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Llegó para cambiar mi vida

El padre de Claudia se casa con la madre de Alex, y ambos se ven obligados a una convivencia que a ninguno de los dos parece gustarle. #real-life #ero #+18

Hex_World · วัยรุ่น
เรตติ้งไม่พอ
4 Chs

Esa noche 1.2

Me sentí bastante mejor después de haberle puesto los puntos a la pendeja. Pero a la tarde me dio un poco de miedo. Escuché cómo mi hermanastra se quejaba en voz alta con Pedro, su papá. Pero me armé de valor para enfrentarme a esa situación. Me dije que no tenía nada de qué preocuparme. Si la pendeja me estaba mandando al frente por haberla lastimado, les diría que ella se lo buscó. Si no les gustaba la cosa, que se fueran todos a la mierda. Ya estaba harto de que todos la vieran como la chica perfecta, cuando en realidad era una víbora. Ya era hora de sacarle la careta a esa hipócrita.

Sin embargo, cuando entré a la sala de estar, oí a Claudia decir:

—Pero ¡cuándo va a venir ese técnico de mierda! ¿Y por qué no llamás a otro?

—El hombre tuvo una emergencia familiar Claudita —contestó Pedro, con paciencia—. Tenés que entender, no le puedo sacar la changuita al pobre, y menos ahora que las cosas están cada vez más complicadas.

Ambos me miraron. Claudia con desprecio, como siempre. Pedro me saludó con la cabeza y siguió hablando con su hija.

—Podés dormir acá en el living —Propuso

No había pensado en eso ¿Por qué había ido a mi cuarto si podía tirar el colchón en el living, donde también había aire acondicionado? Además parecía que no le había contado nada a su papi sobre la noche anterior en la que habíamos dormido juntos.

Lo dejé hablando solos. Ya había escuchado suficiente.

A la tarde salí con Gonza y Manu. Juancito no pudo ir.

—Su jermu no lo habrá dejado —dijo Manu al respecto.

Fuimos a lo de Gonza a escabiar. Como era de esperar, salió el tema de Claudia. Todos mis amigos, desde que vivo en casa de Pedro, no paraban de romperme las bolas con ella. Y cuando iban a casa, le tiraban los galgos. Claudia los ignoraba, hacía la suya. Sabía que Gonza la seguía en Instagram, y estaba seguro de que se habrá tirado un lance mandándole un mensaje privado, aunque nunca me lo dijo, claro. De todas formas, ella jamás le daría bola. Mi amigo no estaba a su altura. Ninguno de los pibes lo estaba. El amante de Claudia no tenía nada que ver con nosotros. Era un tipo grande y fachero, y seguro que tenía siempre unos buenos mangos en el bolsillo. Seguramente era un profesional universitario, un empresario. Claudia aspiraba alto y con ese físico podía tener a cualquiera comiendo de su mano.

—Y cómo anda Claudita —Preguntó Manu, mientras soltaba el joystick un rato para agarrar el vaso de cerveza.

—Hinchapelotas, como siempre —contesté.

Entonces les conté la pelea que tuvimos en nuestro cuarto.

—¡Qué forra! Cómo te va a decir eso —se indignó Gonza.

Se solidarizaron conmigo, pero enseguida empezaron a romperme las bolas preguntando con qué ropas dormía Claudia. Quizás porque ya estaba medio en pedo, o porque de vez en cuando me gustaba ser el centro de atención, les conté cómo había aparecido en mi cuarto, con una bombachita blanca y una camisa como única vestimenta. Les conté también, cómo, al ratito de dormirse, las sábanas dejaron al descubierto su cola perfecta.

—Si yo la viera así, me la cogería ahí nomás —dijo Manu— ¿Vos no te tentaste Alex?

No pensaba decirles que me había masturbado mientras ella dormía. Algunas cosas no eran necesarias ser contadas, ni siquiera a los mejores amigos. Lo de las fotos sí que me tentaba contarles, y más aún lo del baño, pero por el momento me lo guardé, porque cuando les hablara de eso la conversación no terminaría más, y ya no estaba de humor para seguir hablando de mi hermanastra. Me preguntaba si ella se lo habría contado a alguna amiga, o también se lo había quedado para ella. En ese caso, teníamos un secreto que de alguna manera nos unía.

