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Recuerdos que duelen - 3 (Tiempo antes de la huida de Milena)

— Me atrevo a decir que es mucho más que eso, lo que te pasa no puede llamarse poco, de modo que, porque no mejor dices que estas completamente perdido de la cabeza y valla que te concedería la razón en el acto.

Milena por unos segundos se relajo una vez que se encontraba abrazada a mi e incluso en aquel momento debido a tales circunstancias parecía ser hasta otra persona, el contacto físico conmigo la había hecho cambiar tanto, que su espíritu de pelea parecía haberse adormilado.

Aquellas aguas durante el tiempo en el que estuvimos allí se convirtieron no solo en cómplices nuestras, sino que también se convirtió en la más fiel testigo de lo que verdaderamente empezaba a surgir entre nosotros, una relación de la cual y aunque no lo queríamos aceptar éramos igualmente participes de ello.

Producto de aquello empezamos a jugar haciendo en parte uso del mismo coqueteo que entre los dos aparecía y entre chapoteos, risas, conversaciones y uno que otro momento cursi la tarde transcurrió junto al instante justo en el cual finalmente tuvimos que abandonar aquel lugar no habiéndose antes escuchado aquellas palabras de Milena.

— Bueno, ya es momento de salir mira que no me quiero volver a enfermar, al menos no por el momento.

Milena promulgo aquello y casi como si se tratase de su medio de escape aquella comenzó alejarse, ante mi mirada llena de desconcierto con la que le pedía a gritos el que no me dejara solo allí, yo la observaba prácticamente inmóvil.

Yo Alexander, solo deseaba que ella se quedara en aquel momento conmigo a mi lado, pues junto a ella en aquel momento yo había llegado a experimentar probablemente el momento más vivido y real que en años no disfrutaba.

La verdad a mi no me importaba el no tocarla, el que me rechazara o incluso mantener la distancia, yo solo quería que ella se quedara allí conversando conmigo, no me importaba que habláramos incluso de temas aburridos de la cotidianidad mundial, no me importaba el hacerme el tonto o incluso un payaso delante de ella pues a mí solo me interesaba que no se marchara, pero pese a mis mas grandes deseos eso no ocurrió.

Con un simple beso en la mejilla con el que parecía haberse detenido el tiempo tras sentir por primera vez el rose de sus labios contra mi piel por voluntad propia y una caricia de sus manos contra mi rostro con la que pretendía paralizar mi ser, Milena habiéndome dado la espalda allí me dejo de la mano de aquella pequeña conversación que surgió tras ella haber llegado hasta el escalón superior.

— Te eh probado de muchas maneras para ver que tanto podías aguantar durante estos pocos días y realmente puedo decir que por lo menos has sabido tener palabra y has intentado cuidarme tanto como podías, así que descansa, tu trabajo ya ha terminado.

— Un momento, como que mi trabajo ha terminado.

Milena por un momento se dio la vuelta, a los ojos totalmente me miró y esbozando una cálida sonrisa comentó — así como has escuchado, ya no es necesario que me cuides, Alexander puedes descansar.

— Pero y tú que harás, no puedes estar aun totalmente sola.

— Claro que puedo Alexander, así que quédate tranquilo que yo sin dudas sobreviviré.

Ante sus últimas palabras aquella chica se dispuso a acercarse a una silla próxima y tomando de allí la bata con la que anteriormente aquella se cubría finalmente se alejo de allí, repitiéndose así de nuevo la misma historia anterior una en la cual yo quedaba no precisamente complacido.

— Y ahora ¿Qué hago? — me cuestione a mí mismo, al encontrarme allí con los pensamientos tan revueltos.

Paso una hora, pasaron dos, luego de haber salido de la piscina cosa que no me llevo demasiado tiempo hacer en el que intente llevar una vida más o menos normal, pues lo entretenido de estar allí, desapareció una vez que Milena decidió abandonarme a mi suerte.

A causa de aquello la hora de la cena también apareció y como era de esperarse todos en el gran comedor finalmente nos reunimos incluyendo a Christian y a Manuel quienes de igual forma se acercaron.

Una vez en la mesa todos pretendieron actuar con completa normalidad pues mientras unos conversaban con un fin más de respeto y empatía, Milena y yo por el contrario guardábamos un total silencio cuestión que fue algo incomodo en más que decir notable para todos los presentes.

