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Capítulo 31 — Holger

Aldeib había aparecido justo en el momento en el cual todos estaban a punto de irse. Aldeib vio como todos corrían directo a la salida. El chico se llenó de mucha preocupación y actuó rápido mientras se tranquilizaba por su anterior muerte.

—¡No corran! ¡La secta está por todos lados! —Aldeib tenía una mirada llena de desesperación y miedo. Su respiración era algo agitada y daba a entender algo de cansancio. —Esperen.

Todos miraron a Aldeib con una expresión que demostraba que si lo que decía era real, ya no había esperanza alguna para ellos. Como si se tratara de una orden de la cual dependían sus vidas, así de rápidos fueron para evitar dar otro paso al frente en dirección a la entrada.

—No hay escapatoria. —Aldeib había visto varias veces morir a muchos y ver como morían... de varias formas difíciles de borrar de su mente. Aldeib cayó al suelo hincado y con una lágrima saliendo de sus ojos al recordar todo el dolor que había sentido y que permanecía en él. Con un asco inmenso después de haber visto tanta sangre.

Cada una de sus muertes eran cada vez más peores que las anteriores. Hubieron algunas indoloras como la primera. También hubieron unas muy dolorosas como la de la lanza y la anterior, estas habían sido tan dolorosas y sangrientas que de tan solo pensar y recordar en como les salía la sangre del cuerpo... vomitó...

De la boca de Aldeib salió la poca comida que aún mantenía en su estómago desde hace dos días. Era poco, pero demostraba lo asqueado que estaba por tanta sangre.

Si una persona común le tiene miedo a la sangre y le da asco, si una persona común no soporta ver a un animal muerto, ¿qué tan mal debía de estar la mente del chico que vio un corazón desprenderse del cuerpo de un desconocido? Un chico que experimentó y experimenta la muerte de diversas formas.

—¿Qué te pasa? —Eilí cayó de rodillas frente Aldeib al lado del vómito, viendo a Aldeib con tristeza. Se había preocupado por lo que a Aldeib le había sucedido, puesto que aún era un desconocido para ella y no sabía si tenía problemas al exponerse a tanto estrés.

Aldeib cabizbajo, levantó la mirada viendo a Eilí. Sus ojos daban pena, tristeza y querían decir que ya no quería seguir viviendo. Su mirada era de sufrimiento y desesperación, ya había pasado por una situación como esta, tan desesperante..., pero esta vez, por más que mirase a sus lados no encontraba ese "anillo" para que le ayudase como en el abismo.

—Siento que no podremos hacer nada para evitar morir. —Aldeib dejó caer otra lágrima por sus mejillas mientras seguía sintiendo el dolor mental de sus anteriores muertes. Su mente le gritaba que cualquier cosa le sería inútil, debido que la secta era una organización con tanto poder que… —Tarde o temprano nos vendrán a matar…

Eilí escuchó eso y se apartó un poco de Aldeib y reconsideró esa posibilidad, la posibilidad de un ataque imparable. Eilí pensó en que ya estaban muertos.

«¿Qué de diferente tiene el abismo a esto?» Aldeib comparó esta situación como la que tuvo cuando estaba intentando escapar del abismo y tuvo cuatro muertes que hasta este momento les eran difíciles de digerir por completo. «Creo que... en el abismo sentía una esperanza. Era ese anillo que deseo tener en este momento. En ese momento si había posibilidad de escapar.» Aldeib estaba perdiendo toda esperanza de poder escapar de todo lo que estaba sucediendo y mientras rascaba su cabeza, de su cerebro parecía querer salir humo.

—¡Oye! ¿¡Piensas quedarte en el suelo lamentándote!? ¡Ese no es él Aldeib que conozco! ¿Dónde está el Aldeib que de alguna forma inexplicable me salvó en el abismo y la mansión de la muerte? —Eilí estaba un poco furiosa por ver al chico que siempre la salvaba quedarse como un bueno para nada en el suelo, lamentándose sin pensar en algo para salir. Eilí sabía que Aldeib no debía, no podía ser así, esto por lo que ella había conocido de él. Sabía que su héroe no la decepcionaría en este momento por nada de el mundo. —Todos aquí buscaremos una forma de salir de este lugar.

Sara miró los ojos de Aldeib y el silencio invadió todo el lugar y la atmósfera se puso tensa y muy extraña. Sara se acercó y se arrodilló frente a Aldeib y lo observó con sus ojos dorados durante unos segundos de silencio y luego le preguntó:

—¿Por qué tu alma me dice que has visto la muerte? —Sara logró ver más allá de las ventanas del alma de Aldeib: los ojos. Logró ver más allá de estas ventanas mojadas por las lágrimas que querían salir para formar una lluvia en la cara del chico. Sara compartió el sentimiento de pésame y dolor que sentía Aldeib en ese momento, mas no lo comprendió. —Dime, ¿por qué crees en que moriremos? —Sara observó de una manera muy directa a Aldeib. De los ojos de Sara salieron lágrimas que hacían que Aldeib se desahogara sin llorar él de forma directa.

