Clank, clank, clank.
El sonido del metal de la armadura de Calitia resonaba por dentro de su nave con cada paso que daba. La joven comandante se encontraba con un humor de perros. ¿El motivo? Hacía días que no dormía bien. Cada vez que conseguía conciliar el sueño tenía pesadillas. Esos ojos rojos como la misma sangre se habían pegado a ella como una sanguijuela chupándole la suya.
—Buenos días capitana.
Uno de sus subordinados se le acercó con una sonrisa. A diferencia de ella misma y algunos soldados que se quedaron de guardia, los demás apenas estaban levantándose.
—¿Tienes algo importante que reportar? —preguntó Calitia con una expresión completamente opuesta a la del soldado.
—N..no…
—¡Entonces ve a tu puesto de una vez!
—¡Enseguida!
Impactado por el grito de Calitia, el soldado salió corriendo a toda prisa. Algunos de los demás soldados se quedaron observándola en silencio, pero en el momento en el que Calitia giró su cabeza hacia ellos, todos salieron corriendo como el anterior. Al mismo tiempo alcanzó a ver un borroso reflejo suyo en la pared de metal. Su aspecto se veía más descuidado de lo que había pensado.
«Cada vez me parezco más a mi tío.»
Calitia se frotó la cabeza y dejó escapar un gruñido abatido.
«Pero qué estoy haciendo, no puedo desahogarme con mis subordinados. Son buenos chicos que no han hecho nada malo. Además no sé qué haría sin ellos. Debería disculparme… Sí, disculparme…»
—¡Antes muerta!
Sin querer se le escapó un grito que sin duda algunos de los soldados que quedaban cerca escucharon. Por un momento Calitia se murió de vergüenza, pero enseguida se recompuso y empezó a caminar con la cabeza alta junto a los demás.
Había dos palabras que podían describir fácilmente a Calitia. La primera era: orgullosa. Para empezar, no podía soportar que nadie la mirara hacia abajo. Tampoco le gustaba mostrar el más mínimo signo de debilidad, ni delante de sus enemigos, ni mucho menos de sus aliados.
—Capitana, su cara se ve horrible, mejor descanse. Últimamente está demasiado estresada. No puede estar a todas horas en guardia, su cuerpo no lo soportará.
—Estoy bien, no te preocupes.
No obstante, todos sus compañeros la conocían más que suficiente como para no ver a través de su fachada.
—Ahora mismo no hay nada que necesite de su atención. Lo mejor que podría hacer ahora mismo es tomarse un baño y relajarse. Además, no creo que vayamos a encontrar nada raro justo ahora.
—Ah, esto, está bien.
—No se preocupe, solo déjelo todo en nuestras manos y vaya a descansar un poco, me aseguraré de que nadie la moleste.
—Bien, cuento con vosotros.
Calitia dio media vuelta y empezó a caminar por el pasillo.
«Ahora que lo pienso, hace días que no tomo un baño. Un momento… ¡¿Ha sido esta una forma sutil de decirme que huelo mal?!»
Calitia se dio bruscamente la vuelta y les lanzó una mirada asesina a los soldados que ya se marchaban como aquel que no sabe nada. Calitia se olió un poco y dejó escapar un profundo suspiro de abatimiento.
«Lo mejor será tomar un baño a fondo y limpiar la armadura.»
Calitia fue directamente hacia el baño. Llenó la bañera con agua caliente y empezó a quitarse la armadura. La mayoría de los soldados vestían ropa normal a menos que hubiera algún problema. No obstante, Calitia no se sentía cómoda sin su armadura. A parte, tanto ponerla como quitarla era molesto; le costaba pasar las alas.
Calitia desató su cabello y se metió en el agua, intentando dejar sus dolores de cabeza de lado, pero su mente seguía perdida en ese lugar. Incluso haciendo su mayor esfuerzo no podía dejar de pensar en ese chico, y…
—¡Ah!, es verdad, había una silphen con ese humano… Casi me olvido de ella…
La segunda palabra perfecta para describirla sería: obsesiva. Cuando se encaprichaba con algo, Calitia era capaz de olvidarse incluso de las cosas más importantes. Se suponía que debía estar persiguiendo a esa Silphen, no al humano.
