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Cap. II

ʚ Paciencia ɞ

 

 

 

James tomó asiento frente al comedor, hundiendo notoriamente el pequeño y destartalado mueble que se tambaleó con su peso.

Se encontraba en la casa de Nicolás para almorzar, aprovechando la oportunidad de que los padres de este se encontrasen afuera y que su propio progenitor, no regresaría hasta en la noche. Era el primer día, desde la fiesta, que se veían en el año.

—¿Qué tal te ha ido en la universidad? —Preguntó, luego de tragar.

—Sigo en búsqueda de un botón para saltar el tiempo y obtener mi título —respondió murmurando—. Sería más feliz si estuviese en la carrera que deseo; pero mi padre se espantó en cuanto mencioné la medicina. Jamás lo había visto tan horrorizado.

—El mío me pidió que cambie de carrera a una que dure menos —comentó, empujando con el tenedor los cubos de remolacha—. ¿Tan malo es querer ser doctor?

—Tal vez hay algo que no estamos analizando bien o ellos tienen un severo trauma, o una muy mala experiencia con la carrera.

—No se me ocurre otra cosa que quisiera. Medicina forense lo era todo para mí o nada.

—Podría intentar con otra rama relacionada a forense, como química u odontología —sugirió, luego de beber agua.

—Lo bueno es que me quedan dos años para pensar en ello —exclamó optimista—. Algo se me va a ocurrir.

Nicolás observó con disimulo a James. La noche de la fiesta, él tenía algo importante que decirle; pero con la aparición de sus viejos amigos, tuvo que retirarse antes de que este pudiese decirle o darle una pista respecto al tema.

Actualmente, se veía muy sonriente y brillante, casi como un niño que acababa de conseguir un nuevo videojuego. Claramente, algo tenía de muy buen humor a James, pese a tener que estudiar administración de empresas.

—Por cierto, ¿sigues soñando con Daysi? —Interrogó con un suave tono de voz.

James, casi se atraganta con un trozo de pescado al escuchar la pregunta planteada. Llevó su mano hacia su cuello, justo donde sentía que se encontraba la obstrucción. Solo tosiendo logró regurgitar y tragarse nuevamente el pescado, con ayuda de agua.

Nicolás observó en silencio la mortal escena, esperando cualquier señal que indicase necesitar ayuda urgente.

—Sí, sigo soñando con ella —respondió tímido, con un leve rubor creciendo en sus mejillas—. ¿Por qué lo pregunta?

—Seamos honestos, siempre estás radiante cuando has soñado con Daysi y me sorprende que no me hayas contado de qué trató tu aventura de la noche. —Clavó unos cuantos trozos de brócoli al tenedor—. Sé que eres muy reservado con respecto a ella, pero sabes que nunca me reiría de ti. No eres un loco por salir con una chica que conociste en tu sueños; porque sé que eres consciente de diferenciar ambas cosas y no dejar que te consuma.

—Mi padre me tiene estresado —confesó, quitando las espinas del pescado—. La señorita Daysi, siempre llega cuando estoy al borde del colapso y en base a nuestras conversaciones, ella siente lo mismo al verme. Por supuesto, mi parte analítica me indica que son coincidencias porque somos la misma persona. —Volvió la mirada hacia Nicolás—. Es una defensa propia, intentar escapar de los conflictos y buscar consuelo. Tal parece, aunque me haga sonar como un egocéntrico, estoy bien conmigo mismo y mi subconsciente formó a la señorita Daysi como un reflejo femenino de mi persona, de la que me he... enamorado —susurró.

—No creo que sea egocentrismo, porque sigues siendo él mismo James de siempre —objetó, encogiéndose de hombros—. Si fuese cierto, serías igual a tu padre y no estarías aquí, comiendo pescado conmigo. Tal vez, Daysi es tu amor propio y eso no tiene nada de malo; siempre y cuando, no llegues a una patología narcisista o algo parecido.

—Me siento algo ridículo de temer por el día en que no vuelva a soñar con ella —admitió entre risas nerviosas—. He pensando que la señorita Daysi desaparecerá el día en que ya no me sienta colapsado; cuando logre enfrentar todo o sucumbir. Significa, que habré aceptado el mundo en el que vivo o me habré rendido y amargado.

—Salud, por Daysi y su fuerza para mantenerte estable. —Alzó su vaso.

—Salud —respondió sonriente, chocando el suyo.

—Aprovechando el tema, jamás me has dado una descripción física de ella —reclamó, inclinándose hacia él—. Entiendo que no quieras combinar sueños con la realidad, como si Daysi fuese una persona real; pero sabes que si me dices algo incompleto, quedo picado y quiero imaginarla bien.

—No es necesario —negó tartamudo, ocultando sus temblorosos labios detrás del vaso—. He mencionado suficiente de su sublime complexión y rasgos distintivos. No debe saber más.

—Dime lo que quieras, hasta omite lo que tanto ocultas de Daysi, pero dime cómo es ella.

—¡Qué curioso!

—Vamos, por favor. Sí quisiera tener una idea clara en mi mente, cuando hables de ella. —Tomó la mano de James, sacudiéndola insistente—. ¡La ocultas demasiado!

—Está bien, lo diré, solo porque podré omitir lo que se me apetezca.

A pesar de que accedió a describirla, no dijo una sola palabra por los siguientes segundos. James continuaba sacando espinas y llevándose los trozos limpios a la boca.

—Después de almorzar —aclaró.

[. . .]

James descansaba sentado encima de una roca, mientras Nicolás arrancaba la maleza del jardín.

