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Capitulo 15

No es fácil hablar de un público cuando este no te da de qué hablar, "Sátiro" conocía esta realidad muy profundamente, no tenía cómo hacer campañas, la gente lo buscaba para poder ofrecer lo que ninguna otra empresa podía: ADMD (Asentamientos de Moral Distraída). Él sabía que esa era la razón por la cual eran populares, ningún logro de esos clanes o familias tenía valía en canales donde las demás compañías se publicitaban. De orígenes oscuros, sabía lo que era vender sueños políticamente incorrectos, su familia tenía en las bodegas varios miles de "Sintientes" en artículos físicos o impresiones sensoriales virtuales.No eran del todo ilegales, había pagado por ellas, pero las impresiones sensoriales, las expresiones hicieron de su emporio sexual un poder impresionante, hasta que los niños comenzaron a hablar: De pronto sabían que su compañero era popular por que podía meter ciertas alteraciones para que pudiesen ver erotismo restringido para adolescentes aún cuando estuviesen en los grados medios básicos. La crisis fue brutal, descalificaciones en cada esquina, un sumidero de recursos para contratar guardaespaldas ante los múltiples ataques bomba perpetrados por asociaciones de protección extrema al menor, las acciones en declive diario y sus socios gruñendo en las puertas por unos dividendos que no se cumplirían ese año fiscal.

Cuando todo se veía tétrico, eventos que nadie esperaba ocurrieron: Una empresa, tras la muerte sospechosa de todos los accionistas en un ataque moral con unas granadas nada piadosas lo contactó ofreciéndole un mejor trabajo, con caché, aportando una imagen pública que él llevaba buscando por décadas, solo para descubrir que a la naturaleza humana no le importa el sitio solo satisfacer sus impulsos. Cuando todavía el carbón estaba caliente en la hoja impresa, especialistas recogieron toda la información de sus vastos almacenes y declararon la empresa bajo remodelación indefinida. Compraron un edificio gigante en una zona de la cual no había escuchado hablar y le informaron que estaba a cargo de las relaciones públicas de una filial de la omnipotente Ouroboros.

Los primeros días fueron increíbles, la maquinaria que abarcaba toda la sala daba una impresión de belleza muy extraña, bloques de contención con unos cuantos puertos de acceso, comunicación encriptada, invisible aún mediante los más avanzados sistemas de detección. Su oficina era al menos tan grande como la anterior, pero no había nada cuestionable, ninguna pintura, ningún sintiente, nada semejante a la vulgaridad, todo denotaba clase… excepto los clientes.63

Personajes moderadamente influyentes aparecían ante sí, uno tras otro, cualquiera de ellos podía desaparecerlo en un parpadeo, especialmente si él no fuera el jefe y ellos lo conocieran como uno de los pocos que saben de sus vicios. Todavía recuerda a su primer visitante, un empresario retirado que hizo fortunas en los últimos días del combustible fósil como única alternativa a la producción de movimiento en los transportes públicos de medio continente. Llegó portando sus pulmones artificiales, sin un ápice de culpa, sus enfermeros vistiendo ropa de material tan adherible que se notaban todos los detalles del cuerpo, sin decir nada los primeros minutos, se limitó a escuchar, el flamante gerente llenó ese silencio con toda la información de que disponía; no se guardó nada, los costos, la propaganda, la tecnología involucrada, nada daba la impresión de conmover los ojos apagados de su cliente, al final su terminal mandó un pequeño bip, el cual en el silencio post-speech retumbó con una mirada algo atormentada. Sátiro leyó el mensaje, sin creerlo lo repitió: En menos de cinco minutos, cinco millones de dólares estaban en la cuenta de su nueva empresa, aún hoy la vergüenza lo hacía enrojecer un poco, pero incluso con todo eso el mensaje fue impreso, enmarcado y suspendido. Flotaba en su escritorio donde Sifuentes también alcanzó a leer lo que contenía.

― "Negar el placer es vivir en la miseria del cuerpo, vender esa experiencia, el mejor negocio que alguien podría encontrar" ― Leyó Sifuentes sorprendido.

Traído al presente, Sátiro se recompuso.

― Como comprenderá mis clientes son reservados y poco abiertos a sus motivos para viajar ― Haggard notaba que algo se le escapaba, pero estaba abrumado por las explicaciones tan únicas que poblaban la sala de orgullo, por ese motivo no podemos hacer emisiones de esta información.

― ¿Entonces cómo capta a sus clientes? ― La pregunta fue por hábito pues era muy probable que la respuesta fuera tan sórdida como la existencia de este negocio.

― Por lo visto tienen una cantidad muy grande de usuarios finales como para depender de la información que no podrán proporcionar una vez que se vayan ― Le dice mirándole a los ojos.

― ¡Eso es información confidencial! ― De su escritorio Sátiro sacó un cuadro de memoria ― Los protocolos concernientes a sus peticiones están aquí, los centros de queja están abiertos para una retroalimentación apropiada. Si me disculpa tengo una junta pronto.

― ¡Claro! Tenga por seguro que visitaré todo ― Haggard de forma apática abre un par de carpetas al azar. 64

― ¿Disculpe mi memoria? Ya sabe que esto es cosa de la edad y el error humano… ¿Dónde están los call center? ― Le pregunta confundido.

― No dije nada de eso ¡No tenemos aquí! Habrá quien lo guíe si requiere algo más… ¡Buenos días! ― Se despiden.

Sifuentes caminó sin mucha prisa, los pensamientos robaban velocidad a su cuerpo, si no tenían medios para contactar a la gente ¿Cómo se daban a conocer? ¿Nadie sabe qué hicieron? Dar a conocer este material sería suficiente como para arrojar al caos los mercados de valores, pero estaba seguro que era una enorme tajada, tan grande que resultaba irresistible. Pese a su interés por hacer todo a reglamento, no quedaban muchas opciones: Contempló los techos y de reojo apreció las cámaras de seguridad las cuales lo siguieron hasta que llegó a uno de los baños para no binarios, la fila era enorme y en lo que escuchaba a gente sobre quién era el más oprimido por la sociedad actual dejó que la mente vagara… un poco… tratar de revisar las cosas sin pensar realmente en ellas, justo cuando estaba a dos humanos de entrar dejó la fila ante la mirada atónita de un par de ojos con distintos pigmentos, uno incluso parpadeaba con un reloj integrado a su córnea, los números marcaban las 16:00 y el mensaje que salió de su consola había sido recibido, tres simples palabras que hicieron de un paranoico como el jefe de T.I. salivar…:

"Sigue el dinero".