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Capítulo 18

Cuando llegamos a la casa de Román nos estaba esperando afuera, parecía nervioso, estaba ojeroso y no dejaba de mover las manos.

—Que bueno que llegaron, no tienen ni idea de lo que acabo de encontrar —dijo haciéndonos pasar dentro de su casa, esta vez la tierna señora que nos recibió la vez pasada a Darío y a mi no estaba por ningún lado.

Bajamos hasta su guarida secreta, y decidida a no volverme a sentar en los sillones puf, me senté en su cama sin pedirle siquiera permiso.

—Parece que no dormiste en toda la noche —mencionó Marceline.

—¿Quien podría dormir mientras tiene una pista de un asesinato en su escritorio?—murmuró mientras se sentaba en la silla frente a su computadora.

El teléfono de Kathe estaba a un lado en el escritorio, parecía que nadie lo había tocado desde que Darío y yo lo trajimos ayer, tres tazas de café lo rodeaban y parecía que lo custodiaban.

—Debiste beber mucho café —señalé viendo como las manos de Román volaban sobre el teclado y el mouse.

El timbre de lo que parecía ser la puerta sonó.

—Solo un poco, ¿podrían ir a abrir la puerta?, tal vez es Darío —pidió Román, tan rápido como pude, subí las escaleras de dos en dos y luego casi corrí hasta la puerta para abrirla, como si la abuela de Román fuese a ganarme.

Abrí de golpe la puerta sorprendiendo a Darío del otro lado.

—Tenía la esperanza de que Marceline y tu se quedaran en la escuela, pero creo que eso es imposible —como siempre el señor justicia no aceptaba que su hermana y yo nos involucráramos en esto sin su permiso.

—Hola, Darío, pasa, llegas justo a la hora del té, monsieur Hércules Poirot estaba a punto de servir las galletitas para empezar a hablar de los mensajes encontrados en el teléfono de Kathe —dije haciéndome a un lado para dejarlo pasar.

Darío entró en la casa lentamente.

—Incluso si Agatha Christie me abriera la puerta, dudo que Poirot esté aquí. Y tu francés es horrible —se mofó deteniéndose junto a mi, la cercanía me hizo latir el corazón tan rápido como las alas de un colibrí. ¿Como podía ser que incluso cuando insultaba mi francés me sintiese atraída por él?, malditas hormonas, me dejaban completamente a merced de este hombre tan hermoso e idiota.

Darío no esperó a que cerrara la puerta detrás de él, cuando me di cuenta ya había bajado las escaleras hasta la guarida de Román.

—¿Que encontraste? —fue lo primero que escuché al regresar a la guarida. Cuando Marceline llamó a Darío de camino a la casa de Román no le dijo mucho, solo que Román había podido rescatar algunos mensajes del teléfono moribundo de Kathe.

—No mucho, pero lo que encontré da para una novela completa —al parecer el drama entre el padre de Kathe y ella había sido mas de una discusión sobre la infidelidad por parte del señor Márquez.

Román abrió lo que parecía una captura de pantalla echa con un teléfono celular, se podía leer a la perfección un mensaje enviado por Kathe a su padre:

"Te he visto con esa zorra entrando a un hotel, estoy segura de que eras tu".

El mensaje había sido enviado cerca de la media noche hace casi 4 meses, después de este había otro, igual que el anterior, enviado por una Kathe que sonaba muy enojada para ser un mensaje a su padre:

"Ahora entiendo por que mamá esta cada vez mas deprimida, eres un cerdo".

Después de ese mensaje, y unos pocos minutos después, por fin hubo una respuesta por parte de su padre:

"No le digas a tu madre, hablaremos de esto mañana".

Y después de ese mensaje las cosas fueron empeorando, cada que Román cambiaba de captura de pantalla, los mensajes llenos de insultos escalaban de nivel, había unos cuantos mas de un par de días después, todos seguían la misma linea de amenazas por parte de Kathe para que su padre dejara a su amante:

"Te dije que la dejaras".

"Deja a esa puta o ayudare a mamá a quitarte todo lo que tienes".

"Puedo hacer publico el tipo de persona que eres, tal vez no lo sabes, pero conozco a la perfección los sucios secretos de mi padre, y eso no solo incluye a tu amante".