—Son muchas las facciones que caracterizan a la señorita Daysi, las cuales omitiré y solo señalaré que la profundidad de sus ojos marrones me cautiva, me relaja.

—¿Comó los míos? —Preguntó concentrando.

—Sí —respondió suave—. Casualidad, es todo lo que se me ocurre, porque son muy oscuros que parecen negros.

—Me pregunto si tendrá problemas de visión —comentó, frunciendo el ceño—. A veces, se me cansa la vista cuando la fuerzo mucho; pero bueno, continúa.

—Su cabello es azabache, ondulado y debo admitir que me fascinan nuestros encuentros, porque siempre luce un peinado diferente en cada sueño. La noche anterior, lucía el peinado de Sailor Moon.

—Que envidia —suspiró frustrado—. Intenté hacérselo a una niña y nunca me salió.

—Tal vez, le pregunte cómo lo hizo —rio un poco, antes de apoyar los codos sobre las rodillas y recargar el mentón en sus manos.—. Supongo que lo más atractivo de la señorita Daysi, es su suave y pequeño cuerpo —expresó sereno, cerrando los ojos—. Se alegrará al saber que existe una persona más baja que usted.

—¡¿En serio?! —Se giró para observarlo—. Daysi me cae de maravilla ahora, más que nunca.

—Ella me llega a la cadera, un poco más abajo, por la pelvis —tanteó, luego suspiró tranquilo—. No creía de esto y que los varones se enamoran primero del físico, hasta profundizar en la personalidad; pero me tocó reconocerlo al verla y sentirme atraído por su complexión... —Abrió los ojos, encontrándose la mirada de Nicolás—. Ella es, como dirían popularmente, una chubby girl.

—Vaya, estuve equivocado todo este tiempo —articuló avergonzado—. Siempre me imaginé a Daysi esbelta; como dijiste que los dos se ponían a practicar artes marciales.

—Sus manos y pies, son esqueléticos —aclaró, esbozando una sonrisa—. A partir del antebrazo es más rellena, así como el resto de su cuerpo. Ambos pensamos que es un problema de la tiroides; ya que tiene razón, le he dicho que hemos combatido varias veces o nos enseñamos mutuamente alguna técnica nueva, pero a ella no le molesta nada, ni se cansa tan rápido. Entrenando, ella llega a durar más que yo.

—No sabía que te gustaban rellenitas, James —comentó con picardía—. Quién te ve, no se la cree.

—¡Oh, por favor! —Refunfuñó, torciendo una mueca—. La señorita Daysi es bellísima, solo que usted no la ha visto y nunca la verá —sentenció molesto—. Me atrevo a decir que es sexy, pero no he sido capaz de decírselo —titubeó.

—¿Por qué no?

—Ella es mucho más atrevida que yo —respondió ruborizado—. No me he atrevido a indagar más sobre el porqué; pero soy consciente de que así como su cuerpo me atrae, es igual con ella. Yo le atraigo de una forma sorprendente.

—¿Estás sonrojado? —Amplió la mirada, estupefacto.

—Lo estoy —admitió, cerrando los ojos—. Fue por lo que sucedió anoche. Tal vez, fue de nuestros encuentros más íntimos. —Volvió a recargarse—. Estaba descansando la cabeza en su regazo, después de que entrenaramos y tuviésemos nuestra conversación; cuando volví la mirada. Ella me observó con una sonrisa diferente a las de siempre. Caí en cuenta de que tanto ella como yo tenemos libido, solo hasta ese momento de lucidez.

—¿Será que...? Bueno, tú sabes —murmuró penoso.

—¿Qué es una señal de mi deseo sexual? Posiblemente. No podría descartar la idea.

—Significa que... ¿Lo hiciste?

—No —respondió risueño, observándolo fijamente—. Ella me dijo que parecía un oso —continuó hablando, observando sus brazos—. Yo discrepe, no soy tan velludo y ella se rio; así que me dijo:

«Serás un osezno, entonces».

—Y desviamos toda o cualquier conexión sexual que pudimos sentir, volviendo a la conversación calmada que sostuvimos al comienzo. La señorita Daysi, suele llamarme como mi niño de ojos verdes, pero ahora sospecho que me llamará osezno.

—¿Qué pasaría si ella fuese real y caminase justamente ahora frente a nosotros? No digo que sea una persona similar, sino que es la verdadera Daysi.

—La próxima vez que nos encontrásemos usted y yo, vería el más grande y notorio cambio en mí. Dejaría de ser todo lo que usted conoce ahora.

—¿Cambiarías por ella?

—Ya no tendría que soportar el peso del mundo en mis hombros —aclaró, sorprendiendo al contrario—. Mi padre dejaría de insistir en conseguirme una pareja, porque ya tendría una. No me sentiría solo en la mansión, porque ella podría visitarme sin temores o prejuicios. Sería libre, invisible y el auténtico yo que por mucho que he deseado mostrarle a usted, sabiendo de antemano que no me juzgaría, las circunstancias siempre me lo impiden.

—James, el otro día en la fiesta, tú querías decirme algo importante —recordó, apartándose de la tierra para acercarse a él—. ¿Qué era lo que me querías decir?

—Oh, eso.

Nicolás, se congeló al presenciar nuevamente, la misma sonrisa que se presentó esa noche estrellada. Ahora, las estrellas parecían haber buscado refugio en los ojos de James, al verse particularmente brillantes.

Igual que esa noche, el corazón de Nicolás se aceleró. Lentamente, se llevó las manos a su abdomen bajo.

—Mariposas en el estómago —pensó.