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Capítulo 2: Un cuento para dormir, una leyenda para contar

Un cuento para dormir, una leyenda para contar.

Primera parte.

Condado Banyronix, 410 años antes del presente.

Ya estaba oscureciendo, el sol poco a poco iba ocultando su faz en el interminable horizonte. Un niño de no más de diez años con cabellera de color carmesí jugaba en un gran patio con un par de sirvientes que le acompañaban cargando con palos, simulando armas legendarias. El pequeño niño y los sirvientes sostenían una imaginaria batalla en contra de algún gran monstruo que solo él podría vencer.

Sus padres miraban desde la entrada del patio con tiernos ojos a su primogénito, sonrisas que recordarían este momento por los siguientes años por venir, agradecidos por los presentes años de paz de la que podían gozar. Ya viendo que el sol empezaba a ocultarse, la madre llamó la atención del padre con un golpecito de su codo en dirección a su brazo.

Como si estuviera en un trance y acabara de salir de este, se sorprendió un poco mirando a su esposa. Al ver que este parecía algo desconcertado, ella sonrió y decidió pedirle amablemente que fuera por su hijo y lo trajera a casa.

—Orvyn, nuestro hijo necesita ir a la cama, ve por él.

El padre, entendiendo las intenciones de su esposa y asintiendo, empezó a caminar en dirección de su hijo, que aún jugaba con los sirvientes. Llamó su atención, llamándolo por su nombre:

—¡Gareth, ven, es hora de ir a la cama!

El niño se sorprendió un poco para luego de procesar por un momento, negó con la cabeza, renuente a terminar su aventura en ese momento para ir a la cama.

—Papá, ¡estamos a punto de derrotar al rey monstruo! No puedo ir a la cama ahora.

Parecía que el niño estaba decidido a terminar su aventura antes de irse a la cama. El padre, escuchando esto, miró hacia atrás en dirección de su esposa, como diciendo: "Oh, vamos, cariño, es el rey monstruo, la cama puede esperar" en un intento de abogar por el niño, el cual esperaba el veredicto final. Ella, sintiendo las intenciones en la mirada de su marido, negó con la cabeza, firme en su decisión, lo cual parecía no tomar por sorpresa al padre.

El niño pareció aceptar su destino al ver el rostro de su madre que no parecía inmutarse ante nada, así que dejó su arma legendaria (palo) con uno de los sirvientes para ir hacia sus padres. El padre tomó su mano murmurando al niño un triste: "Lo intenté" llevándolo ante su madre. Cuando su madre estaba a punto de llevarlo a su cuarto, el niño habló con una petición:

—Mamá, quiero que papá me arrope esta vez.

Dijo tranquilamente, no era raro que su padre lo arropara, pero el conde tenía cosas que hacer esta noche, eso lo sabía la madre, así que se negó dándole motivos.

—Tu padre estará ocupado con algunos asuntos del condado, tal vez en otra ocasión.

El niño miró a su padre, como si pidiera ayuda en este asunto, haciendo una especie de cara tierna, la cual, el niño sabía que era una de sus fortalezas. El padre, mirándole, intentó resistirse. Al ver esto, la madre frunció levemente el ceño, diciendo:

—Gareth, ya te dije que tu…

—Está bien cariño, solo será un momento.

Cuando la madre del pequeño estaba a punto de rechazar por completo la petición del niño, el padre entró en escena para evitarlo.

La esposa le miró, como si dijera, algo como: "¿Estás seguro?" El padre con una leve sonrisa asintió. Ella no podía hacer más que aceptar esa decisión. El niño corrió por las escaleras esperando que su padre le siguiera y así fue. El padre subiría lentamente por las escaleras hasta que llegó al cuarto donde su hijo estaría ya cambiándose a la pijama. Él se sentó sobre la cama esperando a que su hijo terminará de cambiarse. Decidió preguntarle algo.

—Entonces… ¿Estabas jugando a derrotar monstruos?

—¡Estaba jugando a que yo era el dragón del que me contaste hace tiempo!

El padre se sorprendió un poco al escuchar eso. Intentaba hacer memoria, pero con tantas cosas que tenía en la cabeza en ese momento no recordaba del todo bien.

—Los dragones no usan armas, tú tenías una ¿No?

Al escuchar esto, el niño se dirigió a su pequeño escritorio de madera, después de terminar de cambiarse por completo y sacando unas hojas, le mostró algunos dibujos. Unos en los que había una serpiente blanca con fuego azul en sus ojos, la cual, tenía una espada gigante de color negro y gris, a su vez, había muchas siluetas negras a su alrededor que parecían derrotadas, así como una persona a la que estaba protegiendo aquel ser.

—¡El dragón que es tu amigo, papá!

Al ver el dibujo, unos segundos después, este apenas reconoció de quién hablaba su hijo. Apenas pudo evitar reír al ver cómo su hijo representaba a esa persona como un ser mitológico, como lo era un dragón.

—¡Ah, ese sujeto! Jajaja, pero él se ve como una persona, no es una serpiente o algo así.

—Mamá dice que no es una persona, dice que es más como un dragón porque todos le tienen miedo.

