webnovel

Una promesa

¿A qué viene esto tan repentinamente?

—Sé que ninguno de los dos apenas conocemos nada el uno del otro, pero no puedo entender cómo es que con todo lo que ha pasado no pareces siquiera un poco molesto.

Raidha dejó de mirar por la ventana y se giró hacia mí, sin cambiar esa expresión abatida.

—Si yo estuviera en tu lugar estaría haciendo un berrinche ahora mismo. Fuiste arrancado de tu mundo, te golpearon sin motivo y siquiera tienes claro si algún día podrás volver a casa, aún así no puedo ver rastro alguno de enfado o desesperación en ti. ¿Acaso no te importa nada de lo que te ocurra?

—¿Qué? Claro que sí… por supuesto que me importa.

—Me cuesta de creer. Pudiste haber muerto varias veces, en tu mundo, en el mío, aquí… pero apenas pareces darle la mínima importancia.

Raidha se acercó un poco a mi cara y fijó su roja mirada con la mía.

—No puedo ver rastro alguno de emoción en tus ojos. Concretamente, no los he visto cambiar ni una sola vez en todo este tiempo. Tienes todo el rato una mirada indiferente, imposible de entender… Me molesta… porque no puedo hacerme la mínima idea de lo que sientes…

Me giré hacia el retrovisor del coche, donde mi cara se reflejó claramente. Raidha tenía su punto de razón en sus palabras. No es que no se mostrara emoción alguna en mi rostro, simplemente mis ojos tenían un aspecto apático constante. Hasta mi hermana solía llamarme muerto viviente a causa de eso.

«Yo no tengo la culpa de ello... Ha sido así desde que tengo memoria... Desde...»

Una extraña sensación de disonancia me asaltó mientras observaba fijamente el reflejo de mi mirada. Tenía la seguridad de que fui así desde que nací, pero no recordaba en absoluto como era de pequeño. Bueno, tampoco es como si me importase mucho, nadie recuerda mucho de antes de los cinco años. Simplemente lo dejé ir y me giré de nuevo hacia Raidha.

—¿Y qué hay de ti? Yo tampoco te entiendo lo más mínimo. Quitando tus berrinches sin sentido de dos minutos, siempre pareces confiada y decidida, como si nada te pudiera tumbar. ¿Qué te pasa ahora? No me digas que esas frutas eran venenosas y te afectaron...

—¡No, imbécil!

Raidha me gritó tan cerca de la oreja que casi me deja sordo. Después de dejar escapar un pesado suspiro, se recostó de nuevo en su asiento y se quedó mirando la espada en sus manos. Su boca dibujó una triste sonrisa mientras la acariciaba tiernamente.

—Yo… estaba harta de mi vida. Princesa, princesa, ¡princesa! Prácticamente me paso el día escuchando esa palabra a todas horas de caras nerviosas por mi presencia. La gente tiende a evitarme simplemente por ser la hija de mi padre. Los únicos cercanos a mí son los sirvientes que me cuidan, y únicamente por su trabajo. No lo soporto...

—Ya veo… Bueno, tu padre da un poco de miedo… bastante...

—Mi padre es una buena persona, pero cuando se trata de mí se vuelve demasiado estricto. Antes no era así…

Raidha dejó de acariciar la espada y se quedó mirando fijamente su reflejo en la hoja.

—Cuando yo tenía cinco años mi madre murió. Desde entonces mi padre me sobreprotege mucho.

—Lo siento mucho…

Raidha simplemente asintió a mi comentario y se enfurruñó mientras levantaba la vista hacia el techo del coche.

—¡No me deja hacer nada! ¡Todo le parece demasiado peligroso! A duras penas me deja tocar una espada bajo supervisión, a pesar de que me instruyeron duramente en su uso por si algún día debía defenderme. También me hicieron aprender magia de manera aún más estricta por lo mismo. Aún así, si no salía de casa, ¿para qué?

«Sí, no hay duda... la típica princesa...», pensé mientras ella seguía hablando de su vida.

—Cuando cumplí los diez me harté de estar siempre controlada, de no poder hacer nada de lo que yo quisiera. Empecé a rebelarme contra mi padre y los propios sirvientes. Al final creo que terminé volviéndome molesta de verdad —dijo mientras se le escapaba una risilla.

«¡¿Crees?! ¡¿Solamente lo crees?!»

—Ese día... —devolvió su mirada hacia Vurtalis— robé la espada de mi madre y escapé con ella. Tenía la intención de ver algo más allá de mi mundo y regresar pocas horas después, sin llamar la atención... —su rostro se entristeció una vez más—. Nunca me imaginé que pararía todo esto. Por mis decisiones egoístas estamos aquí.

Abrí ligeramente la boca, pero me quedé mudo ante sus palabras. No se me ocurría qué decirle, simplemente me la quedé mirando en silencio.

