen. —

Se echo a reír, parecía un poco avergonzado.

—Viejo supersticioso. No le gustan los Cullen, piensa que son los Fríos de la leyenda. —

—¿Crees que le diga a mi padre? —

—No creo, el otro día Charlie lo regaño bastante la última vez que fuimos a su casa. Creo que su hija Bella anda haciendo cosas extrañas desde que les conté las leyendas. —

—Ella en si es un poco extraña. —dije y nos reímos.

Nos fuimos a sentar a la sala una vez que mi madre nos dio un plato a cada uno. Estuve charlando con Jacob todo el rato en lo que el partido terminaba.

—¿Tus amigos y tu regresaran pronto a la playa? —preguntó una vez finalizado el partido, mientras empujaba la silla de ruedas de su padre hacia la puerta.

—No estoy segura. —contesté.

—La pasamos bien, Graham. —dijo Billy.

—Ven para el próximo partido. —le animo mi padre. —También invitare a Charlie. —

—Seguro, aquí estaremos. Que pasen buena noche. —sus ojos se enfocaron en mí y su rostro se volvió serio. —Cuídate, Elina. —

—Gracias. —le dije con una sonrisa que parecía más una mueca.

Me dirigí hacia las escaleras en lo que mis padres se despedía desde la entrada.

—Espera, Elina. — dijo mi padre.

—¿Sí? —dije mientras volteaba.

—No nos vas a dar el abrazo de buenas noches. —dijo mientras abría los brazos para que lo abrasara.

Baje los pocos escalones que había subido y abrace a mi padre para después darle un beso en el cachete y luego hacer lo mismo con mi madre.

—Buenas noches. —les dije. —Appa. —lo llame cuando me acorde que no le había pedido permiso para ir de paseo el domingo.

El volteo y me miro interrogante.

—¿Quería saber si me dejarías ir el domingo a Seattle? —le dije mientras le sonreía inocente para que me dejara ir.

—Si claro. Solo no llegues tarde. —

—Gracias Appa. —le di un beso en el cachete y subí corriendo las escaleras antes de que me preguntara como y con quien iría.

Cuando llegué a mi cuarto cerré la puerta y me puse a hacer la tarea.

Esa noche dormí muy bien ya que estaba lo suficientemente cansada, como para despertarme en la mitad de la noche.

Cuando baje las escaleras el día siguiente iba feliz y tarareando la melodía de una de mis canciones favoritas de K-pop. Mis padres que ese día se irían más tarde y mi hermano se dieron cuenta.

—Te miras muy feliz el día de hoy. —dijo mi madre sonriendo.

—Es viernes. —

En cuanto mis padres y Eric se fueron, me fui a hacer lo que me faltaba para estar completamente lista, me puse mis botines de tacón, tomé mi bolso y salí. Edward ya me esperaba en su coche con las ventanillas abajo y el motor apagado.

Al subirme al asiento del copiloto, me dedico una sonrisa traviesa, la cual fue inevitable regresar, además de que estaba de buen humor.

—Buenos días. —le dije mientras me ponía el cinturón de seguridad.

—Buenos días. ¿Cómo dormiste? —me pregunto.

—Muy bien, ¿Qué tal tu noche? —

—Placentera. —dijo mientras una sonrisa traviesa estaba en sus labios. Me estaba perdiendo de la broma privada.

—¿Puedo saber por qué? —le dije curiosa.

—No te desvíes, hoy sigue siendo mío. —

Quería saber sobre mi familia, que hacía con mi madre, que cosas le gustaba a mi padre hacer, como fue mi infancia teniendo un mellizo. Que hacíamos mi familia y yo en nuestro tiempo libre y luego sobre mi abuela que vivía en corea, amigos en el colegio, sobre los chicos con los que había salido y si había tenido novios, y si había tenido dos.

—¿Y no hubo ningún otro chico que te gustara aparte de tus antiguos novios? —

—Había algunos chicos que me invitaron a citas, pero al final resultaba que no eran muy agradables, siempre hablaban sobre cosas superficiales, y luego me mude aquí. —

El día siguió con normalidad, el preguntando y yo contestando. Para ese momento ya estábamos en la cafetería.

