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[Anciano cariñosito Sap]

Los dos individuos estaban de pie, erguidos. Frente a frente, con sus miradas enfocadas en uno y el otro.

Las manos del anciano estaban cerrados en puño; en cambio, los de Federick sueltos como brisa de mar.

El ambiente frío y sereno anterior, había pasado a ser historia; engullido en lo cíclico.

Se respiraba un aire tenso, al punto que sudor empezó a formarse en la frente cubierta de arrugas del anciano.

"Estimado Federick, un gusto. ¿Qué es lo que lo trae a aquí?". Preguntó el anciano forzando la mejor sonrisa que pudo expresar, mientras de acariciaba las manos.

"Oh, me sorprende que me conozcas... ¿Tu nombre acaso empieza por 's'?". Contrapreguntó Federick con curiosidad

"La sorpresa es totalmente mía... De hecho, así es". Comentó el anciano con la sorpresa remarcada en sus antiguas arrugas.

"¿Adiviné...? Hombre, supongo que tengo suerte pero no memoria. ¿Puedes recordarmelo?". Dijo Federick, actuando con incosistencias que rápidamente intentó arreglar en una mezcla embarazosa.

"Sap... Me puedes llamar Sap. Soy el anciano encargado del orden en estas grandes instalaciones". Proclamó Sap, con cierta vergüenza.

"Oh, vaya que en serio eres modesto, Sap. Eso se oye más como: Licenciado Maestro en Orden e Higiene general ". Comentó Federick intentando bromear, lo cual no fue fructífero.

Prueba de ello, era la expresión incómoda de Sap; quién sólo podía mantener una sonrisa incómoda.

"Preguntó... Con su posición, ¿qué es lo que lo motiva a venir aquí?". Dijo finalmente Sap. Esa había sido su pregunta primeriza que había formulado, y la causante de su conversación.

"Supongo que me sorprendió el relato ortodoxo... Así que vine por mí voluntad, acompañando a los enfermos". Dijo Federick, honesto y deshonesto.

Una sorprendente polaridad que actuaba ligera como pluma en un par de acciones consiguientes.

"Si es así, bienvenido eres a nuestro espacio... Todos lo son. Enfermos, tiranos y santos". Proclamó Sap con cierto orgullo que inflaría su pecho en su juventud

"Lo veo". Dijo Federick observando una de las estatuas.

"De hecho, de hecho. Actualmente tendría que estar manteniendo el orden en los jardines donde descansan los enfermos, así que me tendré que retirar... Ay, dónde habrá ido este chico". Dijo Sap con un aura de anciano reflexivo y un suspiro falso al final.

"¿El chico? ¿Para qué lo necesitas?". Preguntó Federick intentando calar un siguiente movimiento de forma pícara.

"Él era el encargado de llevar estos tachos para llenarlos de agua, y así, provisionar a los necesitados". Explicó el anciano con cierta impaciencia, como si se quisiera despegar de él.

"No te preocupes por eso, puedo encargarme de ello... Todo sea por los enfermos". Comentó Federick con una eufórica poco común.

"..."

Así, los dos opuestos se encaminaron en dirección al exterior, donde se situaban los enfermos.

Los pasos del anciano eran incómodos.

En cambio, Federick caminaba felizmente llevando sobre sus hombros los baldes de madera.

Existía cierto ambiente tenso a su alrededor; un área que transpiraba rayos.

Federick a pesar de su personalidad expuesta, no eran sus verdaderos colores. Había estado observando en todo momento sus alrededores.

Sus ojos no estaban en su mejor momento, pruebas de sus frutos.

Había sido extraño, la leve familiaridad demostrada por el chico desconocido.

El desagrado oculto en las visiones del orador.

Y el ligero resentimiento que se escondía en las expresiones del anciano Sap.

Una nube de confusión se construía y levantaba entre los adoquines, capaces de erizar la piel.

Un enigma que se envolvía alrededor de la iglesia.

Las actitudes extrañas, en contra de su persona...

"¿De verdad no necesitas ayuda? Podría llevar uno de los baldes". Preguntó sinceramente Sap.

"No... Para nada. Yo puedo solo". Respondió Federick con una sonrisa.

Con este leve intercambio de palabras, siguieron su camino con la incomodidad aún presente.

Su camino fue largo, entre pasillos oscuros ligeramente iluminados. Donde diferentes entrafas se disponían cada cierto tiempo, hacía lugares desconocidos.

"Creo que estos pasillos son excesivamente y estúpidamente largos". Expresó Federick con cierto agravio.

"Es normal, ya que se desconoce el tiempo de construcción de este edificio, por lo que está construida con arquitectura antigua... ¿Y lo que significa está variable? No lo sé, supongo que es mágico". Comentó el anciano Sap con un humor extraño.

"No me digas que iban volando por aquí". Dijo Federick con curiosidad.

"No, iban a caballos". Respondió Sap, interrumpido con leves carcajadas.

Comentario que Federick decidió ignorar, aceptando el hecho que fue ridiculizado por un anciano y probable eunuco.

No sólo la arquitectura era magnífica, sino que iba acompañada bellamente decorado. Hecho palpable entre los pasillos.

Hasta que finalmente vieron la luz más allá de los pasillos... Que resultó provenir de una ventana.

"Apuesto a que has sido engañado con eso; muchos novatos lo resultan. Pero no te preocupes, ya falta poco para observar el sol, oler las flores y disfrutar del viento". Dijo el anciano en una pequeña sonrisa contorneada en la oscuridad.

Y hecho como dijo, a unas decenas de metros más allá, finalmente observó la salida del ambiente monastico.

Gentiles jardines se situaban en el exterior, extensos y cuidados; los cuales eran ocupados por diferentes personas.

Quiénes demostraban síntomas la enfermedad. Ya que, incluso desde la lejanía era audible el toser generalizado.

Acampaban con paciencia en los campos, a la espera de su turno.

Ocasionalmente se acercaba personal calificado de la iglesia, preguntando y estudiando a las diferentes personas.

"Por favor les pido, paciencia. Ya conocen que esto es únicamente y de naturaleza voluntariado, por lo que el tratamiento es proporcional". Vociferó un hombre, quién vestía con túnicas.