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Capítulo 42

Me costó asimilar lo rápido que sucedieron las cosas, tanto a nivel personal como familiar, pues tan solo pasó una semana para que Eva partiese a Guadalajara con Cata.

Mamá estaba orgullosa y afligida al mismo tiempo, se había encariñado bastante con Eva, mientras que papá no dejaba de aconsejarla antes del abordaje y decirle que, más allá de todo el proceso de aprendizaje que conllevaba la grabación de su álbum, se divirtiese.

—Si hubiese mejores maneras de agradecer, más allá de las palabras, me encantaría hacerlo. Papá, gracias por todo lo que has hecho por mí, por ser paciente y enseñarme tan bellos valores que sé que me harán una mejor persona. Mamá, agradezco profundamente el amor que me brindaste desde el primer momento en que nos conocimos. He sido bendecida con tu llegada a mi vida.

Fue inesperado ver que mamá no llorase, tal vez estaba siendo fuerte al notar que papá se mostraba orgulloso de Eva.

—Pero a quien le debo más por sobre todas las cosas —continuó Eva—, por regalarme su amistad y luego una hermosa familia, es a ti, Paúl. Agradecerte no es suficiente, por eso te prometo que alcanzaré las estrellas para demostrarte que todo ha sido gracias a ti.

Las palabras de Eva me impactaron más de lo que me conmovieron, y me hizo muy feliz que, en vez de irse agradecida, lo hiciese con una hermosa promesa, pues era lo que anhelaba para ella que alcanzase el éxito con su música.

—Cata, cuida bien de nuestra hija, y no dudes en contactarnos si anda de floja, que te ayude en los quehaceres del hogar y todo lo que esté a su disposición —dijo mamá.

—Bueno, le aseguro que cuidaré de ella, pero el resto de las cosas serán complejas… En casa tengo la fortuna de contar con un excelente personal que se encarga de la limpieza, la comida y todos esos detalles —respondió Cata.

—Bueno, entonces que brinde apoyo al personal —sentenció mamá.

—¡Mamá! Por amor a Dios —reclamó Eva, avergonzada.

—Cariño, déjala que disfrute de esta experiencia y se dedique de lleno a su música —intervino papá.

—Paúl, ¿no dirás nada? Sé que estás triste, pero al menos dile algo a tu hermana —me pidió mamá.

—Me cuesta mucho despedirme, pero no estoy triste, solo me queda un pequeño arrepentimiento —musité.

—¿Quieres hablar a solas con tu hermana? —preguntó Cata, quien me comprendió de inmediato.

Apenas asentí a su pregunta, por lo que tanto ella como mis padres nos dejaron a solas. Eva se me acercó y me tomó de las manos, pudo sentir que estaba temblando e incluso pidió que me tranquilizase. Dijo que no se iría para siempre.

—Sé que no te vas para siempre, pero lo que me atormenta es que te oculté un secreto, y no quiero que te vayas sin que lo sepas, porque estoy luchando para sacar a relucir la mejor versión de mí —dije.

—¿Te refieres a la manera en que te distanciaste de papá y mamá en los últimos meses? —preguntó.

—Con lo que te diré, entenderás por qué —respondí.

—Soy todo oído —musitó, a la vez que apretaba mis manos.

No fue sencillo revelarle a Eva que había caído en la adicción a las drogas, que mantenía una relación tóxica y sexual con Susi y que habíamos cometido error tras error.

Ella se mostró asombrada e incluso soltó mis manos, pero cuando notó que me había quebrado conforme le revelaba mi verdad, me abrazó y me pidió que no me preocupase, aseguró que todo iba a estar bien; eso me sorprendió.

—Confío en que a partir de ahora tomarás las decisiones correctas —dijo.

—Es lo que estoy intentando, voy a rehabilitarme junto a Susi y haremos todo lo posible para superar nuestros problemas —aseguré.

—Tienes que contarles todo a papá y mamá —ordenó.

—Lo haré cuando lleguemos a casa —dije.

—Eres un idiota, Paúl… Si me hubieses dicho a tiempo, te habría ayudado, y no sé quién sea esa Susi, pero nada me hubiese costado alejarla de ti —dijo.

—El problema de ella es mucho peor que el mío, por eso no quise dejarla sola, pero cometí el error de seguirla en sus vicios —revelé.

—Bueno, ya me contarás algo sobre ella. Aprecio que te hayas sincerado conmigo… Un poco tarde, pero lo hiciste.

Eva esbozó una bella sonrisa que me llenó de esperanza. Ver que confió en mí desde el primer momento en que revelé mi realidad, valió todo el pesar que había enfrentado antes de hacerlo. Muchos recuerdos se me vinieron a la mente en ese instante, de nosotros en la montaña, caminando en el bosque o bañándonos en el río de aguas cristalinas.

Por eso sentí un vacío en mi pecho, eso es lo que implicaba verla partir, aunque mi amor por ella me mantuvo de pies y sonriente ante la nueva gran aventura de Eva, mi mejor amiga y hermana.

Poco más de un mes después y en secreto, Susi y yo fuimos a un centro de rehabilitación para solicitar la ayuda que necesitábamos. No teníamos idea de qué hacer en ese instituto, ni de cómo actuar ante la cantidad de rostros que veíamos. Eran demasiadas personas y algunas celebridades locales que frecuentaban ahí, gente a la que consideré influyente alguna vez.

Conforme el tiempo seguía transcurriendo, más se me dificultaba contarles la verdad a mis padres, por lo que tenía como único apoyo la compañía de Susi, aunque yo también debía apoyarla. Ambos pagamos por un programa de seis meses que incluía una serie de fases que creímos necesarias para superar nuestro problema: desintoxicación, deshabituación, rehabilitación, reinserción y seguimiento.

Al principio nos mostramos nerviosos y temerosos, pero tuvimos la suerte de contar con un personal capacitado, atento y amable que nos animaba en cada cita.

Obviamente, no fue sencillo afrontar el verdadero proceso de rehabilitación; era de esperarse que nos costase asimilar tan solo la primera fase. Luchar contra la ansiedad fue más complejo de lo que esperábamos, sobre todo cuando uno de los ejercicios consistía en la abstinencia ante la tentación. Sin embargo, fuimos fuertes cada día y tuvimos voluntad.

La segunda fase, la deshabituación, representó en mi caso ser honesto con mi familia. No pude mantener el secreto por más tiempo y revelé toda mi verdad. Era necesario que les hablase a mis padres de mi adicción para poder contar con su apoyo y al fin dejar de esconderme de ellos.

Al principio me costó afrontar la decepción y la forma en que se distanciaron de mí, pero gracias a la intervención de Eva y Cata, empezaron a apoyarme, aunque no me perdonaron a la primera. Lo bueno fue que reconocieron mi valentía al notar que estaba buscando ayuda profesional por cuenta propia e incluso apoyaron a Susi, que por obvias razones no contó con el apoyo de sus padres.

Fue duro para papá y mamá descubrir lo que ocultaba y la razón por la cual llevaba un estilo de vida tan nocivo para sus diecinueve años. Además, tuvo que afrontar y superar el rencor que sentía hacia sus padres. Era una parte fundamental del programa de rehabilitación, por eso estuve siempre a su lado e hice todo lo posible por ayudarla con mi apoyo moral. Susi fue la paciente con la situación más compleja en nuestro grupo.