Morgana volvió a forzar una carcajada burlona en respuesta al comentario de Amatiel.
— ¿Qué ya has alcanzado mi nivel? ¿Acaso perdiste la ca…—En un abrir y cerrar de ojos, Amatiel se puso detrás de la mujer demonio con un ala de esta en su mano. Para cuando Morgana se percató de ello, su espalda disparó un chorro de sangre negra por la herida recién recibida.
— ¿Qué demon…?—balbuceó la bruja, cuando volvió a recibir otro corte por parte de Amatiel, esta vez, de manera transversal en sus pechos.
— ¿Qué sucede bruja? —Replicó Amatiel— ¿soy muy rápida para ti? —y en ese instante Morgana gritó encolerizada.
— ¿Crees que ya has ganado solo porque me arrancaste un ala, y me hiciste un corte? ¡No me hagas reír!—al instante, la bruja enfurecida rasgo la cara de Amatiel con sus garras.
El Arcángel comenzó a sangrar, pero aun así sonrió.
—Nunca espere que los demonios tuvieran a alguien como tú. Había planeado utilizar mi forma sagrada contra Rittha, pero eres una oponente digna de mí. —el Arcángel culminó su frase mientras se preparaba para lanzar un ataque con su espada dorada cargada de energía.
Morgana cubrió su cuerpo con oscuridad aumentando levemente su musculatura.
— ¿Qué soy digna de ti?—la bruja escupió con acritud hacia el suelo— ¡eso debería decir yo, Arcángel engreída!—el súcubo creó una daga de oscuridad en ambas manos y luego arremetió violentamente contra Amatiel.
Y así, ambas protagonizaron una encarnizada batalla que duró toda la noche anterior al eclipse. No hay muchos detalles acerca de esa pelea. Lo único que ha perdurado a través del tiempo, aparte de rumores fantasiosos, es la duración y el resultado de la batalla.
El feroz encuentro culminó a las seis y media de la mañana del día siguiente, con la caída de Amatiel.
La hermosa Arcángel estaba tendida en el suelo. Tenía el rostro completamente desfigurado debido a múltiples rasguños recibidos durante la batalla; su brazo derecho estaba roto, y una de sus seis alas estaba completamente destruida.
Morgana por su parte a pesar de la victoria, no había salido ilesa. Durante la pelea perdido ambas alas, y su pierna derecha fue completamente cercenada aun así, fue capaz de mantenerse en pie y sonreír de satisfacción al ver a su oponente derrotada.
—No sabes lo mucho que estoy disfrutando de este momento—espetó la bruja con malicia—Ver a la justa y poderosa líder de los Cuatro Arcángeles, Amatiel derrotada y humillada por un demonio…es casi como un orgasmo.
Amatiel observó con dificultad el pavoneo de Morgana y sintió ira consigo misma en su interior, ya que la había subestimado y eso le costó caro.
—No te preocupes. Te liberare de tu humillación—añadió Morgana mientras materializo una espada de oscuridad en su mano derecha juntando toda su magia restante. —Hasta nunca.
Pero en el instante que Morgana blandió su espada con la intensión de decapitar al Arcángel, se detuvo en seco al percibir que una ominosa presencia se dirigía hacia a ellos a una velocidad de vértigo, y antes que pudiera si quiera reaccionar, una devastadora explosión se hizo presente justo a sus espaldas.
Amatiel sonrió y susurró con dificultad.
—V…viniste.
Morgana volteó hacia atrás para contemplar el enorme cráter que había dejado la explosión, y la bruja se paralizó por completo cuando vio que de entre el humo, el poderoso Arcángel Heliel salía caminando con tranquilidad hacia ellas. Al sentir el poder que este emanaba, cayó de rodillas en señal de estupefacción.
—N…no puede ser…e…este poder… ¿C…cómo es posible que exista alguien así?—Morgana se olvidó de Amatiel y centró toda su atención en el imponente General Solar frente a ella, tratando de blandir su espada de oscuridad, pero el pavor que sentía había paralizado todo su ser. Puesto que ella sabía, que ni aun si estuviera en óptimas condiciones y con su poder al máximo, no tendría la más mínima oportunidad ante aquel poderoso ser frente a ella.
