La amable anciana casi me desarrolla la diabetes, solo había tocado la puerta y casi me infarto, definitivamente estaba paranoica.
—Claro, abuela —aceptó Román aun inspeccionando con la mirada el teléfono.
Darío miraba fijamente a Román, al no haber una respuesta de lo cercanos que eran Marceline y Román la tensión aumentaba en la habitación.
Un teléfono comenzó a sonar.
Inmediatamente busqué con la mirada el teléfono de Kathe, como si esa cosa pudiera recibir llamadas estando tan hecho mierda como lo estaba.
—Hola, si, está conmigo —contestó Darío mirándome de reojo. Definitivamente tenía que ser Marceline, si le había contado algo a Román sobre sus sospechas de mi planeando hacer algo de lo que no le había informado, definitivamente era ella tratando de encontrarme.
—Claro, yo le diré —después de eso Darío colgó y se volvió hacia a mi para hacerme saber que fue lo que dijo Marceline.
—Marcela quiere verte después de clases, mis padres regresaron y rentaron una casa, quiere que vayas —el mensaje de Marceline sonaba mas como un citatorio del jefe de la mafia italiana, y no una invitación de mi amiga a ir a su casa.
Dejamos el teléfono de Kathe en la casa de Román y fuimos hasta la nueva casa de Marceline y Darío, estaba un poco lejos del centro del pueblo, y parecía imposible poder escapar por la noche de ella para ir a cualquier lugar que Marceline y yo quisiéramos, eso incluía ir a una fiesta o buscar pruebas de asesinato.
—Si mis padres preguntan, te encontré de camino aquí, y te traje para que no caminaras —señor justicia volvía a mentir.
Darío tocó la puerta y al instante apareció su madre, hacia mucho que no la veía, solo había cambiado su cabello, ya no era color caoba, ahora era negro azabache y parecía haberlo cortado. Había conocido a la madre de Marceline en su cumpleaños pasado, seguía luciendo tan elegante como la vez pasada, parecía que las circunstancias no afectaban su estilo.
—¡Mi niño! —el grito de la señora Caruso me hizo dar un salto, las mejillas de Darío se tornaron rojas.
En menos de un suspiro, la madre de Darío lo abrazaba como si su vida dependiera de ello, los pasos de la que creía era Marceline, resonaron dentro de la casa.
—Mamá, por favor calmate —las palabras de Darío apenas fueron audibles gracias al muy apretado abrazo que estaba recibiendo.
—Hay por dios, podrían dejar el show para después de que Alexis se vaya —Marceline los observaba con cara de vergüenza desde el marco de la puerta.
—Lo siento Alexis, hace mucho que no veía a mi bebé —dijo la señora Caruso aun con sus brazos rodeando a Darío, el hombre solo podía mirarme con la pena surcando su rostro.
—Estaremos adentro, así ustedes pueden seguir con sus demostraciones de afecto —Marceline tomó mi mano y me arrastró dentro de su casa, varias puertas de lo que parecían habitaciones formaban un circulo, si mirabas hacia arriba un tragaluz en forma de cúpula se robaba la atención del pequeño espació. Marceline me llevó a una habitación llena de cajas, algunas parecían contener muebles nuevos, creo que la mayor parte de sus cosas se quemaron.
Cuando Marceline cerró la puerta comenzó a hablar como loca:
—¡¿Pero que diablos estabas intentando hacer?!, Román acaba de llamarme y me contó que encontraste el teléfono, de verdad creí que ibas a desayunar con Rafael —cuando las mentiras salen a la luz es muy incomodo, o mas bien degradante para el mentiroso.
—Te lo iba a contar, pero sabía que podía meterte en problemas con Darío, además tenías que estar en la escuela cuando tus padres llegaran a buscarte.
—Si me lo hubieses contado lo habría entendido, pero me mentiste y te fuiste —un silencio que me hizo estremecer se formó a nuestro alrededor, había estado mal mentir le a Marceline, pero aun así creo que hice lo correcto, la única persona a la que podían incriminar por robo de evidencias de un asesinato era a mi, Darío podía mentir y zafarse de la situación siendo policía, Marceline no entraba en la ecuación donde todo salía mal, o al menos no quería que lo hiciera.
—Lo siento, ya estas pasando por muchas cosas, no quería que tuvieras que meterte en mas problemas después del incendio en tu casa.
—Esta bien, te perdono, pero quiero que me cuentes todo lo que estés planeando hacer de aquí en adelante —asentí y sonreí un poco al saber que me había perdonado por pecar de mal amiga—. Ahora cuentame donde encontraste el teléfono y por que mi hermano tiene la cara hinchada.
