Si me hubiesen dicho que solo una llamada me pondría de mal humor, ni siquiera habría pasado por mi cabeza tocar el jodido celular. El solo hecho que Jessica se involucre nuevamente con Liam Swanson provocaba ira en mí, no controlaba los celos en cuanto a ella se trataba. Ansiedad, miedo, nervios... no descifraba cuales eran los sentimientos que inundaban mi cuerpo así que solo me dediqué a maldecir arrojando con furia los archivos a la mesa.
No lograba dar en la tecla. Cada vez que creía avanzar un paso en esta especie extraña de amistad, mi carácter impulsivo y celoso me hacía retroceder.
Pensar en que Swanson podría siquiera mirarla con lascivia me hacía perder la cordura. No había ni una mínima de posibilidad que tuviese oportunidad con ella, el hombre no debía saber lo que era el buen sexo ni siquiera pagando a la mejor profesional.
En cambio nosotros éramos fuego, nos consumíamos incluso estando vestidos. Tan catastróficos como los volcanes en erupción, nos destruíamos de la manera más hermosa que podíamos encontrar.
Nadie nunca podría darle lo que yo y ella lo sabía perfectamente pero aun así, las inseguridades me atacaban. Si bien Jessica dejaba en claro en cada oportunidad que lo nuestro era sexo y nada más, una parte de mi lo aceptaba complacido pero otra se sentía vacía. Necesitaba saber que había al menos una mínima posibilidad de un futuro juntos, aunque eso no sucediera nunca.
— ¡Maldita sea!
Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me había percatado de la presencia de Lucka frente a mí. Frunció el ceño al escucharme y suspiro pesado.
—Tengo la jodida habilidad de ingresar aquí cuando estas furioso maldiciendo el día que has conocido a Jessica Romanov —aseguró dejando el portátil y arrojándose contra el sofá de cuero negro que predominaba la habitación — .¿Qué te ha hecho la mujer ahora?
— ¿Por qué crees que tiene que ver con ella?
—Porque de a poco, mi amigo, estás perdiendo la razón y ella es la culpable —los ojos ligeramente rasgados de mi amigo me inspeccionaron con curiosidad. Pasó la mano por su torso alisando su camisa mientras se reincorporaba —.¿Sabías que ha sido pareja de Nicolae por casi dos años? —Hizo una mueca —Curioso, ¿verdad?
— ¿Qué es lo que te resulta curioso? —Pregunte, aunque algo en mi interior no quería saberlo.
—Fue nuestro amigo por tanto tiempo, Stephen. Siempre estuvo allí con nosotros... —su expresión triste me dio la necesidad de querer abrazarlo pero las reprimí — ¿Cómo es que tenía tantos secretos? ¿Por qué no ha confiado en sus amigos?
—No lo sé —admití.
Sabía que estado vinculados en un pasado pero nunca que tuvieron una relación.
¿Acaso él era la razón por la cual no quería tener nada conmigo? ¿Alguna vez le había hablado de mí de forma errónea como para que no tuviese ni la más mínima intención de pensar en nosotros de otra manera?
La cabeza me estallaba.
Mi mejor amigo demostraba estar confundido. Nicolae Maximoff jamás había emitido una palabra sobre alguna relación de pareja, nunca habló sobre Jessica y antes de desaparecer por completo, tampoco comentó nada sobre lo que estaba aconteciendo en su vida. Era algo confuso dado el hecho que fuimos sus mejores amigos durante muchos años.
—Soy incapaz de aceptar que las cosas hayan sido de esta manera —el rubio negó con la cabeza visiblemente preocupado —Debe tener alguna explicación lógica y viendo como esa mujer te está volviendo loco... creo que ella tiene que ver con eso o sabe la respuesta.
—Intenté preguntar pero evadió el tema. Sé qué algo sucedió pero ninguno de los dos quiere hablar sobre eso —respondí.
Clavó su mirada color turquesa con seriedad en el rostro —Jessica Romanov es veneno, Stephen. Deberías alejarte de ella antes que sea tarde.
Suspire cansado.