—Lo sé. Debo de buscar una opción para salir.

Gracias por hacer que me desahogase un poco, Sara. —Aldeib se levantó del piso y se puso de pie. Cerró sus ojos, pero antes de esto salió una lágrima de ellos. Sonrió un poco y se sintió algo aliviado de saber que habían personas que confiaban en lo que hacía él, sin importar su apariencia.

El sentido de responsabilidad surgió en el chico de ojos malditos mientras respiraba hondo. Entonces su mente se aclaró y le dio varias posibilidades, de la mayoría parecían ser muy erróneas o imposibles, pero las más probables y posibles eran las más fáciles de pensar, en especial una, quedarse hasta que todo terminase.

Sara se puso de pie con una sonrisa en su rostro y retrocedió un par de pasos. Vio a través de los iris negros de Aldeib, luego a través de su alma y notó que dentro de él nacía la luz de la esperanza.

«Muy bien.» Sara sonrió un poco al ver a Aldeib mejor en su estado de ánimo y buscar una solución para el problema actual.

—Bueno, ¿y entonces que haremos? ¡Me niego a quedarme acá sin defender el reino! —Holger tenía muchas ganas de querer defender su hogar, el lugar en donde nació, la gran nación del este: el reino de Aria. En su voz había valentía y un aire a veterano de guerra que le daba el toque de un muy buen caballero en la batalla contra el enemigo.

Sin duda este hombre viejo no iba a permitir por nada del mundo quedarse en este lugar hasta que todo acabase. Holger quería y salir de esta cárcel y respirar el olor de la batalla y bañar su espada en sangre enemiga para defender al lugar en donde vive, vivió y desea vivir por siempre, porque proteger el reino era su único anhelo.

—No te preocupes, viejo. Te aseguro que si salimos vamos a morir y por eso, debemos buscar un plan para lograr salir. —Aldeib caminó un poco y se sentó en el suelo dejando caer toda su espalda en los barrotes. Seguía pensando en el plan perfecto para evitar morir al momento de salir.

—¿Salir y enfrentarnos al enemigo sin muertes? ¡Ridículo! ¡En mi vida he escuchado que algo así fuese posible! —Holger se había irritado por la manera en que los de la cárcel pensaban. Holger de verdad creía que sin muerte no había una victoria y que no se podía salir al campo de batalla sin bajas. Para él, esta manera de pensar era en su totalidad, algo absurdo y para nada lógico.

—Claro que no es ridículo. Es posible porque ahora creo en que lo haremos. Sara me dio esta confianza. —Aldeib mostró una mirada algo desafiante al rudo Holger. Aldeib seguía frustrado, pero no era lo suficiente como para poner mala cara o responder con agresividad al caballero preso, Holger.

—¡Ja, ja! Me encanta ver como crees que sabes más que yo. —Holger sonrió con descaro y malicia como si estuviera insultando a Aldeib con sus palabras y expresiones. Estaba demostrando el odio profundo que le tenía a esta forma de pensar, el odio que le tenía a las personas con demasiado optimismo.

—Tal vez mi conocimiento sea limitado, pero te aseguro que esto que creo, se hará posible. —Aldeib estaba empezando a cambiar de semblante al discutir con Holger. La discusión de ser para un plan, pasó a ser para saber quien tenía la razón.

Era una pelea entre el pesimista, Holger y el pesimista, pero ahora más optimista, Aldeib. Mientras que los demás pensaban que lo peor que pueden hacer en este momento es buscar peleas y confrontaciones entre todos y que se suponía que todos son una equipo en busca de un plan perfecto para lograr escapar, pero habían dos que en este momento, mas que cooperar, distraían.

—Tu lógica es así porque eres un mocoso que no sabe absolutamente nada. —Holger cambio de semblante a uno muy furioso, desolado y nostálgico. La nueva cara del caballero parecía que lloraría en cualquier momento por algo que había sucedido.

Una lógica tan extrema y pesimista no era algo muy normal. Muchos pueden estar de acuerdo con Holger en su idea de que sin muertes no hay una victoria, pero la realidad es que esta lógica, este pensamiento no se creaba de la noche a la mañana. Todo lo que somos y nos caracteriza más allá de nuestro físico es la personalidad es algo que se va modificando a lo largo del tiempo con nuestras experiencias, es algo que jamás dejará de cambiar en nosotros. ¿Qué pasó en la vida de Holger para creer en esa lógica?

Sara había notado que en la mirada del pesimista caballero se podía ver algo en su alma. En su alma había una gran mancha de sangre que daba dolor, incluso de solo imaginarla. La mancha llenaba de tristeza a todo aquel que la viera o la poseyera. Era un trauma de lo más profundo lo que Sara estaba observando dentro de el alma de aquel caballero.

Antes de que Sara hiciera una pregunta, cuya finalidad era sobre el porqué tenía esa mancha en su alma; alguien paró la pelea.

