Gabriel flotaba en un espacio desconocido, sintiendo un frío profundo en su alma. Era incómodo, pero no doloroso en absoluto.
Aunque no podía ver nada a su alrededor. Ni siquiera sabía qué tan vasto era el entorno, pero aún podía sentir como si no estuviera solo. Había otra presencia.
Esa presencia no hacía sonido ni movimiento alguno, pero de alguna manera estaba claro para Gabriel que definitivamente había alguien.
—¿Quién eres? —preguntó Gabriel, aunque no esperaba ninguna respuesta.
—¿Estás seguro de que quieres saber sobre mí? —una voz llegó a los oídos de Gabriel, dejándolo atónito. Esa voz venía justo detrás de él, como si alguien hablara directamente en sus oídos.
Gabriel se alejó rápidamente, sorprendido de no haberse dado cuenta de cuándo la otra persona se le acercó tanto.
—¿Por qué no estaría seguro?
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