Quizá si era veneno. Era como una droga de la cual me había vuelto completamente adicto. La voz suave y expresiva; la hermosura de su rostro y esa sonrisa tan arrebatadora. Siempre fui un hombre fuerte y decidido pero desde que ella se metió en mi mundo me había vuelto débil, vulnerable y sometido.
—Si te dieras la oportunidad de conocerla no creerías... —no pude terminar mi frase ya que me interrumpió.
— ¡Oh, por Dios! —Pasó la mano por su rostro — ¡Te has enamorado de ella!
—No, claro que no —dije, aunque mi cabeza activó todas sus alarmas.
No era eso.
No podía ser eso.
— ¡No te mientas, Stephen! —Me dijo con el dedo índice —.Sabes que siempre te apoyare, en las decisiones que tomes por más que no esté de acuerdo. Solo... —aclaró su garganta —, no dejes que te consuma. Eres inteligente y una buena persona, no te conviertas en algo que odies al pasar el tiempo.
— ¡No lo haré porque no estoy enamorado! —Aclararlo me resultaba innecesario y estúpido —, debe ser el buen sexo el que está colapsando mis neuronas.
—Sigues mintiéndote a ti mismo —exclamó emitiendo una sonrisa con sorna y encogió los hombros —Puedes admitirlo frente a mí. Te juzgaré y me reiré de ti, pero siempre te acompañare.
Lucka me conocía como nadie, podía notar cosas que incluso yo no veía por eso era mi mejor amigo y mi confidente, además de ser mi mano derecha. Si no me encontraba en la empresa, cada documento, reunión o papel era revisado por él.
Era una extensión de mí, le debía mucho de lo que había conseguido y estaria por siempre agradecido.
—Deberías volver a trabajar antes que te despida por flojo —respondí volviendo a mi trabajo.
Sonrió amistoso y se fue por la puerta, dejando ese gusto amargo en mi interior al notar que tenía razón en todo. Ella estaba poniendo mi mundo de cabeza.
Maldición, ¿Qué haré contigo, Jessica?
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Cualquier persona que se dedicara a las inversiones sabía que los grandes eventos benéficos que se realizaban por empresarios acaudalados muy importantes eran en realidad una fachada para obtener algún tipo de ganancia y contactos poderosos en el mundo bursátil.
Había muy pocas personas con dinero que realmente estaban abocadas a la tarea de ayudar a los más necesitados, el resto solo se ayudaba a sí mismo. Generalmente este tipo de reuniones con nombre filantrópico era visto como un negocio, una forma de evadir impuestos o también como una buena razón para hacer fiestas y vestir elegante.
Esperaba en la recepción del hotel la presencia de la despampanante mujer que se adueñaba de mis pensamientos la mayor parte del día, cuando Vittorio ingresó al establecimiento enfundado en un costoso traje de tres piezas en color negro, mostrando la elegancia que lo caracterizaba y con una sonrisa en el rostro. Caminaba con determinación mientras las personas a su alrededor lo saludaban y adulaban de manera excesiva.
De su brazo con actitud altiva, destilando superioridad hacia los demás y lanzando miradas despectivas iba Lara Simmons, su esposa. No se podía negar la belleza de la madre de Jessica, sus facciones finas y delicadas le otorgaban una hermosura extraordinaria. Era una lástima que su actitud y soberbia al hablar arruinaran lo que podría haber sido una mujer exquisita. Sin dudas Jessica no había heredado eso de ella.
Su hija era una combinación de ambos. Esa actitud inigualable, el cabello rubio y largo como el de su madre, los ojos verdes del mismo tono que su padre.
Era perfecta.
— ¡Stephen! —Vittorio se soltó del agarre de su esposa para saludarme con un abrazo — ¡No esperaba verte aquí! ¡Qué alegría!
—Lucka tenía muchos pendientes así que tuve que asistir—respondí.
La verdad era que había cancelado la asistencia de mi mejor amigo solo para poder vigilar al pequeño huracán Romanov con la excusa de intentar hacer negociados en el exterior.
Lucka sabía que mentía, pero no objetó cuando le pedí que se quedara en su casa ni tampoco emitió ningún comentario sarcástico de esos que me tenía acostumbrado.