Le conté de principio a fin mis actividades ilegales, y ella solo asentía mientras miraba fijamente el piso, parecía estar analizando lo que decía palabra por palabra, cuando acabé mi amiga seguía callada.
—Creo que va a ser necesario dibujar un mapa de donde encontraste el teléfono —por fin habló Marceline.
Tomó su mochila que permanecía tirada junto a la puerta, sacó una libreta y un lápiz, trazó con rectángulos y cuadrados de la manera mas aproximada a como estaba distribuida la hacienda, primero la casa principal con el gran árbol en el medio del patio, con dos grandes alas de cada lado, parecía una C cuadrada comiéndose un circulo, luego las caballerizas abandonadas justo detrás del patio con el corral donde amaestraban a los caballos, y al fondo pero abarcando la mayor parte de la hoja, los campos de agave, hectáreas que predominaban en las tierras de los Mausan, el toque final de su obra maestra era un gran rectángulo que rodeaba todo el dibujo, eso debían ser los muros que rodeaban la hacienda.
—Dibuja una equis donde encontraste el teléfono —me animó Marceline pasándome el lápiz.
Dudosa planté una equis al lado izquierdo de la hoja, junto a la casa principal, en medio de la nada y donde se suponía había árboles.
—Creo que estaba tratando de llegar a la entrada desde el patio, la atraparon antes de llegar y en el forcejeo se le cayó el celular —dije mientras apuntaba un camino desde el árbol en medio del patio de la casa principal, hasta donde estaba la equis que dibujé.
—Eso sería lo más lógico, pero no deberíamos crearnos historias, las cosas pudieron suceder de otra manera, no sabemos si Kathe fue hasta ahí sin nadie persiguiéndola por alguna otra razón que desconocemos —Marceline tenía razón, como siempre. Tal vez alguien la llevó hasta ahí por su propia voluntad y a base de engaños.
De repente la puerta se abrió sin previo aviso, Darío entró rápidamente volviendo a cerrar la puerta detrás de él, llevaba lo que parecía carne congelada pegada a su pómulo, probablemente era la cena y él lo estaba utilizando para bajar la hinchazón.
—Mi madre se creyó que te encontré en el camino, aun así no deberíamos levantar sospechas si quieren que siga investigando esto y al mismo tiempo informándoles —amenazó mientras enfocaba su mirada en la libreta que Marceline aun sostenía entre sus manos.
—Claro, no deberíamos levantar sospechas con cosas como entrar sin golpear a la habitación de tu hermana menor mientras está con su amiga que tu mismo trajiste a casa —recalcó Marceline, parecía exasperada con la actitud de su hermano.
—A este paso nunca hacenderas a agente de alto rango, eres tan delicado como una vaca bailando ballet —volvió a atacar a su hermano, Darío solo rodó los ojos y caminó hasta ella para quitarle la libreta.
—¿Agente de alto rango?—saqué a relucir mi ignorancia.
—Es un puesto que Darío ha estado tratando de conseguir desde hace mucho tiempo, aun no entiendo en que le beneficia, pero él sigue aferrado a subir de nivel —me explica Marceline rápidamente lo poco que entiende del trabajo de su hermano.
—Déjame ver eso, y no digas tonterías, niña —le ordenó Darío mientras me ponía el pedazo de carne congelada sobre la mano con la que lo había golpeado, ignoró por completo a mi amiga y su pobre interpretación del ascenso que parecía ser importante para él.
Analizó el dibujo de Marceline por unos segundos y después dijo:
—¿Es la hacienda de los Mausan?, ¿por donde entraron cuando invadieron propiedad privada? —Darío había reconocido en tiempo récord los garabatos de su hermana de manera acertada. Miré de reojo a Marceline, quien se levantó de la cama y ahora estaba mirando a su hermano con odio, definitivamente no le gustaba su brusca intervención en nuestra investigación.
—¿Y tu para que quieres saber eso? —le preguntó mi amiga cruzándose de brazos.
—Porque tal vez el asesino utilizó la misma entrada si no fue invitado a la fiesta esa noche, y si lo hizo pudo dejar pistas —aseveró Darío aun mirando la libreta, sin despegar la mirada se sentó junto a mi en la cama.
—¿Por donde entraron? —volvió a preguntar, pero esta vez dirigiéndose a mi.
—Por aquí, al otro lado del muro hay un árbol por el que puedes trepar y brincar sobre el muro —señalé la línea que estaba al lado izquierdo del dibujo, línea que se suponía eran los muros de la hacienda, era evidente que si corrías todo recto entre los árboles llegarías a las caballerizas abandonadas.
