En las afueras del pequeño pueblo al que habían llegado pocas horas antes se encontraba Raidha, mirando al horizonte completamente en silencio. Estaba sujetando la espada que le había hecho Drayd contra su pecho, agarrándola tan fuerte que sus manos hasta se habían entumecido.
—Mas te vale regresar de verdad. Piensa que si no lo haces no serás el único que rompa una promesa, yo también lo estaré haciendo —finalmente susurró al viento.
Pyro estaba volando a unos pocos metros encima suyo, probablemente tan nervioso como ella. Al escuchar su susurro se le acercó lentamente y se posó en su hombro. Raidha le acarició ligeramente mientras sonreía ligeramente.
—Lo siento, no quería incomodarte a ti también.
[Estará bien.]
—Jeje, ya veo que tienes fe en él… Quizás más que yo.
[No es fe, Pyro lo sabe.]
—¿En serio? Ojalá lo pudiera saber yo también.
Raidha rió irónicamente al escuchar sus palabras. No tenía muy claro a qué se refería, pero decidió simplemente creer en ellas. Era más reconfortante hacerlo.
—Pero lo que me preocupa es esa cosa…
[¿Esa cosa?]
—Algo horripilante habita dentro del cuerpo de Drayd. Él parece confiar bastante en eso, pero yo no puedo hacerlo por mucho que lo intente. Es más, me siento responsable de
haberlo metido yo.
[¿Tú?]
—Sí, no creo que eso estuviera anteriormente en su cuerpo. Cuando lo conocí le arrastré sin querer a mí mundo... Fue entonces cuando apareció por primera vez. No puedo entender qué es ni por qué es capaz de usar energía oscura... Aunque hay algo extraño en ella, algo que nunca vi antes... Muchas veces intento saber que es, pero siento terror cada vez que lo hago. Lo mire como lo mire, no parece ser nada bueno.
[Pyro no sabe.]
—Claro, tienes razón, jejeje.
[Pero Pyro cree que se puede confiar completamente en él. ¿Acaso no son ambos el mismo?]
—¡No digas tonterías! ¡No se parecen en nada! ¡Lo único en lo que se parecen es en el aspecto, y lo hacen porque utiliza el de Drayd!
Raidha suspiró y sacudió la cabeza. Como había dicho, Pyro no lo conocía para nada… no sabía nada de ese ser y sin duda no era capaz de ver lo que ella podía ver. Después de todo, solo los Sylphen eran capaces de mirar directamente a lo que se encuentra dentro del espíritu de los demás.
—Pero si es capaz de protegerlo… al menos le agradeceré eso.
Raidha volvió a quedarse en silencio, sin apartar nuevamente la vista del horizonte…
***
Calitia no sintió dolor. Por lo visto todo terminó tan rápido que ni siquiera pudo notar el corte… ¿O quizás no era eso?
«¿Estoy muerta?»
Temerosamente abrió un ojo y miró hacia abajo. A pocos milímetros de su cuello se encontraba el filo de esa espada negra, pero no parecía haber tocado su piel. Abrió el otro ojo y miró hacia adelante, hacia donde lo tenía a él. El chico la observaba fijamente con una extraña expresión de duda en su cara, medio temblando. Parecía estar luchando contra sí mismos.
—¡¿Qué te pasa?! ¡Si vas a hacerlo hazlo de una vez!
El chico dejó de temblar y levantó de nuevo su espada para atacar de nuevo. Otra vez más la espada voló. Sin embargo, como antes, se detuvo a escasos milímetros del cuello de Calitia. En su cara se plasmó nuevamente esa extraña expresión y volvió a temblar. Parecía estar haciendo fuerza para que la espada se moviera hacia adelante, pero esta se negaba, como si una barrera invisible bloqueara la cuchilla.
Finalmente el chico pareció rendirse. Soltó un suspiro y apartó la espada del cuello de Calitia, quien sin entender nada se quedó mirándolo fijamente con el ceño fruncido.
—No puedo…
—¡¿Cómo que no puedes?! ¡¿Acaso te estás burlando de mí?! —rugió Calitia enfadada.
—¡Digo que no puedo cortarte! ¡¿Tan idiota eres?! ¡Simplemente no puedo! Mi mano no se mueve…
—¿No decías que matarías a cualquiera que amenazara a Raidha o a ti mismo? ¿Acaso yo no cuento como una amenaza? ¿Es eso? ¡No me vengas con tonterías!
Por estúpido que parecera, Calitia se sentía herida. Le entraron ganas de llorar.
«No quiero morir, realmente no quiero morir. Debería sentirme aliviada de que no me haya matado… aún así… ¡Es frustrante!»
Calitia no podía evitar sentirse patética. Justo como ese día… le estaban perdonando la vida.
«¿Tan patética soy? ¿Tan insignificante que ni siquiera se molestan en matarme?»
Calitia se mordió los labios y no pudo evitar más que una lágrima se derramara por su mejilla.
—¿Acaso piensas que no seré una amenaza si me dejas viva?