—Bueno… tu madre tiene razón en eso.

Después de que ese pequeño diálogo entre ellos terminara, el padre le diría a su hijo con ternura:

—Está bien, ya ven a acostarte o tu mamá va a venir enojada.

Sin decir una palabra, el niño vino a acostarse y el padre arropaba a su hijo como de costumbre, sin embargo, el niño dio una solicitud a su padre:

—¡Cuéntame esa historia de nuevo!

—Ehm… Bien, solo que lo haré más rápido porque debo irme pronto ¿Está bien?

El niño ya arropado estaba emocionado por escuchar su historia preferida para dormir. El padre comenzó a contarla como de costumbre:

—Había una vez, una persona muy pobre que cuidaba a los cerditos para poder llevar dinero a su familia, a su mamá enferma y sus tres hermanos porque su papá los había abandonado.

»Una vez al muchacho se le dijo que había un gran tesoro escondido en el gran bosque que ayudaría a su familia para siempre. Se decía que en ese bosque había espíritus malos, fantasmas y que nadie nunca había regresado de ahí.

»El chico no sabía que el gobernador de la tierra estaba enojado con él y había inventado lo del tesoro para engañarlo, porque su hija quería al muchacho, pero él no quería que su hija estuviera con alguien pobre, también, había algunas personas malas que querían quitarle su vida porque no soportaban ver que era feliz y ayudaba a otros aunque era muy pobre. Ellos sabían que si le quitaban la vida en el bosque, entonces nadie diría nada, así que enviaron a algunas personas al bosque para eso.

»No teniendo más opción, decidió ir al bosque después del trabajo a buscar el tesoro para así poder curar a su madre y cuidar de sus hermanos, que también empezaban a enfermarse.

»Una vez que entró al bosque, se fijó por qué camino habría de regresar y comenzó su camino. El joven caminó por minutos que se convirtieron en horas, se dio cuenta de que había estado caminando en círculos todo el tiempo, ya estaba oscureciendo y tomó un camino que parecía diferente. Ahí se sorprendió cuando se encontró a muchas personas armadas vestidas de negro que estaban tiradas en el suelo. Tuvo miedo al recordar las historias acerca de los fantasmas y espíritus, así que intento escapar de aquel lugar, pero cada intento resultaba en fracaso.

»El joven pronto se rindió y decidió que sería mejor irse cuando hubiera más luz, ya que la luz lunar en ese denso bosque era demasiado escasa, dejándolo casi en completa oscuridad. Hizo una fogata con sus escasos conocimientos para pasar la noche, sin embargo, a lo lejos, el muchacho escuchaba voces de gritos y lamentos que se acercaban cada vez más.

»Sintiéndose en peligro, el chico corrió dejando todo atrás, pero mientras más corría, más sentía que estaban detrás de él. Los sonidos de gritos y lamentos se hacían cada vez más fuertes que antes.

»Llegó el punto en que ya no podía correr más, sus piernas estaban cansadas y adoloridas, su respiración estaba agitada. Cuando miró hacia atrás, pudo ver a lo lejos sombras extrañas que eran más oscuras que la oscuridad del bosque acercándose hacia él. Estas eran las que hacían aquellos atemorizantes sonidos que se hacían más fuertes mientras más cerca estaban de él. En pánico intentó defenderse con piedras y palos, más sus intentos fueron en vano.

»Las sombras se acercaron tanto a él que sentía que estaba destinado a una destrucción repentina a manos de estas misteriosas sombras. Más cuando estaba a punto de ser tragado por la oscuridad, una silueta tan blanca como la luz de la luna se hizo presente de manera estruendosa, como si de un trueno se tratase.

La silueta blanca llamó la atención de las sombras, las cuales, dirigieron sus estruendosos gritos hacia la silueta. Se dirigieron hacia él para combatirlo…

—Cielo, ya te están esperando para el consejo.

Ambos, padre e hijo, se asustaron por la entrada de la madre que al parecer llegó de manera desapercibida. El padre la miró por un momento y sonriendo, asintió hacia ella. Se dirigió a su hijo para desearle buenas noches:

—Gareth, mamá va a contar lo demás, papá debe irse.

El niño estaba algo descontento debido a esto, pero ya le habían dado demasiada libertad hasta ahora, así que no quiso importunar más a su ocupado padre y decidió abrazarlo para después ver como desaparecía tras la puerta después de darles un cariñoso beso a él y a su madre. La esposa, después de ver cómo su marido bajaba por las escaleras, entró a la recámara del niño, sentándose a la orilla de la cama.

—Mamá, papá no terminó de contar la historia ¿Puedes terminarla?

Dijo el niño de manera inocente y tierna a su vez, anhelando escuchar de su madre una respuesta positiva.

—Sabes que yo no la cuento tan bien como él, cariño.

Ella parecía algo cansada, pero el niño insistió enérgicamente a su madre:

—¡Por favor mamá! No podré dormir bien si no terminas la historia.

La madre, estando a punto de negarse, miró a su hijo, se llenó de ternura tal que tan solo sonrió suspirando, aceptando el último capricho del niño de ese día, habló hacia él haciendo una pregunta:

—Bien… ¿Dónde se quedó tu padre?

