A mediados del otoño, Kain empezó a recibir celebres visitas. Solo eran celebres, pero eso no quiere decir que fueran agradables. Por alguna razón el cardenal lo empezó a visitar dos veces por semana. De repente se dejaba caer por la tarde y otras veces por la mañana. Siempre lo andaba buscando para tener ligeras conversaciones. Mucha risa, mucho agrado, pero poca sinceridad. No obstante, para finales del otoño el cardenal se empezó a desesperar. Kain no demostraba ningún favoritismo. Así que sus conversaciones empezaron a ser más francas. Le comentaba como él le podría ayudar al escogido de dios (que era el mismo Cardenal). Le hablaba de todas las maravillosas contribuciones que podría hacer. De cómo se alegraría dios si Kain compartiera lo que ha recibido por gracia divina. Porqué a los ojos del cardenal, Kain no era merecedor de nada, incluso si él casi murió tratando de aprender lo que sabe. De principio a fin el Cardenal nunca cambio su actitud y como resultado, Kain nunca le hizo caso. La actitud del cardenal poco a poco se volvió más áspera. Ya en la reunión final, a principios del invierno, dejo de ir a la casa. Ahora buscaba a Kain en el taller. Como solo estaban los dos, las conversaciones alcanzaron otro nivel. Tomaron un tinte oscuro y el día de ayer, el cardenal se fue vociferando una amenaza.
Mientras Kain viaja en el usual carruaje iba pensando en todas estas cosas. Mira con un rostro serio por la ventana y suelta un suspiro. Hasta las mismas nubes le dicen que se avecina una tormenta. No es que su casa sea débil, no es que este en una posición precaria, pero va a ser molesto. De repente siente el suave tacto de una pequeña mano sobre la suya y mira. Es Maaya que como todo los días lo acompaña a la tienda. Llevan durante meses haciendo este viaje, pero cada día tiene un sabor diferente. Yamato Nadeshiko. Es la única descripción que le puede dar a esta mujer. Que en un principio como recepcionista del papa inspiraba lejanía y ahora la siente tan cercana como su propio corazón.
-No te preocupes, todo va de acuerdo a lo planeado- le dice Maaya
-Lo sé- le responde Kain -pero no puedo dejar de preocuparme por mis hijos. Además no es mi estilo dejar que alguien amenace a mi familia-
-Si haces algo, tu familia no podrá permanecer en Millis. A lo mejor será tu legitima defensa, pero ese hombre aun sigue siendo el cardenal-
-Eso es lo molesto ¿Cómo una religión que profesa la paz, puede darle poder a tal hombre?-
Maaya niega con su cabeza, acerca un poco su rostro esperando que Kain tome la iniciativa y este último la besa. Después de eso siguen contemplando las calles de Millishion. Hoy el viento está más helado, las hojas de los árboles han abandonado las ramas y cubren todo a su alrededor, señalando poco a poco el inicio del invierno. Una vez que llegan a la calle próxima al negocio. Mark como todos los días golpea la puerta señalando el final del recorrido. Kain se baja, le paga la tarifa y se despide del anciano deseándole una buena tarde. El anciano hace lo mismo y se va. Maaya y Kain hacen su usual camino, pero hoy se encuentran con un espectáculo inusual. Las cosas de la tienda de Kain están siendo desalojadas. Su vecino, el viejo calvo del local del frente lo mira con una sonrisa. Como queriéndole decir "por fin obtuviste tu merecido". Kain lo ignora, camina hasta el hombre con la armadura ornamental. Pero este último lo detiene con la aspereza de un tirano, faltando poco para decirle a Kain que es un esclavo.