—Es tan ortiva que te dan ganas de decirle que se meta su cuerpito perfecto en el culo —dije.

—¿En serio nunca le tuviste ganas? —Insistió Gonza.

Siempre me mostré desinteresado por Claudia, y los chicos lo sabían. No sólo por lo mal que me caía, sino porque sabía que si me encaprichaba con una mina como esa, sería una pérdida de tiempo. Además, siendo su hermanastro, era aún menos probable que se fijara en mí. Así que nunca había pensado en ella de esa manera, al menos no seriamente. Cada vez que la veía con esas calzas súper ajustadas que usaba para ir al gimnasio, no podía evitar mirarla, pero no me quedaba con esa imagen en la cabeza. Cuando salía con sus amigas, y se vestía de una manera recontra perra para ir a bailar, simplemente la ignoraba.

Mi sistema era simple pero efectivo. Mientras no me hiciera la cabeza con ella, iba a estar todo bien. Yo ya tenía mis propias fantasías inalcanzables. No era necesario sumarme una tan complicada como Claudia.

Hasta el momento iba todo bien y la actitud de mierda que siempre tenía mi hermanita me ayudaba a no mirarla como una mujer, sino como un enemigo. Una cosa perniciosa que era mejor esquivar.

Pero desde que la vi en el baño, sacándose esa foto, todo mi autocontrol se había ido a la mierda. Y para colmo encontré esa tanguita negra suya, tirada en el lavadero, y me la quedé, escondiéndola en el baúl donde guardo mis revistas, como si fuese una especie de botín de guerra. Y ahora me la tenía que aguantar en mi cuarto. Todo pintaba que la cosa se iba a ir a la mismísima mierda misma.

—No, está buena, pero hay muchas minas que están buenas y no son tan forras —contesté, haciéndome el boludo.

En esa respuesta había mucha mentira. Era cierto que había muchas minas lindas, pero como Claudia, muy pocas. Y la mayoría de las que estaban tan buenas como ella eran famosas. No era común cruzarse a una chica de ese nivel en la cotidianeidad del día. Además sí que le tenía ganas. ¡Y cómo no iba a tenerlas! De hecho, era increíble que hasta hacía poco había logrado mantenerla alejada de mis fantasías sexuales.

Me fui cuando ya estaba oscureciendo. Cuando llegué a casa vi a mamá y a Claudia viendo algo en la tele.

—En una hora está la comida —dijo mamá.

Fui a mi cuarto. Abrí el baúl de madera donde guardaba mis magas y comics. Entre el Primer y el segundo tomo de Vagabond estaba la tanguita negra de Claudia. La agarré. Fui al baño, el cual compartía con mi hermanastra. Ambos teníamos un entrada en cada uno de nuestros cuartos, y cuando lo usábamos, simplemente trabábamos ambas puertas. Para mi sorpresa, colgada en la canilla de la ducha, encontré otra prenda íntima suya. Un culote negro. Cosa rara. Ella era muy cuidadosa con esas cosas. Casi parecía una provocación. Pero esta prenda no me la podía llevar, sino, sería demasiado sospechoso. Pero aun así la agarré. Me la imaginé usándola todo el día, sudando abundantemente en ella. Mi pija se puso dura, mientras sostenía las dos prendas íntimas de mi hermanastra. Dejé el culote donde estaba. Me senté en el inodoro, envolví mi verga con la tanguita robada, y me empecé a pajear. La leche salió abundante y empezó a resbalarse por el tronco, ensuciando la prenda que lo envolvía.

Me di una ducha y lavé la tanguita. Se me estaba haciendo una mala costumbre eso de pajearme con Claudia. Decidí que iba a ser todo lo posible por dejar de hacerlo. De todas formas me llevé de nuevo la tanguita negra a mi cuarto. No podía dejarla en el baño como si nada. Ahora era mía.

