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Flor del este

Aquella venía con la cabeza agachada intentando ordenar un poco su ropa, traía su cara un tanto manchada por un polvo blanco presumiblemente harina y simplemente no se percató de nuestra presencia así que dirigiéndose al señor comentó — ¿Qué necesita señor?

Aquel hombre dejo que la chica finalmente levantara la cabeza para que por cuestión propia salvaguardara su duda y pasando algunos segundos aquella finalmente elevo su rostro terminando por ende chocando con Christian y conmigo quienes la observábamos con entera atención, en su cara la sorpresa se reflejó pues para nada se había percatado de nuestra presencia.

Aquella en la comisura de su boca dibujo una sonrisa nerviosa que dominaba su rostro y dirigiendo su vista hasta aquel hombre entre dientes refuto — no era más sencillo avisarme antes su llegada, digo para tener todo completamente listo.

— ¡No!

— Esperas demasiado de mí.

— La verdad sí María.

La mujer aceptando tal realidad tras oscilar entre unos cambios de humor entre felicidad, euforia y rabia contra aquel, dirigiéndose finalmente a Christian y a mi dio la vuelta posicionándose en el medio de ambos mientras colocaba una mano en el hombre contrario de cada uno buscando empujarnos sin tregua al tiempo que decía — imagino que deben de estar muy hambrientos, vengan no sean tímidos la cena ya está lista.

Sin poder negarnos tuvimos que hacer a un lado nuestras maletas ya que la insistencia de aquella era realmente abrumadora por lo que nos dejamos conducir por sus palabras.

Aquella con gran alegría hablaba mientras caminábamos de tan sorprendente lugar como si enorgullecida de poder trabajar allí se encontrase.

Caminamos no demasiado, más sin embargo salimos del salón y a pocos metros nos encontramos con una enorme puerta arqueada, resultando para aquel momento lo único que nos dividía del gran comedor semi cubierto que se encontraba a un costado.

La mesa era singularmente enorme y de más está decir que espaciosa, en su superficie una serie de platillos típicos reposaban los cuales aún sin salir del arco podíamos llegar a contemplar sobre la misma.

Así con aquella agradable vista arribaban a nosotros una serie de aromas tan deliciosos que embobaban completamente nuestros sentidos, algunos de ellos podía llegar a decir que eran totalmente nuevos, pero sin duda algunos otros me hacían rememorar con especial nostalgia aquellos días.

Aquel señor se nos adelantó, rodeo aquel comedor hasta llegar al asiento principal del otro lado y mientras se encontraba aun de pie índico — adelante acérquense, esto esta echo especialmente para ustedes.

Aquel extendió su mano en dirección a los asientos que se encontraban uno a cada lado de la mesa los más próximos a él para que lo acompañásemos por lo que pensé que no era justo rechazar tal amable invitación además de que el hambre ya me traía casi segado y acercándonos Christian y yo uno a cada lado nos sentamos junto a él para compartir aquel banquete.

Viendo tal ambiente suponía que con cual velada tranquila nos encontraríamos, pero no, la realidad era otra, en aquella mesa los empleados junto a nosotros se reunieron para comer provocando cual sorpresa en nosotros pues era algo que en realidad no soportaba, pero repentinamente resulto ser una situación familiar para mí por lo que lo deje pasar.

Bocado a bocado dirigí aquellos alimentos intentando saciar mi hambre, pero mi curiosidad se encontraba completamente hambrienta de conocimiento, por algunas cuantas veces no pude evitar dirigir mis ojos hasta aquel hombre quien reflejaba con gran tranquilidad una enorme paz, yo tenía curiosidad por su persona y la verdad no iba a poder evitar calmar tal necesidad de conocimiento así que tras un primer intento cuestione.

— Perdone mi atrevimiento, pero la curiosidad créame que ya no puedo más con ella me podría decir ¿Cuál es su nombre?

Aquel con amabilidad junto a una expresión de ternura me observo como si pudiera ver más allá de mí y replicando — llámame Manuel — extendió su mano hasta mi, palmeado así mi espalda entre tanto yo era envuelto en un singular sentimiento de familiarísimo.

