Volviendo atrás en el tiempo, cierta chica de alas blancas regresaba de mal humor a su nave.
—Maldición, después de tanto tiempo sin señales de un silphen y tuvo que aparecer una justo hoy.
Su nombre era Calitia, una comandante del ejército katryde. Al igual que muchos de los suyos, su misión no era otra que patrullar a través de los distintos universos conocidos en busca de cualquier rastro de los silphen que pudiera encontrar.
Hacía bastante tiempo que los silphen no daban señal de vida por ningún lugar, aún así su búsqueda no se detuvo. Al contrario, causó que muchos katryde fueran enviados a patrullar más lejos de lo que nunca lo habían hecho. Este era el caso de Calitia, quien a una corta edad ya se había abierto camino a través de los altos rangos del ejército, llegando a la posición de Comandante. Además, Calitia nunca había dejado escapar a ningún silphen… hasta ahora.
—¡Esto no quedará así!
Calitia golpeó con fuerza la pared de la nave. Ese encuentro le había arruinado los planes, cosa que la enfureció aún más. En realidad, Calitia estaba visitando el planeta extraoficialmente y nunca esperó que hubiese algún silphen allí. No obstante, como si el propio destino le jugara una mala broma, se cruzó con una poco después de pisar suelo. Obviamente, no estaba preparada para enfrentarla.
—¡Debería haber peleado en serio de primer momento! Maldición…
Poco a poco, su ira fue decreciendo al recordar la batalla. Aunque se defendió bastante bien, esa chica no parecía un enemigo difícil de derrotar, así que decidió contenerse para evitar destacar demasiado en medio de la noche. Lo tenía todo controlado… hasta que él apareció...
—Ese chico… esos ojos…
Un escalofrío recorrió la espalda de Calitia. Solo pudo verlo durante un par de segundos, pero el cabello de ese chico se volvió blanco y sus ojos rojos como la sangre. En el mismo instante, una siniestra aura llenó el lugar y, en el momento en el que sus ojos y los del chico se cruzaron, su sangre se congeló. Esa mirada hizo eco en todo su ser, grabando a fuego esa desagradable sensación justo antes de que ambos desaparecieran en la nada.
—Definitivamente no quedará así… ¡Esto ya es personal!
Calitia apretó los puños y aceleró el paso hacia la sala de control de la nave.
—¡Bienvenida, capitana! ¿Qué tal le fue?
Uno de los soldados la saludó nada más verla entrar. No hacía mucho tiempo que había ascendido, así que sus subordinados seguían dirigiéndose a ella con su rango anterior. Ni la misma Calitia sabía si lo hacían por costumbre o simplemente para molestarla y tampoco le importaba mucho mientras siguieran respetándola como superior.
—Esas cucarachas por fin aparecieron de nuevo... pero consiguieron escapar. No obstante, se encontraron con la persona equivocada. ¡Nunca permito que una presa escape! Ahora que dieron la cara ya no podrán esconderse de nosotros, ¡les perseguiremos hasta lo más profundo de todo universo conocido si hace falta!
—¡Sí, capitana! —gritaron todos los soldados a la vez.
—No somos los únicos katryde patrullando y puede que otra flota se cruce con ellos. No puedo permitir que nos arrebaten nuestra presa, así que aseguraos de seguir cualquier rastro de energía oscura, por pequeño que sea.
Todos los soldados asintieron y se dirigieron a sus puestos. Calitia se sentó en su sitio y miró hacia la oscuridad del espacio a través del cristal.
«Quizás vosotros podáis viajar de un lugar a otro instantáneamente, pero no creáis que nosotros nos quedamos atrás. No importa dónde os escondáis, tarde o temprano os encontraré. Os cruzasteis conmigo en el peor momento posible, y me aseguraré que lo lamentéis el resto de vuestros días.»
***
—Espécimen con código C56YJ8. Especie desconocida. Presenta una estructura corporal similar a la nuestra.
Uno de esos humanoides, con pinta de investigador, hablaba en voz baja mientras leía unos documentos detenidamente.