................

A la noche llamaron a mi puerta. Como era su costumbre, Claudia no esperó a que yo la invitara a pasar.

—Escuchame, no quiero dormir abajo en el living, me da paja bajar por la escalera con todas mis cosas, y además papá se levanta muy temprano. Va a ser muy incómodo dormir ahí. —dijo la intrusa.

—¿Esa es tu manera de pedirme que te deje dormir acá de nuevo? —pregunté.

Me clavó una mirada intensa con sus grandes ojos marrones, pero de un momento a otro la mirada pareció suavizarse.

—¿Me dejás dormir acá por esta noche? —Preguntó, con una pizca de humildad. No lo pidió por favor, pero tampoco esperaba tanto de ella.

—Bueno, pero no se te ocurra desubicarte como ayer —advertí.

—Con eso ya estamos a mano —señaló con su mirada la muñeca que le había lastimado, aunque ya no tenía marcas.

Trajo su colchón y sus sábanas, y como el día anterior, se acomodó al lado de mi cama. No había tanto espacio en mi cuarto, sino, supongo que hubiese dormido lo más lejos posible de mí.

Cuando terminó de estirar las sábanas se quitó el pantalón y la remera que llevaba. ¡Con qué facilidad se quitaba la ropa mi hermanita!

Quedó con un conjuntito de ropa interior blanca, uno diferente al del día anterior, obviamente, solo que era del mismo color. La tanga no era tan diminuta como la que yo guardaba en esa misma habitación, pero la tela blanca se metía entre sus nalgas con demasiada facilidad. Mirá ese culo come-trapo, solía decir Juancito cuando veía una hembra voluptuosa con prendas ajustadas. Y el culo de Claudia era el más come-trapo que había. Se podía esconder un ropero adentro.

—¿Te incomoda verme así? —preguntó—. No me gusta dormir en pijama. Y de hecho, suelo dormir desnuda.

Me quedé boquiabierto, ante la idea de tenerla totalmente desnuda tan cerca.

—Para nada, ¿cómo me iba a incomodar? —contesté. Y de hecho no me incomodaba, más bien me perturbaba, me calentaba, me volvía loco. Pero no me incomodaba.

—Ah, como te quedaste mirándome... —comentó ella.

—Sólo te miraba pensando en que con qué cosa me vas a salir hoy —contesté, esquivándola.

—No te voy a salir con nada, no estés a la defensiva —aseguró ella.

Se metió debajo de la sábana, pero sólo se cubrió hasta el ombligo. Hacía demasiado calor y la pieza todavía no se había enfriado mucho que digamos. Era agradable sentir el aire frío en la piel. Así que no me extrañó su actitud.

—Te aviso que voy a ver una peli en mi notebook, así que espero que igual puedas dormir. —dije. La verdad era que podía ponerme los auriculares, pero no pensaba hacerlo. Cada vez que pudiera molestarla lo haría.

—¿Qué vas a ver? —Quiso saber ella.

—Joker —respondí, sin siquiera mirarla.

—Ah, yo no la vi todavía —dijo—. Pero no me molesta, igual me duermo fácil.

—Apagá la luz cuando quieras —le dije con sequedad.

—Sabés que estuve pensando... —dijo Claudia—. Creo que me desubiqué ayer. No soy quien para estar presuponiendo con qué tipo de mujeres estás o no.

Me sorprendieron sus palabras. Casi parecían una disculpa.

—Yo también me saqué —admití— Como dijiste... estamos a mano con eso.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo ella.

Me fastidió que me interrumpiera justo cuando iba a poner la película. Ya de por sí era difícil tenerla ahí, media desnuda. No sabía cómo iba a poder evitar hacerme una paja otra vez mientras ella dormía a centímetros de mí. Y de hecho mi amigo el cabezón ya se estaba hinchando. La sangre corría cada vez más rápido por él.

—Qué —contesté.

—¿Por qué te caigo tan mal? —Soltó mi hermanastra.

Me pregunté si se había vuelto loca.

