Las puertas del coche se abrieron bruscamente. Cuatro tipos salieron de dentro con sus pistolas en mano. Raidha y yo nos apartamos de delante suyo y buscamos escondite detrás de los árboles más cercanos que encontramos. El sonido de la madera crujiendo al ser alcanzada por las balas empezó a escucharse apenas medio segundo después de conseguir cubrirnos por completo.
—No esperaba que nos dejaran escapar fácilmente… pero esto fue demasiado rápido…
Pegué por completo mi espalda contra el tronco al mismo tiempo que mantenía brazos y piernas tan cerca de mi cuerpo como fuera posible. El sonido de la madera al romperse y el silbido que se escuchaba de las balas pasando a pocos centímetros de mí era suficiente para que me congelara por completo.
Raidha y yo nos miramos entre nosotros sin saber cómo actuar ante tal situación. No parecía ser posible razonar con ellos. Anteriormente ya ni se habían molestado en intentarlo, pero por lo menos se esforzaron en mantenernos vivos… por lo visto habían cambiado completamente de parecer. Ahora nos parecían preferir muertos.
—¿Qué demonios hacemos ahora? —pregunté.
—No creo que podamos hacer nada más que contraatacar —respondió Raidha.
Raidha apretó con fuerza la pequeña espada en su mano. Su cara seria no era capaz de esconder por completo sus dudas ni su miedo.
—Preferiría evitar cualquier enfrentamiento innecesario, pero no voy a quedarme quieta mientras me atacan. ¡Vamos a hacerles entender con quién se meten!
Su mirada parecía buscar apoyo, pero decirle a una persona normal y corriente como yo que se lanzara de frente contra un grupo de gente armada era demasiado.
—Incluso si dices eso… Nunca he sido capaz de hacerle daño ni a una mosca, ¿cómo pretendes que pelee con seres…? Ehm… ¡seres!
Aún tenía la pistola conmigo, pero mi mano seguía temblando sin control. Podía sentir claramente el peso del metal en mi mano. Dispararla contra la ventana había sido relativamente fácil, pero al pensar en disparar contra alguien sentía que su peso aumentaba hasta el punto que no podía ni levantarla.
—¡No me seas inútil ahora! No, no importa, me haré cargo yo misma. ¡Tú simplemente preocúpate de no morir aquí!
—¡Espe…!
Raidha salió de detrás del árbol en el que se escondía de un salto. Extendí la mano hacia ella para intentar sujetarla, pero solo conseguí agarrar el aire. Lo único que pude hacer fue sacar un poco la cabeza para ver cómo corría armada únicamente con una pequeña espada en su mano derecha.
Nos separaba una distancia de unos diez metros, con lo que ellos tenían ventaja absoluta al usar pistolas. No obstante, Raidha no se lanzó directamente hacia ellos. En lugar de atacar con la espada, se paró a pocos pasos de mí y levantó su mano izquierda, desde la que salieron disparadas unas cuantas bolas negras que tomaron a esos cuatro por sorpresa.
«Cierto, la magia... Así que esto es lo que le disparó al guardaespaldas ese... Increíble.»
No pudieron hacer nada para evitar los golpes. A uno le dio en el brazo y al de su lado en el estómago. Ambos hicieron muecas de dolor y el que fue alcanzado en el estómago hasta cayó de rodillas al suelo, pero no había rastro de sangre alguna. El daño no pareció ser muy superior al de un simple puñetazo. Los otros dos que no fueron alcanzados, al ver que Raidha podía atacar a distancia, abrieron las puertas del coche y, ayudando a los otros dos, se pusieron a cubierto.
—Como pensé, no tengo suficiente poder para hacer daño de verdad. Bueno, al menos no les causaré heridas serias —escuché murmurar a Raidha.
No pude hacer más que dejar salir un tonto "¿Qué?" ante el comentario.
«¿En serio? ¿Esta chica es idiota? La están intentando matar y se preocupa justamente por eso…»
Por mi parte, quizás no los mataría, pero sin duda no me quedaría ahí parado soltando idioteces mientras me disparaban. Les atacaría sin compasión hasta que no pudieran moverse… o eso quería creer… En realidad no estaba haciendo nada más que esconderme como un cobarde.
—¡Dejadnos en paz antes de que os haga daño de verdad!
Raidha les gritó lo que parecía ser un estúpido intento de intimidar, pero no funcionó muy bien. Uno de ellos se levantó por encima de la puerta y empezó a disparar de nuevo. Raidha, que se había quedado parada en medio de la nada, no tenía tiempo de esconderse de nuevo entre los árboles. Por lo menos reaccionó rápido y creó el mismo escudo de oscuridad con el que me protegió cuando nos conocimos.
«De verdad, ¿en qué está pensando?»
