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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · สงคราม
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Indagando

El viento, sin origen aparente, envolvió con ímpetu los cuerpos pequeños pero robustos de ambos canes, sumergiéndolos en un dolor y falta de aire nunca experimentado. Sus iris anteriormente coloreados de negro se tiñeron de un verde profundo y resplandeciente. Símbolos arcanos, de un dorado reluciente, surgieron en sus lomos con un brillo místico, solo para desvanecerse en un breve destello al siguiente instante.

*Tu habilidad [Instruir] ha subido de nivel*

Con el cese del viento, también desaparecieron las apariencias exhaustas de los canes. A simple vista, no parecían más altos ni más fuertes, pero aquellos de ojos de despiertos pudieron percibir una siniestra silueta camuflada sobre sus sombras. Una temible bestia yacía dormida en lo más profundo de sus seres, contenida por el momento pero dispuesta a ser despertada con una sola orden del alto hombre.

—Otorgo poder a quien merece —dijo, satisfecho por el despertar de los dos cachorros.

El esfuerzo de esa hazaña había afectado su respiración, revelando una leve irregularidad causada por el agotamiento.

—Anda, prepara las cosas de la bestia que te he pedido. —El desdén en su tono estaba cargado de desprecio hacia aquel que le servía—. Y no vuelvas a insultarme —agregó con frialdad.

Bajo la intensidad de los ojos acusadores de Orion, asintió con prisa y nerviosismo, dejándose caer sobre una rodilla como muestra de sumisión. El gesto fue imitado rápidamente por sus subalternos, rindiendo homenaje a su líder.

—Sí, señor Barlok —balbuceó—. Por supuesto que no, señor Barlok. Jamás lo volveré a hacer. —El temor se palpaba en su voz, consciente de las severas consecuencias que una nueva ofensa podría acarrear.

—Castigo, Justicia. —Se volvió al palacio.

Los cachorros volvieron en un parpadeo al lado de su amo, caminando con un vaivén de sus colas, un gesto inconsciente de confianza y lealtad.

Mujina no los perdió de vista ni un solo segundo. Antes, tal vez, los habría considerado meros seres inferiores, pero ahora ya no. Si conseguían sobrevivir y madurar, estaba segura de que se convertirían en sus iguales en poder y estatus. Un presagio que le motivaba a seguir fortaleciéndose, al igual que su propia raza.

Orion no había quitado la mirada de la pantalla de identificación de ambos canes. Estaba orgulloso de los dos nuevos integrantes a su fuerza bélica, pero había algo que le intrigaba en sus datos.

•~•

- Nombre: Justicia.

- Raza: Akros.

- Afinidad elemental: Luz, Viento, Relámpago.

- Sangre: Primigenia.

- Estado: Domesticado.

- Habilidad especial: Explosión eléctrica, Jaula mortal, Voracidad.

- Cuerpo especial: Cuerpo Indestructible.

- Don: Rugido divino.

~•~•

•~•

- Nombre: Castigo.

- Raza: Akros.

- Afinidad elemental: Luz, Viento, Relámpago.

- Sangre: Primigenia.

- Estado: Domesticado.

- Habilidad especial: Embestida penetrante, Segundo despertar.

- Cuerpo especial: Cuerpo Indestructible.

- Don: Mirada pétrea.

~•~•

Ahora podía sentir que aquellas poderosas razas que había visto en el laberinto también habitaban en este nuevo mundo, solo que disfrazadas con distintos nombres y cuerpos, pero con habilidades muy parecidas.

∆∆∆

Las antorchas danzaban entre las sombras, iluminando con su resplandor el almacén atiborrado de pergaminos, tomos y rollos de papiro, arropando al joven solitario en su penumbra. Sentado en un antiguo sillón de cuero erosionado por el paso de los años, el aire cargado de misterio y conocimiento envolvía sus pensamientos.

A su lado, custodiando conocimiento perdido, descansaba un mueble de madera tallada con maestría. La hermosura de su forma circular evocaba la armonía de un pasado olvidado. Sobre su superficie reposaba una copa de madera oscura, que en otro tiempo albergara un contenido cálido. Pero ahora, había perdido su fervor, dejando tras de sí una bebida fría, que a papilas cuidadas resultaría en una mueca de disgusto.

El joven tomó el oscuro tomo de la mesa situada frente a él, cuyo encuadernado de cuero grueso poseía un misterioso color negro como la noche. Las primeras páginas, cuidadosamente adornadas con ilustraciones vívidas de exóticas plantas y flores mortales, fascinaron su mirada durante un breve instante. Sin embargo, su objetivo en aquel salón de conocimiento no residía en adquirir conocimiento sobre la flora venenosa, sino en una tarea mucho más apremiante y trascendental.

Se detuvo al encontrar el primer cambio sustancial, era una ilustración hermosa de una criatura humanoide marina, pero con una descripción que para muchos podría considerarse aterradora. Continuó pasando las páginas, el conocimiento de las bestias conocidas era sin duda interesante, pero ahora no quería saber sobre eso, estaba concentrado en indagar más sobre aquellas llamadas: bestia primigenias, pero hasta el momento no había encontrado ningún documento, solo menciones superficiales que de poco le servían.

Volvió a colocar el libro sobre la mesa. Se recargó en el respaldo, descansado ambas manos, con sus dedos entrelazados sobre su nuca. Quería aprender, descifrar y descubrir aquellos secretos antiguos, la intriga le había arrebatado el sueño, pues tenía la sensación que algo importante estaba pasando por alto.

Fira, quien había sido vencida por el sueño descansaba sobre un rústico taburete, apoyando su espalda en la fría pared de piedra. Su belleza delicada se fusionaba con la tranquilidad de su sueño.

Orion se levantó, pero en su trayecto a buscar nuevos documentos para leer se encontró con la dama durmiente. La razón le orientó a caminar hacia ella y cargarla entre sus brazos con un gesto protector. Su delicado cuerpo se acomodó en su regazo, su rostro se apoyó tiernamente sobre su pecho, y sus cabellos se deslizaron como una cascada en sus antebrazos.

Caminó a la salida, dirigiéndose con calma al individuo en turno que le custodiaba.

—Trela D'icaya —dijo Lenuar al notar la silueta acercarse.

—Llévala a sus aposentos. —Le entregó el cuerpo, pero la dama durmiente se resistió inconscientemente a ser despojada de la seguridad que otorgaban los brazos de Orion.

—Sí, Trela D'icaya —dijo el alto individuo al aceptar a Fira, tratando su cuerpo como el tesoro más preciado de la humanidad.

Se quedó solo, y la soledad no le molestó, odiaba estarlo, claro, pero habían sido pocos los días desde su llegada al nuevo mundo que la había experimentado, por lo que, en momentos como este le tenía un cierto aprecio.

Buscó en los estantes polvorientos, en los documentos olvidados por el contenido absurdo que guardaban. En su mayoría eran historias antiguas de aventuras, relatos recogidos de tabernas, y rumores que nunca fueron confirmados, era información valiosa si se creía en ella por lo asombroso de sus descripciones, pero catalogada como basura entretenida para la totalidad de Buscadores de la Verdad, que en sus documentos y trabajos recopilaban datos veraces de la vida de los antiguos.

Arrojó con cierta molestia los documentos de vuelta al estante, no había nada que le sirviera, pues, al igual que en los otras fuentes de información, solo encontró menciones superficiales de las bestias primigenias.

Se dejó caer sobre el frío sillón al perder la motivación para continuar buscando, y ahí permitió al sueño hacerse con el control.