Paso otra semana desde que Mikoto se volvió discípula de Kain y ahora, madre e hija pasaban la mayor parte del tiempo en la casa de Kain. Prácticamente desde que salía el sol hasta que se ocultaba. Por otro lado, Kain avanzaba en su herrería aun buen ritmo, cada día recuperaba la presteza en sus manos y encontraba que de aquí a un mes estará en condiciones de templar acero de Damasco. Mientras tanto, le enseñaba a Mikoto y se preocupaba de que Tsubaki no se rompiera el cuello.
Kain había dejado a Mikoto en el taller templando una hoja de hierro. Pensó en ir a descansar debajo del manzano, así que camino con dirección al patio. Para su sorpresa, la pequeña alborotadora estaba de camino a subirse por el tronco del manzano.
-¿De nuevo estas aquí?- le pregunto
-Quiero esa manzana- dijo la niña mono a mitad de su camino, apunto con la mano derecha.
Kain soltó un suspiro, negó algo divertido y camino hasta ella. La tomo de la cintura y la elevó hasta alcanzar la rama en la que estaba la manzana.
-Gracias- dijo Tsubaki con una sonrisa y Kain la bajo para depositarla en el suelo.
-Mocosa- dijo Kain -uno de estos días te vas a romper los huesos, deja de subirte a todas las cosas-
-Pero me aburro, además de que me da hambre-
Kain se puso en cuclillas y le pincho con suavidad el estómago -¿Adonde metes tanto?-
-¡Oye! Eso es feo, no me pinches- respondió Tsubaki dando un paso hacia atrás y frunciendo su pequeño ceño -además, mamá dice que estoy en crecimiento-
Kain se largó a reír y la invito a descansar debajo del manzano. Tsubaki lo acompaño y se sentó en una de las cuatro sillas. Kain se ganó al frente y al ver a la pequeña luchando para hincarle el diente a la manzana, tendió su mano y le hizo el gesto para que se la pasara. Tsubaki se la entrego y Kain lavó la fruta y después se la corto en pedazos. Después se la paso a la pequeña glotona y ella se atiborro la boca manzana.
-Come mas lento- dijo Kain
-Esta, rica- dijo Tsubaki
Kain negó mientras miraba a la niña comer y escuchaba a Mikoto templar el metal desde el taller.
-¿Mamá lo hace bien?- pregunto Tsubaki
-Lo hace muy bien, tiene un largo camino por delante, pero ella será la mejor- respondió Kain con confianza
-¿Me puedes enseñar?-
-Estas muy pequeña, tus brazos se cansarían rápido. Cuando tengas mas edad te enseñare-
Tsubaki le pregunto entusiasmada -¿Promesa?-
-Promesa, promesa-
Una media hora más tarde, vino Mikoto a buscar a Kain. Este último la acompaño al taller y miró como lo estaba haciendo.
Kain señalo la punta de la hoja y le dijo -aquí le pusiste demasiada fuerza, aquí aflojaste y aquí te ensañaste ¿tuviste un arranque de ira?-
Mikoto se sonrojo y asintió con vergüenza.
-Ten paciencia- le dijo Kain con calma -cuando templas el acero, templas tu carácter. Si eres demasiado volátil, tu trabajo jamás tendrá consistencia. Trata de mantener un estado mental equilibrado, no te desesperes por terminar rápido. Empieza con un ritmo, mantén la fuerza y una vez que termines el trabajo, examínalo. Si no te gusta como quedo, lo rehaces o lo empieza de nuevo-
-Lo siento, maestro- dijo Mikoto dando una reverencia al estilo japonés
Kain sonrió y le pasó la mano por la cabeza como si fuera una niña -sigue trabajando- dijo -solo te puedo decir que será un camino largo y que no debes perder contra tú propio corazón-
Mikoto levanto su cabeza con un claro rubor en sus mejillas, pero solo asintió.
-o-
Como era día domingo, Kain llevo a Mikoto y a Tsubaki a la torre de Babel. La niña estaba agradecida y la madre asustada. Tsubaki encontró divertido pasear con Kain y su madre, miraba por todos lados y revisaba cada cosa que le gustaba. Por otro lado, Kain tuvo que desembolsar unos cuantos valis porque el pequeño barril sin fondo se le antojaba todo lo que veía. Al mismo tiempo, Mikoto estaba apenada y le decía a Kain que no era necesario, pero para Kain era una especie de diversión ver las expresiones de alegría de Tsubaki. Así que le dijo que no se preocupara. Ahora, Mikoto estaba preocupada por los camaradas de los vándalos que mato hace unas semanas.
