Mikoto se despertó al otro día con un gran dolor de cabeza. No reconocía el techo, ni las sabanas ni nada que estuviera a su alrededor. Solo una pequeña carita redonda y regordeta. De ojitos rasgados y piel morena. Su bebé la estaba mirando como dormía. Mikoto estiro sus brazos y de repente la abrazo. Tsubaki dio un respingo pero rio divertida. También abrazo a su mamá.
Después de eso, Mikoto se sentó en la cama y miro la habitación. Estaba en una gran cama con unas sabanas y cobertor blancos. El piso estaba alfombrado y los muebles se veían de gran calidad. Todos cafés de textura lustrosa y brillante. Ella miró por la ventana del lado y vio que podía ver el jardín florido del vecino, la pandereta y un poco más allá, el techo de su casa. Soltó un suspiro mientras se hacia una idea de en donde estaba y recordaba que era lo que había pasado. Negó con su cabeza y se miró a sí misma. Llegaba un kimono de lo color café. Dos cosas le sorprendieron, una fue que estaba muy bien colocado. Lo otro fue que no recuerda habérselo colocado ella misma. Si ella recuerda bien, su ropa estaba maltrecha y sucia con su sangre de esos tipos.
Alguien golpeo la puerta de la habitación, y desde el otro lado, escucho una voz gruesa y varonil -¿Puedo entrar?-
-Mamá- dijo Tsubaki -es el señor Kain-
Mikoto asintió mientras miraba a su hija y dijo con su melodiosa voz -puede pasar Kain-sama-
La perilla de la puerta hizo un clic y se giró para dejar entrar a un elfo de gran estatura. El hombre llevaba una bandeja con varias tazas y pocillos. También pan y otros acompañamientos. Camino hasta la cama y dejo la bandeja aun costado. Tsubaki se movió rápida hacia la comida, pero su madre la atajo. Mikoto no se había dado cuenta, pero la niña llevaba un pijama que nunca había visto. Consistía en una polera y un pantaloncillo celeste. No obstante, la bota de yeso le llamo la atención.
Mikoto arrastro a su hija hacia a ella y le pregunto -¿Por qué llevas eso?-
-Se cayó de la pandereta- respondió Kain mientras soltaba un suspiro. Acerco una silla para colocarla cerca de la cama y le dijo -ayer esta niña me vino a pedir ayuda-
Mikoto se quedó callada por un momento y agacho la cabeza mientras posaba sus manos sobre su regazo -lo sentimos por todos los inconvenientes-
-Bueno- dijo Kain -tengo muchas cosas que preguntarte, pero por ahora coman. Mas tarde conversaremos los adultos-
-Muchas gracias por su consideración- respondió Mikoto
Kain se levantó de la silla y las dejo comer tranquilas en su habitación mientras él se iba al comedor. Comió algo ligero y después se fue a la fragua. Ahí permaneció hasta que Mikoto vino a verlo una hora más tarde. Ella se ganó en el dintel de la puerta y lo miró trabajar. Kain termino de confeccionar la hoja de espada que estaba temblando y la metió en un estanque con agua, dejando salir una gran nube de vapor. Después se lavó la cara y las manos, se secó con un trapo que tenía y se dio la vuelta para ver a Mikoto.
-Vamos, conversemos- dijo Kain señalándole el otro extremo de la propiedad, en donde estaba el manzano, la mesa y las sillas. Ella asintió y dejo a Kain ir por delante y ella un paso más atrás. Una vez que llegaron debajo del manzano, Kain le ofreció asiento y después se sentó frente a ella.
-¿Sed?- pregunto Kain
-Por ahora no, gracias por su amabilidad- respondió Mikoto
-Bueno- dijo Kain en un tono serió, como dándole inició a la conversación seria -para empezar ¿Qué hacías en ese lugar? Que yo recuerde, ese sector es peligroso-
Mikoto agacho la cabeza con muy pocas ganas de contar sus asuntos, pero tenía una deuda de gratitud con el elfo, así que tomo una gran respiración y levanto su rostro para mirarlo a los ojos -yo tengo una enfermedad- dijo -necesito comprarme un medicamento muy caro. De lo contrario, en un par de años más dejare a mi hija sola en este mundo. Así que hago trabajos para los ladrones de Orario. Produzco armas con los materiales que me entrega la familia y las vendo. No es un trabajo decente- enfatizo con tono de auto desprecio -pero es la única forma que tengo de acumular el dinero que necesito. Llevo años haciendo este tipo de negocios. Ayer fue la primera vez que salió todo mal. Un tipo nuevo tomo el mando del grupo de ladrones al que siempre les vendía y me quiso quitar todo, incluso la dignidad antes de matarme. Los pude matar, pero casi muero en el proceso-
-¿Hephaestus sabe?- pregunto Kain
Mikoto negó -solo soy una pequeña herrera, los materiales que me entrega la familia no son tan valiosos- dijo
-Si te regalo esa medicina ¿la aceptarías?-
Mikoto negó con la cabeza agachada -ya he contraído una gran deuda con usted, no me atrevería- dijo
-No lo hago por ti, lo hago por la niña-
-Eso- respondió con cierta duda -tampoco lo aceptaría-
-¿Sabes lo que le pasa a un niño sin padres?-
Mikoto se mordió el labio inferior con un rostro compungido y asintió.