El escudo aguantó bastante bien los disparos, pero al final una de esas balas consiguió atravesarlo y rozar ligeramente su mano derecha. Acto reflejo, soltó la espada y se sujetó la mano. Bajó la mirada para ver la espada clavada en el suelo, con dolor en sus ojos, pero consciente de que no podía permitirse quedarse quieta en medio del tiroteo, la ignoró y corrió hacia adelante mientras inútilmente devolvía los disparos.
Su magia no tenía suficiente fuerza para siquiera hacer algo más que pequeñas abolladuras casi inapreciables en el metal del vehículo. Fijándome un poco mejor en ella, pude ver claramente que le temblaba la mano con la que disparaba. Salió muy brava a enfrentar a ese grupo, pero sin duda alguna estaba muy asustada. Probablemente su plan fue simplemente asustarlos para luego escapar. Falló por completo y quedó atrapada en una situación que la superaba por completo.
«Mierda, ¿qué hago?»
Sujeté la pistola con ambas manos mientras la levantaba ligeramente hasta tenerla delante de mi vista.
«¿De verdad puedo hacer algo con esto?»
Una gota de sudor se derramó por mi cuello. No me veía capaz de disparar con precisión.
«¿Y si fallo y le doy a Raidha? Pero si no hago nada...»
Las dudas llenaban toda mi mente, hasta el punto de bloquear mi razonamiento.
-¿Piensas quedarte esperando a que te maten? Eres un maldito idiota.
La misma voz distorsionada de la última vez me devolvió a mis sentidos.
-¿O acaso estás esperando que otros solucionen todos tus problemas?
Estaba asustado, bastante asustado… en realidad, muy asustado. Sin embargo, en el momento en el que escuché esa voz, ese miedo desapareció para dar lugar a otro tipo de temor completamente distinto… dejar de ser yo mismo.
—Así que sigues ahí, ¿eh?
Apoyé la cabeza en el árbol, mirando hacia el cielo. El sonido de la pelea llegaba claramente a mis oídos, permitiéndome imaginarla con claridad aún sin verla. Esa voz en mi cabeza se había quedado en silencio de nuevo, sin embargo, pude entender claramente sus intenciones.
—Si yo no hago nada… lo harás tú, ¿verdad?
Cerré los ojos e inspiré profundamente. Vacié por completo mi cabeza, desechando todo pensamiento inútil. Me centré únicamente en lo que importaba y poco a poco dejé de temblar. Cuando abrí de nuevo los ojos ya había tomado mi decisión.
—¡Pues no te dejaré!
Definitivamente no sabía pelear, nunca lo había hecho, y mucho menos pelear usando un arma. Es más, siempre viví evitando cualquier tipo de conflicto. Si veía que algo se podía poner molesto simplemente me escapaba o lo evadía como podía.
«Ya no puedo seguir evadiendo todo…»
Quizás por la resolución que había tomado, quizás por la adrenalina acumulada, o quizás simplemente por el miedo contenido, sentí que la fuerza regresaba a mi anteriormente tembloroso cuerpo. Me agaché un poco y salí de detrás del árbol. Corrí en línea recta, dirección al coche. Vurtalis estaba clavada en el suelo justo delante de mí, así que aproveché para recogerla sin llegar a detenerme.
Raidha seguía defendiéndose como podía de los disparos. Hasta el momento había conseguido evitar daño real, aunque tenía alguna que otra herida y su cansancio era más que evidente. Dejarla un solo minuto más sin ayuda sería una sentencia de muerte.
Empecé a disparar a ese grupo nada más asegurarme de que Raidha no podría ser alcanzada por algún disparo perdido mío. Las balas salieron de mi pistola sin sonido alguno, algo que era perfecto para una emboscada, pero como esperaba, no fui capaz de darle a ninguno de ellos. Eso sí, a diferencia de la magia de Raidha, mis disparos dejaron unos buenos agujeros en el coche. La atención en seguida fue fijada en mí, tanto por parte de esos tipos como de Raidha.
—Drayd, ¿qué haces? Si vas a disparar, dispara desde los árboles. ¡Tú no tienes nada para defenderte!
—Y tú estás al límite. Cúbrete y descansa, yo los mantendré a raya.
«Además... desde los árboles nunca conseguiría darles...»
Disparé un par de veces más para obligarlos a mantenerse cubiertos y evitar que devolvieran el fuego, aunque haciendo simplemente eso no llegaría a ningún lugar.
—Piensa, piensa, piensa, ¿qué puedo hacer? No tengo puntería suficiente para terminar esto rápido y las balas no pueden pasar a través del blindaje. La única manera sería disparar de cerca, pero si me acerco estoy perdido… —murmuré, mientras hacía girar los engranajes de mi cabeza a toda velocidad.
-Y si no te acercas también.
—Ah, gracias, tal sabiduría me es muy útil en este momento de necesidad —repliqué sarcásticamente.
—Drayd, ¿acaso te volviste loco? ¡Deja de hablar solo!
Por lo visto Raidha me escuchó y me tomó por loco… probablemente yo también lo habría hecho de estar en su lugar.
