Empezó el verano y con el mis antojos, no sabia que eran pero un día se me antojo comerme un helado de menta y eso que la odio. Los padres de nuestros amigos estaban escandalizados, Daniel encontró trabajo en la heladería del paseo marítimo. Como me conocía desde siempre le cogió encantado cuando le dije que era mi novio y el le dijo que le haría trabajar de lo lindo. Ese verano la heladería se hizo popular, las chicas iban a ver a Daniel. Cuando lo contó para presumir delante de nuestros amigos me puse muy celosa, esa tarde no le hable. Daniel se divertía mirando mis celos, pero cuando le dije:
-¡Claro! Como ellas no están enormes como yo, te distraes y te alegras la vista.- Daniel se dio cuenta de que en esos momentos me sentía mal por que me veía enorme. Estaba muy sensible, esos días casi lloraba por todo, Daniel cogiéndome las manos dijo:
-¿Pero no te das cuenta de que eres la persona que más me importa en el mundo? Me divierte por que se creen que pueden ligar conmigo, pero lo que no saben es que con las propinas que me dan yo te hago regalos a ti. También que deseo que llegue la hora de volver a casa para estar contigo y decirte cuanto te quiero.- Me besó y me besó la barriga diciendo cuanto nos quería a los tres, tratándome con mimo me abrazo cariñoso.
En uno de sus días libres el dueño le llamo diciendo:
-¡Vente a tomarte un helado! De paso me traes a tu novia, que tengo ganas de volver a verla.- Daniel se negó, solo quería estar en la playa conmigo, nadar, charlar con nuestros amigos y jugar un rato a fútbol.
Mis amigos se ofrecieron a acompañarme siempre que se me antojara un helado, les divertía ver como me pedía cosas que antes no me gustaban. O incluso cuando hacia experimentos de mezclar sabores, pero como me los comía a gusto no decían nada.
Una tarde en la que fuimos a visitar a Daniel vi como dos chicas coqueteaban mucho con el, eso me puso apenada pero me sentí mejor cuando Daniel al verme las dejo hablando solas diciendo casi a gritos:
-¡Mi amor! ¡Te extrañe!- Le abrace mimosa y el sonriendo me beso, después para consentirme me trajo todo lo que le pedí. Después nos fuimos a casa ante la mirada enojada de unas chicas.
Un día que se me antojo mezclar menta con chocolate, Adam me dijo:
-¡Emily! Desde que estás embarazada pides mucha menta, recuerdo que antes casi te daba asco.-Todos nos reímos, cuando dije que era verdad que me daban nauseas cuando quería comer menta y ahora empezaba a gustarme.
Un día su jefe le dijo al coincidir con nosotros:
-¡Daniel cuídalos son clientes VIP! Vienen cada dos por tres, tú venias con ellos antes de trabajar, ¿no?- El riéndose le dijo:
-¡Si! Verá son mi hermana, una amiga suya, tres colegas y ¡la única chica que es dueña de mi corazón!-Al señalarme su jefe vio mi estado y me dijo:
-¿De cuantos meses estás preciosa?- Daniel le dijo que estaba de ocho meses, cuando le conto que eran gemelos su jefe riéndose le dijo:
-¿Pero tú no eras el portero? ¿Cómo has marcado dos goles en un partido?- Nos reímos todos, pero Daniel siguiéndole la broma le dijo:
-¡Es que a escondidas soy el mejor delantero! Pero como no me gusta ir corriendo a todos lados me quedo en la portería.- El dueño se rio y me dijo guiñándome el ojo:
-Preciosa si tienes algún antojo de helado pídelo y este holgazán te lo llevara. Le daré las llaves así si te pilla de noche tendrá suerte, mi esposa me pidió un helado de pistacho con almendras a las cuatro de la mañana, espero que no te suceda a ti.- Me entró la risa, justo la noche anterior me sucedió algo parecido. Resultó que me desperté en medio de la noche para ir al baño, cuando salí del baño me entraron unas ganas locas de comer algo muy dulce. Fui a la cocina y rebusque en la nevera, no encontré nada. Me dirigí al estante donde normalmente estaba el chocolate. Nada no encontraba nada, fui a la habitación donde ahora dormíamos los dos. Me senté en la cama nerviosa, estaba a punto de llorar de rabia, Daniel al sentirme incomoda abrió los ojos y me dijo:
-¡Emi! ¿Qué pasa? Es muy tarde para que estés despierta, ¿cariño que pasa?- Le conté lo de mis ganas locas de comer algo muy dulce, él riéndose me dijo:
-¿Ahora? ¿Tiene que ser ahora?- Le dije que si, que si no, no querría dormir, estaba muy emotiva. Se levanto un poco dormido y se fue a la cocina, por suerte para mi encontró los helados de chocolate que había comprado su madre en secreto. Entró al cuarto con un par diciendo mientras se reía:
-¡Ahora yo también quiero, por tu culpa! A este paso yo también voy a engordar, tendré que salir a correr sino quiero coger kilos.- Disfrute de cada bocado, me lo comí tan a gusto que Daniel dijo:
-Casi parecía que lo ansiabas, estaba muy bueno, ¿verdad?- Le dije que si, él me dijo:
-¡Me alegro! Pero mañana tendremos bronca, son de mi madre, sus favoritos. Se los compra y los esconde para que nadie se los coma pero como no había nada más....- Se encogió de hombros, me abrazó y nos quedamos dormidos.
Esa mañana cuando se levanto para ir a trabajar, le explicó a su madre lo ocurrido y ella en vez de enfadarse le dijo riendo:
-¡Hijo mio! Eso era un antojo, es normal que se ponga así. Su cuerpo le pedía algo dulce por que es lo que necesitaba en ese momento, no te preocupes es cosa del embarazo. No pasa nada compraremos más y ya esta pero por si acaso trae ese helado de fresa que tanto le gusta. ¡Le encanta de esa tienda!- Daniel esa tarde vino con dos tarrinas de helado, una de chocolate y otra de fresa, la de chocolate era un regalo de su jefe para todos.