-Lo diré de nuevo ¿aceptaras la medicina?-
Mikoto negó.
-Maldito orgullo- murmuro Kain y soltó un suspiro
Mikoto se sentía avergonzada por mostrar este lado de ella a otros, pero no se podía permitir caer más bajo.
Por su parte, Kain empezó a golpear la mesa con la uña de su dedo índice como si fueran el segundero de un reloj. Con un ritmo constante e inagotable. Pensaba en como dirigir la situación. Dentro de todo, le daba lo mismo Mikoto, el problema era la niña. Si algo le pasaba a esta mujer, Tsubaki quedaría a la deriva. A lo mejor él o Hephaestus hacen algo por ella, pero nunca será lo mismo que tener a su verdadera madre.
"Dale pescado a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá para siempre"
Kain recordó haber escuchado ese proverbio en algún lado, pero no recuerda en dónde fue. Pero lo importante es que se le ocurrió algo -dime- le dijo Kain en un tono fuerte -¿Quieres mejorar tu herrería y vender armas por varios cientos de valis?-
Mikoto asintió
-¿Has tenido algún maestro?- pregunto Kain
-En mi tierra natal, mi abuelo me enseño, pero murió demasiado pronto para poder pasarme su legado por completo-
-Se mi discípula- dijo Kain con confianza
-Lo siento, pero no puedo, eso sería…-
-¿Una deshonra? Deja de hablar mierda, si tu abuelo mirara mis espadas estaría arrodillado suplicándome que te enseñe-
Mikoto lo miró furiosa y le grito -mi deuda de gratitud no te da derecho de burlarte de mí antepasado-
Kain torno los ojos al cielo, saco una de las espadas que tenía en su anillo y la dejo en la mesa. Era kodachi que había hecho hace mucho tiempo.
Por su parte, Mikoto tomo la pequeña kodachi en sus manos con cierta incomodidad y la saco de su vaina. El filo emitía un brillo intimidante y el acabado del guarda manos y el mango eran impecables. Frunció su boca con disconformidad y miró a Kain molesta. Quería tirarle la kodachi por la cabeza por lo que dijo de su abuelo, pero se guardó su enojo. Lo más probable es que su abuelo se hubiera arrodillado pidiéndole que le enseñe.
-¿Qué quieres a cambió?- pregunto Mikoto con desconfianza
-Mujer, no quiero nada de ti, solo lo hago por la niña ¿Piensas que quiero tu cuerpo? Bueno, tus tetas son bastante buenas, pero no ando en necesidad como para andar presionando a una mujer-
-Eres tan sucio para hablar- respondió Mikoto molesta. Le molestaba tal vocabulario, pero más le molestaba su falta de pretensiones sobre ella. Ella sintió que no tenía ningún encanto.
-Bueno, eso da lo mismo ¿Qué me dices?-
-Acepto- dijo ella como si ladrara la respuesta. Se paro con cierta debilidad y se arrodillo delante de Kain -desde ahora estaré a su cuidado, maestro-
-Sí, pero por ahora cuida de tu salud y la de tu hija. Esa pequeña alborotadora se lastimo el pie, así que va a estar una semana en cama. Ya te quiero ver cuando ella te esté llamando cada cinco minutos. Si no te estalla la cabeza, yo te llamare maestra, jajajajajaja-
Después de eso, Mikoto se llevó a Tsubaki y Kain paso una semana sin verlas. Fue una semana celestial hasta el día viernes en la mañana, cuando escucho el grito de Mikoto. La mujer salió corriendo de su casa y se fue a meter a la casa de Kain. Le contó que necesitaba un momento para descansar lejos de la niña. Ya la tenía vuelta loca, todo le incomodaba.
Kain se largo a reír y le dijo -ya no te podre llamar maestra-
Mikoto no le respondió todo lo que le quería decir y solo le pregunto -¿No puede quitarle la bota de yeso?-
Kain soltó un suspiro -sí, sí puedo- dijo -vamos a hacer eso, de lo contrario, todo mi esfuerzo se ira a la basura si te ensañas con la niña-
-¡Jamás le haría daño!-
-Bueno, puede que con una semana más sí. Te volverá loca y perderás toda la cordura. Ya vamos, le quitare la bota-
De esa manera, Tsubaki volvió a andar corriendo por todos lados. Por su parte, Kain fabrico una pequeña puerta en la pandereta. Era un camino para que la pequeña alborotadora se dejara de subir a los lugares peligrosos. Bueno, digamos que sirvió, pero hay gente que le gusta buscar el peligro. A la semana siguiente, Tsubaki se andaba subida en el manzano.