—Hoy vas a tener que ir con tu hermano de regreso. —dijo.

—¿Por qué? —

—Me voy a ir con Alice después del almuerzo. —

—Está bien. Solo le tengo que avisar para que no me deje, aunque no es tan lejos de todos modos. —

—Me quedo más tranquilo si fueras con tu hermano, nunca dejaría que te fueras caminando. —

—Pues la verdad no me importa caminar. —

Me miro serio, como si pensara que con tan solo caminar hacia mi casa me fuera a pasar algo. Que exagerado.

—¿Adónde vas a ir? —le pregunte cambiando de tema.

—De caza. Si voy a estar contigo el domingo tengo que tomar varias precauciones. —

—¿A qué hora nos veremos pasado mañana? — quise saber.

—Depende… Es domingo. ¿No quieres descansar un poco después del baile? —

—Si, un poco. — le dije. —Yo creo que como a las nueve de la mañana ya estaré despierta. —

—Entonces te veré a esa hora. ¿Estarán tus padres ahí? —

—Solo mi madre. Mi padre se ira dos días de pesca con sus amigos. —le dije mientras sonreía.

—¿Y que pasara si no vuelves? —dijo con voz cortante.

—No sé. Talvez mi padre llame a su amigo, ya sabes, él es policía. —le dije con una sonrisa malvada.

Me miro con el ceño fruncido, y le devolví la mirada. Creo que se enojó, Ups.

—¿Que vas a cazar? —le pregunté cuando me aburrí del juego de miradas.

—Cualquier cosa que encontremos en el parque. —parecía divertido por mi pregunta, como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Por qué vas con Alice? —pregunté curiosa.

—Alice es la más…compasiva. —

Frunció el ceño al hablar.

—¿Y los otros? ¿Cómo han reaccionado? —pregunte.

Arrugo la frente durante un momento.

—La mayoría con incredulidad. —

—No les agrado. —supuse.

—No es eso. No comprenden mi interés y cercanía hacia ti. —

—Bueno, primero me tienen que conocer y luego juzgar. ¿No crees? —le dije con una sonrisa de oreja a oreja.

—Por supuesto. —dijo devolviendo la sonrisa. —Todavía intento descifrarte bien, con la ventaja que poseo. —dijo mientras tocaba su frente con discreción. —Disfruto de un compresión superior sobre la naturaleza humana. Las personas son predecibles, pero tú nunca haces lo que espero. Siempre me tomas desprevenido. —

Desvié mi mirada para poder ver a su familia, de repente, Rosalie, su rubia hermana, volteo para echarme un vistazo. No, no para echarme un vistazo, para darme una mirada de ojos fríos y oscuros. Le devolví la mirada igual para que supiera que no me iba a intimidar, se sorprendió que le sostuviera la mira, le sonreí de lado y le guiñe un ojo, me dio una sonrisa incrédula. Y voltee a ver a Edward, el parecía sorprendido de que no hubiera cedido ante la mirada de su hermana.

—Te iba a pedir disculpas por la mirada de mi hermana, pero veo que tú puedes sola. —dijo con una sonrisa. —Creo que le caes un poco mejor ahora. —

—No es necesario que me ayudes en todo. —le dije con una sonrisa—¿Por qué no le caía tan bien antes? —

—Está preocupada. Ya sabes…Después de haber pasado tanto tiempo en público contigo no es solo peligroso para mi si…—

—¿Si…? —

—Si las cosas salen mal. —

Lo mire, parecía angustiado ante la posibilidad de que algo saliera mal.

—¿Tienes que irte ahora? —

—Si. —dijo serio, pero luego cambio de ánimo y sonrió. —Probablemente sea lo mejor. En Biología aún falta soportar quince minutos de esa espantosa película. No creo que aguante más. —

Me tomo por sorpresa, que de repente Alice se encontraba atrás de Edward. Su pelo puntiagudo, negro como la tinta rodeaba su delicado y pequeño rostro. Edward la saludo sin dejar de mirarme.