—No soy un espécimen… soy un humano —hablé de mala gana desde detrás de un cristal.
Llevábamos dos días encerrados en un lugar que parecía un laboratorio o algo similar. Por suerte nos habían estado tratando relativamente bien. No nos hicieron daño y nos dieron comida, pero eso no cambiaba la parte de estar encerrados como animales raros. El temor de que en cualquier momento pudieran cambiar sus planes estaba arraigado en mi interior.
—¡Dejadnos salir de aquí ahora mismo!
Escuché gritar a Raidha desde el otro lado de la pared a mi derecha. Las habitaciones no estaban insonorizadas y no parecían ser muy gruesas, por lo que podíamos escuchar todo lo que decían desde fuera o incluso hablar entre nosotros. De todos modos no importaba lo que dijéramos, esos tipos no parecían hacer caso a nada de lo que decíamos.
El mismo humanoide levantó momentáneamente la mirada hacia Raidha, sin cambiar su expresión, y enseguida la devolvió hacia los papeles.
—Espécimen con código B12RT5. A diferencia del primer espécimen, que tiene un carácter apático, este presenta claras tendencias agresivas y mal humor.
—¡Por supuesto que estoy de mal humor, nos tenéis encerrados!
No importaba cuanto le gritara Raidha ni lo que yo dijera, ese tipo simplemente nos ignoraba y seguía con su trabajo. Cuando terminó de tomar notas se dirigió hacia el fondo de la habitación, donde había una extraña máquina que parecía ser un escáner y, encima suyo, Vurtalis.
—¡Y regrésame mi espada ahora mismo! —Raidha rugió aún más fuerte al verlo.
La máquina escaneó a Vurtalis e imprimió un papel. Ese tipo lo recogió y lo leyó atentamente antes de que su rostro mostrara claramente signos de duda.
—Metal desconocido. Su dureza supera la de cualquier otro material conocido… Nunca antes se ha visto nada parecido...
Mientras aún leía el papel, la puerta del pasillo se abrió y entraron tres más de esos humanoides. Uno llevaba un traje elegante de color blanco; parecía ser alguien importante. Los otros dos estaban armados, dando claramente la sensación de ser guardaespaldas.
—¿Qué hacéis vosotros aquí? —les preguntó el investigador, sorprendido de verlos.
—Venimos a llevarnos a uno de los sujetos de estudio, desde arriba nos lo reclaman. Quieren investigarlo más a fondo en otro lugar —le respondió el que parecía ser alguien importante.
Sin dar opción a replicar, se acercaron a la habitación en la que yo me encontraba. Ese tipo se quedó mirándome a través del cristal mientras se abría la puerta y el par de humanoides armados entraban apuntándome directamente con sus armas. Sin opción a resistirme, me ataron las manos en la espalda y me llevaron hacia la puerta.
—¿Qué me harán? —pregunté.
Esperé durante un tiempo por una respuesta, pero nada más que el silencio me contestó.
—¡Quietos, ni se os ocurra llevaroslo!
Giré ligeramente la cabeza para ver a Raidha literalmente arañando el cristal. Uno de esos guardaespaldas se encontraba delante mío y el otro detrás, controlando mi camino. El de atrás me dio un golpe brusco, indicando que siguiera andando en lugar de prestar atención a Raidha.
«A la mierda… ya no tengo nada que perder», pensé al mismo tiempo que me agachaba un poco y saltaba con todas mis fuerzas en dirección a la barbilla del de detrás.
El golpe me dolió probablemente más a mí que a ese tipo, pero aguanté como pude y me centré en el tipo de delante, que ya se giraba hacia mí con la pistola en su mano. Sin perder el tiempo, levanté mi pierna con todas mis fuerzas y la dirigí directamente entre las suyas, con la esperanza de que no fuéramos tan distintos entre nosotros… Acerté. El tipo dejó caer la pistola con una gran mueca de dolor y se derrumbó contra el suelo con ambas manos entre las piernas, dejando salir lágrimas de dolor.
