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Puente

El Puente de piedra es un paso sobre el barranco, de piedra natural. No es liso, y es probable que haya que escalar un poco. El mayor problema está en la posible presencia de alguna de aquellas aves. Y que parece ser que estamos dentro del territorio de los simios. Al menos hay sesenta de ellos.

Estamos observándolos desde nuestro escondite cuando oímos un grito. Es un simio. Nos ha visto. Me temo que está llamando al resto. Otro grito, por detrás. Otro más. Mierda, nos están rodeando.

Corremos hacia el frente. Hacia su poblado. Hacia las crías. Lanzamos unas piedras explosivas. No intentamos matarlos, solo amenazarlos. Saltan esquirlas y polvo. Algunas de las crías chillan. Muchos adultos se apresuran a protegerlas. Eso nos da espacio para huir. Hacia el puente.

Entre todos, nos abrimos camino. Los simios intentan alcanzarnos. Nos lanzan piedras. A Yi la hieren en la pierna. Cae. No puede continuar. La devuelvo. Se duele. Se sienta a meditar. Parece que no es grave. Y que está preocupada.

  No están muy lejos. Pero dudan cuando los árboles dejan de cubrirnos. Aproximadamente la mitad decide seguirnos. Trepo por la roca mientras Shi y Yu protegen la retirada. Se abalanzan cinco sobre ellas. Se encuentran con la roca. Las he devuelto. Podría llamarlas y devolverlas continuamente, pero se marean si lo hago muy seguido. Su qi se desestabiliza y necesitan tiempo para recuperarse.

Llamo a Ning y Rui. Ning haciendo una pared de qi. Rui reteniéndolos conmigo. Consigo empujar a uno de ellos. Estaba herido. Cae desde el puente. Sus gritos son estremecedores.

Rui está sangrando, pero no se queja. Tiene la marca de unas zarpas en su brazo. Ning consigue acabar el medio escudo, lo que los confunde. Y deja uno en el interior. Sin sus compañeros y distraído por un momento, lo atravieso con la lanza. Rui le clava sus dagas. Y golpea su cuello. Ha estado estudiando uno de los cadáveres. Buscando puntos débiles. Parece que ha encontrado algo.

Guardo el cadáver y las envío de vuelta. Rui está herida y Ning no me será de mucha más utilidad. El escudo me da un poco de tiempo para alejarme. Aunque no sé si será suficiente. Son muy ágiles trepando.

Le saco unos diez metros cuando lo rompen. Salen en mi persecución. Están recuperando el terreno perdido deprisa. Una hendidura en la roca me salva de sus garras. Podría enfrentarme a uno o dos. Pero hay más de diez. No sé exactamente cuántos.

Me refugio allí. No pueden alcanzarme. Pero tampoco puedo escapar. Quizás tendremos que intentar abrirnos camino. Un garra intenta llegar hasta mí. La recibe la lanza. No le hago mucho daño. Por desgracia, es difícil ganar impulso en mi posición, está un poco estrecho aquí. Y no sé imbuirla en qi. Estaría bien aprender. Creo que tenía unos manuales. No creía que me fuera a hacer falta.

No lo vuelve a intentar. Me lanzan alguna pequeña roca. No resulta peligrosa. Golpean las paredes inútilmente. Me pregunto si se irán. Quizás lo mejor sea esperar.

No tengo mucho que hacer, así que adelanto trabajo. Es estrecho, pero cabe una más. Rong parece confundida al aparecer entre las paredes. Sobre mí. No le doy explicaciones. Simplemente la bajo a la altura de mi cintura. Mientras mi mano llega bruscamente a su vagina. Mi cuerpo apretado al suyo. No hay mucho espacio.

–No hagas ruido. 

Cuando se humedece, la penetro. Fuerzo su contenedor. Luego aprovecho para recuperar parte del qi gastado. Resulta un tanto excitante follarla ignorando los peligros. Y libero la tensión. Penetrándola. Empujándola contra la pared. Con sus pechos apretándose contra mí. Aunque no quiera. Sus manos las tiene contra la pared.

La devuelvo llena de mí y llamo a Ning.

–No hagas ruido. Te has portado mejor. Mañana te daré tu recompensa. Ahora solo estate quieta y deja que te folle. Primero haz un pequeño escudo justo encima

Apenas tarda unos instantes en mojarse. Creo que está excitada de este sexo imprevisto, más pronto de lo habitual. Con ella, acabo de recuperar el qi gastado. Bombeo en ella. En su apretada vagina. Se frota contra mí cada vez que puede. Sus manos acarician mi piel. Su boca me busca, aunque no hay mucho espacio. Su cuerpo tiembla contra la pared de piedra cuando la lleno.