—¡Tch!, supongo que no hay otro remedio.
Cambié la pistola a mi mano izquierda y empuñé a Vurtalis con mi derecha. No sería lo de antes, pero seguía siendo un arma capaz de cortar. No me lo pensé más y corrí directamente hacia el coche con todas mis fuerzas. Subí sobre el capó y salté desde el techo, pasando por encima de las puertas que usaban para cubrirse.
Mientras aún estaba en el aire, disparé al hombro de uno. La bala lo atravesó limpiamente y la sangre salpicó con fuerza por el lugar por el que la bala salió. Otro de ellos no perdió el tiempo y se preparó para dispararme a bocajarro, pero no se lo permití. Usando a Vurtalis con un agarre inverso, apuñalé su brazo y lo empujé hacia abajo, desviando la trayectoria del disparo. La bala no me alcanzó por poco. Sin perder ni un solo segundo más, dirigí la pistola hacia su pierna y apreté el gatillo. Instantáneamente perdió el equilibrio y cayó al suelo, momento que aproveché para sacar la espada clavada en su brazo. Sin duda ese tipo ya no se movería durante un buen rato, pero había otros tres más con los que lidiar.
Me di la vuelta aprovechando el impulso al sacar la espada, a tiempo para encontrarme una pistola apuntando directamente a mi cabeza. Me doblé hacia un lado a tiempo para evitar la bala y, siguiendo ese mismo movimiento, levante a Vurtalis y le corté en vertical desde abajo. Le dejé una herida profunda, pero no parecía ser suficiente como para matarlo. No obstante, al igual que su compañero, no podría volver a ponerse en pie por el momento.
«Apenas noté resistencia alguna en ningún momento. El filo de esta espada es realmente aterrador…»
Pero no tenía tiempo para fascinarme por una espada. Al que le había disparado en el hombro aún le quedaban fuerzas para mantenerse de pie, así que antes de que pudiera apuntarme de nuevo con su arma le disparé en el otro brazo, incapacitándole por completo. Finalmente, el último de ellos, que estaba en el otro lado del coche, ya se había cambiado de lado y me estaba apuntando con su pistola. No obstante, yo también le estaba apuntando a él. Simplemente apreté el gatillo y…
—¡¿Ah?!
Se me escapó un estúpido sonido al ver que no salía nada por el cañón.
«¡Mierda, no quedan balas!»
Ese tipo apretó el gatillo y la bala voló desde la pistola que tenía apuntándome. El tiempo se ralentizó a una milésima parte de lo normal, parecía hacerse eterno mientras veía ese trozo de metal acercarse fatalmente hacia mí.
«Estoy jodido…»
Pero en el momento que me estaba a punto de alcanzar apareció ese muro negro tan conocido para mí.
—¡¿Acaso estás loco?! Aunque he de admitir que no lo hiciste mal.
Medio segundo después, Raidha apareció a mi lado. Pude ver una pequeña sonrisa de alivio antes de que cargara contra ese tipo y le diera una de sus patadas… Ese tampoco se movería durante un buen rato… lo sabía por experiencia...
—Parece que salimos de esta.
La expresión de Raidha era amarga mientras observaba a esos cuatro retorciéndose de dolor. Probablemente le preocupaban un poco, pero yo no tenía intención de perder más tiempo con ellos. En cualquier momento podrían llegar más y más de esos seres, necesitábamos largarnos ya.
—Eso parece, pero mejor no quedarnos aquí —le repliqué a Raidha.
El coche en el que vinieron estaba en marcha, así que me metí en el asiento del conductor y observé por encima los controles. No parecía ser muy distinto a los coches que conocía.
—¡Sube al coche, Raidha!
Haciéndole caso a mi orden, se subió al asiento del copiloto y cerró la puerta. El coche estaba lleno de agujeros dejados por mis disparos, pero por suerte aún funcionaba.
—No lo estamos robando, solo lo tomamos prestado... con intención de no devolverlo —saqué la cabeza por la ventana e informé a los cuatro, que me devolvieron una mirada asesina.
—Lo que tú digas... —respondió Raidha en su lugar.
Sin tener un rumbo fijo en mente, pisé el acelerador al máximo en dirección contraria a la ese lugar. Después de un buen rato conduciendo por fin nos pudimos relajar un poco.
—Parece que realmente ya no nos siguen —dijo Raidha mientras observaba hacia atrás.
—Parece… Mierda, me duele todo…
Suspiré profundamente mientras meneaba un poco mis doloridos hombros. Ya con la cabeza fría me puse a recordar cómo afronté a ese grupo y el miedo empezó a llenar de nuevo mi cuerpo. No me podía creer que ese fuera realmente yo.
—Eso fue cosa tuya, ¿verdad? —murmuré.
—¿Eh? ¿Qué dices?
—Nada... No me hagas caso... Hablaba... solo...