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Capítulo 8: Perspectiva del Policia

El fiscal me dijo que no podía autorizar un procedimiento con tan poca información, era un buen conocido mío y sabía que él trabajaba de la mejor manera, si él no lo autorizaba, nadie podría. Lamenté haberlo molestado por la hora, eran las 4:51 A.M. Hace media hora, llegó una llamada a la estación por supuestos disparos, normalmente no nos demoraríamos tanto, pero por la poca asistencia de la madrugada y el anonimato de la persona que llamó, no se le consideró de máxima prioridad.

—Entonces nos retiramos. Perdón por molestarlo a estas horas, tenga buenas noches —le comuniqué al chico.

Según me dijo tenía diecinueve, aunque puede que me equivoque, debía tener a lo más unos dieciséis años, era listo. Lo que me sacó de mis casillas fue su súbito cambio de tono. Al inicio pensé que era un chico que en realidad estaba preocupado y asustado por la situación, luego de que insistimos, su mirada se volvió firme y su voz tomó una postura rígida y asertiva, dijo lo justo, eso era lo que debía estar pensando y era cierto, estaba todo a su favor. Esto es algo interesante.

Me subí al coche junto a mi compañero, era un novicio de veinticuatro años que me asignaron, se llamaba Pablo Balder. Tenía buen trasfondo, por lo que me contó. Salió luego de estudiar cuatro años en la Academia de Especialización Policial con las mejores notas. Aun así, se mantenía fácil de provocar, su carácter era la de un perro amargado que odiaba todo lo que tenía en contra.

—¡Que chiste de niño! Cree que es superior, solo por decir unas tonterías que resultaron para su suerte —mencionó mi acompañante.

—Aunque no lo creas, todo lo que dijo, estaba calculado. No se excedió ni se quedó corto en sus comentarios. Aun así, su actitud dejó al descubierto algo que no quería mostrar.

—¿A qué te refieres con eso?

—Él estaba tratando de ocultar algo, quizás solo sea mi imaginación, o tal vez sea solo una superstición.

—Si intentaba ocultar algo, es posible que se trate de drogas ilegales. Ya lo sabes, se distribuyen como si fueran dulces, bajo la apariencia de ser legales. Vamos a repetir lo que pasó en Santiago —reclamó Balder—. No debieron legalizarlas nunca.

—Creo que está bien la legalización, el problema son los que siempre se las arreglan para jugar sucio y ganar dinero de esa forma.

—Me encantaría contrargumentarte, pero no estoy de humor. Sobre el chico, ¿piensas que ocultaba algo más grave? Si la llamada no fue una broma, ¿no debería ser algo preocupante? Imagínate, un arma de fuego real, solo por portar una deben ser fácil 11 años de cárcel —acertó mi compañero.

—Tienes razón, es alarmante. No se si sea bueno dejarlo pasar.

—Ahora que me van a mandar a las oficinas puedo ayudar a investigarlo mejor. Vas a tener que esperar unos días.

—Pensar que antes estar en las oficinas era lo peor, menos mal los nuevos no lo ven así.

—Me lo tomo como una manera de descansar. Aunque a veces es demasiado lo que nos llega, si lo dividimos por horas entre los que estamos se hace menos pesado.

—Absalon Salieri Vitale —me dije a mi mismo.

—¿Cómo?

—Su apellido; Salieri, creo haberlo escuchado hace poco.