—Stephen James, un placer verte de nuevo —Lara se acercó y depositó un beso en cada una de mis mejillas con una sonrisa casi tan falsa como sus senos operados.
—Igualmente —mentí.
—Espero que Jessica no esté dándote problemas —exclamó mientras su esposo saludaba a unos colegas, ignorándola por completo —. Detesta a las personas como nosotros.
— ¿Personas como nosotros? ¿A qué te refieres?
—A las personas con dinero y poder —chasqueo la lengua y emitió una sonrisa irónica —, suele vincularse mucho con el proletariado como si olvidara que nació en cuna de cristal. Es ridículo.
Ridiculo era su comentario.
El poco tiempo que había pasado con Jess había notado que en realidad lo que le desagradaba eran las personas iguales a sus padres. No la juzgaba por ello, yo también cargaba mi propia cruz en cuanto a eso se refería.
—Mi hija desayuna Marxismo pero al final del día se sienta a cenar con Churchill —señalo Vittorio de forma aún más desagradable que su esposa agregándose a la conversación. Ambos rieron recordándome el sonido de las hienas salvajes —Si causa problemas, háblalo conmigo.
—Jessica no es una niña, sabe comportarse y hace muy bien su trabajo —replicó intentando defenderla —No entiendo porque creen que podría causar problemas.
Lara me miró fijo. Sus ojos eran verdes e hipnóticos pero un poco más oscuros que los de Jess.
—Cariño, no la conoces como nosotros —respondió.
Iba a responder con altura a los dichos desafortunados sobre su hija cuando mi atención se centró en una persona que caminaba hacia nosotros.
Parpadeé varias queriendo que fue una ilusión óptica, quizá había enloquecido o en cuestión de segundos un tumor había crecido en mi cerebro tanto como para afectar la manera en la que veía las realidad. Pero no, para mi desgracia no se trataba de nada de eso.
Vestido con una camisa blanca, pantalón de sastre azul y zapatos color café, Nicolae Maximoff apareció frente a mí. La mirada de la madre de Jessica se volvió lívida al inspeccionar a quien fue mi amigo en el pasado, como si el terror se había presentado en el lugar.
— ¿Nicolae? —Se acercó despacio mientras él tomaba aire en sus pulmones para luego liberarlo en señal de turbación. Lara seguía anonadada, como si quisiera acreditar la presencia del castaño de duras facciones.
—Lara, tanto tiempo.
—Debes irte —advirtió la mujer observando hacia ambos lados nerviosa —Jessica está por llegar y si te encuentra aquí, ¡no sé qué pueda suceder!
—Jessica ya sabe que estoy en Nueva York, nos hemos reencontrado y no pareció muy afectada por mi presencia —su mirada azul zafiro se clavó en mi —Su atención está puesta en otro lado, no creo que yo signifique un problema para ella.
—Las cosas aún están muy tensas, solo mencionarle a Scott Summers la altera —agregó Vittorio con la voz ronca y actitud desafiante —Mantente alejado de ella, no quiero problemas. Ya hemos pasado por mucho.
Nicolae bajo la mirada.
—Lo sé. Me mantendré alejado.
—Gracias —El padre de Jessica le dio una palmada en el pecho y se volvió hacia mí —Te presento a mi socio...
—Ya nos conocemos —dijimos al mismo tiempo, interrumpiéndolo.
—¡Oh! ¡Qué casualidad!
—Demasiada para mi gusto —exclamó con desagrado.
No iba a caer en sus provocaciones, así que gire sobre mis talones para dirigirme a mi mesa cuando la vi ingresar. El elegante vestido corto en color plata dejaba apreciar sus largas y delineadas piernas, Con unos zapatos de tacón del mismo color y esa eterna sonrisa que podía dejarme embobado por horas, camino por el lugar cautivando a todo aquel que osaba poner su mirada en ella.
Jessica se percató de la presencia de Nicolae incluso antes de llegar hasta nosotros, su sonrisa se borró automáticamente y pasó de largo sin siquiera saludar como si no existiésemos. Pude apreciar el escote de su espalda mientras la veía alejarse y recordé todas las veces que había mordido cada parte de su piel mientras sucumbíamos al calor de la pasión.
