Angélica intentó no mirar su reflejo en el espejo mientras él le peinaba el cabello. En cambio, intentó calmarse porque su corazón latía descontroladamente, pero eso solo tuvo el efecto contrario de lo que quería.
—¿Te sientes mejor hoy? —preguntó él, su voz tan suave como el roce de sus dedos en la nuca de ella. Le hizo cosquillas en la piel.
—Sí. —Suspiró ella.
—Quiero que te sientas aún mejor —dijo él.
Algo sobre cómo hablaba en un tono bajo y suave hacía que su voz hipnotizante fuera aún más atractiva.
¿Hacer que se sintiera mejor? ¿Por qué sus pensamientos se desviaban en la dirección incorrecta? ¿O correcta? Todavía no estaba segura. Pero chupar su dedo ciertamente la hizo sentir mejor y hasta la curó.
—Yo... estoy bien, mi señor.
¿Por qué estaba tartamudeando? Se mordió el labio.
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