«¡Ahora o nunca!»
Eché a correr hacia la puerta de Raidha aprovechando el momento de confusión. Por suerte, las puertas se abrían con un simple botón. Puesto que mis manos estaban atadas, simplemente me lancé contra el que abría la puerta de Raidha sin importarme lo más mínimo el daño por el golpe. La puerta se abrió rápidamente, dejando camino libre a Raidha para salir.
—¡Ahora, escapa! —le grité mientras me esforzaba en mantener el equilibrio tras el fuerte impacto contra la pared.
El guardaespaldas al que le había golpeado en la barbilla se dirigió rápidamente hacia mí, momento que yo también usé para correr hacia él y placarlo con todas mis fuerzas. Me superaba en fuerza y no pude derribarlo, pero seguí empujando con la intención de ganarle tiempo a Raidha para escapar.
—¡Quita de encima!
Me dio un fuerte empujón que me lanzó hacia atrás. Tropecé tontamente y caí de lado al suelo al mismo tiempo que observaba cómo dirigiría su pistola hacia mí.
«Al final siquiera pude ganar tiempo…»
Cerré los ojos y me preparé para el disparo. No obstante, no escuché ninguna explosión, únicamente el sonido del aire al ser cortado y un fuerte golpe justo en frente mío. Abrí los ojos lentamente y me encontré un agujero a apenas dos dedos delante de mi cara.
«¿Ha disparado?»
Giré un poco la mirada de nuevo hacia ese humanoide, a tiempo para ver como esta vez era él quien caía de espaldas contra suelo.
«¿Qué ha pasado?», me pregunté al no haber visto qué lo derribó.
Confuso, dirigí la vista hacia el otro lado, en el que se encontraba Raidha con ambos brazos extendidos delante suyo.
—Estoy débil y apenas me queda poder, pero eso no significa que no pueda usar mi magia en absoluto. ¡Todavía soy capaz de derribarlos!
—Magia… —susurré tontamente.
El investigador y el otro salieron corriendo aterrorizados, dejando todo lo demás atrás. Raidha se acercó a mí y cortó mis ataduras directamente con su magia. Aliviado por poder moverme de nuevo, me levanté frotando mis muñecas.
—¡Vurtalis!
Raidha gritó nada más me liberó y echó a correr con todas sus fuerzas hacia Vurtalis, que seguía encima de esa extraña máquina. La recogió suavemente como si fuera el tesoro más valioso del mundo al mismo tiempo que yo me dedicaba a revisar los objetos que llevaba el guardaespaldas al que Raidha había derribado. Recogí directamente su pistola y le quité el cinturón que llevaba, en el que había distintos cargadores de esta.
—Vámonos de una vez —me apresuró Raidha al regresar junto con su espada.
—Un segundo...
Corrí directamente hacia el otro guardaespaldas, que aún estaba en el suelo, sujetándose la entrepierna entre lágrimas. Al ver que me acercaba me dirigió una mirada asesina… no le podía culpar.
—Lo siento... ¡Rompí el tabú más grande que existe!
Me disculpé sincerametne ante ese tipo...
—¡No pierdas tiempo!
… antes de ser interrumpido por Raidha.
—Raidha… esto es cosa de hombres… No te metas, nunca lo entenderías...
—¡¿Qué tonterías estás diciendo?!
—Empatizo con su dolor...
Tras una mueca de reproche, me cogió del brazo y me arrastró con ella. Ambos echamos a correr por la puerta para encontrarnos un largo pasillo blanco con decenas de puertas en él.
—Mierda…
Recorrí el pasillo con la mirada, todas las puertas se veían exactamente iguales. Saber por dónde estaba la salida era completamente imposible.
Entonces, una de esas puertas se abrió y otro de esos seres salió de ella con tranquilidad, tranquilidad que perdió al vernos y, sobre todo, al bajar su mirada hacia mi mano. Yo también la bajé, encontrándome directamente con la pistola. Reaccioné por impulso y corrí directamente hacia él.