Calitia dejó deslizar su cuerpo dentro de la bañera y se sumergió hasta la nariz mientras se lamentaba de su mala suerte. Justo el día que menos quería encontrarse con un Silphen se encontró con una. Pretendía pasar un par de días en ese lugar, pero se marchó justo después de ese encuentro.
«Olvidé por completo el motivo por el que fui. Perdóname mamá, juro que volveré algún día… Aunque no creo que valga la pena hacerlo.»
Calitia se sumergió del todo en el agua y empezó a dejar salir burbujas mientras pensaba en esa Silphen.
«Solo era una chiquilla y parecía inofensiva. Un momento, ¿no era más inofensivo el humano? Estoy desesperada por encontrar a una niña y a un chico que no tiene nada que ver con nosotros. ¿En qué me he convertido?»
Calita se enroló en el ejército para proteger la paz, para que nadie tuviera que sufrir por culpa de un ataque enemigo. Para que nadie viviera lo mismo que ella vivió, pero en lugar de eso estaba viajando por todos lados intentando matar a una niña.
«El ejército siempre fue así? Hace años que no hay una batalla. Hemos pasado de defensores de la paz a cazadores. Simples perros de caza que buscan hasta el último rincón a sus "enemigos".»
Por supuesto, Calitia no soportaba a los Silphen. Solo con ver uno su sangre empezaba a hervir. A pesar de todo, pensándolo claramente, los niños no eran más que niños. ¿Qué culpa tiene un recién nacido de lo que hicieron sus padres? ¿Era justo matarlos a todos simplemente por ser lo mismo? Calitia quería creer que sí, sus experiencias le decían que sí, pero algo en su interior no opinaba lo mismo.
«Solo estoy extendiendo una venganza personal, que solo debería afectar a un único Silphen, hacia todos los suyos… Y ese chico era humano, no un Silphen.»
Calitia sacó la cabeza del agua y se quedó mirando al techo. Para ella la oscuridad era algo que lo invadía todo, que lo destruía todo y traía ruina por ahí donde pasaba. Si desapareciera de la creación todo sería mejor, eso lo tenía claro.
—Entonces, ¿qué es este sentimiento tan raro?
Su corazón y sus creencias estaban en conflicto desde el día que se encontró con esos dos. A ese extraño humano metiéndose donde no le llamaban y a esa Silphen que se tiró delante suyo para defenderlo.
«¿Para defenderlo? Lo defendió de mi ataque. Hasta ahora no lo había tenido en cuenta. Yo ataque ignorando al humano, pero ella le protegió… ¿No me vuelve eso la mala?»
—Ahhhh, se supone que nosotros somos los buenos. ¿En qué estaría pensando al actuar de ese modo? Estaba tan molesta por la aparición de esa niña que no pensé en nada más que eliminarla a cualquier coste —Calitia murmuró abatida.
Remordimientos, probablemente era por eso que no podía sacarse de la cabeza a ese chico. Calitia se sentía culpable de haber implicado a ese chico hasta el punto en el que pareció ser engullido por... ¿la oscuridad? Esos ojos rojos como la sangre sumado a los escalofríos que sintió al toparse con ellos era algo que nunca había sentido antes, pero sin duda no era algo bueno.
—Como sea, solo puedo hacer una cosa… Cuando lo encuentre, me ocuparé personalmente. Es lo mínimo que puedo hacer.
Calitia salió de la bañera y empezó a vestirse. Esta vez no se puso la armadura y dejó su cabello suelto. Se miró al espejo, tenía ojeras y sus ojos plateados se veían muy cansados. Normalmente sus ojos tenían un tenue brillo característico de su familia, pero hasta eso había desaparecido.
—Realmente me estoy echando a perder.
Calitia volvió con los soldados. Al verla con ropa normal todos empezaron a reír y hacer broma.
—Ey, capitana, le queda bien.
—Sí, debería usar ropa normal más a menudo.
—Su belleza aumentó increíblemente, podría incluso ser la mujer más bella del mundo.
—¡Dejaos de tonterías! —Calitia intentó detenerlos.
—Ah, pero es verdad.
—Sí, sí, no hay duda, la capitana es la mejor.
—¡Os he dicho que basta ya! —repitió Calitia.
—No se enfadé, es un cumplido, debería sentirse halagada.
—¡En serio, no me hagáis callaros a golpes!