—¡No, idiota! ¡Realmente me pareces una de las amenazas más grandes de todas las que me he encontrado! ¡Debo matarte! ¡Debo cortarte la cabeza! ¡Pero no puedo! ¡No
quiero! No lo entiendo...
El chico se agarró la cabeza, como si le doliera, mientras todo su cuerpo temblaba. Sus acciones eran incoherentes. Calitia no entendía nada de nada, y él tampoco parecía entender lo que pasaba por su propia cabeza.
—¡Entonces aclárate! Soy una Katryde. Soy pura luz, tú un ser de oscuridad. ¡Tu y yo estamos destinados a odiarnos simplemente por existir!
Su expresión cambió, el animal salvaje que eliminaría todo lo que se metiera por delante parecía haber desaparecido. La risa sádica que le había acompañado por gran parte de la batalla había desaparecido por completo. Parecía una persona completamente normal. Si no fuera por cómo había actuado hasta el momento, incluso parecería alguien completamente inofensivo
—Yo... No odio la luz... Al contrario, la admiro bastante. Nada a parte de ella es capaz de cubrir el cielo de una manera tan impresionante.
Levantó su cabeza y se quedó mirando al cielo. Calitia también miró hacia donde él miraba, pero solo podía ver nubes y el gran cielo azul. Calitia no podía entender nada. Se le veía melancólico. Su mirada era triste, como si buscara algo en el cielo que no podía encontrar. Lo miraba con esos ojos, tan parecidos a los de los Silphen y a la vez tan distintos.
—Suficiente, me voy. Haz lo que quieras, pero si vuelves a atacarnos... O más bien dicho, si intentas atacarnos de nuevo, esa vez sí que te mataré. ¡Lo juro!
La oscuridad que ataba a Calitia desapareció. Calitia cayó a cuatro patas contra el suelo y se quedó mirando la espalda del chico que se alejaba lentamente tambaleando.
—¡Tú no te vas así!
Con un último intento desesperado, Calitia extrajo las últimas fuerzas desde todas partes de su cuerpo, y le disparó otro proyectil de luz del tamaño de una pelota de baloncesto.
El chico fue sorprendido, pero soltó la espada y se dio rápidamente la vuelta, a tiempo para agarrar el proyectil con sus manos desnudas. El chico tuvo que pelear con todas sus fuerzas, pero consiguió desviarlo hacia un lado. Aunque el proyectil no se podía comparar con los anteriores, dejó un pequeño cráter de unos cinco metros.
—Imposible…
Calitia volvió a ceder bajo su peso. El chico apenas se mantenía en pie mientras respiraba pesadamente, apenas aguantándose de pie apoyándose sobre sus rodillas.
—¡Te he dicho que si vuelves a atacar te mataré!
Y así, recogió su espada y se dio de nuevo la vuelta, retomando su camino lentamente.
Calitia no fue capaz de decir ninguna palabra más mientras miraba como su espalda se marchaba a paso tranquilo, aunque tambaleante.
—¿Eso no se considera atacar?
Calitia se dejó caer de espaldas contra el suelo. No le quedaban fuerzas ni para mover un solo dedo.
—Pero debo admitir que eso fue bastante… impresionante.
Calitia decidió permanecer allí acostada un rato, hasta recuperar algo de fuerza y de las heridas.
—Aunque ahora que me doy cuenta... no tengo ni una sola herida… —murmuró mientras cerraba los ojos.
***
—¿Por qué hice eso? ¡No tendría que haberla dejado vivir! ¿Qué me está pasando?
Estaba regresando hacia la ciudad, el cuerpo de Drayd estaba en su límite. Cansancio, pérdida de sangre y probablemente otros muchos problemas estaban acumulándose. También, teniendo en cuenta que mi propio poder consumía su cuerpo, el daño interno debía ser enorme. Empezaba a salir sangre de la nariz, las orejas y tosía sangre en grandes cantidades.
—Forcé demasiado su límite para no terminar lo que empecé...
Intenté no consumir toda la energía en la batalla, o de lo contrario no podría regresar por mi propio pie, ya que quedaría completamente incapacitado en el mismo momento en que
lo hiciera. Incluso así, estaba a poco de quedarme sin fuerzas.
—Hoy no, no puedo colapsar, no puedo quedar inconsciente otra vez. Tengo que hacer cualquier cosa para no perder el conocimiento, esta vez no.
La lucha no había terminado para mí.
—Venga, idiota, aguanta. No puedes morir aquí. No puedes dejar sola a Raidha —me murmuré tanto para mí como para él.
Cada segundo que pasaba empeoraba su estado, incluso sin estar peleando. Pero no podía dejarle tirado ahí, en medio de la nada. Debería haber peleado mejor para no terminar así.
—¿Quién es esa Katryde? Estoy seguro de no conocerla de nada. ¿La dejé vivir simplemente porque es una mujer? Eso es imposible. Yo no soy así, no hago distinción entre sexos, razas ni especies. Solo soy un arma, un arma que únicamente piensa en destruir a los enemigos que se me ponen por delante.