Los mensajes cada vez eran mas amenazantes y oscuros, no podía reconocer a mi amiga en cada uno de ellos, me era difícil imaginarla escribiéndolos, se notaba la desesperación en cada uno de ellos.

Su padre, en cambio solo escribía mensajes para tratar de apaciguarla y que dejara de amenazarlo, todos eran del tipo de:

"Cuida tus palabras, soy tu padre".

"Tienes que entenderme, ya no amo a tu madre, la amo a ella".

"Deja de venir a mi oficina solo a hacer berrinches, sabes que eso no funcionará Kathe".

"Para ya, por mucho que me amenaces no terminaré con ella".

"¿Estas hablando con ella?, ¿que le has dicho para que sea tan indiferente conmigo?".

El ultimo mensaje nos hizo a todos mirar a Román esperando una explicación de ese ultimo mensaje del padre de Kathe.

—Cuando llegué a esta parte de los mensajes no entendía con quien estaba engañando el señor Márquez a la madre de Kathe —dijo mientras cerraba y abría ventanas en su computadora—, hasta que encontré estos mensajes, aquí empieza lo turbio.

Cuando la captura de pantalla se abrió en la computadora, mi boca también lo hizo, no podía creer lo que había hecho Kathe.

El contacto al que había comenzado a enviar mensajes mi amiga estaba guardado como "Secretaria Zorra", seguido de un emoji vomitando, el primer mensaje registrado era de una semana antes del mensaje de su padre preguntándole si había estado hablando con su amante.

Los mensajes no eran para nada amenazadores, al contrario, parecía que quería ser su amiga, le hacia cumplidos, e incluso le había llamaba "Fabi", era mas que obvio que la persona con la que hablaba era la secretaria de su padre, Fabiola Alcázar.

Solo la había conocido una vez, cuando habíamos ido Kathe y yo a llevar papeles que había olvidado el señor Márquez en casa, teníamos 15 años en ese entonces y su padre había comenzado a trabajar como parte del ayuntamiento de nuestro pueblo, Fabiola nos había recibido con una sonrisa y había tomado los papeles para llevárselos al padre de Kathe.

Fabiola era linda, delgada de piernas largas, su cabello era rojo oscuro gracias a un buen tinte, y vestía con tacones, falda lápiz y blusas con escotes muy bonitos, era toda una diosa en las oficinas del ayuntamiento, no me sorprendía que el padre de Kathe cayera rendido ante ella.

Los mensajes iniciaron con un simple "Hola, soy Kathe la hija de el señor Márquez, amé tus zapatos el día que fui a la oficina de mi padre, ¿donde los compraste?"

Parecía un mensaje de lo mas inocente, después las cosas escalaron otra vez, pero ahora mucho mas rápido que con su padre, de repente había mensajes que indicaban mas que una amistad.

"Me encantan tus ojos". La alagaba mi amiga en un mensaje.

"Nunca me había gustado una chica, hasta que te conocí".

"¿Esta mal que cada vez que te veo quiera besarte?"

Kathe nunca me había contado que sintiera atracción por una mujer, y el nombre con el que había guardado el número de Fabiola solo me hacia pensar que estaba jugando con ella, que aquellos mensajes no eran mas que una plan de venganza.

"Eres menor de edad, cuando cumplas 18 podría pensarlo seriamente".

"Tu también me gustas".

"Yo también quiero besarte".

"Deberíamos vernos".

"Quiero repetir lo de anoche (emoji de flama)".

Mi boca calló al piso cuando vi el ultimo mensaje de Fabiola en la captura de pantalla, ¿hasta donde había llevado esto Kathe?, ¿había tenido sexo con ella?

—Necesito sentarme —susurré mientras daba un par de pasos hasta la cama de Román para sentarme después de lo que había visto.

—Y esto no es todo, se pone peor —advirtió Román cambiando de captura de pantalla.

Desde la cama de Román podía alcanzar a ver un poco de la pantalla de la computadora, y lo poco que vi casi me deja sin respiración.

—"Termina con mi padre, o estas fotos van a ser publicadas en Facebook" —leyó en voz alta Darío.