Se queda un rato en el suelo cuando la devuelvo, recuperando la respiración. No llamo a Rui. Aún se está recuperando. Le llevará un buen rato. Voy a llamar a Liang para explicarle la situación. Pero oigo chillidos. Golpes. Luego silencio.

Espero un rato antes de trepar por la pared. Por una zona sobre la que no hay escudo. Me asomo con cuidado. Detección de qi no funciona con tanta roca. Seis metros más allá, hay un ave increíble. Mide unos tres metros de alto. Sus plumas brillan como la plata. Su pico aguileño tiene el color carmesí de la sangre de su víctima.

Salgo del agujero y me alejo poco a poco. Intento no hacer ruido. Una pequeña piedra resbala bajo mi pie. Levanta la cabeza y me mira. Pero no se mueve. Quizás no me considera una presa. O ya tiene suficiente con la que ha cazado. Aunque no deja de observarme.

Despacio, sigo trepando por la piedra. Aumentando la distancia con el peligroso depredador. Cuando me alejo unos veinte metros, se vuelve y sigue devorando al simio. Me apresuro a cruzar. No vaya a ser que cambie de idea. O aparezca otro. Solo cuando llego al otro lado y la capa de árboles me protege, respiro aliviado. No detecto nada peligroso. Llamo a Yu.

–He cruzado. Uno de esos pájaros me ha echado una mano– le cuento con una sensación agridulce. Podría haber muerto si me pilla a mí –. ¿Cómo están Shi y Yi?.

–Yi quejándose, pero enseguida estará bien– se burla Yu, sin querer reconocer que estaba preocupada –. Shi solo tenía unos arañazos.

En realidad lo podía ver, pero quería oírselo decir.

–¿Tú estás bien?

Sonríe. Se pone de puntillas y me besa. La verdad es que la montaría allí mismo. Pero es demasiado peligroso. Ahora mismo la prioridad es encontrar un lugar para pasar la noche. Aún es pronto, pero no nos quedan muchas horas de luz. Y este lado del barranco no me ha parecido muy prometedor al cruzarlo. Así que nos internamos en el bosque.

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No sé exactamente describirlo, pero es diferente al anterior. Las plantas, los sonidos, los colores. A pesar de que solo los separa el barranco, son bosques completamente diferentes. No sé qué peligros encontraremos.

No tardamos en descubrir un cueva. Está habitada por un lagarto gigante. Una salamandra negra con dibujos naranjas. Pueden llegar a escupir fuego, pero cuando tienen cientos de años. Y niveles mucho mayores. Esta tiene la piel venenosa. Y solo está en la etapa seis.

La entrada de la cueva no es muy grande, poco más de dos metros de alto. Parece profunda. Y adecuada para nosotros. Animales de gran tamaño no podrán entrar. Los simios, por ejemplo, lo harían muy forzados y vulnerables.

Así que nos deshacemos de la salamandra. Liang y Song están encantadas de poder ayudar. Una la distrae. La otra la ensarta. Yu y yo estamos de apoyo. El veneno no es eficaz contra una lanza.

Guardo el cadáver. Mejor no tocarlo sin las herramientas adecuadas. Entramos los cuatro con cuidado en la cueva. No hay más salamandras. Pero si huevos. Los dejo en la Residencia. En una zona apartada. Si nacen, no sé muy bien qué haremos con ellas. Pero parece que las chicas tienen cierto interés.

Ning pone el escudo. A Rong le hago limpiar la cueva. A Rui me la follo.

–Me… Me lo puedes hacer con suavidad por esta vez– me pide, con una inusual timidez.

Bueno, es su premio. Mientras Rong limpia, la tumbo sobre la cama. Acaricio y chupo sus pechos. Jugueteo con su entrepierna. La llevo poco a poco a un orgasmo.

Le abro las piernas y la penetro. Despacio. También la beso. Como si fuera una amante y no una esclava. Aunque no siento lo mismo que con las chicas. Sigo sin perdonarla. No siento que pueda hacerlo si no lo hacen ellas primero.

Me incorporo y la miro. Ella me devuelve la mirada al principio. Luego la aparta. Está inusualmente tímida. Sigo penetrándola con movimientos lentos. Disfrutando de su interior. De como me acaricia. Como me aprieta.

Ella gime. Aunque más bajo de lo normal. Parece absorta en la sensación de ser follada. Su cuerpo no está mal, aunque no sea espectacular. Su rostro no es el que consideran una belleza. Tampoco es fea.