Aunque era algo visible y molesto tal lejanía entre los dos, nadie al respecto dijo ni una sola palabra, más bien todos aquellos buscaban en gran medida evadirnos pues aparentemente lo que menos ellos querían independientemente de lo que fuera que había sucedido entre Milena y yo, era que la noche terminará algo acalorada por culpa de nosotros dos, en tanto así llevados por el mismo ritmo de aquel momento el resto de aquello aconteció, la cena término y cada quien su camino finalmente tomo.

Yo, lleno de disgusto corrí hacía mi habitación y dentro de aquellas paredes inicie una fuerte lucha contra mí mismo pues por un lado quería ir donde Milena y hablar directamente con ella en vista de que aquella noche para mí era última en aquel lugar, de mi hacía ella quería llegar a expresarle tantas cosas como no se tiene una idea pero me daba reparo ser de molestia para ella.

Sí, curiosamente hacía ella tenía en mi ser cuantos sentimientos contradictorios rondando y no había cosa más contradictoria en mi que el simple hecho de sentir.

En ella había tantas particularidades que a mí vista sin dudas la hacían ver perfectamente única y deseable cosa que por algún motivo me hacía quererla solo para mí.

Así hambriento de poder sentirla tal y como en la piscina ocurrió, por el simple roce de su perfume contra mi olfato o presumiendo poder escuchar la simple melodía de su voz contra mis oídos latentes y expectantes, salí de mi recamara a toda prisa como si aquello fuera lo último que yo podría llegar a hacer en la vida.

Eran más o menos las diez y pico de la noche cuando por los pasillos camine prácticamente a paso doble como si eso fuese a cambiar algo o como si eso fuera capaz de saciar mi sed hacía a aquella mujer en aquel instante para al final encontrarme con la sorpresa una vez que estuve frente a la puerta de su recamara de que Milena no se encontraba allí; ante ella llame una ¡toc, toc, toc! Dos, tres y un par de veces más pero del otro lado ni una sola respuesta al respecto recibí.

— ¡Ahs! Qué crees que haces — rezongó una voz de sorpresa dispuesta hacía mi espalda.

Escucharla provoco que sin dudas yo saltara, puesto que no esperaba que aquella se acercara tan de la nada — ¡Eh! Pero como ¿De dónde saliste María?

— Pues eh venido desde mi recamara para ver que alboroto es él hay aquí, aunque la verdad no me extraña para nada encontrarte a ti.

— Lo siento no quería molestarte.

— Si tus disculpas sirvieran de algo no necesitaríamos de leyes para regirnos.

— ¡Eh!

María me miró confundida a pesar de que quien debía de tener aquella postura era sin dudas yo en vista de sus palabras.

— Nada, nada olvídalo; más bien dime qué haces aquí a esta hora de la noche, son más de las diez, imaginaba que todos ya estaban en sus recamaras por lo sola que se quedo de pronto la casa.

— Busco a Milena, necesito hablar algo con ella, sabrías por si acaso María en donde ella se encuentra.

— Y que te hace pensar que de yo saberlo, te lo diría Alexander pues tu solo sabes traerle problemas a Milena.

— No me hace pensar nada, solo te lo pido de favor, realmente necesito hablar con ella.

La mirada llena de descontento se enmarco en el rostro de aquella mujer quien con un evidente juicio acusador que dejaba caer sobre mis hombros todo el peso de su disgusto me observo.

— No te diré nada, más bien ¡Shu, shu! — Gritó mientras agitaba sus manos en tanto buscaba alejarme de la puerta intentando hacerme marchar — vuelve a tu habitación, estas no son horas de llamar a la puerta de una jovencita.

— ¡María!

— María nada, no me hagas pegarte.

— María por favor, realmente solo quiero hablar con ella, quiero arreglar las cosas.

— Y con hablar con ella crees que puedes hacerlo, no me hagas reír.

Ante ella empecé a rogar, como si aquello fuera lo más primordial, pues yo aquella noche no podía irme a acostar sin siquiera poder ver a Milena pues mi alma se encontraba más que inquieta y algo temerosa.

— Se que no lo haría, Milena es mucho más inteligente que ello, solo quiero hablar con ella tener al fin y al cabo una noche de paz, pues no quiero ya que me voy mañana que ella se lleve una mala impresión de mí, no quiero intentar ser su amigo, solo quiero que ella entienda que eh sido sincero en querer cuidarla y que realmente apreció lo que estar en su compañía me ha enseñado estos pocos días.

— Eso no me convence.

— María sé que soy idiota no lo niego, pero por favor por lo que más quieras dime donde esta ella.