El mensaje venía acompañado de fotos, una parecía ser de Fabiola entrando a un hotel tomada de la mano del padre de Kathe, era evidente que eran ellos dos, alguien había tomado la foto tan bien que no quedaba duda que eran ellos.

La otra foto era poco entendible a simple vista, había piernas y brazos desnudos por todas partes en un fondo de sabanas blancas, era evidente que mas de una persona había sido fotografiada. En la esquina superior derecha de la foto se podía ver claramente la cara de Fabiola, la identidad de la otra persona no era clara para quien no supiera de estos mensajes, pero si se podía ver que era una mujer, por lo que había leído tenía que ser Kathe. Un poco de su pelo negro, y una parte de su pecho y hombro izquierdo, era suficiente para asociar a la chica de la foto perfectamente con Kathe, no había duda, era ella. Por supuesto, la foto había sido tomada por Kathe, y debía haber sido con el consentimiento de Fabiola, ya que ella sonreía a la cámara.

Aun no podía creer que mi amiga hubiese hecho todo eso solo para amenazar a una chica que parecía tener la confianza suficiente para dejarse fotografiar de aquella forma, ahora mismo no reconocía a mi amiga en cada uno de esos mensajes.

—¿Alexis? —la voz de Darío se escuchaba tan lejana, me había perdido en mis pensamientos, y ahora todo parecía tan irreal, desde la muerte de Kathe, hasta los mensajes en su teléfono—, ¿me escuchas, Alexis?

—Kathe no pudo hacer algo así —exclamé cuando volví la mirada a Darío, quien ahora estaba en cuclillas frente a mi, su rostro estaba muy cerca, sus ojos miraban directamente a los mios, toda su atención estaba en mi.

—Aun no sabemos que fue lo que sucedió, tal vez lo estamos sacando de contexto, necesitamos saber mas sobre esa relación —Darío volvió frente a la computadora junto a Marceline y Román.

Tomando valor, me levanté de la cama y también volví frente a la computadora, tenía que ver en que habían terminado las dos conversaciones, la de su padre, y la de Fabiola.

"No sigas haciendo estupideces, dejaré pasar todo esto, pero detente" decía el ultimo mensaje enviado a Kathe por su padre, era de 3 semanas antes de su muerte.

"Necesito verte, tenemos que hablar" era el ultimo mensaje de Fabiola, enviado un día después del ultimo mensaje del señor Márquez.

—¿Eso es todo? —le pregunté a Román, el chico solo asintió con la cabeza, se levantó de la silla frente a su computadora y caminó de un lado a otro pensativo, se parecía a Marceline cuando meditaba sobre algo a profundidad.

—Tal vez Fabiola podría estar relacionada con el asesinato. Se enamoró de Kathe, la vio salir con Erick y se volvió loca de celos, por eso las fotos de Kathe con Erick y el mensaje amenazador —teorizó Román deteniéndose por un momento.

—¿Y que pasa con el hombre mayor que Salvador vio en compañía de Kathe?, digo, no creo que ese hubiese sido Erick, Salvador se habría dado cuenta de que era él —Marceline opinó mientras se recargaba contra el escritorio de Román.

Parecía que solo teníamos piezas al azar de un rompecabezas gigante, nada encajaba, y se notaba que nos faltaban piezas vitales para tener una idea firme de la realidad, definitivamente todo el mundo guardaba un secreto y le habían mentido a un montón de personas.

Darío se paró frente a la pared donde Román había hecho una linea del tiempo de la noche del asesinato, se cruzó de brazos y miró las hojas en la pared.

Cuando miré detenidamente la pared, me di cuenta de que la foto que tomé en la casa de Marceline, la de la amenaza en medio del incendio, también estaba ahí, podía imaginar que al enviársela a Marceline para que se quedara con una copia como medida de seguridad, ella se la había enviado a Román, y posteriormente la foto había terminado en la pared de Román junto con las demás hojas llenas de información y fotos, que no tenían ni pies ni cabeza si no tenías el contexto de fondo que nosotros teníamos.

—Nos falta la hora de muerte de Kathe, con eso tendríamos una imagen mas clara de esa noche —le dije parándome junto a él, y evité hacer comentarios de lo bien comunicados que estaban Román y Marceline.

