—Hoy, distinguidos invitados, me siento honrado de hacer un anuncio trascendental —declaró el Emperador, su voz resonando por toda la gran sala. Los nobles reunidos, sorprendidos por la revelación inesperada, no podían contener su emoción. La idea de que el Emperador no tuviera una, sino cuatro prometidas, había estado envuelta en el más absoluto secreto, conocida solo por unos pocos selectos que residían dentro del Palacio del Dragón o el venerado Antiguo Palacio anidado en el corazón de la Ciudad de Azur.
—Con gran placer, presentaré a mi primera prometida, una dama de belleza sin par y linaje noble, la Princesa Julia Onard de la estimada Casa Noble Onard —proclamó el Emperador, sus palabras envolviendo la habitación. La reacción fue palpable, evidente en los ojos ensanchados y las expresiones atónitas de los nobles, su incredulidad expuesta para que todos la vieran.
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