—¿En serio me estás hablando? —pregunté.

—Claro...

—¡Pero si vos sos la que me tratás mal! —me exalté—. Te burlás de mí todo el tiempo. Me insultás. Varias veces me dijiste que querías que me fuera de esta casa. Me refregás todo el tiempo que sos mejor que yo. Me mirás con desprecio. Me echás en cara que no tengo trabajo ni estudio, cuando sabés muy bien lo difícil que es para la mayoría de los pibes de nuestra edad salir adelante. Estás tan acostumbrada a que todo te salga bien, que no te das cuenta que no todos podemos...

Había levantado la voz, casi gritando. Sentí el calor en mi rostro y supe que me había puesto colorado. Claudia me miraba atentamente, como esperando a que yo continuara, pero en ese momento no tenía nada más que decir.

—Las cosas no son tan así —dijo.

Se sentó sobre la cama. No pude evitar ver el sensual movimiento de sus pechos cuando lo hizo.

—Vos también sos jodido —siguió hablando—. Desde que llegaste a vivir acá, me ignoraste. No colaborás con nada en la casa. Siempre soy yo la que tengo que andar ayudando a tu vieja y eso que estudio y trabajo, y vos no hacés nada... Es verdad, quizás no sea tu culpa que no puedas aprobar el examen de ingreso en la facultad, y que no consigas trabajo, pero no tenés ningún motivo para no ayudar con la limpieza de la casa, o con la cocina. Pero yo sí lo tengo que hacer ¿Y por qué? ¿Porque soy mujer? Además siempre que me cruzás en la casa, me esquivás, como si tuviese lepra. Cuando estamos con tu mamá viendo la tele, te metés en el cuarto, como si fuese una tortura compartir un rato conmigo. Siempre andás malhumorado. Y la verdad que podría seguir, pero bueno, yo también soy complicada, ya lo sé, pero vos no sos ninguna víctima Alex, yo te sufro tanto como vos me sufrís a mí.

Dijo todo eso de corrido, casi como si se lo supiera de memoria, como si fuera algo que tenía atragantado desde hacía tiempo. Me quedé callado. No sabía qué decir. ¿Yo era tan forro como ella? ¿Ella se sentía tan angustiada como yo al convivir con alguien que la detestaba? Siempre la había considerado la mala de la película. Nunca me había detenido a pensar que quizás yo era igual de exasperante que ella. De hecho, aun escuchándola no me terminaba de creer lo que me decía. No, no podía ser. Ella era siempre la que me atacaba, y yo solo me defendía, y a veces ni siquiera hacía eso, sino que me limitaba a simular que no había sido herido por sus crueles palabras. Pero quizás…

—Vos no entendés —dije. De repente algo estaba saliendo de adentro mío, sin que pudiese evitarlo—. Para vos la vida es muy fácil. Sos linda e inteligente. Te llevás el mundo por delante. No sabés lo que es sentirte rechazado. Que solo te quiera tu mamá y algunos amigos tan loosers como vos.

Nunca había sido tan sincero con alguien, ni siquiera conmigo mismo. Claudia me miró, y parecía sorprendida, aunque no sé si por mis palabras, o por el solo hecho de haberme abierto de esa manera.

—No seas tonto. No me vengas con ese cuento de que por ser linda no sufro ¿te pensás que no sufro por amor? Hasta hace unos meses salía con uno de mis profesores. Una boluda. Creía estar enamorada, pero supongo que lo que me atraía era el hecho de que fuese algo prohibido —Me miró, como esperando a que le dijera que entendía de qué hablaba, pero no dije nada aún—. Estaba casado —siguió diciendo ante mi silencio—. Y claro, no dejó a su esposa. Sólo me quería por mi cuerpo. Aunque él aseguraba que lo que más le gustaba era mi perspicacia, cuando estábamos en la cama me quedaba claro que sólo quería usarme. Después dejó de contestar mis mensajes. Sólo cuando quería un polvo furtivo se acordaba de mí. Al final lo dejé yo, pensando que iba a volver de rodillas.