—Jessica siendo Jessica —aseguró Nicolae completamente hipnotizado por la mujer que me volvía un psicópata celoso.
Que hablara como si la conociera me enervaba, me nacían las ganas de golpearlo, arrancarle la lengua para que jamás pudiese siquiera pronunciar su nombre. Sabía que estaba mal tener esta clase de sentimientos negativos, pero no podía controlarlos.
Sus padres hicieron una mueca de fastidio y caminaron junto con Maximoff ingresando al evento, mientras yo reunía toda la fuerza necesaria para no caer ante mis impulsos más cavernícolas y terminar en una prisión estatal por asesinar a algún idiota que quisiese ponerle un dedo encima para tocarla.
¡Maldita sea! ¡Lucka tenía razón!
¡Estaba jodido!
Me acerqué a la mesa que me correspondía junto a unos inversionistas que se dedicaban a la minería en México. Mientras los hombres explicaban la preponderancia de su actividad por encima de otras actividades económicas con la leve intención de lograr que invirtiera capital, sentí una mirada clavada en mi espalda y por inercia giré mi cabeza.
Si creía que la noche no podría ser peor, encontrar al maldito Leonard Dubstatter en el mismo salón era lo último que me faltaba, ahora si se podría decir que tendría mi lugar en una celda asegurado.
El hombre me retuvo la mirada, su boca se curvo en una media sonrisa y levantó su copa en mi dirección. El pulso se me acelero de furia, así que intente mermar aquello apreciando algo que mis ojos si quisieran ver.
Jessica estaba sentada en una mesa contigua y a su lado Liam Swanson la observaba con mirada expectante. La expresión del huracán rubio era de aburrimiento, tenía la vista centrada en su copa como si fuese más interesante que el hombre a su derecha y eso me confortó tanto que no pude evitar sonreír.
Como si pudiese leer mis pensamientos, levantó la cabeza y me miró directamente a los ojos con esa intensidad que solo ella podía transmitirme. Le regalé un guiño seductor que la hizo sonrojar y a mi imaginar de cuántas formas posibles podría secuestrarla y llevarla lejos para hacerla mía por completo.
El resto de la velada maldije el ser tan celoso como para asistir a algo que no me interesaba por el simple hecho de vigilarla como un acosador.
Jessica se levantó en un momento con intenciones de ir hacia el tocador y a los segundos desde una mesa más alejada, percibí que el maldito Nicolae pretendía seguirla.
Respire hondo para tranquilizarme, mientras en mi cabeza solo se proyectaba la idea de coserle la boca al hombre a mi lado que no paraba de enumerar el valor de la producción generada en la minería la que según él, había crecido en forma constante y significativa.
Intenté con todas mis fuerzas pegar mi trasero al asiento y no seguirlos. No me correspondía, no era mi asunto, no podía prohibirle que se hablaran porque ella no me pertenecía.
Eso era lo que repetía mientras mis piernas se dirigían directamente hacia el lugar donde los había visto desaparecer. Pude oírlos discutiendo y cuando me dispuse a intervenir, un imbécil apareció con ganas de ser simpático y ofrecer los servicios de su negocio familiar. El hombre no paraba de hablar y adularme, así que pase la mano por mi rostro bastante molesto y lo miré con seriedad.
—Si sales de mi vista en este momento y dejas de atosigarme invertiré en tu empresa —dije, observando como los ojos se le abrían de sorpresa.
—Claro, claro. Pero... ¿Con quién me contacto? —preguntó. Le tendí una de las tarjetas de mi mejor amigo.
—Lucka Stevenson, mi mano derecha —exclame intentando observar que sucedía detrás de él, pero era tan alto como yo y me interfería, así que lo dejé allí plantado — ¡Adiós!
Cruce con un ofuscado Maximoff quien ni siquiera se dignó a mirarme mientras me encaminaba hacia el tocador de damas pero mi sorpresa fue mayor al encontrar a un hombre de traje negro y cabello rizado intentando abordarla.
— ¿Jessica Romanov? —preguntó este.
—Sí. ¿Te conozco?