—Alice. —

—Edward. —respondió. Su voz era aguda, pero no para molestar, era agradable.

—Alice, te presento a Elina…Elina, esta es Alice. —nos presentó de manera informal.

—Hola, Elina. —sus ojos brillaron y me dio una sonrisa cordial, que no dude en regresar. —Es un placer al fin conocerte. —

—Hola, Alice, digo lo mismo —dije amable.

—¿Estas preparado? —le preguntó.

—Casi, me reuniré contigo en el coche. —le contesto.

Alice se alejó sin decir nada más.

—¿Debería decir "Que te diviertas"? —le pregunte.

—Claro, funciona bien. —

Esbozo una amplia sonrisa.

—Que te diviertas mucho. —le dije devolviendo la sonrisa.

—Lo intentare. —seguía sonriendo. —Diviértete en el baile de mañana. —

—Claro que lo hare. —le dije mientras sonreía.

Se puso de pie y yo hice lo mismo.

—Te veré el domingo. —le dije.

—Hasta el domingo. ¿Crees soportar tanto tiempo? —dijo burlón.

—No seas exagerado. —le dije mientras le daba un empujón, que no lo movió ni un centímetro.

—Hey, sin violencia señorita. —dijo jugando. —El domingo estaré puntual en tu casa. —me prometió con una sonrisa pícara.

Extendió la mano acariciándome la cara, dio la vuelta y se alejó.

Me dirigí a la clase de Biología. Fue normal la clase, a pesar de la mirada intensa que me daba Isabella, le hice un gesto como de "¿Qué quieres?" ella solo rodo los ojos y volteo a otro lado. Ya no soportaba las miradas que me daba, se volvían más irritantes con el paso del tiempo.

En la clase de gimnasia Mike volvió a dirigirme la palabra.

—Lista para el baile. —me dijo con entusiasmo.

—Si, listo para bailar toda la noche. —le dije bailando de manera rara, a lo que el rio.

—Hey, se me había olvidado decirte que vamos a ir en grupo, por si quieres unirte junto con tu pareja. —

—Si, será divertido bailar todos juntos, pero de todos modos le preguntare a Nick. —le dije con una sonrisa.

Nicolas y yo, ya nos habíamos puesto de acuerdo sobre el baile, estuvimos hablando todo este tiempo por mensajes desde que me pidió ser su pareja para el baile y todo eso. Me había caído muy bien.

—Está bien. —dijo medio decepcionado al momento de mencionar a Nick.

Cuando por fin terminaron las clases, fui corriendo a buscar a mi hermano, con todo lo ocupada que tenía mi mente sobre el baile y la salida del domingo se me había olvidado mandarle un mensaje, cuando lo alcance apenas iba saliendo con sus amigos, le dije que hoy me iría con él, me miro mal ya que había quedado de salir con sus amigos, pero no me importo y le dije que me dejara y después se fuera que no era gran cosa.

Al llegar a casa hice los deberes, comí algo ligero y luego llame a Jessica para preguntarle cómo se arreglaría para el día de mañana, estuvimos hablando alrededor de una hora.

En la hora de la cena fue normal. Mi madre me hablaba de cómo podía ir arreglada al baile, mientras mi padre le decía a Eric que mantuviera un ojo en mi para que mi pareja no se pasara la mano.

—{¡Ja!, si supiera} — pensé.

El sábado había llegado, ósea el día del baile, estaba emocionada había ido a varios bailes en corea, quería saber cómo sería un baile americano.

El baile comenzaría como a las seis de la tarde, y Nick iba a recogerme a las seis y media, no queríamos ser los primeros en llegar.

Al dar las 4 de la tarde me fui a bañar, hice mi rutina de cuidado para la piel, me sequé el pelo.

Como mi pelo era lacio, quise probar algo diferente así que me hice algunas ondas.

