"Edward tomó a Jeanne en sus brazos con satisfacción.
Jeanne siempre había sabido que el cuerpo del Cuarto Maestro Swan era muy robusto.
Como ella medía 166 cm de altura, era pequeña a su lado.
Incluso sentía que todo su cuerpo estaba en su abrazo.
Jeanne sentía que si estuviera frente al Cuarto Maestro Swan, él la habría abrazado como un oso, incapaz de respirar.
Afortunadamente, eligió tener la espalda contra él.
Así, sintió su cabeza directamente enterrada en su cuello.
De repente, estremeció.
Su corazón se apretó.
La posición de dormir demasiado íntima la hacía sentir incómoda.
Movió su cuerpo y resistió.
—Sra. Lawrence, es mejor que no te muevas —susurró Edward en su oído—. Su voz parecía un poco ronca.
Jeanne lo soportó.
Sabía que el Cuarto Maestro Swan estaba herido. También sabía que si él se movía aunque fuera un poco, su herida podría abrirse de nuevo. Por tanto, escuchó obediente y no se movió.
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