Luego de concluida la reunión en el restaurante, Mei Udagawa, la dura directora de la Academia Aihara y CEO de Udagawa Inc. estaba hecha un mar de confusión.
-¿Veintitrés años de distancia y disciplina no habían sido suficientes? Yuzuko Okogi sigue haciéndome tropezar. Está tan bella... su estilo atropellado y desprovisto de formalidad me conmocionó igual que el primer día.
Mei habría pasado todo el camino a casa absorta en sus pensamientos, de no ser por Misato:
-Mamá ¿Qué piensas de Kenji y Yuzu?
-Eh... Él parece ser un joven amable, en cuanto a ella, no se... no entiendo qué importancia tiene.
-Lo digo porque es la primera vez que te veo desencajada, si hubieras visto tu cara cuando dijo: "Petulante Presidenta Estudiantil", no tenía precio.
Casa Okogi
-Es una mujer demasiado atractiva la madre de Misato, ¿No crees mamá?
Atragantándose con el refresco Yuzu exclamó: -Y tú ¿por qué me hablas de Mei?
-Por el comentario que hiciste sobre de dónde proviene la belleza de Misato y porque habría que ser ciego para no darse cuenta de que la Señora Udagawa para el tráfico sin esfuerzo alguno.
-Eres aún muy chico para hablar como un Casanova- con expresión avergonzada -y espero que no vayas a hacer de cupido... ella es casada.
-Viuda mamá, el padre de Misato Murió hace cinco años.
Después de cenar, Yuzu se puso a trabajar en su proyecto para Marvel Comics, pero estaba distraída. Cuando se dio cuenta, le había puesto ojos violeta a todos los Vengadores.
Era tarde y hacía frío, sin embargo salió al balcón, tomó un vaso con vodka y encendió un cigarrillo, rompiendo su racha de seis meses sin fumar.
Con cada bocanada de humo, un nombre y un ruego viajaban al cielo desde el corazón de Yuzu:
-Mei, aún te amo.
Mansión Udagawa
La dueña de casa, rodeada por documentos y enviando e-mails a sus asociados en Nueva York, hacía esfuerzos en vano para sacar de su mente a la rubia escandalosa que era ama y señora de sus noches en vela y sus suspiros en soledad. De repente sintió cómo el anillo que colgaba de una cadena junto a su pecho la halaba hacia el balcón.
Sin ponerse una bata, haciendo caso omiso al frío, salió y viendo a la luna susurró:
-Buenas noches, y dulces sueños Yuzu.