Era una voz firme como una líder. Fue capaz de poner en su lugar al caballero, Holger y al pensador, Aldeib. Una voz con la autoridad suficiente como para eliminar una pelea entre dos personas que luchaban por saber quién de los dos tenía la razón en esto.

—¿Por qué en vez de discutir no se ponen a hacer algo más útil? —Denep estaba enfurecida al darse cuenta como en un problema tan grande como este, habían dos hombres que se peleaban. Su ira hervía por querer saber cual era la razón para obtener la victoria en esta pelea tan insignificante.

—¡Con que derech...! —Holger intentó gritar para así espantar o por lo menos mostrar autoridad superior frente a Denep.

Pero, por más fuerte que gritara, sin importar que su garganta sangrara y que se quedara sin voz, aún así no sería suficiente como para lograr hacer que Denep se moviera de su puesto. Era la mujer más digna como líder de todos ellos. Denep era un chica incapaz de ser movida, incapaz de cambiar en una opinión si esta le favorece, con una gran voz de mando y una autoridad inhumana natural que salía de dentro de ella, era una figura con gran autoridad.

—¡Como quieran! —Holger se dio la vuelta y le dio un golpe tan fuerte a unos barrotes que los rompió. Posterior a eso se dirigió a la salida de la cárcel con la mirada decidida a ir hasta la muerte con tal de salvar a su reino.

△▼ Holger ▼△

En tiempos de la guerra, hasta esconderse en las hojas de una árbol era la mejor opción para un soldado solo y sin refugio a causa de la anterior batalla. Pero claro, en esta guerra tan fuerte y con personas ingeniosas, esconderse tras los palos era la mejor opción para morir quemado.

No había tan solo un lugar en donde sobrevivir a la cruel rebelión del reino de Aria. De hecho, el mundo estaba siendo sumergido en la tercer gran calamidad. Esto significaba que no había ni siquiera una ciudad en la cual refugiarse de los desastres que se habían desatado en el mundo.

—¡[Lavball]! —Fue una voz en conjunto y en coro de un batallón de magos. El batallón lanzaba hechizos de fuego para quemar todo lo que había delante de ellos. No les importaba el dolor de las personas que morían o de los familiares que estaban aterrados en sus casas. No les importaba pensar en que tan mal le iba al otro. Simplemente disparaban como buenas máquinas de guerra.

Holger sobrevolaba el cielo a una altura en la que solo se veían luces naranjas viajar de un lado a otro, generando sonidos tan pequeños como si se tratase de golpear una pared con un dedo. Eran muchos sonidos así de chiquitos que se lograban escuchar.

Holger levantó su espada al cielo y gracias a las concentraciones de maná, logró localizar al batallón de magos enemigos que se dirigían rumbo a otra ciudad para sumergirla en el caos.

—Imperdonable. —Holger estaba vestido como un soldado de alto rango. Su ojo izquierdo estaba ensangrentado y su párpados evitaban que este cayera del cielo. «No aguanto.» Holger abrió su ojo izquierdo con dolor y de su cuenta salió su globo ocular lleno de sangre que descendió hasta la tierra de caos. Holger sentía tanto dolor que solo pudo cerrar sus ojos con tanta fuerza que le generaba dolor en la cara.

Magos enemigos localizados por él. Espada cargada y sostenida en sus dos manos con gran fuerza y firmeza, digna de un soldado de la guerra. Un poder que alcanzaba casi la mitad de un rey de la espada y que bailaba en el firmamento del mundo.

Una espada con el poder de lanzar ataques a distancia y considerada la segunda espada más poderosa de todos los tiempos. Una espada intangible para los que no son portadores, no fueron portadores y nos serán portadores de esta. Una espada capaz de cortar el aire y con un poder tan inimaginable y poderoso que causaba terror en cualquiera que la viese.

—¡Espada del dragón del santísimo antiguo reino de Slokite! ¡En el nombre de los santos!, ¡te invoco a ti! ¡Oh gran dragón que te escondes bajo la tierra!, ¡dame tu grandioso poder para vencer a mis enemigos! —La espada se torno de un azul y se movía cono si se tratara de una llama de fuego enfurecida por haber sido soplada, mas no apagada.

Frente a Holger apareció un dragón azul y de ojos rojos quien miraba al caballero con una gran sonrisa.

—Hombre digno de esta espada hecha de mi sangre. Tú me has invocado y ahora yo te presto el poder otorgado por mí al elegirte como sucesor de esta espada. —El dragón dio una carcajada y de pronto apareció una gran luz que dejó a Holger muy sorprendido. La gran luz se comprimió en un punto de color rojo y que se enarbolaba en el cielo.

Este punto se acercó con rapidez a la espada y esta última la consumió. De la nada y como una sorpresa, la espada se torno de colores rojos, azules y toda la gama que había entre esos dos colores.

Y entonces dirigió toda su espada y su grandioso poder a las personas que iban a acabar con lo que él apreciaba.

—Cuanto los odio. —dijo Holger antes de que un poder tan monstruoso bajara hasta los magos con la velocidad de un dragón enfurecido.

△▼ Holger ▼△