Después de hacer el amor un par de veces, Kain se sentó en la cama y Mito sobre él mientras lo abrazaba con brazos y piernas. Ambos se miraban a los ojos, pensando en lo que habían hecho y lo que iban a hacer. Mito toco su frente con la de Kain y este último activo su sharingan hasta el tercer tomoe. Kain miró esos ojos verdes, en calma y tranquilidad, concentró su chakra y se introdujo en la conciencia de Mito mientras se abrazaban.
Una vez que Kain entró a la conciencia de Mito se encontró en la gran habitación oscura donde la bestia de colas dormía como cuando la vio por primera vez. Sus ronquidos se escuchaban poderosos y guturales, llenando el espacio y estableciendo un dominio.
Kain avanzó por la oscuridad, concentrado en la conciencia de Mito e iluminando la habitación lo suficiente como para que se vieran los rasgos de la bestia. Era una gran montaña que dormía de forma placentera con la cabeza apoyada sobre las patas delanteras. Las orejas estaban caídas hacia atrás en una postura de tranquilidad mientras su tórax subía y bajaba como si respirara aire.
Al mismo tiempo, el suelo estaba cubierto por agua helada de apariencia cristalina.
Kain avanzó produciendo chapoteos y hondas sobre el agua. Las orejas de la bestia se movieron un poco y de forma inconsciente, soltó un gruñido. Kain siguió avanzo hasta detenerse delante de la bestia y se detuvo a un metro de la nariz negra similar a la de un perro, pero más puntiaguda. La bestia siguió durmiendo y Kain no dudo en darle algunas palmaditas en la nariz que parecía estar húmeda.
Entonces se abrieron los enormes parpados del zorro de nueve colas y unos ojos furiosos miraron a Kain. La nariz de la bestia se arrugo y sin demora lanzo un feroz mordisco. El cual Kain evito saltando por encima de las mandíbulas para al final caer encima de la nariz y quedar sentado frente a esos temibles ojos llenos de furia.
—Menudo recibimiento— dijo Kain con una gran sonrisa —la última vez que te vine a ver no estabas tan enojado—
El zorro de nueve colas levanto su pata derecha y lanzó un manotazo. Kain rodo hacia atrás, apoyo sus manos y se impulsó para evitar el golpe. La bestia se golpeó la nariz, lo cual parece que fue doloroso, porque de inmediato continúo lanzando manotazos a Kain, uno detrás de otro con la intención de aplastarlo.
Al mismo tiempo, Kain saltó de lado a lado evitando los ataques y soltando carcajadas —te has oxidado— dijo —parece que el encierro te está volviendo débil—
—¡Cállate, mocoso!— rugió el gran zorro, su espalda se curvo y sus pelos se encresparon como si fuera un gato listo para lanzarse al ataque.
—¿No te gustaría salir?— preguntó Kain alzando la mirada para que sus ojos coincidieran con los del zorro. Este último perdió su ferocidad por un breve instante, frunció la nariz con furia, pero al instante siguiente se dio la vuelta y se fue a dormir a una esquina de la gran habitación.
—Déjame dormir, mocoso, no hay nada mejor que hacer en este lugar— dijo el zorro con cierta resignación.
—Estoy siendo serio— respondió Kain
Sin embargo, el zorro soltó un bufido de incredulidad y se acurruco igual que un perro.
Por otro lado, Kain soltó un suspiro y camino hasta donde estaba el zorro. Paso por al lado de la gruesa cola mientras pasaba tocando el pelaje con la palma de su mano derecha. Saltó hacia la espalda y continúo haciéndole cariño.
—Lo digo en serio, me gustaría dejarte salir a jugar un rato— dijo Kain mientras le acariciaba la espalda, pero el zorro respondió soltando un gruñido lleno de resentimiento —no te tengo miedo, podemos salir a conocer un montón de lugares. No conozco el mundo y hay una gran cantidad de lugares que me gustaría visitar—
—No soy tu mascota— respondió el zorro en voz baja
—No, pero podríamos ser amigos. Si te portas mal te podría detener, pero jamás te haría daño—
El zorro abrió los ojos amplios por un momento, pero a los pocos segundos se calmó y volvió a cerrar los ojos —eres raro, mocoso— dijo —la gente me teme, me tiene miedo—
—Somos parecidos en eso, soy fuerte, creo que ya te disté cuenta—
—Solo eres fuerte, no un monstruo—
—Te enseño algo—
—Déjame dormir—
—Vamos, no seas egoísta, quiero compartir algo contigo— respondió Kain y le dio una fuerte palmada en la espalda que hizo aullar al zorro. Este último se dio la vuelta y volvió a lanzar un mordisco sin ninguna moderación de su fuerza, pero Kain saltó hacia atrás con una sonrisa en los labios, como si todo esto fuera un juego.
El zorro se dio la vuelta y se sentó en sus cuartos traseros mientras lo miraba con furia. Sin embargo, Kain nunca se enojó o le demostró algún tipo de animosidad. Lo cual hizo sentir raro al zorro. Todo el mundo huía de su presencia o lo atacaba con la intención de herirlo, pero este pequeño de cabello blanco se mantenía delante de él. Por un lado, le parecía divertido y por otro le molestaba, ya que sentía que el niño lo miraba como si fuera su mascota.
—¿Qué quieres? A diferencia de ti que pasa jugando todo el tiempo, yo estoy atrapado— respondió el zorro
—También soy un monstruo— dijo Kain con una sonrisa en sus labios. Lo cual congelo al enorme zorro y después se largó a reír mirando la inocente apariencia.