Estando junto a Darío una sensación de seguridad se apoderó de mi, ahora que nos ayudaba un policía era mas sencillo saber sobre los informes forenses que no le darían a un grupo de adolescentes.

—Yo me encargaré de eso —proclamó mientras tomaba una foto a la pared de Román—, por ahora no hagan nada estúpido, si se les ocurre algo que pueda ayudar a la investigación, me llaman y yo lo hago.

Me sentí excluida al instante, incluso si no estaba siendo de esa manera, que Darío nos dijera "no hagan nada estúpido", solo significaba para mi un "no salten hasta que diga rana".

Dirigí mi mirada hasta Marceline en busca de apoyo moral, pero solo encontré una mirada sumisa, mirada que solo significaba una cosa, Darío la había amenazado con decirle a sus padre de nuevo.

—Esta bien, nada de hacer estupideces —di mi mano a torcer mientras pensaba en el siguiente movimiento lo menos estúpido posible para no romper mi promesa.

—Las fotos de las conversaciones, me las llevo yo, y aquí nadie vio nada —decretó Darío sacando un disco duro de la bolsa de su chaqueta.

—¿Crees que puedas recuperar mas mensajes? —le preguntó Darío a Román.

—Si me dan mas tiempo, probablemente si —aseguró Román mientras caminaba hasta su computadora y tomaba el disco duro de la mano de Darío.

—Esta bien, que no pase de una semana, me estoy arriesgando a que descubran que saqué el teléfono de la hacienda —estaba preocupado, y no lo culpaba, si descubrían lo que habíamos hecho, él sería el primero en ir a la cárcel todo gracias confiar en nosotras.

Después de que Román le pasó toda las la fotos a Darío, los dos hermanos me llevaron a casa, mi madre no se dio cuenta de que aun era muy temprano para estar en casa, Ana y ella estaban cocinando, parecían muy entretenidas por lo que no interferí y me fui directamente a mi habitación.

Abrí Facebook para ver si había señales de vida de Rafael, pero seguía tan ausente como ayer por la noche. Esa misma tarde, Ana entró en mi habitación con un teléfono nuevo y una hora de conversación que terminó conmigo llorando sobre su hombro, perder a una amiga nunca dejaría de doler.

Apenas me levanté al día siguiente le envíe un mensaje nuevo a Rafael comunicándole que ya tenía a donde me pudiera llamar, anexé mi nuevo numero de teléfono esperando que durante el día me contactara, estaba preocupada por él, ¿que tal si algo malo le había pasado?, o tal vez solo estaba siendo paranoica, tal vez la universidad era tan dura como me la imaginaba.

***

—Aun no creo que estemos haciendo esto —habló Marceline mientras caminaba detrás de mi casi a gatas para que no nos vieran Erick y Sofía.

—Shhh —intenté hacerla callar en un apenas audible sonido de reproche.

Después de la escuela decidimos seguirlos, finalmente y después de un corto viaje en taxi, llegamos hasta un mirador, nuestro pueblo estaba justo debajo pareciendo tan tranquilo e inofensivo que nadie diría que sus calles guardan secretos.

El auto del padre de Erick estaba apagado, y Erick junto con Sofía permanecían dentro hablando, tentando a la suerte había llegado a la parte trasera del auto casi a gatas, Marceline me había seguido sin saber que hacer ante mi intrépido impulso, ahora solo necesitábamos acercarnos más a la parte delantera del auto para escucharlos.

Un par de murmullos eran definibles de entre todo lo que decían. Rezando para que no me vieran por los espejos retrovisores, me asomé del lado del piloto para ver como la ventana del auto estaba abajo, y gracias al reflejo del espejo retrovisor pude vislumbrar a Erick dándole la espalda a su puerta. Al parecer la conversación con Sofía estaba convirtiéndose en una discusión, no gritaban, hubiésemos escuchado todo, pero si podía apreciar como las manos de Erick hacían ademanes en desesperación.

Tomando valor, gateé casi hasta estar bajo la ventana de la puerta del conductor, miré hacia atrás y pude ver la expresión de miedo que Marceline tenía en la cara.