—No, yo he intentado localizarte este tiempo pero no lograba dar contigo —respondió el hombre con una sonrisa — ¡Eres más difícil de contactar que una celebridad!
El cólera comenzó a subir al igual que la temperatura de mi cuerpo. No era posible que no pudiese dejarla dos segundos sola sin que un idiota intentara conquistarla.
Caminé con determinación tomándola de la cintura con fuerza y arrastrándola lejos de allí.
—Lo siento, ¡ella está ocupada en este momento! —grite al hombre que nos observaba estupefacto con sus enormes ojos negros.
— ¿Pero qué...? —Gruño cuando noto que la obligue a caminar hacia el elevador el cual justo se abría encontrándose vacío — ¿Has perdido la cordura o que te sucede?
Me dio un golpe fuerte en el torso y se acomodó el vestido molesta.
— ¿Qué es lo que quería Nicolae contigo? —mi voz salió en tono imperativo y demandante. Sus ojos comienzan a ponerse del mismo tono de su labial y pareciera que va a salirle humo por las orejas.
— ¡No te incumbe!
—Si no fuese así no estaría preguntando, Jessica ¿Qué es lo que quería? —repetí.
—Molestar. Existe en este universo para fastidiarles la vida a los demás... ¡al igual que tú!
—Quiere que vuelvas con él, ¿verdad?
Las palabras resbalaron de mi garganta como si no pudiese callarme un maldito segundo. La estaba enfureciendo más de lo que pretendía pero me era inevitable, necesitaba saber que entre ellos no habría nada más. No podría soportarlo.
— ¿Por qué piensas eso? —preguntó sorprendida.
—Porque si fuese él y estuviera en su lugar, te pediría perdón por lo que sea que haya hecho para que volvieras a mí.
Sus facciones se suavizaron.
— ¡Gracias al universo tú no eres Nicolae Maximoff! —expresó haciendo una mueca —Si pensara que te parecieras en lo más mínimo, no habría posibilidad alguna de que estuviéramos teniendo esta conversación o cualquier otra.
—Eso me hace respirar un poco —suspire.
Me observó con curiosidad, intentando interpretar mis palabras — ¿No te doy respiro, Stephen?
«Si debo alejar a todo hombre que se te acerque, a este paso quedare sin oxígeno antes que termine la noche»
Recorte la distancia que nos separaba y la tome por la cintura pegando mis labios a los suyos. Su aroma me invadió el olfato, ese perfume con notas de peonia, almizcle y ámbar que tanto me gustaba.
Gimió entre mis labios cediendo a sus instintos más básicos de forma salvaje y desaforada.
Sentir que ninguno de los dos era capaz de saciarse por completo del otro era demasiado satisfactorio.
La puerta del elevador se abrió y nos obligó a soltarnos como si de repente fuésemos imanes de la misma polaridad.
Cuando levante la mirada hacia las personas que pretendían ingresar encontré a Vittorio con los ojos abiertos no disimulando su sorpresa junto a su esposa y varios colegas que me observaban con una sonrisa en el rostro.
Jessica salió caminando como si nada, para luego darse la vuelta en mi dirección, hacer una mueca y señalarme con el dedo índice su boca. Fruncí el ceño intentando descifrar que era lo que quería decirme hasta que Vittorio me extendió su pañuelo.
—Deberías limpiarte —exclamo con seriedad —El rojo velvet no es tu color, a mi hija sin duda le queda mejor.
—Gracias.
Pase el pañuelo por mis labios y en efecto, parecía que Mac Cosmetics había experimentado conmigo. Nunca en la vida me había sentido tan avergonzado, salí del elevador dejando el espacio para que las personas delante de mí ingresaran.
Vittorio me tocó el hombro obligándome a girar.
—Creo que esto amerita una conversación pero Lara esta insoportable y solo me quedare un momento más. ¿Mañana en la empresa?
—Por supuesto. Ahí estaré —respondí.
El hombre palmeó mi espalda y subió junto con los demás, mientras yo me debatía en pensar de qué manera me asesinaría mañana por involucrarme con su pequeña hija.
Estaba en problemas nuevamente por culpa de Jessica y de mi necesidad de controlarla y poseerla.
No veía forma de librarme de esto.
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