Mi maquillaje iba hacer algo sencillo y natural. Me aplique un poco de sombra café en la parte exterior del ojo, y en la parte interna, el parpado un poco de dorado, los difumine un poco y aplique un poco de un tono rojizo en la esquina inferior del ojo. Hice un delineado sencillo, aplique mascara de pestañas, rubor, iluminador y me pinté los labios de rojo.

Cuando termine, escuche que tocaban la puerta de la entrada, mi padre abrió, era Nick. El llevaba un traje negro, una camiseta blanca, con corbata roja, que combinaba con mi vestido.

Lo saludé y le dije que se miraba guapo, me devolvió el cumplido.

Lo presente a mis padres antes de irnos.

Cuando ya íbamos a la salida mi madre nos paró, traía una cámara en las manos, nos tomó muchas fotos.

Al llegar a la escuela fuimos directamente al gimnasio, el cual se había trasformado completamente, la decoración era temática primaveral.

El resto de la noche paso como un borrón, baile como loca con todas mis amigas, gritamos y saltamos, baile una canción lenta con Nick. A todos mi amigos les había caído bien Nick. Me divertí como nunca.

Cuando menos lo espere ya estaba en la puerta de mi casa despidiéndome de Nicolas, y dándole las gracias por la gran velada que había tenido, él me dijo que también se había divertido. Nos despedimos, esperé a que se fuera en su auto y entre a la casa cerrando la puerta detrás de mí, subí a mi cuarto tome una ducha rápida, me puse mi pijama y me fui a dormir.

Me desperté alrededor de las ocho. Sali de la cama y me arregle, tome unos pantalones negros, una blusa blanca, unos tenis blancos y un chaqueta de mezclilla. Mire por la ventana, mi padre se había ido con sus amigos, pero mi madre estaba todavía en casa junto con Eric, algo me dice que mi madre conocerá hoy a Edward.

Desayune lo que mi madre había preparado, era delicioso todo lo que ella preparaba.

Al terminar lave bien mis dientes.

Cuando iba a la mitad de la escalera tocaron la puerta, escuche como la abrían.

—Buenos día, que se le ofrece. —mi madre había abierto la puerta.

Bajé un poco más rápido las escalera y me dirigí a la puerta.

—Buenos días, busco a Elina. —dijo Edward con una sonrisa encantadora.

—Hola. —dije ya estando a lado de mi madre, ella me miro esperando que los presentara y eso hice. —Omma, él es Edward Cullen, un compañero de la escuela, Edward ella es mi madre Sun Hee Yorkie. —los presente.

—Un gusto conocerla, Señora Yorkie. —dijo el.

—El gusto es mío, Edward. —dijo mi madre mirándome interrogativamente.

—¿Omma no te acuerdas de que hoy iba a salir a Seattle?, bueno voy a ir con Edward. —

—Oh. —dijo sorprendida, para luego sonreír encantada. —Que se diviertan mucho, cuídala mucho Edward, puede ser un poco torpe cuando anda en su mundo. —dijo con burla.

—¡Hey!, eso no es cierto. —dije fingiendo indignación y llevando una mano al pecho.

—Claro que la cuidare de su torpeza, no se preocupe, Señora Yorkie. —Dijo el siguiendo su juego ignorando mi protesta.

—Espero que se diviertan. —dijo mi madre antes de ir a dentro de nuevo.

Cerré la puerta, escuche una risita y voltee a verlo, el me miraba fijo.

—Buenos días. —dijo.

—¿Qué es tan divertido? —le pregunte curiosa.

—Hacemos juego. —

Se volvió a reír. Lo mire, llevaba una chaqueta de mezclilla cubriendo una camisa blanca que llevaba abajo, y unos pantalones negros. Me uní a las risas, eso sí que era una gran coincidencia.

Caminamos hacia su carro. Aguardo junto a la puerta del copiloto, entre y el dio la vuelta para entrar al auto, y arrancar hacia la carretera.

—¿Adónde vamos? —pregunte.

—Vamos a tomar la carretera 101 hacia el norte. Al final hay un sendero. —dijo

Pronto llegamos a los límites del pueblo. Una maleza espesa y una serie de troncos verdes remplazaron las casas y el césped. Dio la vuelta en una curva para tomar la 101.

