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Soy un artista

Kintaro se despierta en su modesto apartamento en Nueva York. El sol se filtra a través de las cortinas, iluminando su rostro mientras se despereza al estirarse lo más posible.

Grave error, ahora sí se despertó porque el calambre en sus pantorrillas hizo que no pueda volver a pegar ojo.

Incluso al levantarse se pegó el pie con la esquina de la mesa de noche.

¡Pero! ¡Su energía y entusiasmo son inquebrantables! '¡Un nuevo día para aprender algo más!' piensa y posa frente a la nada tratando de ignorar el dolor.

Después de vestirse y prepararse el café hábilmente, derramó el café sobre la mesa donde estaba su cuaderno de apuntes.

Su contenido estaba intacto y las señoritas se veían tan bellas como siempre.

Por suerte no pasó nada peor, y al salvar su reliquia se dedicó a comer unas pequeñas tostadas, la positividad de Kintaro brilla a través de sus ojos.

Cogiendo su mochila con todo lo esencial encima, se preparó para salir de una.

Un paso, dos pasos, un tercero. Un giro de media vuelta y corrió a la cocina para limpiar la mesa sucia de Kaffe hasta dar un suspiro de alivio satisfecho consigo mismo.

Ahora sí que pudo salir del piso.

Sus grandes pasos proyectaron una sombra en el pasillo hasta abandonar su vivienda.

Más tarde, Kintaro asistió a una feria de empleo local. El espacio está lleno de pequeños stands que representan oficios y habilidades de todo tipo. Kintaro, con su cuaderno en la mano, va recorriendo cada puesto con gran interés, apuntando todo lo que ve y escucha.

Primero, se detuvo frente a un puesto de plomería. Un hombre mayor le explica los detalles del oficio, pero Kintaro se distrae un poco observando a la joven aprendiz trabajando en una demostración. No puede evitar sonreír mientras la dibuja en su cuaderno. *"Ella parece dominar esas herramientas con tanta gracia..."*, se dice a sí mismo.

Al llegar al siguiente puesto, de herrería, Kintaro toma notas rápidas sobre el trabajo con metales, pero de nuevo, su mirada se pierde cuando pasa una mujer con un pesado delantal de cuero. Este patrón se repite mientras va de un puesto a otro, dividiendo su atención entre el aprendizaje y la observación casual de mujeres que le llaman la atención. Esta claro que la mayoría de chicas eligen otro tipo de oficios por lo que su vasta presencia aquí vuelve loco a Kintaro.

Finalmente, se detuvo en un stand donde un hombre robusto con una barba gris y mirada astuta exhibe el oficio de la carpintería. Kintaro se emociona con la posibilidad de aprender, y sus preguntas son entusiastas, cubriendo desde los tipos de madera hasta las herramientas usadas. El carpintero, impresionado por su genuino interés, lo observa con curiosidad, notando cómo Kintaro toma notas frenéticamente.

...

El carpintero se hacerca al joven aún más.

"¿Como te llamas? Soy Paul " Pregunta el carpintero "¿De verdad crees que puedes aprender carpintería así de fácil?"

Kintaro, sonriendo ampliamente se presentó al señor.

"¡Kintaro Oe! Encantado.

¡Claro que sí! ¡No hay nada que no pueda aprender si lo intento lo suficiente!"

Paul: "Hmph... bueno, ya veremos."

"Bien ,encantado, ¿Puedo ver tu cuaderno?" Paul quería comprobar que tanto podría anotar. No todas las personas pueden preguntar tantas cosas diversas sobre un tema y no olvidarse de una al escribir.

Kintaro dudó, no suele entregar su cuaderno. Pero tiene memoria fotografíca, así que estára bien incluso si se pierde.

Al final no pudo evitar entregar el cuaderno. No hay nada secreto, o al menos eso cree el.

Además de las notas técnicas, Paul se quedó deslumbrado por los bocetos de mujeres que ha visto a lo largo del cuaderno. Sus bocetos eran errantes desde las esquinas, mitad de la página en diagonal"¡Jajaja! ¡Este chico es un caso!" dice el carpintero, riendo a carcajadas al hojear el cuaderno. "¡Con razón no paras de escribir! Tienes un talento muy... peculiar."

"Eres un tipo raro, pero parece que tienes corazón para aprender, ¿Aún quieres el trabajo? ¡Ven a mi taller!" dice el carpintero con una sonrisa. Al final, acepta a Kintaro como aprendiz, impresionado por su pasión por el aprendizaje, aunque lo haga con un toque de humor.

Con su nueva oportunidad como aprendiz asegurada, Kintaro decide pasar el resto del día libre recorriendo la ciudad. Nueva York, con su caos vibrante, es un lugar lleno de sorpresas, y Kintaro se siente como pez en el agua. Camina por parques y calles abarrotadas, asimilando cada pequeño detalle del entorno.

Su sexto sentido le ayuda a detectar las anomalías. Como cuando el viento levanta alguna falda.

Durante su paseo, llegó a una esquina donde un grupo de artistas callejeros está actuando. Sin pensarlo dos veces, Kintaro se acerca. "¡Necesitan un poco de percusión!" se dice a sí mismo al notar la falta de una batería en el conjunto. Sin perder tiempo, Kintaro comienza a reunir cubos vacíos, latas de basura y otros objetos metálicos para improvisar una batería.

