webnovel

Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Hiện thực
Không đủ số lượng người đọc
194 Chs

146

Le di un beso a Mia, y se la entregué a Daisy.

—Necesito que te cuides de Akira, no confío del todo en ese tipo. No dejes a la niña sola ni para ir al baño, ¿De acuerdo?

—Está bien, cielo.

—Le dirás a Akira que nos encontremos en el lugar de la otra vez, tan pronto llegues a la casa. Lo estaré esperando allá ahora— asintió con su cabeza—. Otra cosa— la acerqué a mi, fingiendo un abrazo y metí mi mano por dentro de su pantalón.

—John, ¿Qué estás haciendo? — preguntó nerviosa.

—Iba a hacer otra cosa, pero esto no está mal hacerlo. ¿Tanta emoción sientes de que esté contigo ahora?

—Estamos en público, eres un pervertido.

—Siempre— saqué la mano, y busqué el arma para ponerla en su pantalón, luego bajé su camisa para ocultarla—. Sé que la que te regalé ya no la tienes, pero conseguiré otra para ti. Está la usarás por ahora. No dejes que nadie la vea, y si notas cualquier cosa extraña, busca la forma de contactarme; aunque confío en que podrás defenderte.

—¿Tanto confías en mí?— sonrió.

—Eres mi mujer y fuiste entrenada por mí mismo, ¿Cómo no vas a poder? — llevé mi mano a su mentón, y la besé—. Piensa en mí mientras no esté. No sabes cuánta falta me hacen, y este pequeñito también. No creas que me he olvidado. Aunque no he estado en toda esta etapa, créeme que estoy loco ya por conocerlo. Espero que para los próximos bebés que tengamos, poder estar en todo momento.

—¿Ya estás pensando en hacer más? Cálmate, John. No puedo estar toda mi vida llena de panzas, una detrás de la otra. No soy un güimo.

—¿Qué hay de malo? Eres mi mujer y siempre estaremos juntos.

—¿Eso qué tiene que ver? Tú solo estás pensando en el procedimiento para embarazarme, no en los embarazos.

—Eso no es cierto, pienso en todo eso y más, además de lo sexy que te ves desnuda y esa barriguita bien formada— reí.

—Y saber que antes odiabas mi sobrepeso.

—Mentira, jamás he tenido problema con eso. Tu cuerpo es delicioso, ¿No te he demostrado lo mucho que me gusta?

—No— desvió la mirada.

—Subamos a la camioneta.

—¿Cómo se te ocurre?

—¿No era eso lo que querías? Es muy cómoda y espaciosa, podemos darnos un poco de cariñito.

—No digas más, pervertido— dijo, y reí.

—Tú te lo pierdes, muñeca. Ya estaba imaginando cosas, ni modo, deberé raptarte otro día. Ve a la casa y enciérrate con la niña. Te quiero pendiente de todo. Quiero que le des muchos besos a Mia y le hables mucho de mi a mis dos pequeños. Los amo mucho. Pronto regresaré con ustedes.

—Lo sé, John. Cuídate mucho. Te vamos a extrañar demasiado.

—Y yo a ustedes— le di un beso a Mia en la frente, y sujeté a Daisy por la cintura para darle otro a ella—. Cuidado por el camino. Los amo a los tres, no lo duden. Por cierto, ahora podré irme y deleitarme con tu delicioso olor— sacudí mi mano, y ella me miró sorprendida.

—¡Eres un degenerado, John!

—Pero te mueres porque este degenerado te lleve al cielo— le hice un guiño, y ella sonrió.

—Tienes un punto— me tiró un beso en el aire, y caminó a la camioneta en donde vinieron.

Una parte dentro de mi quería detenerlas, pero dejándome llevar por ese impulso, sólo las expondría y no quiero eso. Tengo que guardar esas ganas dentro de mi, para que me den la fuerza suficiente para hacer las cosas bien y regresar de vuelta con ellas, ahora que más me necesitan.

Justo cuando Daisy se fue, sentí la presencia de alguien detrás de mí, algo que por despistarme con esos pensamientos, no lo percibí a tiempo.

—Hasta que por fin te encuentro, Alma negra— escuché la voz de una mujer, y me giré.

—¿Tú quién eres?

¿Acaso vio a Daisy?

Jamás la había visto, estaba vestida con una ropa bastante ajustada, una minifalda y una camisa de manguillos; su estatura era media, tez blanca, delgada y lo más que resaltaba, eran sus labios color rojo.

—Mi nombre es Rosy, pero puedes llamarme Rose.

—No me interesa tu sobrenombre. ¿Quién eres, y quién te mandó?

—Uy, no seas tan cortante. Vayamos a otra parte y hablemos.

—No voy a ninguna parte contigo, ¿Responderás mi pregunta o no?

—Se supone que sea enemiga, pero ahora estoy de buenas. Somos de bandos contrarios, y más si estás asociado con los Roberts.

—Entonces ¿qué quieres?

—Te quiero a ti. ¿Eso responde tu pregunta? — sonrió.