Ella le había dicho a Kain que mejor no presionaran la situación, pero Kain le dijo que tarde o temprano tendría que ir a la calle. Así que era mejor resolver el asuntó lo antes posible. Él le aseguro que no tenía nada de qué preocuparse, que él era lo suficientemente fuerte como para protegerlas ambas.
En ese momento eran las siete de la tarde y estaba corriendo una brisa fresca. Las calles aún seguían transitadas, pero poco a poco estaba bajando la afluencia de gente. Cruzaron la avenida principal mientras Mikoto iba un paso atrás de Kain y Tsubaki iba de la mano de este último. Ella los miraba conversar y se sentía complacida al ver a un hombre tan amable. Tuvo algunos pensamientos impropios, los cuales no anidaron en su mente durante mucho tiempo. Con lo capaz que es su maestro, seguro es verdad que no tiene necesidad de presionar a nadie.
Una vez que llegaron a la torre de Babel, el mismo dependiente de la otra vez atendió a Kain, pero esta vez fue más educado. Ya había recibido una buena reprimenda por el trato que le había dado a Kain. Así que ahora rayaba en lo servicial. Kain lo encontró un poco raro, pero pensó que debe haber sido cosa de Hephaestus. No le dio el mayor pensamiento, dejo las armas que creo durante esta semana y fue a cobrar la comisión por las armas que había dejado la vez anteriorior. No fue mucho, según él, pero fue lo suficiente como para pagar los gastos de todo un año de una familia normal. Pero dejando eso de lado, Kain llevo a Tsubaki y Mikoto a comer a un restaurante.
Mas tarde como a eso de las nueve de la noche hicieron su camino de vuelta a la casa. Para ese entonces, Tsubaki había comido postres hasta hartarse. Por otro lado, Kain notó que los estaban siguiendo, pero lo dejo ser. Era mejor ordenar las cosas ahora mismo. Mikoto también se dio cuenta, se preocupó por Tsubaki, la cual iba durmiendo en los brazos de Kain.
-Maestro- susurro Mikoto
-Lo sé- dijo Kain sin nunca detenerse -te lo dije, déjamelo a mí, no les harán daño-. Entonces Kain le coloco a la durmiente Tsubaki un sello en su frente. Así si había mucho jaleo, no se despertaría.
Kain dio la vuelta en un pequeño pasaje y los encamino a todos a un callejón sin salida. En ese momento empezaron a aparecer más y más tipos. Por su vestimenta parecían aventureros de poca monta, más cercanos a ladrones. Kain siguió caminando hasta el final del callejón y movió su mano derecha para hacer una silla de piedra. Se la ofreció a Mikoto y le pasó a Tsubaki para que la cargara. Después se dio la vuelta y miró a los tipos.
Un tipo calvo de sonrisa viciosa, se rio y le dijo -que mala suerte, aquí se acaba el camino-
-Así parece- dijo Kain. Se mantuvo por delante de Tsubaki y Mikoto. Mientras tanto, contaba a los tipos. Eran quince vándalos. Todos llevaban un puñal o una espada corta.
-¿Son todos?- pregunto Kain con confianza
-¿Eh?- exclamo el tipo calvo.
-Te pregunto que sin son todos los que vienen por nosotros-
-No hay necesidad de más- dijo el tipo calvo con cierta preocupación
-Bien, como fuiste el primero en hablar, te dejare vivo-
Kain los apunto a todos con su mano derecha y creo a su alrededor un conjunto de catorce pequeña nubes negras. Cada una era del tamaño de un puño, por otro lado, todas emitían una especie de electricidad. Kain sonrió una vez que estuvo preparado
-¿Haz probado algunas vez lo que es una maldición?- pregunto Kain divertido
El tipo calvó quedo confundido.
-Bueno, da lo mismo, lo veras ahora- dijo Kain y dirigió las nubes contra los tipos. Antes de que hubiera cualquier reacción, los diez primero fueron golpeados y transformados en polvo al instante.