Marceline y yo habíamos acordado ir primero a las caballerizas, ya que desde ahí podíamos ver el patio de la casa y asegurarnos de que no hubiese nadie, en las caballerizas raramente había alguien, solo era un lugar por el que pasabas para ir a los campos de agave.
Darío tomó el lápiz que estaba en la cama y dibujó un circulo en el punto que señale sobre el muro, arrancó la hoja de la libreta y la dobló, se estaba robando nuestro plano.
—¡Oye!, eso es nuestro, estaríamos muy agradecidas de que nos lo regresaras —exigió Marceline cuando lo vio doblar meticulosamente la hoja.
—No, ustedes deberían de estar agradecidas de que no le cuente nada a nuestros padres —se dirigió a Marceline—, y a tus padres —luego me señaló a mi.
—De todos modos podemos hacer otro igual —le riñó Marceline como niña pequeña que retaba con volver a hacer su travesura.
—Pueden dibujar todo lo que quieran —Darío me miró a los ojos cuando acabó de decir esa frase—, pero ustedes no pueden hacer nada sin mi supervisión y mucho menos meterse en problemas de nuevo, si no, vayan preparándose para entrar en un convento.
El tirano de Darío se levantó de la cama y se guardó la hoja en la bolsa trasera del pantalón, con gusto recuperaría ese dibujo.
—Como diga, señor justicia —proclamé con una sonrisa astuta mientras lo veía acercarse a la puerta.
—Ustedes dos deben de quedarse quietas, mañana pediré el expediente completo del caso de Kathe, así que si quieren que les cuente mas detalles deben de hacerme caso.
Las palabras de Darío no eran mas que una recomendación para mi, de cualquier manera seguiría buscando cualquier tipo de pista que me dijera quien era el asesino de Kathe, sabía que las cosas se pondrían peligrosas, pero eso no me detendría, si tenía que terminar como mi amiga para encontrar al responsable de su muerte, lo haría, pero lo haría sabiendo muy bien quien era el ser despreciable que se había encargado de asesinarla.
Marceline y yo solo asentimos, Darío salió de la habitación, y allí nuestro plan de investigación comenzó a reconstruirse tomando en cuenta la presencia de Darío, debíamos mantener un perfil aun mas bajo para ganarnos la confianza de Darío, de quien necesitábamos la información del expediente del caso de Kathe, y al mismo tiempo queríamos seguir buscando pistas que nos dijeran quien estaba lo suficientemente enojado con nuestra amiga como para asesinarla.
Cuando la señora Caruso nos gritó para que fuésemos a comer, Marceline y yo ya sabíamos lo que haríamos al día siguiente, interrogar a Erick y Sofía. Claro que no sería un interrogatorio como tal, pero si los acorralaríamos y después los obligaríamos a hablar, ¿como haríamos eso?, aun no lo sabíamos, pero lo haríamos.
—¿No te quedarás a comer, Alexis? —me preguntó la madre de Marceline cuando me vio con la mochila sobre el hombro y yendo hacia la puerta de la entrada.
—No señora, muchas gracias, mi madre me acaba de llamar, dijo que necesitaba que fuese de inmediato, al parecer mi hermana acaba de llegar —mi madre no me había llamado, pero la otra parte de la mentira si era verdad, mi hermana nos visitaría hoy después de meses de ausencia, su trabajo siempre la hacia viajar impidiendo que la pudiéramos ver con frecuencia, así que cada visita debía estar agendada como toda su vida. Sorprendentemente esta no era una de esas visitas agendadas, su repentina visita levantaba sospechas, y al mismo tiempo emocionaba a todos en casa al saber que tendríamos su trasero de vuelta.
—Oh claro, lo entiendo por completo —dijo la amable madre de mi amiga mientras se secaba las manos con una toalla—. Le diré a Darío que te lleve a casa, estamos muy lejos del pueblo.
—No es necesario, puedo caminar, no esta tan lejos —me negué dando un paso mas hacia la puerta.
La señora Caruso estaba a punto de decir algo más cuando su hijo apareció en la cocina con las llaves de su auto en la mano.
—Vamos, de todos modos tengo que ir a la comisaría —alegó Darío quitándole importancia a mis palabras.
No tuve tiempo de decir nada, ya estaba fuera de la casa y casi subiendo al auto. No me quedó mas que seguirlo mientras me despedía de una atónita Marceline y una sonriente señora Caruso.