Heliel dio un paso, y la bruja experimentó la oleada de calor más grande de toda su existencia. El arcángel dio otro paso, y la demoniaca mujer vio cómo su cuerpo se llenaba de dolorosas ampollas. Otro pasó de Heliel hizo que unas leves llamas comenzaran a devorar el cuerpo de Morgana, y un último paso, provocó que las llamas se convirtieran en devastadoras llamaradas doradas que terminaron por calcinar el cuerpo de Morgana sin que esta pudiera hacer nada para evitarlo.
Cuando Heliel se posó justo frente al Súcubo, agitó una de sus ocho alas creando una poderosa corriente de viento que hizo que las llamas se apagaran y se llevaran el cuerpo calcinado de la bruja hacia el bosque de la oscuridad.
—Descansa ya, alma impura—pronunció Heliel en tono solemne mientras observaba como el cuerpo de la bruja se perdía en el horizonte del bosque.
—H…Hel…liel—pronunció Amatiel con dificultad. Sin embargo, el imponente Arcángel le indico con un gesto de su mano que guardara silencio.
—No debes esforzarte. Te llevare al Palacio Celestial para que te cures en el manantial sagrado—Acto seguido, Heliel cargo sin dificultad pero con delicadeza a Amatiel, luego extendió sus ocho alas y emprendió el vuelo generando una poderosa ráfaga de viento que fue capaz de arrancar a una docena de árboles del suelo.
Mientras volaban a una velocidad de vértigo por los aires, Amatiel sintió un confort en su cuerpo al percibir como su dolor había desaparecido, y no era porque sus heridas habían sanado, sino porque se encontraba en los brazos de su amado.
Y es que la elegante, justa y sagaz líder de los Cuatro Arcángeles, Amatiel, estaba profundamente enamorada de Heliel. Desde el día en que ella posó sus ojos en el por primera vez, sintió en su pecho esa sensación tan conocida por aquellos cuyo corazón ha encontrado a su dueño.
Pero la magia se perdió rápidamente cuando Heliel la increpó de repente.
—Lo que hiciste, Amatiel, fue una completa estupidez.
Aquellas agrias palabras causaron que la magullada Arcángel sintiera como el dolor volvía de golpe y con más fuerza que antes. Puesto que las palabras hirientes de su amado, le dolían como violentas cuchillas penetradas en su corazón.
—Ludoshel me contó todo cuando desperté de mi trance…—agregó Heliel mientras mantenía la vista fija en el horizonte—…desde tu plan para debilitar a Rittha, hasta la derrota que sufrieron a manos de una bruja.
Amatiel quería explicarle a Heliel que lo había hecho para garantizar su victoria. No por la gloria del clan de la diosa, sino para que este, no perdiera su vida a manos de la princesa de los demonios. Pero el reclamo que estaba sufriendo por parte de su amado, le había provocado un áspero nudo en su garganta que la imposibilitaba hablar.
—Sacrificaste las bendiciones de tus camaradas por una estrategia carente de sentido. Tu madre va estar muy decepcionada de ti.
Amatiel prefirió estar a merced de Morgana antes que seguir recibiendo el reproche de Heliel, y por un instante, agradeció que la bruja le desfiguró su rostro; porque de esta manera, sus lágrimas caían desapercibidas.
—Pero aun así, mantuviste la cabeza clara y te hiciste cargo de tu error. La determinación es algo que yo siempre respetaré.
Amatiel no supo cómo interpretar aquellas palabras, pero cuando iba a tratar de responder, Heliel aterrizó con firmeza sobre una plataforma aérea del Palacio Divino. Apenas habían llegado, un pequeño niño de melena rubia, delgaducho y con cuatro alas en su espalda, llego corriendo hacia ellos con sus ojos y nariz chorreantes de llanto.
— ¡HERMANAAAA!—gritó el niño mientras se postraba frente a Heliel, quien aún tenía a Amatiel en brazos. — ¿E…estas bien?...Pure Ark. —el pequeño Arcángel había materializado una esfera sanadora que envolvía por completo el cuerpo de Amatiel.
—Bien hecho, Mael—replicó Heliel al niño—Lleva a tu hermana al manantial sagrado. Yo organizaré al ejército celestial para la batalla.
—E…está bien—replicó el pequeño Mael—Después me uniré al ejército.
— ¡No! —Cortó Heliel en tono autoritario—tus poderes sanadores son los mejores de este clan. Tu hermana te necesita más que nosotros. No confió en nadie más que en ti para esto ¿entiendes?
El pequeño Mael apretó sus dientes, pero su héroe y modelo a seguir confiaba en el para una misión, así que se limitó a asentir con resignación.