El grupo de artistas lo observo con curiosidad, sin dejar de tocar su música. Kintaro tomó veloz dos palillos de comida rápida que encontraban tirados cerca, y empezó a tocar de manera vibrante. Las habilidades de Kintaro son diversas y al parecer las musicales no estaban del todo mal. Pronto la multitud que los rodeaba comenzó a crecer. Las risas y el aplauso también se hicieron conocer. Los artistas, inicialmente escépticos, no pueden evitar seguir el ritmo improvisado de Kintaro. La energía de la actuación se intensifica, y Kintaro, con su entusiasmo contagioso, termina robándose el show al ser pionero en este tipo de show al tocar una " batería " improvisada.

-La busqueda de Miki.

Miki, la hija del jefe de la pizzería, se encontraba sentada en la pequeña mesa de su cuarto, su cuaderno de notas abierto frente a ella. El sol de la mañana se filtraba a través de la ventana, iluminando las páginas en blanco que pronto comenzarían a llenarse de palabras. Siempre había sido organizada, meticulosa con sus pensamientos, pero hoy algo distinto la perturbaba. No podía dejar de pensar en Kintaro Oe.

Había pasado días pensando en él desde aquel incidente en el baño del restaurante, un episodio tan incómodo que le costaba no reírse cada vez que lo recordaba. Pero Kintaro no solo era un tipo raro y torpe; había algo más en él que no podía ignorar. Era su manera de estudiar todo lo que veía, de absorber el mundo como si fuera un libro abierto. Y eso, en el fondo, la había inspirado. Miki había crecido bajo la estricta tutela de su padre, quien le enseñó que el trabajo duro y la eficiencia eran las claves del éxito. Pero Kintaro... él lo hacía de otra manera, aprendía con pasión, de una forma casi infantil, y eso la había hecho preguntarse si había otra manera de ver la vida.

Escribió en su diario *"Quiero entender más del mundo, como Kintaro lo hace. Estudia todo a su manera, y aunque parece distraído, creo que sabe mucho más de lo que deja ver."*

Ese día, después del incidente, su padre y madre habían cambiado de opinión sobre él, pero ella no podía sacárselo de la cabeza. Se levantó temprano, como solía hacer, preparó café y se aseguró de que todo estuviera en orden en la pizzería antes de salir. Sin embargo, hoy no tenía la intención de quedarse en el restaurante. Tenía una misión. Encontrar a Kintaro.

Miki se ajustó la mochila, que llevaba algunas cosas que necesitaba para el día, y salió de su apartamento con un propósito claro. Caminó por las calles de Nueva York, una ciudad que había aprendido a amar, pero que a veces se sentía como un laberinto. Sabía que Kintaro había estado vagando por la ciudad, siempre en busca de algo, de conocimiento o de trabajo, pero nunca estaba en un solo lugar por mucho tiempo.

Decidió empezar por los sitios más obvios, preguntando a los amigos y conocidos que Kintaro podría haber hecho durante su corta estancia en la pizzería. Primero fue a la tienda de la esquina donde Kintaro compraba sus lápices y bolígrafos, pero el dueño, un hombre anciano, no lo había visto en días. Luego caminó hasta el parque donde recordaba haberlo visto antes, pero solo encontró un grupo de niños jugando y algunos artistas callejeros.

*"La percusión es importante en la música, puede mover los corazones de la gente"* escribió al presenciar la banda.

Mientras caminaba, su mente se llenaba de pensamientos '¿Por qué me importa tanto?' se preguntaba a sí misma. No era solo por el incidente en el restaurante, sino por la forma en que Kintaro la había hecho ver el mundo. Ella era disciplinada y metódica, pero él le había mostrado que podía aprender de maneras menos estructuradas, sin necesidad de seguir siempre un plan. Miki también es estudiosa y dado que a encontrado a alguien similar. ¿Porque no preguntarle cómo se organiza?

Caminó durante horas, pasando por cafeterías, plazas y pequeños callejones donde pensó que él podría estar. E incluso en la feria de empleo, preguntaba a la gente si habían visto a un joven con una bicicleta y un cuaderno en la mano, pero las respuestas siempre eran diversas.

*"Al parecer la gente no suele tener una impresión duradera de alguien que solo conocieron por unos mi minutos, y si la tienen solo me darán respuestas vagas"*

Se detuvo en una pequeña cafetería cerca del muelle, un lugar donde la brisa marina soplaba suavemente y los turistas se mezclaban con los residentes locales. Miki pidió un café para llevar y se sentó en una banca, mirando el horizonte mientras bebía lentamente. Su búsqueda hasta ahora había sido infructuosa, pero no se sentía derrotada. Había algo reconfortante en el hecho de que, aunque no lo encontrara, estaba tomando un poco de su espíritu aventurero.

Finalmente, después de un largo día de búsqueda, Sakura decidió rendirse por el momento. No había pistas sobre dónde podría estar Kintaro, pero eso no significaba que había perdido su propósito. Guardó su cuaderno y se levantó de la banca, mirando hacia el cielo mientras el sol comenzaba a descender. A pesar de no haberlo encontrado, algo había cambiado en su interior. Ella también había aprendido algo ese día *"que no siempre se trata del destino, sino del camino recorrido"*

*"Tal vez lo vea mañana,"* escribió con una pequeña sonrisa mientras comenzaba a caminar de regreso a la pizzería. Había algo en su corazón que le decía que, tarde o temprano, se volverían a encontrar. Y cuando lo hicieran, quizás entendería mejor por qué Kintaro había dejado una marca tan profunda en su vida.

El día había terminado, pero la búsqueda de Kintaro Oe aún no había concluido.