—Tenemos que decirle a la policía —escuché la voz de Sofía, parecía estar desesperada por el tono de su voz.

—Es mi hermano, estoy seguro de que no le hizo daño —arremetió Erick.

—Tal vez no era su intención hacerle daño, tal vez fue un accidente, sabes que Fernando se pone muy violento cuando está drogado y alguien lo hace enojar —dijo Sofía haciendo que mis ojos se abrieran de par en par. Estaban hablando de la muerte de Kathe, eso era seguro.

—No puedo hacerlo, si tu quieres ir a contárselo a la policía no te detendré, pero yo no diré nada —la postura de Erick era firme, pero aun así no lograba entender como ellos llegaron a la conclusión de que Fernando y Kathe estaban relacionados, ¿y como sabían que era posible incluso que estuvieran relacionados hasta el punto en el que una pelea entre ellos terminara en la muerte de mi amiga?

Sin esperar a que dijesen nada mas tomé una decisión, no me quedaría aquí escondida esperando a que me lanzaran migajas de pan, no cuando había un asesino suelto y amenazante. Me levanté de un solo movimiento asustando a Sofía que podía ver detrás de Erick como aparecía yo de la nada.

—¡¿Alexis, que haces aquí?! —gritó Sofía provocando que Erick se diera la vuelta en su asiento para verme parada detrás de él.

Al instante Marceline también se levantó, la mirada de los dos fueron a ella también.

—¿Nos estaban escuchando a escondidas? —Erick estaba enojado, se bajó del auto al igual que Sofía, y en cuestión de segundos estábamos los cuatro frente a frente.

—Escuché lo que dijeron de Fernando y Kathe, ¿Fernando le guardaba rencor a Kathe como para asesinarla?, y si es así, ¿por qué? —fui directa y no dude ni un segundo en hacer preguntas.

Marceline, quien dudaba que hubiese escuchado lo que yo escuché, estaba tan sorprendida por lo directas que eran mis palabras, y ahora miraba con total desconfianza a Erick y Sofía.

—Eso es algo que no les incumbe —declaró Sofía con el habitual tono chillón en su voz que me sacaba de quicio.

—Estamos hablando del asesinato de Kathe, no solo era nuestra amiga, era como una hermana, ¡así que habla zorra!, ¡¿que es lo que sabes?! —siempre había querido decir aquello ultimo.

Marceline me dirigió una mirada de desconcierto y desesperación por como me dirigí a Sofía.

—Kathe le pagó a Fernando para que siguiera a su padre, pero Fernando solo se quedó con el dinero y no cumplió con seguir al padre de Kathe, él me lo confesó estando muy borracho después de la muerte de Kathe —confesó Erick de repente dejando con la boca abierta a Sofía.

No sorprendía que el imbécil de Fernando la estafara, lo que me sorprendía era que estuviera estafando adolescentes para conseguir dinero, ¿acaso sus padres no le daban el dinero que quería, a la hora que lo quería?

Además, había algo que no encajaba, si Fernando solo había estafado a Kathe, ¿entonces quien había tomado la foto de Fabiola y el padre de Kathe en un hotel que mi amiga había utilizado para amenazar a Fabiola?, ¿alguien mas le había ayudado o lo había hecho ella misma?

—¿Y tu por que estas al tanto de todo esto? —le pregunté a Sofía sin un poco de empatía.

—Porque yo escuché a Fernando decirle todo a Erick —eso tenía sentido, se sabía que Sofía es una chismosa profesional.

—¿Creen capas a Fernando de asesinar a Kathe? —les cuestionó Marceline mirándolos con recelo.

—No cuando esta sobrio, pero estoy seguro de que esa noche él no estaba del todo sobrio, y esa noche lo vi deambular por la hacienda antes de que comenzara la fiesta, no se me hizo extraño, mis padres le dijeron que no volviera a casa hasta que tuviera trabajo, pero el solo decidió quedarse en la hacienda a escondidas, como si eso fuese a servirle de mucho —admitió Erick dejándome un mal sabor de boca.

¿Y si Fernando la asesino?, después de todo, el cadáver de Kathe había aparecido en la hacienda de los Mausan.