-¡Alto!- dice con un estridente rugido el capitán de los soldados -¿Quién eres?-
-Soy el dueño de la tienda- le responde Kain
-Eres el perro hereje-
-¿Por qué me acusas de eso? Solo vendo joyas-
-Pero no vendes nada que tenga que ver con San Millis. Eso por si mismo es una afrenta-
-Corta la mierda, si sabes quien soy, sabes que nadie te va a salvar si me enojo-
Con esas palabras el ambiente cayó a un frio casi polar. El capitán se puso tenso y Kain lo miro como a un gusano. El capitán trato de recomponer su posición de autoridad, tosió un poco y le dijo -solo cumplo con mi deber. Si te opones a mi trabajo, por la autoridad que me confiere la ley, te puedo llevar preso-
Kain asintió, tomo al guardia por el cuello de la armadura y le dijo en un susurro -una vez que acabe esta farsa, prepárate. Me ocupare de que tu linaje se extinga-. Después lo empuja, el capitán trastabillo con sus propios pies y cayó al piso. Kain por otro lado entro al local y empezó a revisar lo que estaban sacando. Uno de los soldados trato de pasarse de listo y se quiso llevar un lingote de oro. Otro se llevaba algunas joyas, pero cuando fueron increpados devolvieron todo. El capitán de la guardia no dijo nada, tiritaba en el suelo, preguntándose donde se había metido. Por otro lado, Maaya acompaño a Kain para que no se saliera de control. Por su parte, los soldados se retiraron una vez que terminaron de hacer su labor y Kain se quedó meditando, pensando en que podía hacer. Mientras tanto pasaba una multitud de curiosos frente a la tienda. A la hora después llego Marta para avisarle a Kain que las señoras no vendrían por el clima helado. Pero eso fue lo de menos, ella no pudo pronunciar ninguna palabra por la sorpresa que se llevó. Solo cuando Maaya le pregunto a que había venido, Marta dijo su propósito. Kain la envió devuelta y le pidió que no le contara nada a sus esposas, él ya se encargaría de informarles más tarde. Después de eso, Kain reviso que no le faltara nada y una vez que llego la noche, ocupo la oscuridad para camuflar la habilidad de su anillo.
Con una mente más calmada, Kain y Maaya caminaron por las frías calles de Millishion. De vez en cuando ella le decía que no se sienta mal y le aconsejaba que esperara el momento correcto, que no se apresurara. Kain asientió con una sonrisa algo agotada por tanta tontera. Lo habían echado de su propia tienda, la que compro con su propio dinero y lo tildaron de hereje sin motivo alguno. Esto es un agravio, esto es una provocación, pero trato de mantener la calma y escucho el consejo. No obstante, el destino siempre te juega bromas. Te toma de donde más te molesta y te refriega en su cara sus incongruencias.
En ese momento las calles de Millishion están oscuras, pero la vereda del frente esta iluminada por faroles. Entre medio de este frio escenario había un hombre. Un borrachín, pero no era cualquier borrachín, era un sacerdote de Millis. Tenía el rostro rojo como un tomate y cada tres pasos chocaba con algo, parecía que se iba a caer hacía los lados, pero de alguna manera recuperaba el equilibrio. Supuestamente los vicios son malos, pero ante esta oscuridad, no hay nadie para reprocharle. Kain ve esto con desagrado. ¡Que hipocresía!. Por otro lado, Maaya le comento que el sacerdote es primo de uno de los obispos. A tenido problemas con sus colegas, ya sea por dinero, por el alcohol o por su falta de criterio. Pero como su primo es alguien influyente, no ha perdido su sacerdocio.
-Vaya lugar está hecho Millis- comento Kain mientras avanzaba por la calle
Maaya no sigue compartiendo lo que sabe para no hacerlo sentir mal, pero lo que Kain dijo es verdad. Vaya lugar está hecho Millis. Con su cardenal tramando matanzas y asesinando al hijo de su rival. Presionando a alguien para que comparta su conocimiento. Sin contar como se comportan el resto de la congregación. Dejando atrás al sacerdote borrachin, ellos siguen el resto de su camino en silencio. Cruzan la gran avenida que pasa por fuera de la mansión y siguen caminando. Al llegar a la reja de la mansión, Kain se detiene y le pide a Maaya que permanezca alerta. Le ordena que entre, mientras él se va alejando. Cruza la avenida una vez más y se dirige a un carruaje lujoso. Esta apostado al borde de la calle, bajo un farol que lo hace destacar demasiado. El carruaje está construido al más puro estilo de Millishion. Todo de blanco (incluidos los caballos) con bordes de oro. Al llegar al carruaje, Kain golpea la puerta, esta se abre y sube. Una vez que recogen al invitado de honor, el carruaje emprende la marcha.
Kain sentado en el lado izquierdo del carruaje, mira hacia el frente, a sus no tan gratos anfitriones. El cardenal, por supuesto. Sin él la fanfarria de esta tarde no podría ser posible. El capitán, que de forma áspera lo calumnio delante de todos y un joven vestido con ropas sacerdotales, que al parecer no ha alcanzado la mayoría de edad.
