—No son solo las palabras que usas las que son familiares. Por alguna razón, hay un hedor familiar en este tipo... ¡Que es repugnante! —dijo la voz de la estatua—. ¡Mátalo!
—¡Con gusto! —El Señor de las Llamas rió malévolamente mientras avanzaba.
Con cada paso, dejaba una profunda huella en el suelo como si el camino bajo sus pies se estuviera derritiendo.
Sus ojos brillaban con una luz demoníaca mientras levantaba su mano y convocaba un inferno furioso, listo para consumir a su objetivo. Pero antes de que pudiera atacar, una figura se adelantó velozmente.
Una niebla oscura se expandió por todas partes, haciendo casi imposible ver algo.
—¿No me estarás subestimando? —Gabriel frunció el ceño—. Esto es solo el comienzo. No te dejaré-
Gabriel estaba en medio de su frase, cuando la estatua de repente soltó un grito sorprendido —¡Vete ahora mismo!
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