—¡¿Por dónde se sale de aquí?! —le pregunté al mismo tiempo que le apuntaba con la pistola, que temblaba ligeramente en mi mano.
—¡Por allí!
Respondió sin dudar. No teníamos tiempo que perder, así que seguimos esa dirección sin pensar en si nos había dicho la verdad o no, pero probablemente con la conmoción siquiera tuvo tiempo de pensar en mentir.
—Nunca pensé que llegaría un día en el que apuntaría a alguien con una pistola —susurré mientras miraba temblar la pistola en mi mano y la sujetaba con la otra, intentando calmarla.
Seguimos la dirección que ese tipo nos dijo, pero eso no fue suficiente para salir y terminamos perdidos en otro pasillo igual de grande. La seguridad del lugar no parecía ser grande. Quizás porque se trataba de un centro de investigación o algo así, pero no encontramos ningún guardia alrededor. Eso era algo bueno para nosotros, así que no pretendía quejarme al respecto...
—Maldición... ¡¿dónde está la salida?!
… pero Raidha no pudo evitar quejarse de otras cosas.
Por pura frustración, abrimos una de las puertas y nos lanzamos adentro. Justo en frente nuestro, la luz del día nos iluminó a través de una ventana cerrada.
—¡Por allí! —gritó Raidha al ver la ventana.
Corrimos hacia ella, ignorando a todos los de la habitación. Disparé directamente hacia la ventana y la rompí antes de llegar. Al apretar el gatillo por primera vez me esperaba un fuerte retroceso y el sonido de la pólvora, pero eso no fue así. La pistola disparó la bala completamente en silencio. Si no hubiera visto la ventana romperse ni me habría percatado de que de verdad disparé.
«Esta pistola… ¿no dispara balas cargadas de pólvora?»
A pesar de estar sorprendido y no entender el funcionamiento del arma, me obligué a ignorarlo y seguir corriendo hacia la ventana. Nos preparamos para saltar, pero nos encontramos con un pequeño problema... estábamos en un tercer piso.
—No podemos bajar por aquí…
A punto estuvimos de retroceder, pero por la puerta empezaron a entrar más de esos seres, todos ellos armados. Al parecer el lugar sí tenía algunos guardias...
—¡Podemos! ¡Simplemente salta! —me gritó Raidha mientras tiraba de mí hacia la ventana.
Nos lanzamos a través al mismo tiempo que las balas empezaban a volar. El corazón me dio un salto en el momento en el que me encontré en el aire, pero Raidha acumuló en sus manos una masa negra y la lanzó debajo de nosotros, formando un gran globo que usó para intentar bloquear nuestra caída. No obstante, bajo nuestro peso, el globo empezó a deformarse rápidamente, hasta que finalmente reventó y nosotros nos precipitamos de nuevo contra el suelo a gran velocidad.
—Ah, esto realmente ha dolido…
El impacto fue grande, pero el globo había amortiguado lo suficiente como para que no llegara más allá de eso, un fuerte golpe.
—Debería haber aguantado más... —murmuró Raidha, con los mismos signos de dolor que yo.
—Por lo menos bajamos…
Ambos nos levantamos y, algo cojeando, empezamos a correr. No había más edificios a parte de esa especie de laboratorio que dejamos a nuestras espaldas. Por lo visto, todo el lugar parecía haber sido construido en un sitio bastante aislado de la sociedad, cosa que en ese momento nos venía de maravilla.
—¡Por aquí!
Había algunos árboles relativamente grandes cerca, así que corrimos directamente hacia ellos con la esperanza de poder usarlos de cobertura para evitar disparos que nos pudieran llegar desde atrás. Después de un par de minutos corriendo entre los árboles ya no había rastro alguno de esos tipos, así que nos detuvimos momentáneamente a recuperar el aliento.
—¡Por fin escapamos!
Raidha gritó con una gran sonrisa que duró apenas un momento. Un coche se nos acercó a toda velocidad y nos cortó el paso.
—Raidha… ¿Para qué hablas?