—¡En la parte en la que las sombras atacan a la figura blanca!

Mencionó el niño lleno de entusiasmo al ver que su madre había cedido a su petición. Ella sabía que a él le gustaban esas historias que su padre le contaba, pero ella le agregaba algunas cosas y omitía algunas otras debido a que no las sabía muy bien, más lo intentaba para que su hijo estuviera feliz. Ella se aclaró la garganta y comenzó más o menos donde se quedó el padre:

—Ejem… la… silueta blanca… del dragón… llamó la atención de las sombras que lanzaron sus estruendosos gritos hacia él.

»Se dirigieron violentamente en dirección del dragón para combatirlo… Más el dragón blanco con valentía encendió su enojo en contra de las sombras, dibujando en sus ojos llamas de color azul que lo hicieron temible a la vista de las sombras, sacudiendo una gran espada negra y su aliento, el cual atravesaba a las innumerables sombras que se le oponían.

»Las sombras restantes huyeron con extremo miedo por el dragón. El joven estaba sin saber si el dragón lo ayudaría o lo comería, así que le suplicó por su vida. El dragón era alguien amable, así que no planeaba comérselo, en cambio, este le dijo que le ayudaría porque él estaba perdido también.

»Ambos, dragón y joven, se hicieron amigos y al día siguiente, salieron de aquel bosque sin encontrar el tesoro para su familia. El joven estaba muy triste por esto. Con generosidad, el Dragón prometió ayudar a la familia del pobre chico y regresaron a su hogar…

Condado Banyronix, 380 años antes del presente.

Una figura adulta de cabellos carmesíes, con una barba de igual color, fornido y con una voz gruesa hablaba a un niño pequeño de no más de 7 años en una noche igual de hermosa, estaba leyendo un libro con algunos dibujos.

—Cuando regresaron a su hogar, el dragón blanco usó su conocimiento para crear una medicina milagrosa que curó a la madre y a los hermanitos del joven en menos de un día. El muchacho estaba maravillado y feliz de que su familia estuviera bien ahora, ya que era todo lo que tenía. Sin embargo, estaba triste porque no tenía nada que ofrecerle al dragón por su ayuda. El dragón solo le pidió que le dejara vivir con ellos por un tiempo, puesto que no tenía un lugar donde quedarse. Felizmente el joven aceptó.

»El gobernador se dio cuenta poco después de que el joven había regresado, pero que sus soldados no y eso lo hizo enojar mucho más. Encerró a su hija para que no volviera a ver al joven y mandó soldados a plena luz del día para encargarse de él.

»Los soldados llegaron a la casa de la familia del joven y les rodearon con el fin de quitarles la vida. El dragón, saliendo de la casa, luchó en contra de los soldados, de manera que ni uno solo pudo blandir sus armas en contra de él. El metal no le tocaba y era tan rápido que no se podían seguir sus movimientos, los cuales contenían un sonido similar al de los truenos del firmamento tormentoso. Al final, tan solo fue una batalla unilateral.

El niño al cual le contaban la historia interrumpió a la persona que lo estaba contando con una pregunta:

—Papá, ¿Esta historia es real? Porque yo no he visto un dragón antes…

Preguntó de manera curiosa, ya que a su corta edad, no habría salido demasiado de casa. El padre, escuchando esto, miró con ternura a su pequeño y sonriendo respondió:

—Claro, tú no lo has visto, pero tu abuelito era amigo del dragón. Tu abuelo ahora ya no está aquí con nosotros… Pero cuando lo despedimos hace unos años, el dragón lo visitó a su descanso cuando nadie estaba ahí. Cuando notó que yo estaba cerca me llamó y me dejó esto.

De un pequeño cofre que tenía escondido y cerrado con llave, sacó un objeto. Era un reloj de bolsillo de color dorado que también tenía una pequeña brújula. Se la mostró al niño frente a él, diciendo:

—El dragón me dijo que este reloj perteneció a tu abuelo y que el patriarca del clan debía traerlo consigo. Es un tesoro que el dragón le regaló a tu abuelo, le dijo que es el símbolo de una promesa.

—¡Ohh!

El niño parecía bastante animado y sorprendido por ver el tesoro del dragón que le dio a su abuelo. Una voz femenina se escuchó desde el pasillo afuera del cuarto del niño, era su madre.

—Gareth, estoy celosa ¡Yo también quería ver al dragón!

Dijo la madre del pequeño hacia su esposo. Ella era una mujer de unos 28 años de edad, su cabello era de un blanco intenso y de un semblante muy alegre, ella tenía a una niña en brazos de unos 2 años que balbuceaba "¡Bragoón!" O algo así. El esposo, riendo un poco, la invitó a pasar. Guardando el tesoro en el cofre nuevamente, regresó a la cama del niño para seguir contando la historia a su ahora reunida familia.

—¿En qué me quedé…? Ah, sí, ya recordé.

Abriendo el libro y encontrando la página, comenzó a narrar la historia nuevamente desde donde se quedó.

Fin de la primera parte.

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