Después de algunos minutos Darío y yo nos encontrábamos fuera de mi casa, estaba segura de que mi madre me regañaría en cuanto entrara por la puerta principal, después de todo no le había dicho que iría a la casa de Marceline (la casa rentada gracias al incendio), aun creía que era muy extraño que no hubiese llamado a Marceline para preguntarle por mi como hacía siempre.
—¿Que es lo que te da tanto miedo de entrar a tu casa?, ni siquiera le temes a un asesino —Darío me sacó del trance.
—Si conocieras a mi madre enojada, no le temerías al asesino para nada —dije tratando de bromear mientras abría la puerta.
—Alexis —habló Darío deteniéndome cuando estaba a punto de salir del auto—, se que no te quedaras sentada a esperar que te informe, y se que no me esperaras para ir a investigar cualquier cosa que surja, así que solo quiero que tengas mucho cuidado, eres lista y muy capaz, pero no eres mas fuerte que un asesino.
Se notaba que estaba hablando muy enserio, su mirada estaba fija en la mía y la preocupación en sus pupila era muy obvia, tal vez solo me decía esto por miedo a que arrastrara a su hermana conmigo al caos, pero aun así sentía como si de verdad estuviese preocupado por mi.
—Se que hice un montón de estupideces, y se que estoy metiéndome en situaciones peligrosas, pero no dejaré que esto se quede como está, no dejaré de buscar al asesino Kathe —le dejé en claro a Darío quien seguía dándome esa mirada de preocupación—. Gracias por decir cosas tan lindas de mi, y gracias por traerme.
Estaba a punto de salir del auto cuando su mano tomó la mía.
—No te preocupes, haré que Marceline se involucre en esto lo menos posible —intenté convencerlo sin mirarlo, al no tener respuesta de su parte me di la vuelta para saber por qué no me contestaba.
—Sé que Marcela no es el tipo de chica que se mete en problemas porque alguien mas la esta arrastrando, si ella te esta ayudando es porque quiere —hizo una pausa y después siguió hablando—. Quería aconsejarte que tuvieras cuidado incluso con las personas que crees que son buenas y podrían ayudarte, no todos son lo que parecen.
Analicé su mirada por unos segundos, después le volví a agradecer por traerme y por preocuparse por mi, y entre en casa.
Estaba segura de que tenía sus razones para decir aquello ultimo, algo lo había puesto en alerta con respecto al asesinato de Kathe, si no, ¿por qué nos dejaría tomar una prueba del caso para analizarla por nuestra cuenta sin informar a la policía?, debía de confiar mas en un grupo de adolescentes que en la misma policía.
—Hola, perdida —la voz de Ana me sacó de mis pensamientos, acaba de recordar en ese preciso segundo que ella estaba de vacaciones en casa— ¿Donde estabas?, acabo de llegar y mi madre esta como loca porque no puede encontrarte.
—Hola, Ana —dije abrazándola—. Estaba en casa de Marceline, en ningún momento sonó su teléfono, así que no me estaban buscando.
—Claro, tu teléfono murió gracias a tu torpeza, deberías comprar uno nuevo —me sugirió Ana cuando me alejé de ella.
—No tengo dinero, y ni mamá, ni papá me compraran uno, así que por ahora seguiré sin teléfono —le dije la verdad moviendo mis hombros de arriba a abajo.
Le había contado a Ana sobre el "incidente" del teléfono por mensajes de Facebook, igual que ahora, me había llamado torpe y se había reído de mi un buen rato, por lo que estaba levemente informada de la mayoría de las cosas que hacía.
—Si tienes suerte te compraré uno para tu cumpleaños.
—Falta mucho para mi cumpleaños, no sobreviviré hasta entonces sin teléfono —me quejé.
—Tendrás tiempo suficiente para que puedas ahorrar y comprarlo por tu cuenta antes de que alguien te lo regale para tu cumpleaños —soltó una carcajada mientras veía a través de mis ojos escapar la esperanza de tener un teléfono nuevo pronto. Tenía una maravillosa hermana.
Mi madre apareció después de la breve charla entre Ana y yo, me regañó, regañó a Ana por no avisarle que había llegado, y cuando llegó mi padre del trabajo, lo regañó a él por no regañarme, mi madre amaba regañar.
Comimos mientras Ana nos contaba de todos los lugares en los que había estado, nos contó de su trabajo y de sus compañeros de trabajo, y cuando ya no tuvo que contarnos se burlo de mi falta de teléfono, otra vez.
Para las 8 de la noche ya estaba en mi cuarto, esperando que Rafael me enviara un mensaje, pero la bandeja de mensajes de Facebook seguía vacía, tal vez solo estaba ocupado y yo me estaba poniendo muy intensa.
