Valerie estaba en la sala de espera del aeropuerto cuando su teléfono comenzó a sonar.
—¡Mierda! —murmuró y empezó a buscar su teléfono en el bolso. El teléfono seguía sonando fuertemente, llamando la atención de la gente alrededor.
Etán todavía estaba en el baño, y ella lo estaba esperando. Ellos acababan de tomar café y comer bocadillos mientras planeaban su futuro.
Por fin sintió la frescura contra su palma y lo sacó.
—¡Nina! —Rodó los ojos—. ¿No me puedes dejar respirar? —se quejó de su suegra en silencio y luego contestó la llamada.
—¡Hola, mamá! —la saludó a su suegra con alegría.
—¿Dónde estás? —Nina le preguntó sin rodeos—. ¿No hay respuesta para los saludos, mamá?
—¿Por qué? Estoy… en un hotel… cerca de mi punto de crucero y... disfrutando de este paisaje donde… —Nina no la dejó terminar.
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