En ese momento, Heliel emprendió el vuelo dejando otra ráfaga violenta de viento, sin siquiera despedirse de Amatiel. Mientras se perdía en el horizonte, la líder de los Cuatro Arcángeles lo observaba con lágrimas en sus ojos. Definitivamente, las palabras de reproche de su amado le dolían más que una masacre propinada por un demonio.
OOO – OOO – OOO
Mientras tanto, en los senderos laberinticos del bosque de la oscuridad; una esbelta figura femenina paseaba descalza y tranquilamente. Era de complexión delgada y elegante; llevaba puesto un pantalón negro ajustado, su dorso iba casi desnudo salvo por una chaqueta negra de mangas largas que cubría sus pechos. En su cintura, había un cinto del que colgaba una espléndida espada de filo negro. Pero lo más llamativo de aquella mujer era su bello rostro, ya que era dueña de una hermosura salvaje. Sus ojos negros hacían juego con su cabellera larga y negra como la noche, la cual caía como una hermosa cascada oscura sobre su espalda. Justo en el centro de su frente había un extraño símbolo en forma de espiral. Por último, sus labios rojos y carnosos formaron una sonrisa al ver varios pedazos grandes de carbón regados por el suelo.
—Sí que fuiste apabullada, Maestra. —dijo la hermosa mujer mientras se mordía el extremo de su muñeca derecha, provocándose un corte profundo que hizo que su sangre negra saliera disparada en chorro. La mujer roció su sangre sobre los pedazos de carbón mientras pronunciaba unas palabras en el idioma de los demonios. Cuando termino de hablar, la sangre se convirtió en una nube de oscuridad que al solidificarse, adoptó la forma de una especie de ataúd negro.
— ¡Despierta! —ordenó la mujer, y el ataúd se resquebrajo por completo revelando el cuerpo intacto de la bruja Morgana en su forma Súcubo.
— ¿Q…que paso? ¿D…dónde estoy? ¿Dónde está ese monstruo?
—Tranquilizate, estas a salvo conmigo. —replicó la mujer demonio a Morgana.
La bruja observó a la mujer, y sus ojos comenzaron a humedecerse.
— ¿J…joven ama? ¿U…usted me revivió con su sangre?
—Te he dicho mil veces que no me llames "ama"—atajó la mujer con un tono de irritación— llamame Rittha como el resto, y si, te reviví con mi magia negra.
Morgana tardó unos segundos antes de estallar en llanto ante el acto de su ama, y luego cayó de rodillas postrándose ante Rittha.
—P…pero mi señora…no soy digna de que gaste su valiosa sangre en mí.
—No seas dramática, Morgana—respondió Rittha mientras observaba sus alrededores con aire despreocupado—Mi sangre ya se recuperó y mi magia está intacta. Además, pude sentir como te encargabas de esos molestos Arcángeles, así que consideralo como una recompensa.
—S…solo cumplía con mi deber joven am….perdón, Rittha.
—Bien, deja de perder tiempo y vámonos ya. Los "muchachos" están impacientes por probar la sangre divina. —añadió Rittha mientras señalaba hacia arriba. Morgana levantó su mirada y contempló, como el cielo estaba cubierto por un enjambre de demonios rojos y grises que sobrevolaban los cielos en dirección al norte.
— ¡Maravilloso! —replicó Morgana extasiada. —eso me recuerda que aun tengo que darle su regalo de cumpleaños.
Rittha fulminó a Morgana con su mirada, pero la bruja enterró sus dos brazos en el suelo creando un terremoto que sacudió el bosque oscuro por completo. Y de pronto, decenas de gigantescos seres demoniacos del tamaño de montañas, salieron del suelo del bosque.
Rittha quedo impresionada al percibir el poder de aquellas criaturas.
—Increíble. Son más poderosos que un demonio gris ¿Qué rayos son?
—Ellos, son mi regalo de cumpleaños, Joven Rittha. El arma de asedio del clan de los demonios, los llamo…"Albiones"
—Ahora veo porque mi Padre te tiene en gran estima—replicó Rittha con una sonrisa de satisfacción—Estas llenas de sorpresas. Bien, vayamos entonces. Hare pagar al "angelucho" que te derrotó.
—Como usted ordene, Joven Rittha.
Y ambas mujeres se unieron al ejército de demonios y Albiones con dirección al Palacio Divino de la Deidad Suprema, que es donde se llevó a cabo la Batalla del Fin, o como a mí me gusta llamarla…la Batalla del Inicio.