Mis manos disfrutan del calor y suavidad de sus muslos. Solo acelero cuando se aproxima su orgasmo. Cuando parece pedir más. Se tensa y arquea cuando llega. Cuando la lleno. Se recupera mirando al techo. Luego, finalmente me mira.

–Gracias– dice en casi un susurro.

–Lo has hecho bien hoy. Cuento contigo para más adelante.

Ella asiente. Incluso esboza una ligera sonrisa. Cuando la devuelvo, casi inmediatamente coge un cuaderno. El que describe algunos puntos vitales. Lo está comparando con el cadáver del simio. Sé que es totalmente leal a mí. Si no, no le dejaría hacerlo.

A Rong la tira sobre la cama y me la follo a cuatro patas. No era necesario, ya lo había hecho antes. Pero me apetecía. Y tenía que darle una lección. La penetro bruscamente. La azoto. Inhibo su placer. Solo dolor.

–¿Creías que no me iba a dar cuenta? ¿Que podías hacer mal tu trabajo sin que lo viera? ¿Cuánto tiempo crees que he sido un esclavo? ¿Que he estado en tu posición?

Ella no responde. Le pellizco. Con fuerza. Y qi. Ella grita.

–Te he hecho una pregunta

–Lo… Lo siento. ¡AAAaaaaaggh!

–Responde a la pregunta– le exijo.

–Sí. Ah. Lo creía. Amo.

–Si hay una próxima vez, te arrepentirás. ¿Lo has entendido?

–Sí, Amo.

Hundo entonces su cabeza contra la cama. Me la sigo follando para saciar mi lujuria. Mi superioridad. Mi dominio. Es mi esclava y ha de aprender a pensar como una. Como todos lo hemos hecho. Eyaculo dentro de ella con satisfacción. Simplemente dejándome llevar.

–Para mañana prepara tu culo.

–Sí, Amo.

—————

Con las chicas lo hacemos muy dulce. Con muchos besos. Muchas caricias. Demasiadas emociones hoy. Para todos. Sentados uno al frente del otro. Unas con las piernas arrodilladas. Otras estiradas. Pero siempre mirándonos a los ojos. Restregando nuestros cuerpos. Llenándonos del otro.

Ahora estamos todos en la cama. Abrazados. Acariciándonos. Bromeando. Susurrando. Por ahora, nadie está de guardia. Pero todos estamos listos para reaccionar en cualquier momento.

–¡Para! ¡Ja, ja, ja!– ríe Liang.

Nuestra pequeña tigresa está frotando su cabeza contra su pie. Sus bigotes le deben de hacer cosquillas. Yo también lo he sufrido.

Esconde el pie, incapaz de resistir. Veo como nuestra pequeña mascota la mira y va a perseguir ese pie escurridizo. De repente, se para. Se gira. Salta de la cama. Me la quedo mirando. Y el resto no tardan en seguir mi mirada.

–¿Qué está haciendo?– pregunta Yu.

Nos miran a Liang y a mí. Nos encogemos de hombros. La vemos caminar contra la pared. No se detiene. ¿Se va a golpear contra ella? Desaparece. Nos quedamos mirando incrédulos.

Liang es la primera en levantarse y correr hacia el lugar. Sus pequeños pechos se mueven sugerentes. Mira el lugar desconcertada. Alarga la mano para tocar la pared. La mano la atraviesa.

–No hay pared… ¡Es una ilusión!

Todos nos levantamos con curiosidad. Hay un pequeño agujero, el hueco por el que se ha perdido Rayitas. No le han puesto un nombre muy original. Detrás del resto de la supuesta pared, es sólido. Pero no roca. Parece madera. Es una ilusión. Tardamos un poco en encontrar el cierre. Es sencillo. No requiere llave. Solo hay un simple pasador. La única protección es la ilusión.

Al abrirlo, la ilusión desaparece. La puerta está un poco deteriorada. Incluso hay un agujero. Por donde ha pasado nuestra mascota. Liang la coge.

–Mala. Te podría haber pasado algo– la regaña. Esta solo ronronea y se restriega en sus brazos, con un escarabajo en su pequeñas fauces.

–Luego soy yo el que la consiente– me burlo. Ella me saca la lengua. Hay risitas.

Tras la puerta, hay un túnel. Decidimos explorarlo. No puede haber ningún peligro tras una puerta medio podrida, ¿verdad?

–Quizás deberíamos vestirnos. Y estar preparados. Mejor que no vayamos todos juntos. Esto es un poco estrecho y nos estorbaríamos– sugiere Shi.

Todos asentimos. Nos hemos emocionado un poco. Menos mal que está ella aquí.