—Antes de empezar cualquier cosa, debo decir, Cariño, que eres un bastardo loco —pensé que ya lo sabía, pero viendo tu plan, debo reformar mi opinión sobre ti y decir que eres un bastardo loco y suicida —gruñó Violeta y habló con palabras afiladas.
—¿No tienes amor por tu vida? ¿Quieres dejarme a mí y a nuestras hermanas viudas tan pronto? ¿Quieres dejar a tus hijas sin un padre? ¿Quieres ir a comprar leche y no volver nunca más? ¿Eso es? ¿Eso es?
—No me mires con esa sonrisa sexy, bastardo, ¿no sabes lo furiosa que estoy!? —Víctor continuó sonriendo como si esas palabras afiladas no lo afectaran en lo absoluto, después de todo, sabía que ella solo estaba preocupada por él.
—... Lo sé, pero de todos modos me vas a ayudar, ¿verdad? —El impulso de Violeta disminuyó, y ella suspiró.
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