—Es cierto que eres fuerte, pero ¿Tú un monstruo? Jajajaja—
—Lo digo en verdad, soy de gran estatura, pero solo tengo trece años—
—¿Y eso qué?— preguntó el zorro con una sonrisa que dejaba ver sus largos caninos
—Tengo un mangekyo— respondió Kain cerrando sus ojos y después abriéndolos para mostrarle sus ojos de pupilas rojas con la figura de tres matagamas conectados formando un círculo.
—Conocí a alguien con esos ojos desagradables— dijo la bestia con la nariz arrugada y abriendo su boca de forma amenazante
—Lo sé. Sensei me contó— dijo Kain —fue mi padre—
El zorro lanzó un manotazo con todas sus fuerzas con la real intención de aplastarlo, pero como otras veces, Kain solo dio un breve saltó hacia atrás y lo esquivo. El zorro lo quedó mirando, pero no continuo con su ataque y solo lo miró con una furia asesina.
—No te voy a hacer daño— continuo Kain —solo quería que lo supieras por mí. Si vamos a ser amigos, no puede haber secretos—
—¡Cállate!— rugió el zorro mirando con todo el odio que había en su corazón —tienes esos mismos ojos demoniacos, seguro que eres igual que tu padre—
—Lo mismo han dicho otras personas— respondió Kain con una gran sonrisa —pero ellos no me conocían, al igual que yo no conocí a mi padre. A todo esto ¿Cómo era tu padre?—
El zorro se detuvo a pensar por un momento y recordó a un hombre de piel gris y ojos de color purpura con un tercer ojo en su frente de color rojo. Eso desinflo todo su enojo, volvió a mirar al niño delante de él y soltó un suspiro. Después le dio la espalda y volvió a enroscarse en una esquina.
—Déjame solo— dijo el zorro —soy el prisionero de esa mujer, no hay nada que puedas hacer—
—Todas las cosas tienen una solución— respondió Kain, camino hasta donde el zorro estaba acostado y saltó sobre las costillas.
—¡Oye!— protesto el zorro en un tono enojado —nunca te enseñaron a no saltar sobre los demás—
—Vamos, no seas tacaño— respondió Kain palmeando las costillas recubiertas de un grueso pelaje de color naranja —hay suficiente espacio y yo peso menos que tus orejas—
—Mocoso insolente, solo vienes a molestar—
—Oye, volviendo a lo anterior ¿No te gustaría salir a jugar?—
—Si salgo, esa mujer morirá— respondió el zorro en voz baja —ella tiene grandes sentimientos por ti y yo creo que tú también por ella. Así que deja de preguntar estupideces—
—Las preguntas son buenas. Te orientan y te indican la dirección que debes tomar. Te enseñan las cosas que le importan a otros y a ti mismo. A mí también me gustaría viajar por el mundo y conocer otros lugares. Por eso, cuando llegue ese momento, vamos juntos a un lugar divertido. Tengo entendido que hay una enorme tortuga cerca de las costas de la nación del Trueno—
—Jejejejeje, seguro ¿por qué no?— respondió el zorro con un tono de voz letárgico —pero falta para eso…—
Kain tomo una profunda respiración, le dio unas palmaditas en las costillas que subían y bajaban al mismo tiempo que el zorro respiraba y exhalaba —de verdad quiero que seamos amigos, no es divertido que estes aquí todo el día. Hay demasiado que conocer, muchos lugares que visitar, muchas cosas que aprender y comer—
Kain cerró los ojos por un instante y cuando los abrió, estaba en el mundo exterior, desnudo y sentando en la cama con los ojos llorosos mientras abrazaba a Mito. Esta última reposo el rostro de Kain sobre sus senos y lo dejo llorar. Mito pensó que Kain era un muchacho sensible y podía sentir la soledad del nueve colas. Sin embargo, lo que ella no entendía era que él había pasado por un tiempo de reclusión similar; culpando a los dioses, al mundo, a los humanos, a los vampiros, al destino, a la mala suerte y a muchas otras cosas por todo lo que había pasado. Esa soledad sobre un trono hecho en los pilares de Nosgoth, en una tierra baldía, sin vida ni vegetación. Un lugar de muerte y soledad, donde el poderoso Kain, dios de la sangre, reinaba sobre los vampiros y no muertos.
—Está bien, Kain, está bien— dijo Mito con voz suave mientras lo abrazaba —seguro, de seguro, algún día los dos serán los mejores amigos del mundo. Solo tienes que seguir intentándolo, seguro que algún día abre su corazón—
Kain asintió recordando esa terrible soledad mientras las lágrimas en sus ojos no paraban de fluir. Sin embargo, durante más de diez minutos continúo sollozando sin parar y Mito pensó que esto no podía seguir así. Así que ella levantó el rostro de Kain y lo beso. Kain respondió su beso y juntos se cayeron hacia la izquierda sobre la cama. Poco a poco el sollozo fue cambiado por una respiración errática y gemidos. Las manos se deslizaron por la piel, estimulando los sentidos mientras los besos continuaban. Los sexos se frotaban entre sí, produciendo un estímulo agradable y cuando ambos sintieron que estaban listos, detuvieron los besos y se miraron a los ojos. Mito le acaricio el rostro a Kain con una mirada de cariño y tristeza, mientras Kain sonrió con dulzura. Mito asintió y Kain se introdujo en ella. Mito tomo una profunda respiración, sintiendo el toque de la carne y el cosquilleo por todo su cuerpo.