-¿y bien?- le pregunta Kain -¿Qué quieres?-
El joven se prepara para decir algo, pero el cardenal con una sonrisa llena de superioridad, levanta su mano y lo detiene. Mira a Kain con una mirada hastiada y le dice -solo quiero que compartas lo que san Millis te dio-
-Tu dios no me ha dado nada. Porque si él hubiera estado en ese lugar, hubiera muerto-
-¡BLASFEMIA!- grita el muchacho iracundo, pero el cardenal no se inmuta, lo afirma del hombro y le susurra al oído que se quede callado. El cardenal una vez mas se concentra en Kain y le dice -te lo advierto. Hoy solo fue una pequeña demostración de poder. Mañana puedo cerrar tu empresa y así sucesivamente-
Kain toma una gran respiración. Lo mira con una sonrisa y le dice -haz lo que quieras. En ese momento me iré de Millis y ya no tendrás un escudo-
-¿Crees que puedes escapar así como así? Iluso. Deja tu terquedad, mira, seré magnánimo. ¿Ves a mi nieto aquí? Si le enseñas tu magia te dejare en paz-
-Ni siquiera tiene el 10% del talento que tiene mi Catalina. Es inútil, nunca aprenderá nada-
El cardenal frunce su ceño y esta vez en un tono firme le dice -he querido ser amable. Toma- y le tiende un sobre -espero que estés preparado para ser confinado-
Kain toma el sobre, lanza una pequeña luz que deja a los tres clérigos asombrados. Pero eso no le importa, lee la carta y se siente molesto. Mira al cardenal. Este último le sonríe y le dice -te lo dije, fui mag-nanimo, pero fuiste soberbio y no quisiste escuchar. Espero que te prepares para las consecuencias-
Kain le da una sonrisa carnívora y le dice -lo mismo digo-
El capitán al lado del Cardenal, golpea el techo tres veces. El carruaje se detiene, el cochero se baja y le abre la puerta. Kain se baja sin mostrar la menor cortesía, pero el nieto del cardenal lo escupe y le grita -cuando estés en prisión, tus mujeres entretendrán a mis amigos y tus hijos, Jejejeje no te preocupes, también tengo amigos con gustos especiales-
Kain sonríe, asiente una vez más y se da la vuelta, emprendiendo su camino con dirección a su casa. Al cabo de unos segundos, puede escuchar los cascos de los caballos correr por las calles adoquinadas. Pero no van en la misma dirección, porque el sonido se aleja y a los dos minutos se pierde en las oscuras calles de Millishion. Kain sube a la vereda, sigue avanzando y cuando se encuentra con tres enormes árboles, toma una piedra y rompe una de los faroles. Una vez que todo queda en completa oscuridad, diez sombras caen a su alrededor. Ninguno se mueve, pero se arrodillan frente a él.
-¿Sus ordenes?- le pregunta la sombra mas cercana
-Dile al papa que "pico el anzuelo". También habla con tu abuela y dile que tenga listas las pruebas. Es hora de corregir algunas cosas en este lugar-
-Sí señor-
Cuando Kain termino de hablar, las diez sombras desaparecieron y él retoma su camino. No avanzaron mucho en el carruaje, así que solo le toma media hora llegar a su casa. Lilia lo recibe en la entrada. Ella le dice que no se preocupe por la joyería, que más importante es que él esté bien. Kain sonríe, le da un tierno beso hasta que escucha a uno de los tres granujas llorar. Ambos sonríen al escucharlo, se dan un último beso y van al comedor. Por alguna razón los tres bebés estaban despiertos. Catalina y Victoria los tratan de controlar, pero al final, Lilia las tiene que socorrer. Ella empieza a revisar pañales, a tocar por aquí y por allá. Diagnostica la molestia y con la ayuda de todos, los tres granujas se duermen en poco tiempo .
-¿Qué paso Kain?- le pregunto Catalina
-Todavía nada, pero pronto limpiaremos la suciedad- respondió Kain mientras miraba a los tres granujas dormir -por ahora manténgase alerta. Traten de salir lo menos posible. Por otro lado, Maaya acompañara a Victoria en todo momento. No se confíen de nada ni de nadie. Incluso de tu tía. Recuerda que ella es de la facción radical-
-Sí querido- le respondió Catalina