Las risas hicieron eco en toda la nave mientras Calitia perseguía a un soldado tras otro. Los comentarios la hacían sentirse avergonzada, pero al mismo tiempo feliz. Le gustaba ver a sus subordinados contentos. Se había vuelto su capitana con apenas catorce años, pero ninguno de ellos se quejó de tener a alguien tan joven como su superior. Seis años habían pasado desde entonces, y aún después de volverse comandante seguían con ella. Calitia no podía evitar pensar en ellos como una gran familia.
«Ojalá no hicieran falta soldados. Me gustaría veros a todos con una vida pacífica y no en esta nave tan lejos de casa. Perdonadme por arrastraros conmigo a todos lados.»
Calitia sabía que todos estaban preocupados por ella y lo único que querían era que se relajara y animara. Sin duda alguna, eran los mejores soldados que había conocido nunca.
El día terminó más rápido de lo que creyó. Era difícil saber cuándo empezaba o terminaba el día mientras se viajaba entre mundos. Normalmente la hora era diferente entre ellos, con lo que tocaba llevar un buen control del tiempo.
Calitia se dirigió a su habitación y miró a través de la ventana, a través de la cual solo se podía ver la inmensidad del espacio. En su planeta la noche no existía y tampoco dentro de la nave, pero afuera todo era negro, una noche infinita.
«Es irónico que nosotros, los señores de la luz, de todas las formas que podíamos elegir para viajar, eligiéramos hacerlo a través de una oscuridad infinita.»
Calitia se acostó y cerró los ojos para sumirse dentro de su propia oscuridad. Quizás esta noche por fin conseguiría descansar…
***
Una columna de humo se alzaba entre los árboles de la densa jungla. Un pequeño incendio había estallado en medio del lugar. Tal escena se repetía frecuentemente por ahí. Por suerte, ninguno de esos pequeños incendios se expandía mucho.
«Otro más ha muerto, es el quinto hoy.»
Cierta "persona" observaba el fuego desde lo más alto de un árbol. No podía evitar observar el incendio con sentimientos encontrados. Se sentía solo y no había nadie con quien pudiera intentar socializar. Los suyos no hacían más que morir, y los demás únicamente intentaban matarle o algo peor. ¿Cuánto tiempo llevaba así? Había dejado de contar después de 3000 años. No obstante, no era simplemente que no pudiera intentar relacionarse con otra gente, sino que tenía miedo de hacerlo.
—Mirad allí.
—¿Qué es eso?
—A saber, vamos a por él.
Un grupo de gente con lo que no parecían ser buenas intenciones le habían visto. Esto también era algo que se repetía de tanto en tanto. No obstante, no era muy difícil escapar de ellos. Sin preocuparse mucho, saltó de la rama y se adentró en la jungla.
—¡No lo dejéis escapar!
El grupo de tres personas empezó a perseguirlo.
«¡No os acerquéis!»
Al principio se le acercaron bastante, cosa que le hizo preocuparse un poco, pero no tardó en perderlos de vista. Después de todo, ninguno podía seguir su ritmo al moverse por la jungla.
«De verdad, lo mejor es que no os acerquéis.»
Después de relajarse un poco al haberlos perdido, se paró encima de otra rama. Sin embargo, una extraña sensación sacudió su cuerpo de arriba a abajo.
«¿Qué es eso?»
Algo parecido a una débil voz resonó en su interior con fuerza. Nunca antes había notado algo parecido. Se sentía como si algo familiar y a la vez desconocido se acercara hacia él. Algo que le hacía sentir melancólico…
—¡Es mío!
Despistado por culpa de eso, había dejado de prestar atención a su alrededor. Sus perseguidores consiguieron encontrarlo, y a causa de tal error, le lanzaron una red y lo atraparon.
—¡Por fin lo tenemos!
—Pero, ¿qué es?
—¿Acaso importa?
—Probablemente no. Es bonito, seguro que podremos sacar algún provecho.
—Sin duda.
«No, no, no, ¡dejadme ir!»
Se revolvió por dentro de la red, pero antes de poder escapar lo metieron dentro de una jaula de hierro.
«Por favor… no quiero haceros daño…»
Suplicó que al menos no le hicieran daño, pues en el peor de los casos, la mitad de la jungla podría desaparecer bajo el fuego…
***
—¡Capitana, encontramos un rastro!
… o quizás no.