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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · Urbano
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390 Chs

¡76- Termínalo primero!

—¿Por ejemplo? —La voz de Marissa estaba amortiguada contra el pecho de Rafael.

—Por ejemplo... no he olvidado cómo se sentía tu suave cuerpo contra mí.

Marissa se sintió convertirse en un bloque de hielo.

¿Su suave cuerpo contra él?

—Al ver la falta de reacción, él se inclinó hacia adelante y la empujó un poco hacia atrás para besar sus labios suavemente.

—Lo siento por hacerlo sin tu consentimiento —su voz era apenas audible—, pero estando aquí así... tan cerca de ti, tu boca me tienta.

Sus ojos se posaron en sus labios, —¿Puedo besarte otra vez? —le preguntó, y ella sintió como si sus labios se hubieran pegado y le hubieran hecho casi imposible hablar.

—Dime, Marissa. ¿Puedo besarte? —se inclinó acercando sus labios a los de ella—. No el suave que acabo de dar... aunque eso también me gustó...

—R... Rafael... —sus ojos parpadeaban cerrándose. La forma en que él hablaba en susurros roncos y bajos, estaba haciendo que su núcleo se empapara en jugos.

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