—¿Y qué pasó? —Pregunté, intrigado.

—No volvió a llamarme. Supongo que tiene una lista larga de pendejas que se entregarían con la misma facilidad que yo. Unas estúpidas —explicó, y después preguntó—: ¿Y vos porqué estás solo?

—No soy de los tipos en los que se fijan las minas —dije, sin poder terminar de creer la facilidad con que me estaba abriendo ante mi enemiga.

—Qué tonto. Tu problema no es estético —dijo Claudia—. Digo... no es que seas muy fachero que digamos, pero al menos sos alto. Lo que te falta es actitud. Si no te convencés a vos mismo de que podés estar con la mujer que quieras, nunca lo vas a lograr.

—¿Tenés muchas amigas a las que les gusten los tipos altos? —pregunté intrigado.

—Más de las que imaginás ¿Sabés por qué llaman la atención los hombres altos? —dijo Claudia, y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.

—¿Por qué?

—Porque se supone que son grandes en todas las partes de sus cuerpos.

—¡Estás mintiendo! —dije, pensando que me tomaba el pelo, aunque no estaba para nada molesto. Sentía que estaba hablando con una persona totalmente diferente a la que conocía—. Todas las mujeres dicen que prefieren un pene normal que sea bien utilizado a uno grande que se use mal —dije, seguro de haberlo escuchado un montón de veces en la televisión.

—¿Y no te das cuenta de la mentira velada que hay detrás de esa afirmación?

—¿Qué? —pregunté, sin entender.

—Es una falsa dicotomía —dijo Claudia.

—Hablame en castellano por favor.

—Una falsa dicotomía es una situación en donde se presentan dos puntos de vista como si fueran las únicas opciones posibles, cuando en realidad existen muchas otras.

—Acordate que no soy universitario —dije.

Claudia rió a carcajadas. Tuve que esperar un buen rato hasta que pudiera volver a hablar.

—Fijate en lo que dijiste al principio. Las mujeres, según vos, prefieren una pija de tamaño normal, pero bien usada, a una grande pero mal usada... —dijo. Me sorprendió escuchar la palabra pija saliendo de su boca—. Pero para empezar hay más opciones... —siguió diciendo—. Por ejemplo, un pene normal pero mal usado, o... una pija grande y bien usada.

Traté de decir algo, para no quedar como un tonto, pero no se me ocurría nada. Todavía no caía en la conversación que estaba teniendo con mi hermanastra.

—¿Dónde está la verdadera Claudia? —solté, y ella se rió de nuevo.

Me estaba gustando mucho hacerla reír. ¡¿Qué carajos estaba pasando?!

—En fin —dijo ella—. Sólo quería que no te hagas tanto problema por las apariencias. Te va a ir bien con las chicas. Sólo falta que adquieras experiencia. Esa cara de virgen te vende.

La forra tenía que decir alguna maldad. Pero no me molestó.

—Bueno, ahora sí, voy a dormir —dijo.

Se levantó para apagar la luz. Me pregunté si no sería lo correcto ponerme los auriculares, para que pudiera dormir enseguida. Pero no tenía que exagerar. Las cosas no cambiaban con una charla amena. Además, ya le había dicho que iba a ver la película y ella aseguró que no le molestaba.

Pero cuando pasaron cinco minutos de que puse play al Joker sucedió algo muy raro.

Fiel a su actitud de no pedir permiso nunca, Claudia se subió a la cama y se acostó a mi lado. Puse pausa. Me di vuelta a mirarla. La luz del monitor me dejaba verla con claridad. Me miró a los ojos. Nuestros labios nunca habían estado tan cerca.

—Dale… ponela —dijo.

—¿Qué? —pregunté.

Estaba confundido, y sin embargo toda clase de fantasías obscenas vinieron a mi mente al escuchar esa frase: "Dale, ponela".

—La película —explicó ella—. Ponela. Veámosla juntos.

Tragué saliva. Casi quedo como un idiota. Puse play de nuevo. Iba a ser difícil concentrarme en la película.

Continuará