—Entonces... ¿quieres decirme por qué solo uno de ustedes parece estar en perfectas condiciones? —finalmente preguntó Odín.
Sentados en una mesa redonda de madera dentro de una tienda estaban los siete arcángeles y Odín.
—¡Caw!
Así como Huginn y Muninn, quienes parecían burlarse de los ángeles que de alguna manera lucían aún más deprimentes que ellos.
A excepción de Azrael, por supuesto, quien estaba ocupado trasteando con un aparato que parecía... ¿un iPhone?
—Nosotros-
En el momento que Miguel empezó a responder, los ocho-
—¡Caw!
Los diez oyeron un retumbo bajo que conocían demasiado bien.
Odín casi se golpea la cabeza contra la mesa cuando escuchó el sonido de un rayo impactando el suelo fuera de la tienda.
—¿A quién le da hambre?
Odín escuchó una voz familiar y balbuceante y casi lanza sus manos al aire en indignación.
—...Por favor, discúlpenme un momento —. El Padre de Todos se levantó de su asiento y dejó a los arcángeles dentro.
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