—A pesar de eso, estoy contenta por poder ver lugares distintos... y a la vez aterrada. Podría haber muerto varias veces y no estoy segura de si podré volver a casa o no. Me duele por mi padre, estará sufriendo un montón por mi desaparición. También estoy preocupada por cómo seré vista por él y los demás si consigo volver. En cambio a ti parece que no te importa tu situación.

Suspiré levantando la vista al techo del coche, igual que ella, y me obligué a arrancar las palabras de mi garganta.

—Claro que me importa, mucho... Por supuesto, me gustaría volver a casa ahora mismo... Me gustaría... De verdad me gustaría... Aún así, ¿si me paso todo el rato preocupado o quejándome cambiará algo? Después de todo estamos atrapados aquí, o por lo menos lo estaremos a menos que esta espada empiece a funcionar de nuevo, ¿no es así?

—Esta espada…

Raidha apretó con fuerza la empuñadura de Vurtalis. Su rostro se puso completamente serio, más serio de lo que nunca lo había visto hasta ahora, y giró la cabeza de hacia mí. Levantó la espada y me la acercó con decisión.

—Esto es una promesa... Te llevaré a tu mundo cueste lo que cueste... Coge a Vurtalis y no me la regreses hasta que la haya cumplido... Será la prueba de mi determinación... Recuerda, es muy importante para mí.

Eso me tomó por sorpresa. Agarré la espada sin pensar absolutamente en nada.

—Cuídala bien.

—Cla… claro.

—Simplemente confía en mí, ¿vale? —dijo con una cálida sonrisa pura en su cara.

Me quedé embobado mirándola con la boca abierta. Sus ojos rojos desprendían un brillo propio que se juntaba al de su cabello plateado reflejando sutilmente la tenue luz de las estrellas. No obstante, esa sonrisa era terriblemente brillante y la opacaba por completo. Mi corazón se aceleró, se veía hermosa…

«Espera, espera, espera, ¡reacciona! No te quedes ahí embobado. ¡Siquiera es humana!»

—Está bien... confiaré en ti —contesté, tras conseguir controlar de nuevo mis emociones.

—Aunque no podamos usar a Vurtalis para viajar no estamos necesariamente atrapados. Todos los mundos están conectados entre ellos a través de una especie de conductos parecidos a las ramas de un árbol, como si fueran sus frutos. Hay lugares en los que la fina barrera que los separa de su rama es más delgada o está ligeramente agrietada. Se podría decir que son las puertas de entrada. Si somos capaces de encontrarlos deberíamos poder viajar directamente por el árbol.

—Estupendo... ¿Cómo vamos a ser capaces de encontrar eso?

—Te recuerdo que soy una Silphen. ¡No subestimes nuestras capacidades! —levantó orgullosamente su pecho—. Puede que esté débil, pero todavía soy capaz de notar estas fisuras. También estoy segura de poder abrir un portal en esos lugares directamente con mi magia, incluso en mi estado actual. El único problema es que no sé dónde podemos terminar tras entrar en una.

—Bueno, es mejor que nada.

—¿Verdad? Por suerte para nosotros, puedo notar una relativamente cerca.

—Pues adelante con eso —respondí con decisión.

Raidha asintió con la misma determinación que yo.

—Y recuerda, ¡te he confiado la espada de mi madre! ¡Si la pierdes sufrirás algo peor que la muerte!

—¡Entendido, princesa! ¡La cuidaré como si fuera una parte de mí!

Nos dimos un apretón de manos, sellando la promesa. Se mirara como se mirase, no parecía el mejor plan del mundo. Estaba lleno de peligros y contratiempos, pero de alguna manera mi moral se acababa de elevar hasta el máximo.

—Pero por hoy vamos a dormir. Lo mejor será recuperar fuerzas para mañana. Buenas noches, Raidha.

—Buenas noches.

Y así, la charla demasiado sentimental para mi gusto terminó. La princesa volvió a ser la misma que conocí el primer día. Lo prefería así. Tratar con alguien deprimido nunca fue mi fuerte.

«Quién sabe... quizás no sería tan malo... ser simplemente Drayd.»

Me recosté de nuevo y cerré los ojos. No obstante, mi mente no dejaba de pensar en un montón de cosas. Sobre todo no podía olvidarme de esa voz en mi cabeza. No entendía por qué, pero de alguna manera... me resultaba familiar…

***

El sol salió y me despertó con su luz. Tras quitarme un poco el sueño de encima empecé a notar un peso en mi barriga. Al mirar hacia abajo pude ver un pañuelo plateado en mi regazo.

—¿Qué es esto? ¿Una manta?

Lo toqué un poco. Finos hilos sedosos se deslizaron entre mis dedos. Me di cuenta al instante de lo que era, el cabello de Raidha.

«Un momento, si el cabello está aquí... en el otro lado está... Mierda, mal momento para dormir en mi regazo, ¡acabo de despertarme!»

—¿Ya es de día?

Raidha abrió los ojos y empezó a levantarse lentamente...

—¿Eh? ¿Qué es esto? ¡¡¡Waaaaaaaaaaaa!!!