—¿Vamos a caminar? — pregunte.

—¿Hay algún problema? —

—No, ¿Cuánto tendremos que caminar? —le dije.

—Solo son como ocho kilómetros. —

—¿Nomas?, Wow que poquitos. —le dije sarcástica.

El solo me sonrió.

—{Tienes suerte que me guste caminar y estar al aire libre, porque si no, ni loca caminaba tanto.} — pensé.

Avanzamos en silencio durante un buen rato.

—¿En qué piensas? —preguntó con impaciencia.

—Solo me preguntaba hacia donde nos dirigíamos. —

—Es un lugar a donde me gusta mucho ir. —

Luego, ambos nos pusimos a mirar las nubes, que iban desapareciendo a medida del camino, ya se podían ver algunas partes azules.

Entonces termino la carretera. Se redujo hasta convertirse en un sendero de menos de medio metro de ancho marcado con pequeños indicadores de madera. Se estaciono sobre el estrecho límite del sendero.

Salimos del coche. Ya afuera me di cuenta de que hacía más calor del que esperaba, me quite la chaqueta que llevaba y me la anude en la cintura. Agradecí haber escogido una blusa de manga corta. Vi que Edward también se había quitado su chaqueta.

—Por aquí. —indico caminando a mi lado, hacia el sombrío bosque.

—¿No iremos por el sendero? —le pregunté mientras apuntaba hacia él confundida.

—Dije que al final de la carretera había un sendero, no que fuéramos a seguirlo. —lo mire sorprendida. —No voy a dejar que te pierdas. —dijo con una sonrisa burlona la cual devolví.

Caminamos hacia donde había indicado, todo el paisaje era hermoso. La mayor parte del camino era plana. Tuvimos que sortear árboles caídos o rocas, el me ofrecía su mano como ayuda, pero yo pasaba todo de manera ágil para demostrarle que no era una inútil.

Recorrimos en un silencio cómodo la mayor parte trayecto, pero de vez en cuando, Edward formulaba una pregunta al azar. Me pregunto sobre mis cumpleaños, profesores de la escuela y macotas de la infancia.

La caminata nos llevó la mayor parte de la mañana. No caminaba tan rápido como el, pero el no mostro ningún tipo de impaciencia. El bosque se extendía a nuestro alrededor en un interminable laberinto de viejos árboles.

Después de varias horas paso de ser un tenebroso tono oscuro a otro más claro y brillante al filtrase a través de las ramas.

—¿Ya casi llegamos? —le pregunte.

—Casi. —sonrió. —¿Vez ese fulgor ahí adelante? —

—Eh… ¿Debería verlo? —

Esbozo una sonrisa burlona.

—Puede que sea muy lejos para tus ojos. —

—Talvez necesite anteojos. —

Su sonrisa burlona se hizo más grande.

Después de recorrer otros cien metros, pude ver sin problema una luminosidad en los árboles que se hallaban delante de mí. Camine más rápido. Edward dejo que yo fuera adelante de él y me siguió en silencio.

Llegué al borde de la línea de los árboles, donde comenzaba aquella luminosidad y la atravesé. La pradera era un círculo perfecto lleno de flores silvestres: violetas, amarillas y de un blanco tenue. Podía oír que a lo lejos había un arroyo. El sol estaba directamente en lo alto.

Maravillada, camine hasta quedar al centro del prado, impresionada por lo hermoso que era todo. Voltee para compartir aquello, pero Edward no estaba detrás de mí, como creía. Los busque con la mirada, y finalmente lo localice, estaba inmóvil en la orilla del prado, bajo la sombra de las ramas, mientras me miraba de forma cautelosa. Fue cuando recordé que el enigma de Edward y el sol.

Di un paso hacia él, con curiosidad. Pero el parecía receloso. Le sonreí para darle un poco de valor y lo llamé con la mano para que caminara hacia mí. Alzo una mano para que parara de caminar hacia él.

Pare y retrocedí unos pasos.

Edward tomo aire y entonces salió al brillante resplandor del sol.