Mi cabeza estaba hecha un auténtico lío. Multitud de sentimientos me inundaban. Estaba enfadado conmigo mismo por haber permitido esta situación. No me podía quitar de la cabeza lo que pasaría con Raidha si no regresaba.
Por primera vez sentí miedo. ¿Miedo a morir? No, miedo de mis propios sentimientos. Contradictorio al pensar como esa Katryde me llamó la encarnación del miedo en sí mismo.
—Tengo miedo... De mí mismo... De lo que soy... De lo que puedo llegar a ser.
Ahora mismo, aparte del lío emocional que me asaltaba, solamente podía pensar en dos cosas: dejar volver a Drayd con Raidha y el cabello dorado de esa Katryde.
—¿Será que me recordó a Raidha? En realidad, ambas se parecían bastante... Además, ese pelo dorado también me hace sentir nostalgia... ¿De qué? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? Y... ¿por qué me importa tanto Raidha? ¿Por qué me importa tanto Drayd? ¡¿Por qué cuando los veo reír juntos me siento bien y a la vez tan mal?!
Me tiré del pelo con furia, manchando el blanco puro de rojo escarlata en la acción.
—Incoherencias, puras incoherencias. Mi mente es una incoherencia en sí misma, nada de lo que hago o pienso tiene sentido lógico... Nada de lo que hago o pienso tiene
sentido... ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¡Soy un idiota!
***
Calitia se despertó sin siquiera haberse dado cuenta de cuándo se durmió.
—Por lo visto me quedé dormida justo después de que se marchara. ¿Cuánto tiempo habré dormido? Ya es de noche.
Encima suyo estaba el negro del cielo nocturno, ese cielo que tanto odiabla mientras viajaba a través suyo. Aunque un poco de fuerza había regresado a su cuerpo, Calitia se quedó mirando fijamente hacia ese manto negro que lo cubría todo, recordando los sucesos de hacía unas pocas horas.
Calitia todavía no entendía bien qué había pasado al final, pero pudo recordar la cara melancólica que puso al mirar al cielo. ¿Qué miró exactamente? ¿Qué le apenaba tanto?
Calitia se centró de nuevo en el cielo nocturno: Una capa de odiosa y profunda oscuridad. No, eso no era cierto del todo… Pequeñas luces contenidas en medio de ese manto negro brillaban con fuerza, creando una imagen a la que Calitia no estaba acostumbrada.
—Ah, ya veo, a esto te referías... Claro, por eso no odias la luz. Sin ella, esto nunca se podría ver, pero sin oscuridad tampoco. Extraña manera de pensar.
Calitia empezó a reír ante lo que le pareció bastante tonto e infantil. Sin embargo, de alguna manera, al mirar el cielo nocturno, también se sintió en calma.
En el mundo de Calitia era imposible ver estrellas y en el espacio uno no puede verlas del mismo modo que en un planeta.
—Esas estrellas, ¿cuándo fue la primera y última vez que me paré a ver algo parecido? Realmente son bonitas. Recuerdo que cuando era más pequeña, las pocas veces que salí de mi
mundo solía fijarme mucho en tonterías como esta. No obstante, desde que mis padres murieron me centré en el entrenamiento militar, ignorando todo lo demás.
Calitia dejó salir un pequeño suspiro a la vez que formaba una sonrisa. Levantó una mano como intentando atrapar una de las luces en ella.
—No importa cuán profunda sea la oscuridad, hasta la más tenue luz brillará con fuerza en su interior.
Calitia dejó escapar una sonora pero irónica risa. Sentía bastante vergüenza de sí misma. Se había dedicado a cazar gente sin motivo alguno, solo por lo que eran. O en otras palabras, se había vuelto lo que siempre odió.
—Así que aunque pongas un posado duro y parezcas aterrador, en el fondo eres una buena persona…
Sentía que ese chico le acababa de forzar a abrir unos ojos que cerró voluntariamente hace mucho tiempo.
—... pero no puedo decir que eso me disguste.
Calitia se puso de pie sin dejar de mirar al cielo.
—Quizás la oscuridad no sea tan mala por sí sola... ¿Debería darle una oportunidad a esa chica? Quién sabe, puede no ser mala después de todo… a pesar de ser su hija…
Y de nuevo esos ojos que se habían grabado a fuego dentro de su cabeza volvieron a la mente de Calitia. Todo el miedo que le habían transmitido hasta el momento empezaba a despejarse. Hasta le empezaban a fascinar en cierto modo.
—Drayd y Raidha, ¿eh? Pero entonces, ¿quién eres tú? Siquiera me dijiste tu nombre…
Por lo visto, Calitia otra vez no podía dejar de pensar en él, incluso parecía haberse obsesionado aún más.
—No creas que aquí nos despedimos. No soy alguien que abandone sus objetivos tan fácilmente.
Y así, Calitia empezó a correr dirección al pueblo dónde los había encontrado.