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Huir a veces es lo ideal

Las horas pasaron volando dando aviso a que ya eran las once con diez minutos de la mañana la cual se marcaba con especial ahincó en aquel reloj que yacía en mi muñeca haciéndose de conocimiento para mí el hecho de que ya nos encontrábamos en tiempo límite, demás estaba decir que se había extendido demasiado tal reunión pues era algo completamente evidente.

Al percatarnos, con prisa abandonamos aquel edificio y tanto Chris como yo arribamos el auto, más con especial rapidez salimos hasta el aeropuerto, estábamos relativamente lejos y perder el vuelo no era un lujo que quisiera realmente tomar pues costara lo que costara debía de llegar.

— Pisa a fondo — dije mientras clavaba mis ojos en el chofer a través del retrovisor al encontrarme justamente acomodado en el asiento de atrás desde donde aquel podía verme perfectamente a la cara.

Y como si de una orden de vida o muerte se tratase aquel piso por completo el acelerador evadiendo velozmente el tráfico llegando incluso a tomar atajos para evitar los atascos.

Finalmente, en treinta minutos nos encontrábamos frente al aeropuerto, llegamos relativamente justo lo que por lo menos me tranquilizo pues aunque quería echar rayos y centellas por mi enfado era consciente que ninguno de aquellos dos tenían la culpa.

Como el viaje era privado no se hizo necesario el pasar por dentro del aeropuerto más bastó ir hasta la pista y confirmar con los agentes nuestra salida cosa que se demoró algunos pocos minutos, tras el equipaje ser revisado por los agentes fue debidamente cargado y habiendo ya finalizado toda la parte migratoria Christian y yo arribamos.

A las doce en punto del medio día aquella aeronave emprendía finalmente vuelo con evidente prisa dictada desde la cabina, entre los cielos y a través de las nubes surcábamos desplazándonos por el aire como cual ave en su pleno elemento usando completamente el impulso del viento a nuestro favor.

Cuatro horas fueron más que suficientes para viajar desde un punto a otro sin contar claro con el tiempo en que estuvimos en el cielo esperando a que finalmente la torre de control le permitiera al piloto aterrizar y tras pasar nuevamente por migración ahora en tierras dominicanas finalmente minutos más tarde la isla nos dio la bienvenida.

El helicóptero finalmente aterrizo en el pequeño helipuerto que se encuentra en uno de los jardines que conforman los límites de aquel lugar pasada las siete y cuarenta y cinco minutos de la noche hora peretne presente en cuanto a la zona horaria que sigue aquella zona, luego de haber estado algún tiempo merodeando entre los establecimientos del aeropuerto algún tiempo lo que nos dilato.

Chistian y yo con especial rapidez abandonamos aquella aeronave, con maletas en mano nos alejamos así del helipuerto e iniciando nuestra marcha atravesando aquel espeso jardín nos dirigimos hasta la casa, desde aquella zona en donde nos encontrábamos hay que tomar un desvió entre los jardines para llegar a la parte frontal de la residencia hacía a donde a fin de cuentas nos dirigíamos.

Caminamos y por ende al poco tiempo después ya nos habíamos acercado lo suficiente pues ante nosotros un enorme cartel bastante colorido por cierto característico de las zonas turísticas del país deslumbraba en lo alto, en el cual se podía leer con entera claridad ´´Casa de Campo Flor del Este´´ y de bajo aquel letrero, ya aguardaba una persona por nosotros, a lo lejos le divisé por lo que pude distinguir quién era.

Allí de pie se encontraba un señor ya entrado en edad con una sonrisa que recorría la comisura de sus labios de lado a lado mientras mantenía una postura completamente firme.

Chirs y yo no tardamos en hacer presencia y para sorpresa nuestra aquel se dirigió a nosotros rompiendo el silencio casi de inmediato resonando con especial fuerza en el ambiente las palabras de aquel hombre — ¡bienvenidos sean ambos! — retumbando aquello con especial énfasis en nuestros sentidos.