Aquella velada se convirtió en un momento bastante acogedor y entre cuentos, risas, historias, anécdotas los minutos pasaron.

Debía de admitirlo tener algo de tiempo para mí haciendo a un lado lo abrumador de mi vida laboral en primera instancia era un poco extraño, pero se sentía bastante bien, así pues, tras algún tiempo de compartir terminamos finalmente de comer y María nos guio hasta el área de dormitorios dejándonos a cada uno ante la puerta que da acceso a las habitaciones las cuales nos pertenecerían los próximos días.

Allí no muy bien aquella se marcho entre y para sorpresa mía mis maletas ya a la entrada se encontraban valla servicio digno de cual hotel de lujo con cual toque campestre los tales brindaban a sus comensales.

Cargar con aquel traje todo el día ya me tenía bastante incomodo, pues estar tan cubierto en un ambiente caluroso y húmedo como supone este país es bastante avasallador por lo que decidí al tener mi maleta cerca cambiar mi atuendo.

Sin más tome mi maleta, la coloque sobre la cama y saque de ella un pantalón holgado junto una camisa y unas chanclas, tome la ropa que llevaba puesta desasiéndome así de ella y dejándome meramente aquel pantalón mientras mi pecho quedaba descubierto, tras ponerme aquel calzado salí de mi habitación.

Era tarde ya por lo que difícilmente alguien me vería rondando por allí pues cualquiera en su sano juicio pensaría que lo correcto sería aguardar hasta que amaneciese para escabullirse por tal lugar y así evitar ser confundido con cual ladrón, pero no, yo necesitaba salir quería rememorar aquellos viejos recuerdos y tenía la esperanza de que por lo menos uno solido pudiera llegar a mí, así que camine por varios minutos sin tener éxito alguno.

Cansado de andar mientras pretendía regresar a mi dormitorio escuché como detrás de mí el sonido hueco del agua al chapotear retumbaba, aquello me provoco curiosidad y decidí fisgonear así que me asomé por un costado para observar encontrándome así con una imagen bastante agradable para mí.

Era completamente un lugar abierto al total aire libre como cual salón de eventos, en el centro se encontraba una piscina de agua completamente cristalina capaz de reflejar la luz de la luna en su superficie, y a un costado se encontraba una chica con los pies sumergidos mientras tarareaba una hermosa melodía.

Su voz, aunque disminuida resaltaba entre los sonidos que las corrientes de aire impulsaban, una canción entre sus labios se reproducía meciendo mi ser en su cálido arrullo, mientras que aquellas letras eran inusuales pues cuales sentimientos de amor y desamor infundían en él alma.

— A ti que siempre me has dado amor,

a ti que siempre me has infundido ternura,

tus brazos han sido mi refugio y tus manos

han sabido guiar mi camino...

A ti que siempre me has sabido a amar y que

al lado de la abuela me han sabido educar

infinitas gracias les doy y aunque allá crecido nada cambio... ♫♫♫

Solo quédate, hazme de nuevo querer,

mírame, hazme de nuevo creer que la

vida aunque pese siempre tendrá una salida

para soñar y amarnos los tres hasta la eternidad... … … ♫♫♫

Salí de mi escondite anonadado, simplemente no podía quedarme allí sin poder verle de cerca y contemplarla con completa claridad.

Así fue que distinguí aquellos detalles que en tal chica relucían a la luz de las lámparas que allí se encontraban, su piel blanca se camuflajeada perfectamente con la bata que llevaba semi puesta abierta en la parte delantera dejando ver un traje de baño en color salmón de dos piezas que lucía espectacular en su figura.

Así sentada podía apreciar los contornos de su sus curvas, las que con completa sinceridad podía citar y/o recalcar que no estaban para nada mal aunque no era mi tipo de mujer ideal, pues valla en pocas palabras que no tenía aquellos grandes y extravagantes atributos como las mujeres en Orlando y en algunas otras zonas del mundo ostenta, mientras que su pelo presumiblemente corto se encontraba levemente recogido sujeto por un pequeño pasador.