De los cinco vándalos restantes, miraron a su alrededor asombrados y asustados. Ninguno atino a correr, ya que ninguno entendió que estaba pasando. Después de un instante, cuatro mas se convirtieron en polvo y el último, el tipo calvo, había perdido su sonrisa viciosa. Ahora era remplazada por una mirada de espanto.
Kain se acercó con pasos lentos mientras el tipo calvo retrocedía de forma mecánica cada paso que Kain avanzaba. Hasta que unos diez segundos después, se dio una vuelta para salir corriendo mientras trastabillaba con sus propios pies. Cayó de cara al suelo y después se dio la vuelta para ver a donde venía Kain. Estaba a dos metros de él, así que tratado de empujarse con sus talones y retroceder lo que más pudiera.
Kain levanto su mano como si sujetara algo y de la tierra emergió una gran mano que tomo al calvo y lo dejo suspendido en el aire.
-No me mate, por favor no me mate- le decía el calvo con una voz chirriante. Se había hecho en los pantalones, una gran mancha húmeda a la altura de su entrepierna lo demostraba.
-Shi, shi, shi- dijo Kain -tranquilo, no te matare, solo quiero que le trasmitas un mensaje a tu jefe-
-El es un dios- dijo el calvo en un apuro
-Bueno- respondió Kain con agrado -mejor aún, dile que Mikoto y Tsubaki me pertenecen, que están fuera de su mano y que si tiene un problema, que le vaya a preguntar primero a Urano. Odió malgastar mi energía en pequeñas basuras como ustedes ¿entendido?-
El calvo asintió con vehemencia y unos ojos llorosos. Tuvo la mala idea de mirar al suelo y ver el polvo que dejaron sus amigos sobre los adoquines. Era como si se hubieran transformado en arena.
Kain sonrió y deshizo la mano que sostenía al calvo y este último cayó al suelo. Después se levantó con torpeza y salió corriendo mientras gritaba sobre un monstruo.
-o-
Kain y Mikoto fueron todo el camino de vuelta en silencio. Ella lo miraba con cierto temor y angustia. No sabía con quien se había comprometido. Incluso se preocupó por su hija y se preguntó si después le pediría su alma.
-¿Por qué tan callada?- le pregunto Kain
Mikoto negó de lado a lado con su cabeza mientras sostenía a su hija. Siguieron avanzando sin emitir más preguntas, eran un silencio distante, casi abismal.
-¿Me tienes miedo?- pregunto Kain
-Sí-
-¿Que sabes de los aventureros y los dioses?-
-Que unos van al calabozo y otros los envían. Yo, también he ido al calabozo, pero últimamente tengo miedo de que me pase algo y dejar a mi hija sola-
-Ellos tienen grandes poderes-
-¿Ustedes es un dios?- le pregunto Mikoto generando un silencio incomodo entre los dos
Kain pensó en sí mismo durante un momento y respondió -por ahora no, a lo mejor en el futuro-
-Ya veo- murmuro Mikoto -¿Usted quiere mi alma?-
Kain detuvo su paso y la miró con una sonrisa. Después se largó a reír de buena gana mientras se partía a carcajadas. Mikoto se sonrojo y se molestó con Kain.
Ella siguió avanzando y Kain la siguió para pedirle disculpas.
Una vez que llegaron a la casa de Mikoto, ella se detuvo en el portón y le pregunto a Kain mientras le daba la espalda -¿Usted nos ayudara?-
Kain a un metro de ella le miró la esbelta espalda y ese cabello azabache. Asintió y le dijo -la verdad, no te ayudo a ti. Solo estoy ayudando a tu hija porque me preocupa le pase algo. El mundo, en ninguna época, en ningún escenario, en ninguna sociedad, es amable con los huérfanos-
-¿No tiene otras pretensiones?-
-Bueno, si tanto insistes, puedes calentar mi cama de vez en cuando-
Mikoto se dio la vuelta y lo miró sonrojada y enojada -eres tan sucio con las palabras- dijo
Kain se rio y acerco su índice a la frente de Tsubaki -el pequeño barril sin fondo se despertara en una hora más. Lo más probable es que moleste hasta altas horas de la noche. Te deseo suerte-
Después de eso Kain se fue a su casa con una gran sonrisa, mientras que Mikoto se quedó congelada y mirando a su hija.