— Gracias, pero no es necesario que tú nos recibas — lo mire de arriba abajo dejando salir mi actitud altanera y prepotente muy característico de mi temperamento mientras dejaba salir — avísale al dueño del lugar el señor Vargas que sus invitados acaban de llegar.

— ¡Eh, no! , esto es un error, yo... — aquel pretendía hablar para dar respuesta a lo escuchado por mí, pero yo simplemente me digne a callarle.

— ¡Shhhh! No eh hablado claro, llévame con él.

— Temo que eso no se podrá — sus expresiones y su voz cambiaron por completo, escucharle decir tales palabras le proporciono una imagen negativa a aquel señor respecto a mí de eso no tengo duda y con una actitud serena aquel replicó — el señor no se encuentra, pero descuide joven Richmond tanto al personal como a mí se nos han dado instrucciones específicas para atenderle en todo lo que usted necesite.

Escucharle replicar aquel apellido provoco gran sorpresa en mi por lo que no dude en preguntar la razón por la cual aquel me conocía — ¿Como sabes de mí?

— No es evidente, el señor Carlos se encargó de que todos conociéramos lo más importante respecto a usted para que pudiera ser bien recibido.

Con desconfianza Alexander observe a aquel varón, pero simplemente el señor no dejaba de lado su actuar y tras recibir algunas miradas llenas de juicios en su contra por parte mía, el señor repuso — permítanme acompañarlos hasta el interior, allá una de las sirvientas los acomodara.

Aquel hombre dio media vuelta y marcando el camino los guio hasta el interior, con gran desconfianza Alexander lo seguía lo que hacía por completo visible su malestar en contra de aquella persona.

Christian no podía dejar pasar tal momento y al ver el rostro de Alexander desfiguro por el disgusto se atrevió a enfrentarlo promulgando casi entre dientes unas palabras — ¿Qué te sucede? Lo miras como si de un asesino se tratará

— No me pasa nada, solo no confió en sus palabras.

— Ya vas a empezar con tu paranoia de que todos son mentirosos y de que todos son posibles amenazas.

—Y lo son, hasta ahora mi corazonada ha sido correcta, solo sé que hay algo que no me termina de cuadrar respecto a tal hombre.

— Contigo no se puede lidiar, porque mejor no te relajas y disfrutas, más que nada para eso has venido, en todo caso el trabajo de preocuparse me corresponde a mí no crees.

— Se a que eh venido hasta aquí Christian no tienes que recordármelo, ahora bien, dime estas a mi favor o en mi contra.

— Pues a tu favor lo sabes bien.

— Entonces deja de llevarme la contraria, algo sucede respecto a tal hombre y de eso no me cabe duda.

— Como digas.

Christian adelantando el paso para seguirle así el ritmo a aquel hombre me dejo atrás distanciado por algunos pocos pasos, mientras yo me enfocaba en admirar los detalles de aquel lugar pudiendo llegar a notar incluso que el jardín relucía perfectamente recortado mientras que en su superficie no había hoja que callera desde las copas de los árboles que no sea debidamente recogida manteniéndose sumamente rodeado de una completa higiene tal lugar.

En el ambiente se puede resaltar el olor a menta que desprenden a algunos arbustos tras ser batidos por el viento aunque inusual todo aquello le daba un toque único y por alguna extraña razón podía sentir que estaba literalmente en casa.

Por algunos segundos caminamos hasta finalmente llegar a la puerta principal donde aquella imponente casa yacía, su enorme envergadura hacía sentir pequeño a quien le viera; sus detalles al estilo español perfectamente dividida en la extensión en la que fue destinada, sus colores compuestos en su mayoría en proporciones claros y oscuros que combinaban en su perfección con el verde del paisaje proporcionando así una vista completamente increíble.

Llegamos al pórtico e inmediatamente ingresamos al salón principal donde aquel hombre llamando a voces a una de las sirvientas refuto — María puedes venir un momento.

Una joven de tez media vestida con un uniforme bastante común entre las sirvientas y un tanto caótico apareció.