Sin saber que hacer opte por hacer mi tarea, y preguntarle a Marceline si nos habían dejado mas en las clases que me salté para ir a buscar el teléfono de Kathe. A las 10 de la noche aun no había noticias de Rafael, así que me quite la vergüenza de encima y le envíe un mensaje.
"Hola, ¿estas ocupado?"
Pasaron quince minutos y nada, definitivamente estaba ocupado o no quería contestarme, después de media hora de espera me rendí y decidí acabar mi tarea.
Al día siguiente seguía sin haber respuestas a mi mensaje, así que no volví a pensar en eso por mi salud mental.
—¿Tus padres no hicieron preguntas por el incendio y la amenaza en la pared? —quise saber en voz baja mientras Marceline se comía un burrito.
—Darío les dijo que era por un caso que estaba investigando en la ciudad donde trabaja, inventó que regresó porque sus jefes querían que se alejara —Darío de verdad nos estaba cubriendo las espaldas—, ¿crees que alguien se haya enterado de que nos detuvieron por el escandalo que hicimos en el Bar?
Si era sincera con Marceline, si, estaba segura de que ya había chismes de nosotras dos siendo arrestadas, pero no quería que se preocupara por eso ahora mismo, así que no fui muy sincera al contestar su pregunta.
—No creo, no había mucha gente alrededor cuando sucedió —le dí una mordida a mi burrito para que no me siguiera preguntando, pero ella siguió sin importarle que me atragantara con mi desayuno.
—¿Que vamos a hacer si alguien nos vio y le dice a tus padres, o a los mios?, nos enviaran a un convento como dijo Darío, y yo no estoy al cien por ciento segura de que me guste la ideología de las monjas, además, no se hacer rompope —mi querida amiga estaba entrando en pánico, y era mi deber sacarla de ese oscuro lugar.
Bajé mi burrito lentamente hasta ponerlo en el plato de plástico frente a mi, Marceline seguía enunciando un montón de motivos por los que no era buena idea ser parte de la congregación de monjas que ella describía como "poco practica", así que golpee la mesa con fuerza para que se callara, la mujer me estaba poniendo de los nervios.
—¡Aquí nadie va a ser monja! —grité sin importar que las personas comiendo en las mesas de alrededor me escucharan, al fin y al cabo no comprendían de lo que estábamos hablando, les faltaba el contexto, el cual no adivinarían con tan solo esa frase.
Marceline tenía la boca abierta, no se esperaba que gritara, y siendo sincera, tampoco yo me esperaba gritar. Me estaba volviendo muy espontánea, de ese tipo de gente espontánea que planea mal las cosas y termina con un diente menos por saltar de una mesa a otra en una fiesta con mucho alcohol.
—Perdón —me disculpé poniendo una mano en mi pecho—, tu platica me alteró.
Marceline seguía mirándome con los ojos muy abiertos, roja de la vergüenza por la que le había hecho pasar. El teléfono celular de Marceline comenzó a sonar, alguien la estaba llamando.
—Hola, Román —mi atención se centro en Marceline en cuanto dijo el nombre Román, tal vez ya había podido recuperar mensajes o llamadas del teléfono de Kathe.
Lo único que podía escuchar de parte de Marceline mientras hablaba con Román era uno cortos y poco informativos "aja", como odiaba esas respuestas monosílabas cuando alguien hablaba por teléfono y yo quería averiguar que pasaba.
—Llamaré a Darío, y nosotras en unos minutos estaremos en tu casa —colgó y se levantó de la mesa en donde estábamos comiendo.
—¿Qué pasa?, ¿recuperó información del teléfono de Kathe? —le pregunté en voz baja levantándome de la mesa también.
Acercándose a mi, Marceline me dijo en un susurro:
—¿Tu sabias que Kathe estaba enterada de que su padre tenía una amante? —mi sangre se heló. Sabia que sus padres se estaban separando, pero de eso a que Kathe supiera que su padre engañaba a su madre, era un abismo entre una situación y otra.
—No, solo sabía que sus padres se estaban divorciando y ella estaba pasándola muy mal por eso —dije en un susurro también.
—Al parecer Román encontró mensajes de ella discutiendo con su padre, dijo que en los mensajes estaba muy claro que discutían porque él no quería dejar de salir con su secretaria, y Kathe no paraba de maldecir lo en los mensajes.
—Creo que deberíamos saltarnos matemáticas e ir a la casa de Román —concluí caminando hacia un bote de basura para tirar mi plato de plástico.